MUERTES QUE MARCAN ?POCAS
Luto por el escritor universal
La muerte de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez puso el foco sobre su inmenso legado literario y period¨ªstico
Le encantaba escribir, por eso la mejor herencia de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez es la felicidad que deja en cada persona que lee sus libros (desde El coronel no tiene quien le escriba, hasta Vivir para contarla, pasando por Cien a?os de soledad y El amor en los tiempos del c¨®lera) o art¨ªculos de prensa. ?l, que escribi¨® para buscar el misterio de la muerte, ¡°porque el de la vida, ya se sabe, no se descifrar¨¢ jam¨¢s¡±, dej¨® el d¨ªa de su fallecimiento, el 17 de abril, un legado literario y period¨ªstico-literario que conquist¨® a toda clase de personas.
Desde ese mismo Jueves Santo por la tarde en Ciudad de M¨¦xico, donde el premio Nobel colombiano muri¨® a los 87 a?os, las expresiones de admiraci¨®n y agradecimiento se han sucedido como salidas de cualquiera de sus historias: un rosario de homenajes procedentes de los cuatro puntos cardinales y una procesi¨®n de recuerdos resucitados de gente que lo conoci¨® o comparti¨® con ¨¦l, aunque fuera un tinto (caf¨¦ colombiano) cuyos testimonios vagan como ¨¢nimas en pena en busca de quien les preste atenci¨®n. Y como colof¨®n, o pre-colof¨®n, Garc¨ªa M¨¢rquez, llamado Gabo por los m¨¢s allegados, y ya para casi todo el mundo en sus ¨²ltimos a?os como prueba de su familiaridad, acaba de recibir una lluvia de homenajes del Congreso de Colombia que aprob¨® una especie de peste macondiana donde su nombre estar¨¢ presente en varios, muchos, centros culturales, parques, fundaciones y dem¨¢s instituciones relacionadas con las artes y la cultura; y, como guinda, su sonriente cara coste?a estar¨¢ en las manos de los colombianos que se la pasar¨¢n unos a otros por la gracia de ir impresa en los billetes de mil pesos. ?l pensar¨ªa que le est¨¢n ¡°mamando gallo¡± (tomando del pelo, vacilando o burl¨¢ndose), pero no, y ¨¦l, como el ¡°mamagallista¡± supremo, soltar¨ªa una carcajada.
Son ocho meses en los que todos han recordado sus palabras sobre todas las cosas que dicen que hizo. Ahora, al terminar el a?o, dejemos que sea ¨¦l mismo quien diga las cosas que dijo sobre las cosas que m¨¢s quer¨ªa y que han permitido que se digan tantas cosas. Un autorretrato de las cosas que lo hicieron m¨¢s feliz, extra¨ªdo del libro de la narradora y poeta colombiana Piedad Bonnett El mundo seg¨²n Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que ayudan a entender parte del misterio de su creaci¨®n:
Cine: ¡°(¡) El cine y yo somos como un matrimonio mal avenido, no puedo vivir ni con ¨¦l ni sin ¨¦l¡±.
Contar: ¡°La novela no tiene otra misi¨®n que contar la vida. Y con la vida no hay nadie que se resista. Desde las cuevas de Altamira hasta la llegada al planeta Marte, el hombre no cesar¨¢ de contar cosas que le suceden a la gente. Siempre habr¨¢ alguien contando¡±.
Creaci¨®n: ¡°(¡) sigue en pie el misterio de la creaci¨®n. Yo hago este taller para ver cu¨¢l es el misterio de la creaci¨®n y siempre me sorprende. A uno siempre le queda la sensaci¨®n despu¨¦s de que se lo dictaron. Claro, lo cierto es que la creaci¨®n no se realiza sino se atiza. Por eso se trabaja todos los d¨ªas, para descubrir verdades en un minuto¡±
Cuento: ¡°Escribir cuentos es como vaciar concreto, si el concreto no fragua, se jodi¨® y tienes que empezar otra vez, tiene que ser todo junto y de una vez. En cambio, escribir novelas es como pegar ladrillos; si este muro no te sali¨®, tiras el muro y lo rehaces, corres la puerta para all¨¢¡±.
Cultura: ¡°Para m¨ª, la cultura es el aprovechamiento social de la inteligencia humana. En el fondo, todos sabemos qu¨¦ abarca el t¨¦rmino cultura, pero no podemos expresarlo en dos palabras. (¡) La cultura es todo y todo tiene un condicionamiento cultural. Pero hay que tener cuidado: cuanto m¨¢s ampliemos ese concepto, m¨¢s arduo ser¨¢ saber de qu¨¦ manera hay que proteger la cultura¡±.
Escribir: ¡°A m¨ª me encanta escribir, no s¨¦ c¨®mo se pudo inventar eso de que la literatura es un sufrimiento. Otra cosa, cierto, es lograr que el lector me crea. Esa s¨ª es una desesperaci¨®n hasta que se calienta el brazo y todo sale, y se mezcla, y empieza en fin, a tomar forma. Pero el lector tiene que creer siempre, si no todo ha fracasado¡±.
Escritor: ¡°(¡) no hay oficio m¨¢s solitario que el del escritor, en el sentido de que en el momento de escribir nadie puede ayudarlo a uno, ni nadie puede saber qu¨¦ es lo que uno quiere hacer. No: uno est¨¢ solo, con una soledad absoluta, frente a la hoja en blanco¡±.
¡°En realidad, a m¨ª lo que m¨¢s me interesa del trabajo de escritor es la concepci¨®n de la historia, y lo que m¨¢s me aburre es tener que escribirla¡±.
¡°El principal deber pol¨ªtico de un escritor es escribir bien¡±.
¡°Creo que la progresi¨®n de una obra consiste justamente en continuar excavando dentro de uno para ver d¨®nde se llega, d¨®nde se encuentra el bot¨®n que se busca y que es el misterio de la muerte. El de la vida, ya se sabe, no se descifrar¨¢ jam¨¢s¡±.
Experimentar: ¡°No se trata de aprovechar la experiencia adquirida sino de experimentar¡±.
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez: ¡°He escrito cinco libros tratando de averiguarlo, de saberlo, de descifrar qui¨¦n soy. Y todav¨ªa no lo tengo claro. Pero hay algo que s¨ª s¨¦: soy el mejor amigo de mis amigos, y ese primer puesto no me lo dejo quitar de nadie¡±.
Imaginaci¨®n: ¡°(¡) al rev¨¦s de lo que dice el diccionario, pienso que la imaginaci¨®n es una facultad especial que tiene los artistas para crear una realidad nueva a partir de la realidad en que viven¡±.
Inspiraci¨®n: ¡°Mientras no haya tono, de nada sirve la estructura; mientras no haya un estilo homog¨¦neo, de nada sirve el tono; y mientras no haya inspiraci¨®n¡¡±.
¡°¡defiendo la inspiraci¨®n. No en el sentido que le daban los rom¨¢nticos para los cuales era una especie de iluminaci¨®n divina. Lo que sucede es que cuando se empieza a trabajar seriamente un tema y a cercarlo, a acosarlo, a atizarlo, llega un momento en que uno se identifica con ¨¦l de tal modo y lo domina tanto, que se tiene la impresi¨®n de que un soplo divino se lo est¨¢ dictando. Ese estado de inspiraci¨®n existe, s¨ª, y cuando se logra, aunque no dure mucho, es la mayor felicidad que se puede tener en el mundo¡±.
Literatura: ¡°El mundo habr¨¢ acabado de perderse (¡) el d¨ªa en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vag¨®n de carga¡±
Macondo: ¡°Macondo, m¨¢s que un lugar del mundo, es un estado de ¨¢nimo¡±.
Narrar: ¡°(¡) la realidad en la literatura no es fotogr¨¢fica sino sint¨¦tica, y encontrar los elementos esenciales para esa s¨ªntesis es uno de los secretos del arte de narrar¡±.
Novela: ¡°Toda buena novela es una adivinanza del mundo¡±.
¡°Toda buena novela debe ser una trasposici¨®n po¨¦tica de la realidad¡±.
Periodismo: ¡°Cada vez encuentro menos diferencias entre periodismo y literatura, sobre todo porque cuando yo digo periodismo estoy pensando principalmente en reportaje, y cuando digo literatura estoy pensando fundamentalmente en relato. Ambos g¨¦neros se nutren de la misma realidad y exigen la misma experiencia y el mismo manejo del oficio. Ambos, creo yo, son el resultado de la misma vocaci¨®n¡±.
los recuerdos de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez de ese universo literario nacen en Aracataca cuando ten¨ªa 5 a?os
Poeta: ¡°La inteligencia de los poetas consiste en identificar esa maravilla contenida en la vida real¡±.
Realismo m¨¢gico: La il¨®gica de la vida no tiene fin (¡) Dicen que yo he inventado el realismo m¨¢gico, pero s¨®lo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque s¨¦ que no se pueden creer¡±.
Vida: ¡°La vida no es la que uno vivi¨®, sino la que uno recuerda y c¨®mo la recuerda para contarla¡±.
Y los recuerdos de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez de ese universo literario nacen en Aracataca cuando ten¨ªa 5 a?os. Lo recuerda en sus memorias Vivir para contarla. Viv¨ªa con sus abuelos maternos,Tranquilina Iguar¨¢n y Nicol¨¢s M¨¢rquez. Los dos conformaron las ra¨ªces y el tronco central de ese ¨¢rbol de la vida del escritor colombiano. La imaginaci¨®n prodigiosa proced¨ªa de ella, sus t¨ªas y criadas, que poblaron su vida de historias de ultratumba; mientras su abuelo puso el pragmatismo y el raciocinio con sus relatos de la Guerra de los Mil D¨ªas y de las batallas de la vida misma.
Fue ¨¦l, el coronel Nicol¨¢s Ricardo M¨¢rquez Mej¨ªa, quien le dio el primer contacto con la letra escrita a los 5 a?os, una tarde en que lo llev¨® a conocer los animales de un circo que estaba "de paso por Cataca bajo una carpa grande como una iglesia". Al ni?o le llam¨® la atenci¨®n un animal. Pregunt¨® al abuelo.
-Es un camello, contest¨® ¨¦l.
Pero otro hombre que lo oy¨® le corrigi¨®, y dijo que era un dromedario.
"Puedo imaginarme ahora c¨®mo debi¨® sentirse el abuelo porque alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto. Sin pensarlo, lo super¨® con una pregunta digna:
-?Cu¨¢l es la diferencia?
-No la s¨¦ -le dijo el otro-, pero ¨¦ste es un dromedario".
Al llegar a casa, el abuelo abatido lleg¨® a consultar en la oficina el diccionario "con una atenci¨®n infantil. Entonces supo ¨¦l y supe yo para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello. Al final me puso el glorioso tumbaburros en el regazo y me dijo:
-Este libro no s¨®lo lo sabe todo, sino que es el ¨²nico que no se equivoca.
(...) En la iglesia me hab¨ªa asombrado el tama?o del misal, pero el diccionario era m¨¢s grueso. Fue como asomarme al mundo entero por primera vez.
-?Cuantas palabras tendr¨¢? -pregunt¨¦.
-Todas - dijo el abuelo".
Un d¨ªa ese abuelo, viejo coronel que se levantaba y acostaba cont¨¢ndole historias remotas de duelos y guerras vividas, mientras lo llevaba de la mano por la calurosa cataca, aunque solo fuera como carabina porque la abuela Tranquilina pensaba que as¨ª no le ser¨ªa infiel con amantes conocidas o inventadas, le regal¨® un diccionario: "Me despert¨® tal curiosidad por las palabras que lo le¨ªa como una novela, en orden alfab¨¦tico y sin entenderlo apenas. As¨ª fue mi primer contacto con el que habr¨ªa de ser el libro fundamental en mi destino de escritor".
All¨ª estaba el para¨ªso de Garc¨ªa M¨¢rquez, en la casa de sus abuelos y en ese primer libro que lo conten¨ªa todo. All¨ª, con ellos estaba el futuro. Con ellos vivi¨® hasta los 8 a?os. Su ¨²ltimo recuerdo de aquella casa de Aracataca era la hoguera donde quemaron las ropas de su abuelo, entre ellos los liquiliques de guerra como ese que ¨¦l mismo luci¨® en Estocolmo durante la entrega del Premio Nobel de Literatura en 1982. Ten¨ªa 55 a?os. Entre aplausos conmovi¨® a todos con uno de los discursos m¨¢s bonitos que se recuerdan: Brindis por la poes¨ªa. Su abuelo ya hab¨ªa muerto, y eso lo acompa?¨® a ¨¦l toda la vida y, como escribiera Dasso Sald¨ªvar en Viaje a la semilla, esa muerte convirti¨® en incompletas todas sus alegr¨ªas por el hecho de que su abuelo no lo supiera.
En Vivir para contarla, el maestro de cuentos inolvidables, de novelas prodigiosas y art¨ªculos period¨ªsticos ejemplares cuenta que le cost¨® mucho aprender a escribir, escribi¨® sobre la muerte del abuelo: "Hoy lo veo claro: algo m¨ªo hab¨ªa muerto con ¨¦l. Pero tambi¨¦n creo, sin duda alguna, que en ese momento era ya un escritor de escuela primaria al que solo le faltaba aprender a escribir".