Feriantes, chiringuitos y chulapas toman la Pradera de San Isidro por las fiestas populares
Las festividades de Madrid, a las que asisten m¨¢s de un mill¨®n de personas, viven su cenit este mi¨¦rcoles por el d¨ªa del Patr¨®n, que terminar¨¢ con un espect¨¢culo de fuegos artificiales
San Isidro es as¨ª: sonoro, festivo, cultural, folcl¨®rico y gastron¨®mico, el plan que no necesita explicaci¨®n. Las fiestas de Madrid, dedicadas al labrador de la ribera del Manzanares que se hizo santo hace 400 a?os, congregan a miles de madrile?os en mayo en torno a una tradici¨®n centenaria. La sede central es la pradera de San Isidro, verde e infinita, pero incapaz de contener las ganas de celebraci¨®n de la capital, por lo que han surgido sat¨¦lites en otros puntos de Madrid, como la plaza Mayor, Matadero o Las Vistillas. Un total de 1.332.000 personas acudieron a la Pradera en las fiestas de 2023, seg¨²n datos del Ayuntamiento, una cifra que permite dimensionar el subid¨®n econ¨®mico y emocional que implican estos d¨ªas para la poblaci¨®n de la capital. Las fotograf¨ªas que ilustran este art¨ªculo funcionan como un prisma para adentrarse en la fiesta popular m¨¢s importante de Madrid, un viaje por ambos lados de la caseta.
Los fines de semana, la vida brota en la Pradera. Los paseos de la Ermita del Santo y del Quince de mayo se cierran a los veh¨ªculos para facilitar el tr¨¢nsito de los feriantes. Las calles est¨¢n flanqueadas de puestos de comidas ¨Dcomo el trompo en el que Mario y Ri?ones Jes¨²s asan hasta 700 kilos de carne al d¨ªa¡ª, casetas de tiro al blanco ¡ªcomo en la que la familia de Angelita y Nina lleva dos generaciones cambiando sonrisas por peluches¡ª o tiendas de artesan¨ªas, de algod¨®n de az¨²car, cocido, ca?as y bocatas de calamares. Los asisten con gusto ante las promociones de rosquillas. La m¨²sica de feria suena por el altavoz, con temas como La Lola, de Marujita D¨ªaz. Por all¨ª, un par de yayos bailan un chotis, mientras dos turistas compran un mant¨®n de Manila made in China.
Ellas llevan un clavel rojo sujeto a su cabello, as¨ª que basta un poco de miop¨ªa para que la marea de sonrientes mujeres que acuden a San Isidro fluya como un campo florecido. Si el clavel lo porta una chulapa aut¨®ctona, nada raro que a su lado camine un hombre bien puesto, con boina a cuadros blanca y negra a juego con el chaleco.
Tambi¨¦n hay espacio para las primeras veces, como ha ocurrido este a?o con Teresa y ?ngeles que, con m¨¢s de 60 a?os, debutan como chulapas; o como los j¨®venes Alex y Andrea, que a sus 30 mandaron a hacer el primer traje a medida. ?l cuenta: ¡°Siendo los dos madrile?os queremos ensalzar esta tradici¨®n¡±. La confecci¨®n tard¨® unos dos meses, durante los cuales pulieron la idea con ayuda de la dise?adora del taller Carmen 17, eligieron las telas e hicieron dos pruebas de vestuario. Pagaron 650 euros por ambos trajes y, m¨¢s que eso, por una alhaja que los enra¨ªza a¨²n m¨¢s a su amada Madrid.
Rumbo hacia la tarima principal, habr¨¢ siempre del lado izquierdo una ladera, minada de manteles de p¨ªcnic con juegos de mesa, picoteo y bebidas. En la meseta de la monta?a, el coraz¨®n del parque acoge la feria de atracciones mec¨¢nicas, con juegos como la rueda de la fortuna, los toros mec¨¢nicos, el Extreme, el Adrenaline o Dragon Top Gun, de propiedad de Jorge El Sumba, que ostenta un emporio de estos comercios con siete bajo su tutela, incluyendo los puestos de comida. Todos se pueden identificar por las iniciales J. J. en su fachada. Su hijo y ¨¦l han posado para EL PA?S.
Entre semana, la ma?ana se reserva para la limpieza y otros trabajos de log¨ªstica. Los trabajadores barren, friegan, secan, descargan, cocinan. Un anciano pela las patatas mientras escucha la radio. Los colegios aportan los primeros visitantes. Los ni?os se mezclan con los pensionistas. Los unos corren, los otros caminan, ajenos al frenes¨ª laboral que los espera o que ya han dejado atr¨¢s.
Este a?o el patr¨®n ha encarnado fielmente aquel refr¨¢n que le pide quitar el agua y poner el sol y ha dejado un fin de semana con temperaturas que han subido hasta los 27 grados. Y as¨ª, entre bocatas y tinto de verano y al son de chotis y conciertos, el presente parece distenderse en la pradera. Justo ah¨ª, en la franja que separa el cementerio San Isidro del parque del mismo nombre, como si entre esos dos escenarios transcurriera la vida entera.
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