Mari Carmen, la inquilina de renta antigua que resiste al desahucio a los 84 a?os: ¡°Voy a luchar hasta mi ¨²ltimo minuto¡±
La inmobiliaria que adquiri¨® el piso de esta octogenaria exige un incremento del 275% en el alquiler o un desalojo antes del 31 de mayo
La herencia que recibi¨® Mari Carmen tras la muerte de su padre ha permanecido intacta en un sobre por m¨¢s de 60 a?os. Es un papel amarillento, ajado, escrito a m¨¢quina y fechado de 1956, ¨¦poca en la que los contratos de alquiler, o ¡°de inquilinato¡±, eran indefinidos y vitalicios. Parece un objeto simb¨®lico, pero vale su peso en oro. Este contrato de renta antigua le permite pagar 440 euros por un piso de 90 metros cuadrados en el centro de Madrid, toda una herej¨ªa para el feroz mercado inmobiliario de la capital, ¨¢vido de pisos como el de Mari Carmen, que se ofertan por encima de los 2.500 euros mensuales. As¨ª lo han entendido dos empresarios del sector inmobiliario que, amparados en la letra min¨²scula de la ley, adquirieron el apartamento en 2020 con la intenci¨®n de renovar el contrato para multiplicar su precio. Pero ella no tiene m¨¢s plan B que aferrarse a los muros que custodian su vida entera. ¡°Yo no me voy de esta casa, a m¨ª no me mueven. Voy a luchar hasta mi ¨²ltimo minuto¡±, afirma la mujer, reci¨¦n afiliada al Sindicato de Inquilinas, mientras se cruza de brazos en el sal¨®n de su piso.
Mari Carmen Abascal Mart¨ªn (Madrid, 84 a?os) lleg¨® al barrio Ibiza hace 68 a?os, antes de que el gentrificado vecindario tuviese la apariencia actual. Donde hoy se aprecian edificios de varias plantas, de inquilinos fugaces que vienen y se van, arrastrando las maletas, la mujer recuerda un pastizal rodeado de casas sin agua ni luz, en el que ¡°en la posguerra la gente cog¨ªa verduras para poder comer¡±.
Este barrio es todo lo que conoce. ¡°Hemos crecido juntos¡±, afirma. All¨ª tiene el centro de mayores, la piscina, el m¨¦dico, el traumat¨®logo, el cardi¨®logo y todos los ¨®logos que la hacen sentir tranquila a una edad en la que se agravan los achaques. Tras la muerte de su padre en 1959, se ech¨® la familia al hombro. ¡°He sacado mi casa delante con mi trabajo¡±, relata esta pensionista, que se ha ganado la vida como auxiliar administrativa durante 49 a?os.
La tranquilidad de esta vecina del distrito Retiro comenz¨® a evaporarse hace seis a?os con una carta remitida por la administraci¨®n de la finca que le comunicaba la venta de la totalidad del edificio ubicado en la calle del Alcalde Sainz de Baranda, 46, a la Renta Corporaci¨®n Real Estate, uno de los grandes holdings inmobiliarios de Espa?a. Seg¨²n la ley, la empresa contact¨® a la inquilina en 2020 para ofrecerle la compra del piso por 247.000 euros. ¡°No ten¨ªa ese capital ni loca y con 84 a?os no puedo pedir un pr¨¦stamo¡±, se queja Mari Carmen.
Un d¨ªa despu¨¦s de declinar la propuesta, el piso fue adquirido por la empresa Urbangesti¨®n Desarrollo e Inversi¨®n, una gestora que presume de una ¡°cartera de inmuebles configurada por locales comerciales en zona prime, inmuebles de bancos, supermercados, oficinas y edificios residenciales en rentabilidad¡±, seg¨²n detalla en su p¨¢gina web.
Los nuevos caseros de Mari Carmen le plantearon dos opciones: pasar de pagar 440 euros a 2.650 de alquiler o abandonar el inmueble. Ella intent¨® regatear hasta los 600 euros, pero la contrapropuesta estableci¨® un m¨ªnimo de 1.650 euros de mensualidad. ¡°Ellos ya sab¨ªan que yo solo tengo una pensi¨®n de 1.450 euros¡±, afirma Mari Carmen antes de soltar: ¡°Que alguien me explique c¨®mo puedo llegar a 1.650 y vivir... me gustar¨ªa preguntarles [a los nuevos propietarios] si les gustar¨ªa que le pasara esto a su madre¡±. Los administradores de Urban Gestion, Ricardo Alonso Fern¨¢ndez y Fernando Alonso Fuentes ¨Dtitulares de m¨¢s una decena de empresas en los sectores agroalimentario e inmobiliario¨D, decidieron llevar a Mari Carmen a los tribunales.
La figura de los contratos que hoy se conocen como de renta antigua fueron regulados en la Ley de arrendamientos urbanos de 1964, que cobija a aquellos contratos firmados ente 1950 y 1985. Pensados para facilitar el acceso a la vivienda en un contexto econ¨®mico delicado, se caracterizan por ser de larga duraci¨®n, tener precios muy bajos y m¨ªnimos ¨ªndices de ajuste, correspondientes al IPC. Actualmente, quedan cerca de 120.000 contratos vigentes de este tipo. Se pueden heredar, pero a partir de la segunda subrogaci¨®n, como es el caso de Mari Carmen, la vigencia del contrato se restringe a dos a?os, a menos que el heredero tenga una discapacidad igual o superior al 65%. A Mari Carmen le han diagnosticado una discapacidad del 50% por un desv¨ªo en la columna y dos pr¨®tesis que tiene en la cadera, lo suficiente para no moverse en plenitud, el umbral dispuesto por la normativa.
La Justicia le dio la raz¨®n a la inquilina en primera instancia, pero los Alonso encadenaron una serie de apelaciones que desembocaron en una sentencia del Tribunal Supremo en favor de los nuevos propietarios. Mari Carmen debe marcharse por sentencia judicial. Fernando Alonso, uno de los propietarios del inmueble, ha defendido que el proceso de compra del inmueble y de cancelaci¨®n del contrato ha cumplido todos los requisitos legales. Afirma que han tenido en cuenta ¡°todo el tiempo¡± las condiciones econ¨®micas y familiares de la mujer: ¡°Le hemos ofrecido que siga en la vivienda con un contrato por debajo [del valor] del mercado¡±. El empresario inmobiliario ha afirmado por tel¨¦fono que perseguir¨¢¡± el cumplimiento de las sentencias¡±. ¡°Que nos diga cuando quiere dejar el piso y, pac¨ªficamente, que se marche cuando encuentre algo¡±, ha zanjado.
El pleito legal con Urbagesti¨®n agrav¨® los problemas de sue?o de Mari Carmen, quien ha adquirido cierta dependencia a los somn¨ªferos, un caso nada extraordinario en el pa¨ªs con mayor consumo de benzodiacepinas. ¡°Me puedo dormir, pero con pastillas. A las cuatro horas me despierto y ah¨ª vueltas y vueltas. Tengo un estado de estr¨¦s interno que no me deja conciliar el sue?o¡±, ha explicado. Frecuenta al psiquiatra porque siente merodear el monstruo de la depresi¨®n. ¡°Es una espada que tengo que aqu¨ª detr¨¢s ¡ªdescribe con las manos puestas en la nuca¡ª espero que no me corte, pero s¨¦ que puede cortarme¡±.
Enmienda Mari Carmen
Tras m¨¢s de un lustro de preocuparse en soledad, Mari Carmen se afili¨® el pasado febrero al Sindicato de Inquilinas de Madrid, un colectivo que, desde 2017, vela por los derechos de quienes viven en alquiler, es decir, el 25% de los madrile?os, seg¨²n el censo de vivienda del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE). El sindicato alerta: ¡°Cada vez son m¨¢s las personas de avanzada edad, titulares de alquileres de renta antigua, que acuden a nuestras asambleas denunciando acosos e intentos de estafa por parte de la propiedad, a menudo inmobiliarias y fondos de inversi¨®n que han comprado recientemente sus viviendas¡±.
El colectivo considera que la situaci¨®n de Mari Carmen ¡°no es un caso aislado¡±, por ello proponen una modificaci¨®n de la Ley de Arrendamientos Urbanos que elimine el l¨ªmite de dos a?os que prev¨¦ la normativa para las descendientes del subrogado que no cumplen el requisito del 65% de discapacidad. El sindicato afirma que se trata de una reforma simple, ¡°apenas 44 palabras que est¨¢n poniendo en riesgo la tranquilidad de centenares de pensionistas durante sus ¨²ltimos a?os de vida¡±, precisan en una nota de prensa.
A Mari Carmen le hace ilusi¨®n que su nombre se inmortalice en una enmienda legislativa ¡°que marque un precedente, para que los dem¨¢s que vengan detr¨¢s tambi¨¦n se beneficien¡±. Sabe que ¡°hay mucha gente¡± en su misma situaci¨®n y que ¡°esto hay que cortarlo de alguna manera¡±.
Divorciada y sin hijos, Mari Carmen vive en medio de una soledad inquebrantable. La porta con el orgullo propio de quien ya se ha resignado. Tiene esp¨ªritu coleccionista, a juzgar por el sinf¨ªn de objetos colgados, puestos o exhibidos en el arsenal de repisas y mesas que copan todo el hogar. Detr¨¢s de cada pieza hay una historia que la hace viajar a distintos rincones del mundo.
El cuadro tejido que trajo de Caracas, las acuarelas que compr¨® en Par¨ªs, la alfombra de Turqu¨ªa, el poncho de Argentina. ¡°Todo en esta casa son recuerdos¡±, evoca. Marcharse implicar¨ªa, entre otras muchas cosas, deshacerse de al menos dos tercios de los muebles. ¡°Los he comprado con mi esfuerzo, con mi trabajo y el de mis padres¡±, se?ala la octogenaria, plenamente consciente de que la pensi¨®n que percibe dif¨ªcilmente le alcanza para realojarse en Madrid, ¡°ya ni siquiera en M¨®stoles¡±. Pero eso son casos hipot¨¦ticos, porque ella no contempla otro escenario que quedarse: ¡°Quiero luchar porque mi vida contin¨²e en el sitio donde he crecido y donde he vivido con mis padres¡±.
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