Un novio en Afganist¨¢n y una falsa herencia: el inquietante crimen de ?ngeles, Amelia y Pepe tras un mes desaparecidos
La investigaci¨®n del homicidio de los tres hermanos de Morata de Taju?a bucea entre los testimonios de sus vecinos a los que hab¨ªan pedido mucho dinero y sus contactos en las redes sociales
Hac¨ªa al menos un mes que no se ve¨ªa por el pueblo a los tres hermanos que siempre iban juntos a todas partes. ?ngeles G. A., Pepe G. A., y Amelia G. A., de entre 68 y 72 a?os, ten¨ªan muchos amigos en su pueblo, Morata de Taju?a (Madrid), pero en los ¨²ltimos a?os, algo los hab¨ªa alejado de casi todos ellos. Se hab¨ªan cerrado cada vez m¨¢s a una realidad que parece que solo entend¨ªan las hermanas, seg¨²n cuentan vecinos y allegados. Muchos de ellos explican que, desde hac¨ªa a?os, les ped¨ªan grandes cantidades de dinero de forma casi obsesiva. 3.000 euros. 15.000 euros. A algunos, les detallaban que necesitaban dinero para hacer los tr¨¢mites para cobrar una herencia en Estados Unidos. Pero hac¨ªa tiempo que no le ped¨ªan nada a nadie. No se los ve¨ªa en los lugares habituales desde, al menos, principios de diciembre. El jueves, despu¨¦s de conseguir un permiso de entrada del juzgado, la Guardia Civil ha accedido a su casa de dos plantas y ladrillo visto para descubrir los tres cuerpos, semicalcinados. Juntos, como siempre se los ve¨ªa por el pueblo.
Los tres hermanos, solteros y sin hijos, viv¨ªan desde hace a?os en Morata de Taju?a (Madrid), el pueblo que los conoc¨ªa y que ahora ha decretado tres d¨ªas de luto, aunque eran originarios de Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Tambi¨¦n hab¨ªan tenido un piso en Madrid capital y otro en un municipio de costa. Pepe, que pasaba las ma?anas en el centro de mayores y disfrutaba de los partidos del Real Madrid en el bar, ten¨ªa una discapacidad y estaba bajo la tutela de Amelia, la hermana m¨¢s ¡°echada para adelante¡±, como la definen quienes la conocieron. ?ngeles hab¨ªa ejercido como maestra y Amelia hab¨ªa trabajado en el negocio de los anticuarios. Les gustaba ¡°comer por ah¨ª¡±, hacer peque?os viajes y la m¨²sica, pues una de ellas incluso lleg¨® a cantar en el coro de una iglesia en el pueblo.
Tambi¨¦n les gustaba Facebook. Las publicaciones de las dos hermanas en esta red social son constantes y numerosas. Un d¨ªa, har¨¢ unos siete a?os, Amelia le cont¨® a Enrique Velilla, uno de esos antiguos amigos ¨ªntimos de los que se hab¨ªan distanciado en los ¨²ltimos tiempos, que ella y ?ngeles hab¨ªan conocido a dos hombres por esta red social y que hab¨ªan comenzado una relaci¨®n. A ¨¦l, como a muchos otros, les son¨® extra?o escuchar que esos dos misteriosos hombres eran dos militares destinados en Afganist¨¢n, uno de ellos llamado Edward. Todav¨ªa les sorprendi¨® m¨¢s saber que, a las pocas semanas de empezar el romance, ellas hab¨ªan comenzado a enviarles dinero bajo el pretexto de que lo necesitaban para ayudarles a cobrar una herencia.
¡°Les advertimos muchas veces de que era un enga?o, les ense?amos noticias de estafas del amor, pero ellas dec¨ªan que no, que lo suyo era de verdad¡±, cuenta Velilla. ¡°Hasta me ense?¨® un mensaje que dec¨ªa que le hab¨ªa mandado Pedro S¨¢nchez, con faltas de ortograf¨ªa y todo¡±, a?ade. Este antiguo amigo, due?o de una peluquer¨ªa de esas por las que pasan todas las se?oras del barrio, asegura que fueron dejando de lado a todos aquellos que trataban de advertirlas del peligro. ¡°Pasaron de llevar una buena vida a no salir, se quedaban sin dinero. Cada vez que cobraban la pensi¨®n, lo mandaban a estos estafadores¡±, asegura. Mientras cuenta esto, el servicio de criminal¨ªstica de la Guardia Civil recaba pruebas en la casa en la que tantas veces estuvo de visita, convertida ahora en el escenario de un crimen.
La vivienda, espaciosa y rodeada por una tapia blanca, cuenta con un precioso patio lleno de flores, figuras de jard¨ªn y carteles de la Virgen Mar¨ªa, del que Amelia presum¨ªa a menudo en sus redes. Pero en su p¨¢gina de Facebook, se pueden ver tambi¨¦n varios mensajes de cuentas de hombres en los que las halagan y les piden amistad. Estos mensajes siguen el esquema t¨ªpico de los llamados estafadores del amor, delincuentes a muchos kil¨®metros de distancia que buscan v¨ªctimas vulnerables a las que enga?ar para sacarles dinero con alg¨²n pretexto. En las im¨¢genes que publicaban las hermanas, hay dos fotos de dos hombres canosos, los que supuestamente eran sus parejas.
Amelia lleg¨® a ponerse la imagen del que ella cre¨ªa que era su amor a distancia como foto de perfil. Al introducir esta instant¨¢nea en un buscador, se puede ver que pertenece en realidad a Wesley Kanne Clark, ¡°un general retirado del Ej¨¦rcito de los Estados Unidos. Comandante de la OTAN durante la Guerra de Kosovo¡±. ?ngeles tambi¨¦n presum¨ªa de su supuesto novio con una foto que pertenece, en realidad, a un pol¨ªtico estadounidense de origen cubano llamado Mario Guerra. Estos hombres nada tienen que ver con las relaciones que Amelia y ?ngeles cre¨ªan que manten¨ªan. Este tipo de estafadores tambi¨¦n suelen usar fotos al azar que encuentran en p¨¢ginas webs, conocedores de que sus v¨ªctimas en raras ocasiones tienen los suficientes conocimientos como para identificar la mentira.
Cuenta Velilla que vendieron su piso de Madrid hace algo m¨¢s de un a?o y que incluso ¡°alquilaron una habitaci¨®n¡± en la casa a un hombre hace unos meses, con el que acabaron teniendo un enfrentamiento ¡°a martillazos¡± en el que tuvo que intervenir la Guardia Civil. Despu¨¦s de eso, los hermanos cambiaron la cerradura de su casa. ¡°El hombre les reclamaba a ellos 60.000 euros¡±, recuerda. Ese parece que fue uno de los intentos de las hermanas de conseguir algo de dinero, porque en el pueblo son numerosos los testimonios que reflejan su actividad casi compulsiva por conseguir efectivo. Mari, otra amiga que contempla con estupor los furgones de la funeraria que esperan a llevarse los cuerpos, relata c¨®mo las hermanas le pidieron 3.000 euros en varias ocasiones. Ella trataba de minimizar estas demandas a los ojos de su familia, pero su marido se acab¨® enterando y discuti¨® con Amelia. ¡°Le dijo que no volviera a casa. Yo nunca le di nada, pero s¨ª le ense?¨¦ una noticia de un caso de mujeres enga?adas. Si alguien las hubiera ayudado, esto se podr¨ªa haber evitado. Los medios tienen que informar m¨¢s de esto¡±, se entristece Mari.
A pocos pasos, otra vecina llamada ?ngeles ense?a unos mensajes de Amelia, de diciembre de 2020, en los que le da el p¨¦same por la muerte de su madre, que hab¨ªa sucedido seis meses atr¨¢s. En ese intercambio, Amelia le propon¨ªa tomar un caf¨¦ al d¨ªa siguiente porque le quer¨ªa ¡°pedir un favor¡±. A la ma?ana siguiente, se sentaron en una mesa y la hermana menor le explic¨® que hab¨ªan recibido una herencia de Estados Unidos, pero que necesitaban 15.000 euros para hacer los tr¨¢mites o la perder¨ªan. ¡°Me prometi¨® que, en cuanto cobrara, me devolver¨ªa 30.000 por ser yo. Pero yo apenas las conoc¨ªa, me qued¨¦ muy sorprendida¡±, recuerda esta mujer.
La investigaci¨®n bucear¨¢ ahora entre las cuentas de estos tres hermanos, las personas a las que hab¨ªan pedido dinero y en sus relaciones en redes sociales, para encontrar al autor o autores de este triple homicidio, pero la hip¨®tesis del ajuste de cuentas es la que cobra m¨¢s fuerza. Este crimen recuerda al descrito por Fernando Fern¨¢n G¨®mez en El extra?o viaje. Tres hermanos, que acaban viviendo casi aislados en un pueblo y que mueren juntos de forma inquietante.
Su amigo Enrique Velilla recuerda que este a?o no lleg¨® a felicitarse el cumplea?os con Amelia el 3 de diciembre, fecha de aniversario que compart¨ªan. La autopsia podr¨¢ arrojar m¨¢s luz sobre las circunstancias y fecha del deceso, pero el hecho de que los cuerpos est¨¦n semicalcinados complicar¨¢ esta tarea. En la peluquer¨ªa, hace unos d¨ªas, hablaron de los hermanos y se extra?aron de que llevaran tanto sin verlos, pero muchos pensaban que se habr¨ªan ido de viaje de Navidad. Aunque ya hab¨ªan emprendido otro viaje.
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