Chamber¨ª, en defensa de su santuario musical: ¡°Cuando una escuela cierra, el barrio muere¡±
Una concentraci¨®n de 300 vecinos condena la finalizaci¨®n del contrato de alquiler de una academia musical con 28 a?os de historia
El quinteto de chavales sac¨® los instrumentos a la pintoresca Plaza Olavide en el distrito de Chamber¨ª, ante una audiencia de 300 espectadores api?ados que, seg¨²n c¨¢lculos la Delegaci¨®n de Gobierno. Aunque parec¨ªa una sesi¨®n de m¨²sica a la fresca, era un acto de protesta contra el cierre inminente de La Escuela Popular de M¨²sica y Danza, de casi tres d¨¦cadas de historia, a la que Promociones Algara G¨®mez le comunic¨® por burofax que no renovar¨ªa el contrato de alquiler que venci¨® en junio, porque tienen intenci¨®n de vender todo el edificio. Los alumnos comenzaron el concierto con Ain¡¯t No Mountain High Enough, un toque de blues bajo el sol estival de este mi¨¦rcoles, antes de darle paso a Patricia Monasterio, fundadora de esta escuela y m¨²sica de profesi¨®n. ¡°Este es uno de los grupos que estudian en la escuela y que tendr¨¢n que marcharse como tengamos que cerrar¡±, sentenci¨® ante el nutrido grupo de vecinos que estiraban el cuello para no perderse la presentaci¨®n. Si la escuela cierra, al menos 20 empleados ya no lo ser¨¢n y m¨¢s de 300 alumnos ver¨¢n interrumpida su formaci¨®n musical.
Al discurso de Monasterio, sigui¨® el de Nydia Molina, amiga y socia de media vida, quien tom¨® el micr¨®fono para preguntar a los asistentes: ¡°?Es este al barrio que queremos? ?D¨®nde queda la cultura y los vecinos? Queremos recordar que cuando una escuela cierra, el barrio muere¡±. Una marea de aplausos tron¨® en el lugar y la m¨²sica sigui¨® para deleite de un p¨²blico festivo, pero indignado, que coreaba las l¨ªricas de jazz y rock, mientras sacud¨ªa pancartas con consignas como ¡°la avaricia rompe el barrio¡±.
Monasterio y Molina son colegas, socias y amigas desde hace tres d¨¦cadas. Integraron un cuarteto de saxof¨®n, antes de que la maternidad, que a ambas les lleg¨® al un¨ªsono a mediados de los noventa, las impulsara a comenzar una idea de negocio en el n¨²mero 22 de la calle de Trafalgar. Entonces, el establecimiento luc¨ªa muy diferente a la imagen actual: lo que hoy es la planta inferior, con salas insonorizadas y lleno de instrumentos, no era m¨¢s que una infraestructura en obra gris. ¡°Estaba con el piso de tierra y hab¨ªa hasta p¨¢jaros muertos¡±, recuerda Molina, mientras hojea sobre un piano Kingsburg de un negro solemne, el proyecto de la obra de remodelaci¨®n. El dosier con fecha de 1996 incluye fotograf¨ªas del antiguo establecimiento, del que solo se aprecia un subterr¨¢neo l¨²gubre y sin iluminaci¨®n y una farmacia a pie de calle.
Ambas se pusieron manos a la obra. Llamaron a algunos amigos que conoc¨ªan del mundo de la m¨²sica para reclutarlos como primeros profesores. ¡°Los primeros seis a?os trabaj¨¢bamos para pagar las cuentas, solo ten¨ªamos la ilusi¨®n por el jazz. Nos gastamos 14 millones de pesetas para insonorizar el local y reformarlo entero¡±, ha narrado Molina a EL PA?S, con los ojos bien abiertos y una gesticulaci¨®n tan viva que contagia indignaci¨®n. ¡°Esto lo hemos construido nosotros, yo lo siento como si nos perteneciera¡±, remata.
Las fundadoras de la escuela no quieren tirar la toalla, por eso han decidido convocar a la manifestaci¨®n de este mi¨¦rcoles, azuzadas por el respaldo vecinal ¡ª¡±vienen las madres llorando a decirnos qu¨¦ podemos hacer¡±, afirma Molina¡ª y un esp¨ªritu combativo ¡ª¡±por lo menos no irnos con la cabeza gacha, sino decir: ¡®No estamos de acuerdo, esto es una injusticia¡±¡ª. Sienten que en la plaza de Olavide se juega mucho m¨¢s que el futuro de la escuela. ¡°Nos parece importante darle visibilidad a lo que est¨¢ pasando, ya no solo por nosotras y por la escuela. No puede seguir pasando esto, Madrid tiene que ser una ciudad m¨¢s acogedora¡±, sentencia Monasterio, a quien la radiograf¨ªa actual del mercado inmobiliario la empuja a evocar sus mejores recuerdos de la Movida Madrile?a, ¨¦poca de bonanza cultural que vivi¨® como una joven: ¡°Ver ahora a Madrid as¨ª, nos da una pena espantosa. Vamos en un declive que asusta¡±.
Desmontar una escuela de m¨²sica con 28 a?os de arraigo es una tarea agobiante. A¨²n no saben d¨®nde meter los nueve pianos, ocho guitarras, cuatro bater¨ªas, xil¨®fonos, y un arsenal de amplificadores, libros, partituras, fotograf¨ªas, ordenadores y muebles. ¡°Est¨¢ siendo horroroso, no sabemos ni por donde empezar¡±, confiesa Molina. Todo esto, en pleno verano, cuando deben prescindir de las mensualidades de los alumnos por la ¨¦poca vacacional. ¡°Tendremos que vender los instrumentos para pagar finiquitos. Nos han dejado en la calle¡±, se lamenta la propietaria de la academia.
Mudarse no es una soluci¨®n. El gasto de tiempo, energ¨ªa y dinero ya no se puede replicar en otro espacio. ¡°Ya hicimos esa inversi¨®n aqu¨ª y nos cost¨® a?os de cr¨¦ditos¡±, se?ala Molina, antes de que su compa?era y socia complemente: ¡°En Chamber¨ª no hay locales de estas caracter¨ªsticas y si nos vamos de aqu¨ª perdemos a todos nuestros alumnos, porque al menos el 80% son de este barrio¡±.
Las mujeres se comunicaron telef¨®nicamente con la inmobiliaria tras recibir el burofax. ¡°Le pedimos por favor que pensara de verdad lo que estaba haciendo, que no pod¨ªa dejarnos en la calle¡±, reconstruye Molina. Pero, seg¨²n el relato de las mujeres afectadas, Consuelo Algara, una de las administradoras de la empresa, respondi¨® ¡°que le daba igual, que ella no ten¨ªa que hacer una labor social¡±.
Promociones Algara G¨®mez es una inmobiliaria constituida el 22 de junio de 1998, con sede en la calle de L¨®pez De Hoyos, 9, en el paseo de La Castellana. Monasterio asegura que la empresa pertenece a unos ¡°grandes tenedores¡±, que se declaran perjudicados por las leyes impulsadas por el Gobierno central para regular los precios del alquiler, seg¨²n las llamadas sostenidas con el arrendatario. No solo por eso, Molina y Monasterio sospecha que el bloque cambiar¨¢ su uso al sector de la hosteler¨ªa. ¡°[Algara] nos dijo que uno de los motivos por los que quiere vender el edificio es porque la obligan a poner el ascensor y a reparar el tejado, que lo tiene fatal y con humedades¡±. Las inquilinas le preguntaron a la arrendataria por qu¨¦ no vend¨ªa el bloque con la escuela dentro, pero ¡°dijo que no, que si estaba vac¨ªo le pagaban m¨¢s¡±, asegura Monasterio. EL PA?S ha contactado a Consuelo ?lgara, pero ha colgado cuando se le preguntaba por este conflicto, por lo que no ha sido posible conocer la intenci¨®n del futuro comprador del edificio, ni qu¨¦ decisi¨®n se ha tomado en relaci¨®n con la escuela musical y las dos vecinas de renta antigua que a¨²n viven en el bloque.
En Chamber¨ª, la especulaci¨®n inmobiliaria se ha cebado con el comercio de proximidad e inquilinos, como lo demuestran los casos recientes del edificio de la calle de Galileo, 22 ¡ªdonde unos 50 vecinos mantienen un frente abierto contra la inmobiliaria dirigida por el hermano de Esperanza Aguirre¡ª, o el cierre inminente de La Castafiore, el restaurante legendario donde los camareros se encargaban de que la ¨®pera en vivo fuera parte del men¨².
Basta con alzar la vista desde la puerta de la escuela para ver la transformaci¨®n de la zona: un nuevo local de tapas de cadena ha abierto hace poco en el mismo lugar donde anta?o hab¨ªa un bar castizo y, antes, una librer¨ªa, que sucumbieron a la gentrificaci¨®n. Molina alerta de que ¡°si solamente hay bares y tiendas para comprar ropa, el barrio quedar¨¢ como un parque tem¨¢tico para turistas¡±.
Por las instalaciones de la Escuela de M¨²sica Popular han pasado cr¨ªos que el tiempo ha convertido en padres. ¡°Tenemos fotos de ni?os que ten¨ªan 3 a?os y ahora tienen 30 a?os y que traen a sus hijos. Por aqu¨ª han pasado padres, hijos y abuelos¡±, ejemplifica Monasterio. En este santuario de la m¨²sica se han formado artistas que hoy gozan de prestigio internacional, como Marta S¨¢nchez o Javier Moreno.
Combativa y resiliente, la Escuela Musical Popular de Chamber¨ª ha superado dos crisis econ¨®micas y una pandemia. Parec¨ªa que pod¨ªa con todo, hasta que emergi¨® una n¨¦mesis mayor, empe?ada en reducir al silencio este templo musical, tan imprescindible para la identidad del vecindario, como incapaz de reponerse al mercado inmobiliario que engulle a pedazos casi todos los barrios Madrid.
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