La pir¨¢mide de explotaci¨®n del ¡®caso Sana¡¯, la red que prostitu¨ªa a menores tuteladas
La jueza ultima la instrucci¨®n de la macroinvestigaci¨®n y perfila el papel que desempe?aban los 25 procesados. Sit¨²a a la cabeza de la organizaci¨®n a Kalifa, que las captaba y enganchaba a las drogas
En enero de 2022, la polic¨ªa detuvo a 37 personas acusadas de formar parte de una organizaci¨®n criminal dedicada a captar a menores a las que enganchaban a las drogas, prostitu¨ªan con una red de clientes y a las que tambi¨¦n usaban para distribuir sustancias estupefacientes. Se trata de la operaci¨®n Sana, una de las mayores contra la prostituci¨®n de menores, algunas de ellas tuteladas por la Comunidad de Madrid, destapadas en Espa?a. Seg¨²n las pesquisas, las chicas eran atra¨ªdas por redes sociales o por el boca a boca, y eran explotadas sexualmente, a veces a cambio de droga, a veces de nada. Con el avance de la instrucci¨®n, la jueza que lleva el caso ha acabado procesando a 25 de ellos, de los que 10 est¨¢n en prisi¨®n desde su arresto. En el auto que envi¨® hace unas semanas a las partes y el fiscal detalla el papel que ten¨ªa cada uno de ellos en la trama. El juicio no se prev¨¦ que se celebre antes de final de a?o.
A la cabeza de la organizaci¨®n se sit¨²a un hombre apodado Kalifa, un lover boy que enamoraba a las chicas hasta hacerles creer que eran novios, las enganchaba a la coca¨ªna base y, despu¨¦s, las ofrec¨ªa al resto de hombres bajo a la amenaza de que, si no obedec¨ªan, las abandonar¨ªa, como reza el auto judicial.
Seg¨²n este escrito, a una de las v¨ªctimas la mantuvo tres d¨ªas encerrada en una habitaci¨®n, hasta que la chica consigui¨® escapar y pedir ayuda en un estanco de Usera. Cuando Kalifa conoci¨® a una de las v¨ªctimas, esta ten¨ªa solo 13 a?os y la introdujo en el consumo de droga de tal forma que la adicci¨®n que le gener¨® fue una bomba de relojer¨ªa. Seg¨²n recog¨ªa la polic¨ªa, las chicas estaban sometidas a la red mediante ¡°cadenas invisibles¡±, las que les ataban a sus explotadores porque ellas cre¨ªan que estaban enamoradas y por su necesidad de consumir de estupefacientes.
La red mov¨ªa a las v¨ªctimas a su antojo entre el pol¨ªgono Marconi, zona habitual de toxic¨®manos y prostituci¨®n, y sus propios pisos, bares y negocios. Las reclamaba a cualquier hora y sin necesidad de un pretexto. La instrucci¨®n detalla las agresiones a una de las menores protegidas por parte de, al menos, 21 hombres que mantuvieron relaciones con ella a sabiendas de que era menor de 16 a?os y que, adem¨¢s, estaba enganchada a la droga.
Los sitios en los que suced¨ªa se convert¨ªan en verdaderos escenarios del terror y la voluntad de las menores era manejada por su necesidad de consumir unos estupefacientes que los captadores de la trama les hab¨ªan dado a probar por primera vez. El s¨®tano de una peluquer¨ªa en la avenida Monte Igueldo, un garaje, un locutorio... A veces, los hombres entregaban una miseria de dinero a las v¨ªctimas, que ellas se gastaban r¨¢pidamente en comprar m¨¢s coca¨ªna base. Otras, el dinero se entregaba directamente a Kalifa.
Los investigadores pudieron certificar la presencia de las v¨ªctimas en numerosas ocasiones en los poblados chabolistas del pol¨ªgono Marconi. La investigaci¨®n sit¨²a este escenario como el punto de encuentro de las menores con muchos de sus explotadores. Ah¨ª es donde, seg¨²n las pesquisas, dos procesados conocidos como ?a?o y Samuel conocieron a una de estas v¨ªctimas, a la que dieron coca¨ªna base a cambio de relaciones sexuales, el intercambio habitual con el que manten¨ªan sometidas a las chicas. En ocasiones, la crueldad daba un paso m¨¢s, porque despu¨¦s de las relaciones les dec¨ªan que en ese momento no ten¨ªan consigo la droga y las chicas ten¨ªan que marcharse sin su chute, como recoge este auto que hizo una vez un procesado apodado Claudio.
La casa de uno de ellos, en la calle Felisa M¨¦ndez, se convirti¨® en una especie de burdel improvisado en el que otro de los acusados, F. C., recib¨ªa a otros hombres para que agredieran a una de las menores tuteladas. Para conseguir clientes, sub¨ªa a las redes sociales fotos de la chica, a la que bautiz¨® Alicia. Las menores iban de vez en cuando a otro bar en Puente de Vallecas, pero incluso para dejarse caer por ah¨ª a pasar el rato, ten¨ªan que pagar su tr¨¢mite sexual con R. D., el camarero. La documentaci¨®n de la instrucci¨®n refleja adem¨¢s como estas chicas corr¨ªan de hombre a hombre como si fueran mercanc¨ªa. Unos se las pasaban a otros con la frase ¡°mira lo que te he tra¨ªdo¡±.
Usaban a las chicas como moneda de cambio. La instructora acusa a otro de los procesados, I. R., de permitir a otro vivir en su casa, cerca de Moratalaz, a cambio de mantener relaciones con una de las v¨ªctimas. Otro, conocido como Metralla, tambi¨¦n llevaba a menores a casa para que formaran parte de las fiestas con sus amigos, en las que el consentimiento de ellas no era algo que se tuviera en cuenta. Todos los procesados eran part¨ªcipes de estas pr¨¢cticas, seg¨²n la instrucci¨®n. Entre ellos Chucky que, seg¨²n las bases de datos policiales es un hombre relacionado con los Dominican Don¡¯t Play que adem¨¢s fue detenido por su supuesta relaci¨®n con un homicidio meses despu¨¦s de su arresto de la operaci¨®n Sana.
En el auto tambi¨¦n aparece el nombre de dos mujeres: C. M. y La Negra. A la primera, se le atribuye el papel de una especie de chica de los recados en el pol¨ªgono Marconi. De los peores recados: contactar con clientes y mover a las chicas de un lado a otro para que fueran violadas a cambio de droga o dinero, del que ellas solo obten¨ªan una peque?a parte. La segunda actuaba como una especie de madame en un piso en el que las chicas consum¨ªan droga y eran explotadas.
La lista de delitos a los que se enfrentan los 25 procesados incluyen la agresi¨®n sexual, delitos contra la salud p¨²blica (tr¨¢fico de drogas), prostituci¨®n de menores de 16 a?os, posesi¨®n y distribuci¨®n de pornograf¨ªa infantil y tenencia il¨ªcita de armas. Una macrooperaci¨®n que buce¨® en los bajos fondos de una ciudad que engull¨® e invisibiliz¨® la explotaci¨®n de al menos una decena de menores.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.