El juez regresa a Ermua para juzgar a los que callaron
Garc¨ªa Castell¨®n instruy¨® hace 25 a?os el asesinato de Miguel ?ngel Blanco. Ahora investigar¨¢ a la c¨²pula de ETA por ¡°delito de omisi¨®n¡±
Una palabra. Solo hac¨ªa falta una palabra, una frase, un comunicado. Durante 48 horas, cientos de miles de personas se manifestaron en toda Espa?a para pedir a ETA que no asesinara a Miguel ?ngel Blanco. A las 17.30 del jueves 10 de julio de 1997, un comunicante an¨®nimo hab¨ªa llamado al diario Egin para informar de que el joven concejal del PP de Ermua (Vizcaya) hab¨ªa sido secuestrado por la banda terrorista y que ser¨ªa ejecutado si antes de las 16.00 del s¨¢bado 12 de julio el Gobierno espa?ol, presidido entonces por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, no enviaba a las c¨¢rceles vascas a todos los presos etarras. El juez Manuel Garc¨ªa Castell¨®n, de guardia esa tarde en la Audiencia Nacional, se hizo cargo de la investigaci¨®n y vol¨® en un avi¨®n militar hasta Bilbao. Desde la comisar¨ªa de la Ertzaintza en Deusto coordin¨® los esfuerzos de la polic¨ªa vasca, la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil para encontrar al joven de 29 a?os, hijo de emigrantes gallegos, reci¨¦n licenciado en Econ¨®micas, que hab¨ªa salido de su casa de camino al trabajo dos horas antes de que ETA anunciara su secuestro.
Aunque el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, advirti¨® enseguida de que no se trataba de un secuestro, sino de un asesinato a c¨¢mara lenta, los ciudadanos salieron a la calle como nunca lo hab¨ªan hecho contra ETA y las fuerzas de seguridad escudri?aron cada rinc¨®n y pidieron al juez Garc¨ªa Castell¨®n decenas de ¨®rdenes de entrada y registro en cualquier nave o caser¨ªo que pudiera servir de escondite. Nueve d¨ªas antes, la Guardia Civil hab¨ªa logrado rescatar al funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara del zulo en el que hab¨ªa permanecido secuestrado 532 d¨ªas, y el portavoz de Herri Batasuna, Floren Aoiz, ya hab¨ªa advertido al ministro de Interior que tuviera cuidado en no caer ¡°en la borrachera de la eficacia policial¡±, porque a ese estado podr¨ªa sucederle ¡°la resaca¡±. Y as¨ª fue. La banda terrorista quer¨ªa demostrar y demostrarse que su m¨¢quina de secuestrar y matar segu¨ªa bien engrasada. A pesar de la movilizaci¨®n ciudadana ¡ªtambi¨¦n en algunas localidades vascas donde nunca se le hab¨ªa levantado la voz a ETA¡ª y los esfuerzos de las fuerzas del orden, la tarde del s¨¢bado 12 de julio, unos cazadores escucharon a las afueras de Lasarte, junto a San Sebasti¨¢n, unos disparos y sus perros les condujeron hasta el cuerpo agonizante de un hombre joven, maniatado, descalzo, con dos tiros en la cabeza. La palabra, la frase, el comunicado de la direcci¨®n de ETA que hac¨ªa falta para detener el asesinato no lleg¨®, y ahora, cuando est¨¢n a punto de cumplirse 25 a?os, el juez Garc¨ªa Castell¨®n, que se ve en la fotograf¨ªa de Jes¨²s Uriarte llegando al Hospital Donostia, adonde hab¨ªa sido trasladado Miguel ?ngel Blanco todav¨ªa con un hilo de vida, quiere cerrar el c¨ªrculo de aquel crimen. Ya fueron detenidos, juzgados y encarcelados los autores materiales, pero el magistrado quiere encausar por ¡°delito por omisi¨®n¡± a los nueve jefes de ETA que ostentaban en aquel momento la direcci¨®n de los distintos aparatos de la banda y que, pudiendo, no hicieron nada por detener aquel asesinato.
Hay un p¨¢rrafo del auto de Garc¨ªa Castell¨®n que es especialmente significativo. El magistrado advierte de que fue ¨¦l quien instruy¨® el caso en los primeros momentos, y a?ade que ¡°el conocimiento en primera persona¡± de cuanto sucedi¨® antes y despu¨¦s del asesinato le permite ¡°inferir¡± que aquel crimen ¡°puede perfilarse en la figura de la comisi¨®n por omisi¨®n, pues quienes ejerc¨ªan el liderazgo de la organizaci¨®n terrorista, el llamado comit¨¦ ejecutivo, dispusieron al menos de 48 horas para detener la acci¨®n¡±. O lo que es lo mismo, Garc¨ªa Castell¨®n, como todos los que vivieron sobre el terreno aquella espera angustiosa, sabe que nunca como entonces la direcci¨®n de ETA y su entorno pol¨ªtico recibieron tantas peticiones y desde tantas instancias para que no se cumpliera la amenaza. Si alguien puede dar fe de ello mejor que nadie es Carlos Totorika, el entonces alcalde socialista de Ermua.
Totorika, ya jubilado, recuerda que hasta la Iglesia vasca utiliz¨® su ¡°conexi¨®n de alto voltaje¡± con el entorno de ETA para parar el asesinato de Miguel ?ngel Blanco. El entonces alcalde recuerda el lugar y la hora en que recibi¨® la noticia y la decisi¨®n que tom¨®: ¡°Estaba en una marcha hacia Madrid. Se hab¨ªa ca¨ªdo el polideportivo, la constructora se desentendi¨® y organizamos una caminata para denunciarlo. Est¨¢bamos a la altura de Bergara y recib¨ª la llamada del delegado del Gobierno. Me dijo que Miguel ?ngel hab¨ªa sido secuestrado. Volvimos enseguida y nos centramos en el aspecto humano. Ya estaba bien de justificar los asesinatos en el conflicto vasco o en el algo habr¨¢ hecho. Ten¨ªamos que hablar de la persona, de Miguel ?ngel, de derechos humanos, de libertad. Acogimos a su familia en el ayuntamiento, aquella fue su casa durante 48 horas, los cuidamos lo mejor que pudimos, y decidimos mucha movilizaci¨®n y poco silencio. Hasta entonces las concentraciones hab¨ªan sido casi siempre igual: nosotros en silencio, detr¨¢s de una pancarta pidiendo la liberaci¨®n un secuestrado o condenando un asesinato, y ellos, la izquierda abertzale, enfrente, insult¨¢ndonos. Ten¨ªamos que superar el silencio. No sab¨ªamos si ¨ªbamos a conseguir que lo liberaran, pero no quer¨ªamos que les saliera gratis. Descubrimos que manifest¨¢ndonos contra ETA, gan¨¢bamos libertad y la satisfacci¨®n personal de no quedarnos callados. Se gan¨® un espacio de libertad¡±.
La llama prendi¨® como nunca antes. Durante aquellos d¨ªas, este reportero tambi¨¦n estuvo en Ermua. Uno de sus vecinos, Javier San Ildefonso, cont¨® entonces que nunca hab¨ªa visto a su hija de 16 a?os conmovida de aquel modo. Ahora la hija tiene 41 a?os y tres hijos, y ¨¦l ya le ha explicado a la mayor, de 11 a?os, algunas cosas de aquellos tiempos tan oscuros. ¡°Todos los vecinos nos organizamos para intentar que ETA diera marcha atr¨¢s¡±, explica ahora San Ildefonso, ¡°no fue posible, pero en Ermua se rompi¨® para siempre el silencio contra ETA. Fue la ¨²nica vez que llor¨¦ abrazado a mi madre y a mi hija¡±.
El exalcade Totorika reflexiona sobre el auto de juez: ¡°No s¨¦ la interpretaci¨®n jur¨ªdica, pero claro que pudieron haberlo parado. Tuvieron 48 horas para hacerlo y no lo hicieron. Y est¨¢n en deuda con todos, una deuda que sigue vigente y que no han pagado. No estoy hablando de nostalgia ni de querer remover el pasado, sino de justicia¡±. El juez Garc¨ªa Castell¨®n no puede comentar la causa que est¨¢ empezando a instruir, pero s¨ª recuerda la impresi¨®n que le produjo visitar en su casa al padre de Miguel ?ngel. Su hijo, al que hab¨ªa conseguido dar una carrera y un futuro despu¨¦s de una vida de emigraci¨®n y sacrificios, estaba en esos momentos en alg¨²n lugar, cautivo de ETA. A¨²n hab¨ªa un resquicio de esperanza, pero no pudo ser. Los que hubieran podido hablar, callaron.
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