La agon¨ªa de los ¨²ltimos glaciares de M¨¦xico
En el pa¨ªs solo quedan cinco glaciares, repartidos en dos monta?as: el Iztacc¨ªhuatl y el Pico de Orizaba. En total ocupan menos de un kil¨®metro cuadrado de hielo. Los expertos aseguran que en 2050 no quedar¨¢ ninguno. El calentamiento global es el culpable de la desaparici¨®n acelerada de esta fuente de agua
La agon¨ªa de los ¨²ltimos
glaciares de M¨¦xico
Del glaciar Ayoloco, de sus lenguas y de su embudo no queda nada. Solo una pared de hielo viejo y los ara?azos en las rocas recuerdan que estuvo aqu¨ª, a 4.700 metros, cerca de la cumbre del volc¨¢n Iztacc¨ªhuatl, en el centro de M¨¦xico. Todav¨ªa se palpan las estr¨ªas que esta feroz masa de hielo de 200 metros de espesor dej¨® al desplazarse. Como si fuera un buld¨®cer, arrastraba la piedra a su paso, pendiente abajo, para dejarla amontonada, mezclada con el barro. A las moles rocosas, pardas y enormes, que no pod¨ªa mover, las cubr¨ªa y rayaba con la fuerza de miles de a?os en movimiento.
En uno de esos surcos antiguos, dos investigadores de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) se afanan ahora, en plena tormenta de nieve, por colocar una placa met¨¢lica. La recubren de pegamento y la aseguran con tornillos. No quieren que se caiga en el pr¨®ximo temporal. ¡°La placa nos recuerda que aqu¨ª estuvo el Ayoloco¡±, explica el glaci¨®logo Hugo Delgado, ¡°y que retrocedi¨® hasta desaparecer en 2018 por razones climatol¨®gicas forzadas por la actividad humana¡±. Este ge¨®logo, que ha dedicado su carrera a estudiar los glaciares mexicanos, insiste en que se debieron haber tomado medidas hace tiempo. Ahora la desaparici¨®n de esta fuente de agua es irremediable. Las laderas sin hielo y las piedras como huesos desperdigados son lo ¨²nico que dejar¨¢n los glaciares que ocuparon las altas monta?as de M¨¦xico.
El Ayoloco ha sido el ¨²ltimo en extinguirse en el Iztacc¨ªhuatl, el tercer pico m¨¢s elevado del pa¨ªs, con 5.230 metros de altitud. En esta monta?a con forma de mujer dormida se contaron 11 glaciares en el monitoreo de 1958, ahora solo quedan tres: el del Pecho, el de la Panza y el Suroriental. Entre todos, apenas llegan a los 0,2 kil¨®metros cuadrados. Llegaron a ocupar 6,23 kil¨®metros en 1850, el ¨²ltimo per¨ªodo de esplendor que dej¨® la llamada peque?a edad de hielo. En 170 a?os, la monta?a ha perdido el 95% de su masa glaciar.
En el resto de M¨¦xico solo quedan otras dos masas de hielo perenne: el glaciar Norte y el peque?o Noroccidental, que suman poco m¨¢s de 0,6 kil¨®metros cuadrados. Est¨¢n en el Pico de Orizaba, tambi¨¦n llamado Citlalt¨¦petl, en el l¨ªmite del Estado de Puebla con Veracruz. Es la monta?a m¨¢s alta del pa¨ªs, de 5.675 metros, y en los ¨²ltimos 60 a?os han desaparecido cuatro glaciares. El Norte, la ¨²ltima esperanza de estudio de los ge¨®logos, tambi¨¦n agoniza. Ha perdido sus lenguas, los ocho tent¨¢culos de hielo que serpenteaban la monta?a. ¡°Est¨¢ aflorando ya la roca. El espesor del hielo es m¨ªnimo¡±, apunta Delgado, director hasta este abril del Instituto de Geof¨ªsica de la UNAM.
El panorama es cr¨ªtico para los ¨²ltimos cinco glaciares mexicanos. El ge¨®logo vaticina que en los pr¨®ximos cinco a?os los tres del Iztacc¨ªhuatl habr¨¢n desaparecido y otorga un margen de dos d¨¦cadas para los del Pico de Orizaba. De cualquier forma remata: ¡°En 2050 no habr¨¢ glaciares en M¨¦xico¡±.
Pero la cuenta atr¨¢s no ha empezado solo aqu¨ª. Delgado, que representa al pa¨ªs en el grupo internacional de investigaci¨®n de glaciares, cuenta que durante todos estos a?os ha aguantado las bromas cari?osas de los colegas latinoamericanos, orgullosos de los magn¨ªficos glaciares de Ecuador o de Per¨². ¡°En nada no tendr¨¢s ni que venir¡¯, me dec¨ªan antes ri¨¦ndose¡±, relata. ¡°Han pasado de burlarse del tama?o de mis glaciares a preocuparse ahora por los suyos al ver c¨®mo se desvanec¨ªa el hielo entre sus manos¡±.
Esta extinci¨®n dram¨¢tica y acelerada se repite en las masas de hielo de todo el planeta. Los funerales van desde el Ok en Islandia al Pizol en Austria, del r¨¦quiem anunciado para los glaciares espa?oles a la formaci¨®n de lagos en los del Himalaya. Ninguno escapa al calentamiento global. Los glaciares se han convertido en uno de los sensores m¨¢s evidentes del cambio clim¨¢tico: cuanto m¨¢s aumenta la temperatura en el planeta, m¨¢s r¨¢pido retroceden. Su continua desaparici¨®n es un espejo del mundo al que nos dirigimos. M¨¢s caliente, m¨¢s seco, m¨¢s agotado.
Se escuchan las pisadas crujientes sobre la tierra, la respiraci¨®n pesada y el golpeteo de los zacatones, que cubren como un manto la falda del Iztacc¨ªhuatl. Tras cada pendiente, la vegetaci¨®n languidece y descubre la roca. En un claro, antes de llegar a la nieve, est¨¢n clavadas las cruces por Luis Rosas, monta?ero fallecido en 1971, y por Daniel Peralta quien muri¨® en 2013 despu¨¦s de encumbrar muchos caminos. Son estas placas en recuerdo a los amantes de la monta?a las que han inspirado la de la despedida del Ayoloco.
El silencio del camino se funde de pronto con un rumor grave, un runr¨²n constante. ¡°?Lo o¨ªs? Es un escape de gas, con mucha presi¨®n. Tambi¨¦n hay algunas explosiones. Es el Popocat¨¦petl¡±, dice emocionado Robin Campion, vulcan¨®logo de la UNAM, que acompa?a a Delgado en sus expediciones glaciol¨®gicas. Desde los pies del Iztacc¨ªhuatl, como en un insistente recordatorio de su presencia, la fumarola del otro imponente volc¨¢n se dibuja con claridad en el cielo limpio de mayo.
Tambi¨¦n el Popocat¨¦petl alberg¨® glaciares hasta el a?o 2000, cuando una fuerte erupci¨®n los sepult¨®. ¡°Todav¨ªa queda algo de hielo, pero no funciona como glaciar porque no tiene movimiento ni proceso de alimentaci¨®n. De hecho, esas masas de hielo, ir¨®nicamente, est¨¢n siendo conservadas por las cenizas del volc¨¢n¡±, explica Hugo Delgado. Si alg¨²n d¨ªa el Popocat¨¦petl cesara su actividad y el aumento de la temperatura no los hubiera fundido, esos hielos podr¨ªan regenerar el glaciar.
El espeso manto de nubes acompa?a en el ascenso a los monta?eros hasta que cubre los pies, las rodillas, la panza del Iztacc¨ªhuatl. En la ladera occidental, de camino al Ayoloco, aparece el hueco que ocup¨® el glaciar Atzintli hasta m¨¢s o menos 2012. Ahora las lagartijas se esconden entre su morrena y los l¨ªquenes cubren estas rocas a 4.500 metros de altura. Pero no siempre fue as¨ª. Durante siglos ambos glaciares fueron una importante fuente de agua durante el estiaje. Sus nombres en n¨¢huatl, coraz¨®n de agua y mi agua, revelan la vinculaci¨®n que tuvieron con la poblaci¨®n que viv¨ªa a este costado de la monta?a.
Los dos glaciares desaparecieron cuando aument¨® la temperatura y se quedaron, cada uno a su tiempo, por debajo de la llamada l¨ªnea de equilibrio. Los ge¨®logos definen as¨ª a la zona de las altas monta?as donde el promedio de la temperatura anual es de cero grados o menos. Por encima de esta l¨ªnea, la nieve, la ventisca o el granizo permanecen y nutren al glaciar. ¡°Conforme se va alimentando, se mueve pendiente abajo por la gravedad. Cuando rebasa la l¨ªnea de equilibrio llega a lo que conocemos como zona de p¨¦rdida¡±, detalla Delgado. Ah¨ª es donde la temperatura es mayor a cero grados y, por tanto, todo lo que cae termina por fundirse. ¡°Los glaciares tienen esta din¨¢mica de alimentaci¨®n y p¨¦rdida y hay un balance que les permite conservar la masa o perderla¡±, a?ade el glaci¨®logo.
Esta l¨ªnea de equilibrio se ha movido de manera natural con el paso del tiempo. Por ejemplo, todas las monta?as del Valle de M¨¦xico de m¨¢s de 3.500 metros estuvieron cubiertos de hielo: el Ajusco, la Sierra de la Cruces, el Nevado de Toluca o los montes de la Sierra Nevada albergaron glaciares. La preocupaci¨®n se ha despertado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, cuando el aumento acelerado de la temperatura ha provocado que este promedio de cero grados se encuentre cada vez m¨¢s arriba. En 1958, se pod¨ªa encontrar en M¨¦xico a 4.500 metros; ahora est¨¢ en 5.250.
Todos los glaciares del Iztacc¨ªhuatl est¨¢n ya por debajo de la l¨ªnea de equilibrio. ¡°Esto significa que la precipitaci¨®n s¨®lida no tiene esperanzas de quedarse¡±, explica Delgado. Mientras los investigadores aseguran la placa del Ayoloco la nieve cae con fuerza en la panza de la monta?a. Acaba de empezar la temporada de lluvias y a esta altitud la tormenta descarga copos sin cesar. A¨²n as¨ª no consiguen cubrir los amplios claros marrones. ¡°La nieve no dura m¨¢s que unos cuantos d¨ªas, con suerte, semanas. Pero no se mantiene, no puede alimentar a los glaciares¡±. Los tres que quedan en el Iztacc¨ªhuatl permanecen agazapados dentro de los cr¨¢teres; la oquedad protege al cuerpo de hielo. ¡°Se mantienen por las condiciones geomorfol¨®gicas, pero la esperanza de que permanezcan es pr¨¢cticamente nula¡±. El veredicto: ¡°Ya no deber¨ªan estar¡±.
La situaci¨®n es distinta para el Pico de Orizaba. La cumbre y sus glaciares est¨¢n todav¨ªa 120 metros por encima de la l¨ªnea de equilibrio. Pero los ge¨®logos han detectado una falta de sincronizaci¨®n: cuando nieva en la ¨¦poca de lluvias ¡ªque en M¨¦xico coincide con el verano¡ª, las altas temperaturas impiden que la nieve permanezca. Y cuando hace el fr¨ªo necesario, no hay precipitaciones. ¡°Si las cosas siguen con los mismos registros de temperatura en un par de d¨¦cadas desaparecer¨¢n¡±, cuenta.
Adem¨¢s del calentamiento a escala global, los glaciares mexicanos tratan de sobrevivir rodeados de las zonas industriales del valle de M¨¦xico y de Puebla, de urbes hiperpobladas como Ciudad de M¨¦xico o Nezahualc¨®yotl. Y, como una pescadilla que se muerde la cola, luchan contra un efecto local: conforme se funde el hielo glaciar, aparece la roca oscura de la monta?a que, en vez de reflejar la radiaci¨®n solar, la absorbe, lo que provoca un calentamiento adicional.
La ¨²nica estaci¨®n glaciol¨®gica que permite monitorear estas masas heladas, situada en el Pico de Orizaba, ¡ªlas del Iztacc¨ªhuatl duraron apenas un par de meses, en una ocasi¨®n la destroz¨® un rayo, y en otra, alguien rob¨® sus materiales¡ª, corrobor¨® adem¨¢s que los hielos de M¨¦xico son ¡°hielos calientes¡±. Su temperatura est¨¢ tan cerca de los cero grados, que con solo elevarse un poco, el hielo puede fundirse. Adem¨¢s, por su altitud y orientaci¨®n, en las temporadas secas, aunque las temperaturas son bajas, los glaciares sufren tal radiaci¨®n solar que el hielo se sublima, pasa de estado s¨®lido a gaseoso, se evapora.
Hugo Delgado, que subi¨® en 1974 al Iztacc¨ªhuatl a aprender a andar sobre la nieve, que escal¨® el magn¨ªfico embudo del Ayoloco con martillo y piolet, que en 1979 vivi¨® en estos siete kil¨®metros de sierra durante 15 d¨ªas para prepararse a una expedici¨®n en el Himalaya, que perdi¨® a su mejor amigo en esa misi¨®n, que ha recorrido tantas veces esta monta?a, cien, 200, no lo sabe, que la conoce como a un amigo, resume as¨ª la condici¨®n de los glaciares mexicanos: ¡°Nuestros hielos son heroicos, est¨¢n resistiendo todo lo que pueden¡±.
La irremediable extinci¨®n de los glaciares mexicanos, ¨²nicos en su latitud de 20? norte, supone perder un sensor sin ambig¨¹edades sobre el cambio clim¨¢tico, pero sobre todo implica perder una fuente de agua. En un pa¨ªs cada vez m¨¢s poblado y m¨¢s seco ¡ªla temperatura promedio en M¨¦xico ha aumentado dos grados en los ¨²ltimos 34 a?os¡ª, los glaciares son un aporte adicional en la ¨¦poca de sequ¨ªa a las comunidades que viven cerca de la monta?a. Cooperan con alrededor del 5% de agua al sistema hidrol¨®gico regional, por escorrent¨ªa o por la alimentaci¨®n de los acu¨ªferos. ¡°Es muy poquito, pero a¨²n as¨ª dejar¨¢ de existir¡±, insiste Delgado.
Todas las se?ales ¡ªlos glaciares que retroceden, los polos que se derriten, las presas que se vac¨ªan¡ª apuntan hacia la misma direcci¨®n: ¡°Dejar¨¢ de haber tanta disponibilidad de agua. Nuestra sociedad estar¨¢ bajo un esquema de estr¨¦s h¨ªdrico. Es un problema que ya est¨¢ aqu¨ª, pero todav¨ªa no se manifiesta en toda su magnitud. El verdadero reto ahora es c¨®mo nos vamos a adaptar¡±.
No hay esperanza para estas masas heladas que agonizan en las cumbres de las monta?as, ni se puede revertir el calentamiento global, advierte el glaci¨®logo, pero s¨ª se puede tratar de frenar. Reducir los gases de efecto invernadero, ahorrar agua, evitar la deforestaci¨®n, invertir en educaci¨®n ambiental son algunas de las acciones ya necesarias. Delgado, que ve esperanza en las pr¨®ximas generaciones, concluye: ¡°Esto no es por proteger al planeta, sino al ambiente que nos permite subsistir como especie. Nos estamos jugando la permanencia¡±.
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Cr¨¦ditos
- Texto: Beatriz Guill¨¦n
- V¨ªdeo, fotograf¨ªa y edici¨®n audiovisual: Teresa de Miguel
- Infograf¨ªa: Luis Sevillano y J. A. ?lvarez
- Dise?o - Front End: Alfredo Garc¨ªa
- Desarrollo: Ivan Mendoza