¡®Stella¡¯, la piscina donde Ava Gardner y el Madrid de Di St¨¦fano remojaban sus veranos en un oasis del franquismo
La escritora Yolanda Guerrero recupera este emblem¨¢tico espacio como escenario de novela, un lugar de Ciudad Lineal que hoy est¨¢ cerrado y en desuso
En alg¨²n momento, azuzados por el sol, perfumados por el cloro, remojados por los destellos h¨²medos y azules del agua para aligerar el calor, pudieron coincidir en un mismo espacio la alineaci¨®n del Real Madrid de Di St¨¦fano y la posterior de Pirri y Zoco, m¨²sicos como Antonio Mach¨ªn y Xavier Cugat junto a deportistas de la talla del gimnasta Joaqu¨ªn Blume o el campe¨®n mundial de lucha libre H¨¦rcules Cortez, que dej¨® all¨ª un ¨¢rbol con su nombre¡ Y Ava Gardner, c¨®mo no, ¨ªcono tambi¨¦n de la piscina Stella, en la calle Arturo Soria de Madrid, a la que hab¨ªa que imaginarse descendiendo sus 24 escalones entre la entrada y el bar de la distinguida charca, rumbo al desmadre.
Sobre todo, de d¨ªa, antes de rematar en Chicote. Como a la actriz no hay nada que le gustara m¨¢s que animar sus d¨ªas y sus noches con m¨²sica y alcohol, all¨ª dispon¨ªa de todos los elementos para ba?arse medio desnuda en alguna ocasi¨®n y disfrutar a placer: m¨¢s, incluso, si los camareros acced¨ªan a que le prepararan los c¨®cteles con su propia receta repleta de combinaciones en las que no deb¨ªan faltar bourbon, tequila, jerez y mucho gin. Desde un Matador¡¯s Mule -cuatro dedos de co?ac, prendidos en llamas dentro de un recipiente para luego apagarlos con champ¨¢n- o un dry martini con ochenta por cien de ginebra para que quedara bien seco.
La burbuja de aquel club con normas relajadas lo ha recreado Yolanda Guerrero en su novela Los d¨ªas ligeros (Plaza & Jan¨¦s). En ella sit¨²a una trama de glamur, conspiraciones contra Franco, altercados con militares de la base de Torrej¨®n, asesinatos a¨²n hoy sin resolver, amistades y complicidades femeninas en torno a un recinto que vivi¨® su ¨¦poca de gloria como oasis donde todo, puertas adentro, estaba permitido. Hasta el topless y con los a?os, incluso el nudismo¡ ¡°Llegaron a decir, que la azotea del Stella, donde se pod¨ªa andar desnudo, era la m¨¢s segura de Madrid. Estaba constantemente vigilada por los helic¨®pteros de la polic¨ªa, cuyos agentes aprovechaban continuamente para echar el ojo¡±, cuenta la autora.
Hoy, el recinto de m¨¢s de 8.000 metros cuadrados -llegaron a ser 14.000- es una finca cerrada a cal y canto. Se conserva intacta, quiz¨¢s con los ecos fantasmales de un pasado habitado por la alegr¨ªa en una ¨¦poca donde esta actitud hedonista andaba cercada y algo maniatada por la realidad de unas ¨®rdenes municipales que dificultan ahora su apertura y tambi¨¦n su venta. Como edificio protegido por su singularidad, resulta imposible que vaya a ser reconvertido en complejo a la venta de viviendas.
El negocio de anta?o parece dif¨ªcil resucitarlo. Las fincas privadas con piscina que comenzaron a proliferar en los a?os ochenta por los alrededores de Arturo Soria marcaron su declive y el de otras existentes en su ¨¦poca dorada, como la Formentor y la Mallorca, tambi¨¦n en Ciudad Lineal.
¡°La Stella data de 1947, cuando se construy¨® bajo un dise?o del arquitecto Ferm¨ªn Moscoso del Prado¡±, cuenta Guerrero. Antes fue una finca dedicada a criadero de pollos perteneciente a la familia P¨¦rez-Vizca¨ªno. Hab¨ªan tenido su momento de gloria en 1921, cuando la polic¨ªa descubri¨® en uno de los talleres de la propiedad que los asesinos anarquistas de Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros, hab¨ªan escondido el sidecar con el que atentaron contra el pol¨ªtico a la salida del Senado.
Pero no hab¨ªan tenido nada que ver en el crimen. En los a?os cuarenta, un descendiente de aquellos, Manuel P¨¦rez-Vizca¨ªno P¨¦rez-Stella, decidi¨® sacarle partido al terreno. ¡°Estaba empe?ado en animar la nueva zona de la ciudad, descrita por Ram¨®n J. Sender como un canalillo de casas que parec¨ªa tener a alguien reci¨¦n suicidado en cada jard¨ªn¡±, comenta la escritora. Algo mucho m¨¢s l¨²gubre de lo que tuvo en mente Arturo Soria cuando ide¨® el proyecto urban¨ªstico de Ciudad Lineal.
Manuel P¨¦rez-Vizca¨ªno encarg¨® las obras a Moscoso y convirtieron el lugar en un parco ed¨¦n estival al que todo el mundo se apuntaba. Tanto que lo ampliaron con el proyecto que perdura hoy, obra de Luis Guti¨¦rrez Soto. Este otro arquitecto hab¨ªa acometido ya obras importantes, como el club n¨¢utico de San Sebasti¨¢n. Tambi¨¦n hab¨ªa dise?ado esa proeza que fue La Isla, en mitad de la ribera del Manzanares, y ha quedado como el responsable de la actual fisonom¨ªa de la plaza de Callao con el edificio sede de la FNAC o el cine que la preside, adem¨¢s del teatro Barcel¨®, tambi¨¦n. ¡°Era un creador elegante, racionalista, con una est¨¦tica muy marcada, que dio car¨¢cter a la Stella, como ese buque que parece sobresalir ahora cuando pasas por la M-30 y que muchos hoy, todav¨ªa identifican¡±.
En la d¨¦cada de los cincuenta, la piscina reluciente en su blanco de fachada y su azul interior fue lugar de moda. No solo por la presencia de todo lo m¨¢s destacado del mundo del espect¨¢culo y el deporte. ¡°Tambi¨¦n porque los militares americanos reci¨¦n llegados a la base de Torrej¨®n lo hicieron su punto de referencia en la ciudad y porque una vez al mes se abr¨ªan las puertas con una tarifa muy reducida para que pudieran acceder a ¨¦l diferentes estratos¡±, explica Guerrero.
Sirvi¨® para que cantara Antonio Mach¨ªn o animara las veladas Xavier Cugat, pero tambi¨¦n como plat¨® para rodajes de algunas pel¨ªculas: 091, polic¨ªa al habla, de Jos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦, con Adolfo Marsillach, Julia Guti¨¦rrez Caba o Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez. Tambi¨¦n de Hombre acosado, de Pedro Lazaga, con Mar¨ªa Asquerino y Alfredo Mayo. De aquel esplendor al presente declive, Stella es un s¨ªmbolo en el que ha penetrado la nostalgia. Cumpli¨® un papel determinante como coto de ciertas licencias. Se daban cita tambi¨¦n escritores, pol¨ªticos, modistas¡ Entre sus azulejos lucieron los primeros bikinis de la capital, ¡°una prenda solo permitida durante un tiempo en Madrid, Santander y Benidorm¡±, asegura Guerrero.
Fue un espacio de exceso, cita para el postureo con bronceador y traje de ba?o, donde la polic¨ªa militar deb¨ªa intervenir alguna vez para evitar el balconing de los soldados estadounidenses. Pero a las asiduas autoridades no se les ocurr¨ªa chivarse de lo que all¨ª se coc¨ªa. ¡°Un espacio propicio para la conspiraci¨®n, sin duda¡±, asegura la autora. De ah¨ª que, en Los d¨ªas ligeros, Guerrero ideara una trama de boicoteos al r¨¦gimen, urdidos principalmente por agitadoras femeninas: ¡°Las grandes olvidadas en la lucha antifranquista, que cumplieron un papel fundamental en la oposici¨®n a la dictadura en organizaciones como el Movimiento Democr¨¢tico de Mujeres (MDM)¡±.
Ese lugar donde se dio cita el Hollywood dorado de los cincuenta con la cultura yeye, los felices y agitados setenta con ecos de la movida¡ Hundido despu¨¦s por un auge de clase media que pudo permitirse en los a?os ochenta llevarse una piscina propia al jard¨ªn de sus urbanizaciones.
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