La motosierra urbana: ?vecinos fuera!
Las ciudades ahora son un parque tem¨¢tico, un centro comercial, un plat¨®, un bar, una tienda, una tarta suculenta a la que arrancar un buen trozo: un producto
Hay quien quiere blandir la feroz motosierra de Milei en la ciudad. ?Familias? ?Afuera! ?Estudiantes? ?Afuera! ?Personas sin hogar? ?Afuera! ?Mayores? ?Afuera! ?Ni?os? ?Afuera! ?Qu¨¦ asco los ni?os! ?Vecinos? ?Afuera, afuera y afuera! Que abran las grandes alamedas de la libertad al turismo y la inversi¨®n, a la franquicia y al tuk tuk, a la F¨®rmula 1 y a las grandes promociones comerciales, en plazas hormigonadas, casi tan duras como la vida cotidiana de los madrile?os.
Visit¨¦ recientemente a los vecinos de Tribulete 7, en Lavapi¨¦s. Vi pantuflas, sof¨¢s que con el paso de los a?os se hab¨ªan adaptado al cuerpo de sus due?os, recuerdos de fiestas pasadas, botellas de licor cubiertas de polvo, platos sucios, bocadillos, fotos de no s¨¦ qu¨¦ vacaciones familiares, mantas zamoranas, mesas camilla, magazines matinales muteados en la tele. La vida misma en los hogares normales y corrientes. Ahora Elix Rental Housing, reciente propietaria de su bloque, pretende practicar el noble arte de comprar barato, reformar bien y vender caro. Es decir, sustituir la vida misma de la gente corriente por pisos cl¨®nicos para turistas cr¨®nicos. Pero en Tribulete 7 quieren resistir numantinamente.
Los habitantes tendr¨¢n que dejar sus hogares, algunos de m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, e irse a la calle, donde sucede un infierno inmobiliario. Es, les dir¨¢n, una magn¨ªfica oportunidad para empezar de cero y reinventarse, iniciar esa vida so?ada que, apoltronados en sus pisos de siempre, nunca se atrevieron a emprender. No todos tenemos la suerte de que una empresa caritativa nos obligue a cumplir nuestros sue?os.
Bien mirado, ?qui¨¦n en su sano juicio querr¨ªa vivir en el Parque Warner? ?Acaso hay vecinos en el centro comercial Plaza Norte 2? ?Viven las personas en los rodajes cinematogr¨¢ficos? ?Se encuentra uno a gente en bata y pantuflas cuando va de shopping a la boutique o de bruncheo a la bakery? ?Pernoctan los humanos en los escaparates?
Es lo que son ahora las ciudades: un parque de atracciones, un centro comercial, un plat¨®, un bar, una tienda, una tarta suculenta a la que arrancar un buen trozo. Un producto. Es todo demasiado divertido para soportarlo. Parece que hay casas, pero es un espejismo provocado por un genio que confunde la raz¨®n: esas casas no son casas, sino activos. Conviene entenderlo.
En Tribulete no son los ¨²nicos amenazados. Seg¨²n informa el Sindicato de Inquilinas, no muy lejos de Tribulete, entre Zurita y Buenavista, la productora de cine Gloriamundi tambi¨¦n ha comprado un bloque y pretende expulsar al vecindario. En San Ildefonso 20 pasa algo similar, a manos de ATM TYR Real Estate, que controla Trier Capital. Estas organizaciones vampiras parecen determinadas a comprarse el barrio, convertirlo en un resort y sacar ping¨¹es beneficios de la urbe, porque, como escribe Jorge Dioni, la industria tur¨ªstica vende lo que no es suyo, la ciudad entera.
La gentrificaci¨®n es la lucha de clases desplegada sobre el territorio urbano, dicen los te¨®ricos. Aqu¨ª m¨¢s que lucha de clases, es el avasallamiento de clase: llegan los ricos y le dan una patada en el culo a los pobres para hacer negocios. Los del Sindicato de Inquilinos llaman a estos edificios Bloques en Lucha. Tienen frentes abiertos por toda la ciudad, Tetu¨¢n, Chamber¨ª, Ciudad Lineal, porque la especulaci¨®n hace met¨¢stasis. Llega un funesto burofax, se anuncia la no renovaci¨®n del contrato o se suben los alquileres en proporci¨®n astron¨®mica, comienza el acoso inmobiliario: todo vale para echar a los bichos, como se suele llamar a los vecinos en el delicado argot del sector.
Algunos ciudadanos, como estos idealistas de Tribulete, quieren resistirse a la triste deriva de las ciudades que ya no son para vivir. Son pocos, porque suben los alquileres, se suceden los desahucios, aumenta el hacinamiento y el porcentaje del salario dedicado a la vivienda, y nadie se queja demasiado ni quema demasiadas cosas.
Ser¨¢ que somos una ciudadan¨ªa mansa que acepta la realidad econ¨®mica con admirable abnegaci¨®n. Queremos ser el nuevo Soho, el nuevo Williamsburg, nuevo Silicon Valley, el nuevo Dubai, el nuevo lo-que-sea y dejar de ser tanto este viejo Madrid garbancero y manchego. Y como una ciudad es su gente, habr¨¢ que deshacerse de ella lo antes posible: aqu¨ª s¨ª que hay un gran reemplazo.
Arrodill¨¦monos, pues, ante la deslumbrante fuerza de la especulaci¨®n, ofrezcamos nuestras ciudades en sacrificio sobre el altar de los grandes eventos, las compras de lujo, el turismo low cost, y gritemos, con La Bruja Aver¨ªa: ?Viva el mal, viva el capital!
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