Vivir para contar la covid-19
Durante los meses m¨¢s duros de la pandemia Juan Altares sufri¨® todas las complicaciones de una enfermedad entonces desconocida. As¨ª vivi¨® una familia el d¨ªa a d¨ªa de un paciente cr¨ªtico.
- ¡°?R¨¢pido! ?R¨¢pido! ?Que se nos va!¡±
- "Apenas puede mover las cejas"
- ¡°Tranquilo, Juan, ya ha pasado todo"
Mi hermano Juan:
50 d¨ªas en coma por el coronavirus
Ir al contenidoEl ¨²ltimo recuerdo de mi hermano Juan antes de entrar en el coma inducido es en Urgencias, rodeado de m¨¦dicos nerviosos. Le pidieron el n¨²mero de tel¨¦fono de un familiar cercano, y tuvo fuerzas y memoria para dar el de su mujer, Pilar. Mientras le explicaban que iban a tener que sedarle, solo alcanz¨® a escuchar de fondo: ¡°?R¨¢pido! ?R¨¢pido! ?Que se nos va!¡±. En ese momento su coraz¨®n lat¨ªa a un ritmo incompatible con la vida, a menos del 10% de su capacidad (uno sano lo hace al 60%/70%); los m¨¦dicos no entend¨ªan lo que pasaba. Hasta entonces no hab¨ªan visto un fallo cardiaco en un enfermo de covid-19. Era el 4 de abril, en el punto cr¨ªtico de la primera ola y los hospitales, incluida la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz en el barrio madrile?o de Moncloa, trabajaban al l¨ªmite de su capacidad.
Su siguiente recuerdo transcurre postrado en una cama de la UCI, mientras Pilar le explica: ¡°Tranquilo, Juan, ya ha pasado todo¡±. Durante aquel cerrar y abrir de ojos hab¨ªan pasado 50 d¨ªas de coma, en los que mi hermano sufri¨® todas las complicaciones que puede causar el coronavirus: fallo cardiaco, neumon¨ªa bilateral, infecciones secundarias, fracaso renal, par¨¢lisis del sistema nervioso. Se encontr¨® tres veces en la orilla de la laguna, al borde la muerte, y en la ¨²ltima los m¨¦dicos estuvieron a punto de tirar la toalla. Pero no se rindieron. Juan tampoco.
Esta es la cr¨®nica de un enfermo cr¨ªtico durante una pandemia que podr¨ªa resumirse con una palabra, soledad: la de Juan dormido y aislado en un box de la UCI, pero tambi¨¦n la nuestra, la de sus familiares, encerrados cada uno en su casa durante el confinamiento, pegados al tel¨¦fono, esperando noticias que pod¨ªan ser fatales. Solo me apartaba del m¨®vil en la ducha y casi ni eso, porque pon¨ªa m¨²sica para que se interrumpiese si llamaban. Creo que mi familia bati¨® varias veces el r¨¦cord mundial de rapidez al descolgar el tel¨¦fono. Fuera se impon¨ªa el silencio de un inh¨®spito Madrid desierto, en el que hasta bajar la basura parec¨ªa una aventura peligrosa.
Su caso, como el de tantos otros, comenz¨® con unas d¨¦cimas de fiebre.
A lo largo de este especial aparecen notas escritas por Pilar, la mujer de Juan, en una libreta durante los d¨ªas que este pas¨® en el hospital
El primer ingreso
Casado desde casi hace tres d¨¦cadas, sin hijos, Juan, 53 a?os, es gerente de Acci¨®n Cultural y Comunicaci¨®n de la Fundaci¨®n de los Ferrocarriles Espa?oles. Buceador, aficionado al campo, viajero, minucioso, ordenado, manitas, de humor acerado, yogui, sociable, su vida cambi¨® de golpe cuando, un mi¨¦rcoles, en la primera semana del confinamiento, a mediados de marzo, la enfermedad dio la cara. Nunca ha sabido d¨®nde se contagi¨®, posiblemente en una reuni¨®n de trabajo. Se asust¨®, pero no formaba parte de los grupos de riesgo y no ten¨ªa mayores problemas de salud (salvo una diabetes bajo control). El viernes 27 de marzo la fiebre subi¨® hasta casi los 40 grados y, por consejo de una sobrina m¨¦dico, Ana Suero, entonces residente en el Hospital General de Segovia, se present¨® en urgencias de la Jim¨¦nez D¨ªaz el s¨¢bado por la ma?ana. Fue su primer ingreso en este centro hospitalario, por una neumon¨ªa.
R¨¢pidamente le baj¨® la fiebre. Mejor¨® en pocos d¨ªas. Se duchaba solo, hablaba por tel¨¦fono y chateaba, ve¨ªa alguna serie en la tableta. Le dieron de alta el jueves siguiente, sin ayuda de ox¨ªgeno. Informaba a mis amigos del estado de salud de Juan a trav¨¦s de WhatsApp y aquel d¨ªa escrib¨ª un mensaje muy positivo:
GUILLERMO ALTARES
El alivio l¨®gico se mezclaba con un profundo aislamiento: Juan volvi¨® solo desde el hospital para meterse en un cuarto. Me agradeci¨® en un mensaje las alb¨®ndigas que hac¨ªa un par de d¨ªas le hab¨ªa dejado en el felpudo de su casa. Pero el viernes 3 de abril empez¨® a sentirse sin fuerzas y el s¨¢bado se despert¨® tan mal que su mujer llam¨® a una ambulancia. La enfermedad irrumpi¨® en mi familia como lo hizo en la sociedad entera, llev¨¢ndose consigo la vida de antes.
En estado cr¨ªtico
Apenas pod¨ªa moverse, aunque pensaba que ese repentino empeoramiento se deb¨ªa a una subida de az¨²car. Cuando tos¨ªa en el pa?uelo de papel aparec¨ªan manchas de sangre. La ambulancia, en pleno pico de la pandemia, tard¨® una eternidad en aparecer. Mientras, Juan se iba apagando. La sobrina m¨¦dico, cada vez m¨¢s preocupada, alertaba por tel¨¦fono, diciendo que no hab¨ªa un minuto que perder. Cuando lleg¨® a la Jim¨¦nez D¨ªaz, su estado era cr¨ªtico. Los mensajes que nos enviaba desde urgencias ¨Dnosotros segu¨ªamos su evoluci¨®n desde la distancia, cada uno en su casa¨D eran telegr¨¢ficos y sin que intuyera el tsunami que se estaba desatando en su cuerpo: ¡°Ya revisado¡±, ¡°Me meten m¨¢s insulina¡±, ¡°Y otra cosa. A ver¡±, ¡°Piensan que es una infecci¨®n de pulm¨®n¡±. El ¨²ltimo que envi¨® fue premonitorio: ¡°Seguramente me quedo ingresado¡±. Despu¨¦s, silencio. Era el 4 de abril. No volvi¨® a utilizar su m¨®vil hasta el 17 de junio.
Pero no eran los pulmones ni la sangre ni el az¨²car lo que preocupaba a los m¨¦dicos. ¡°Su coraz¨®n apenas se mov¨ªa¡±, explica Gonzalo Ald¨¢miz-Echevarr¨ªa, el jefe de cirug¨ªa cardiaca de la Jim¨¦nez D¨ªaz, que estaba aquel s¨¢bado de guardia. Era la primera vez que los m¨¦dicos de ese centro ve¨ªan al SARS-Cov-2 atacar al coraz¨®n. De hecho, algunos pensaron que padec¨ªa una afecci¨®n cardiaca previa no detectada. Pero Ald¨¢miz-Echevarr¨ªa, buceador como Juan, sab¨ªa de los controles regulares a los que se someten estos deportistas.
Hubo que recurrir a la ECMO*, una m¨¢quina de complicado manejo, que solo se utiliza en casos cr¨ªticos, que desempe?a las funciones de coraz¨®n y de pulm¨®n: una terapia muy agresiva cuyo ¨ªndice de supervivencia es de uno de cada tres (comet¨ª el error de consultar ese dato en Internet). ¡°Juan fue el primer caso que vi de este tipo de afectaci¨®n cardiaca provocada por el SARS-Cov-2¡±, explica el doctor Alejandro Durante, entonces en el equipo de la UCI que trat¨® a mi hermano y actualmente en la unidad de cuidados agudos cardiol¨®gicos del hospital 12 de Octubre de Madrid. Nos dijeron que tendr¨ªamos que esperar una semana para saber si Juan iba a salir adelante.
¡°ECMO¡± siglas en ingl¨¦s de Oxigenaci¨®n por Membrana Extracorp¨®rea, una m¨¢quina que proporciona soporte card¨ªaco y respiratorio
Tuvimos que llamar a mi madre, Pilar, aunque todo el mundo la llama Peli, que vive sola ¨Cy cuando recibiese la noticia iba a estar m¨¢s sola que nunca¨C, para describirle la situaci¨®n, explicarle desde la frialdad y la lejan¨ªa de un tel¨¦fono que Juan tal vez no iba a llegar a la ma?ana siguiente. No lo pod¨ªamos expresar as¨ª, claro, pero tampoco ocultar la desmesurada gravedad de la situaci¨®n. He olvidado la conversaci¨®n; pero no la sensaci¨®n de desamparo y tristeza.
En pleno confinamiento, no pod¨ªamos acudir al hospital a esperar noticias juntos, ni ver la cara a los m¨¦dicos, ni mucho menos entrar en la UCI, ni consolarnos. No pod¨ªamos hacer otra cosa m¨¢s que esperar en una ciudad vac¨ªa y aterradora. Adem¨¢s, era imposible esquivar las noticias sobre el virus que inundaban todos los medios. No era un entorno f¨¢cil para conservar el optimismo: era imposible no ser conscientes de que muchos pacientes cr¨ªticos no sal¨ªan adelante. Sin embargo, durante la noche lograron estabilizarlo. Dos d¨ªas m¨¢s tarde nos avisaron de que le hab¨ªan quitado la ECMO, su coraz¨®n hab¨ªa vuelto a latir casi con normalidad, y estaban pensando en despertarle de cara al fin de semana. Lo que no sab¨ªamos es que esto solo hab¨ªa sido el principio de sus problemas.
En la orilla de la laguna
GUILLERMO ALTARES
El tono de hoy era un poco m¨¢s optimista, sobre todo porque los pulmones y el coraz¨®n sigan sin problemas.
GUILLERMO ALTARES
Ojal¨¢.
GUILLERMO ALTARES
Hoy en el peri¨®dico dec¨ªamos que la estancia media es entre 20 y 28 d¨ªas en la UCI. Es muy muy largo...
Tras aquella mejor¨ªa, los mensajes optimistas volaron de m¨®vil a m¨®vil. Pero lo peor estaba por llegar. En las siguientes semanas, Juan sufri¨® una sobreinfecci¨®n, un fallo respiratorio provocado por una neumon¨ªa bilateral, un s¨ªndrome de Guillain-Barr¨¦, que paraliza el sistema nervioso, y un fallo renal que oblig¨® a instalarle una m¨¢quina, un hemofiltro*. Hubo un momento en que nada en su cuerpo funcionaba. La respuesta de sus ¨®rganos a la agresi¨®n del virus hab¨ªa sido feroz y la inflamaci¨®n y la neumon¨ªa hab¨ªan bloqueado los pulmones. En ocasiones, el respirador que ten¨ªa ya colocado con una traqueotom¨ªa estaba al m¨¢ximo y aun as¨ª era insuficiente.
¡°Hemofiltro¡± m¨¢quina que realiza las funciones de los ri?ones
Las llamadas de los m¨¦dicos eran siempre a horas diferentes: el estr¨¦s en la UCI era tan brutal aquellos d¨ªas que resultaba imposible establecer una rutina para informar a las familias porque los pacientes cr¨ªticos no paraban de entrar. Pese a ello, salvo en dos ocasiones en las que se aplic¨® la regla de que la ausencia de noticias eran buenas noticias, no dejaron de llamar durante 70 d¨ªas. Nosotros ¨CPilar, Peli y yo¨C establecimos la rutina de hablar despu¨¦s del aplauso de las ocho de la tarde. A veces eran conversaciones sobre las noticias del d¨ªa, otras veces intent¨¢bamos ser triviales.
Mi cu?ada decidi¨® que fuese Ana Suero la que recibiera la llamada: luego nos traduc¨ªa a un lenguaje lo m¨¢s claro posible el parte del d¨ªa. Como dice un personaje de Marguerite Yourcenar, el alquimista Zen¨®n que protagoniza Opus Nigrum, ¡°nunca ba?¨® la verdad en la salsa de la mentira para hacerla m¨¢s digerible¡±. Muchos d¨ªas no era nada f¨¢cil transmitir las noticias. Pilar anotaba a vuelapluma el parte en una libreta y pasaba el trago de cont¨¢rselo a los dem¨¢s. Cuanto m¨¢s tarde era la llamada, m¨¢s nerviosos est¨¢bamos, pero tampoco pod¨ªamos hablar para tranquilizarnos porque ¡ est¨¢bamos esperando la llamada del hospital. A la angustia por la situaci¨®n de Juan, se sumaba la impotencia de la distancia entre nosotros y la soledad de nuestra madre. Posteriormente, mand¨¢bamos cada uno decenas de mensajes a un c¨ªrculo cada vez m¨¢s amplio que, sin conocer a mi hermano, se tomaron su enfermedad como un asunto personal.
GUILLERMO ALTARES
Lidi¨¢bamos todos los d¨ªas con t¨¦rminos m¨¦dicos nuevos, que nos ayudaban a interpretar con paciencia y cari?o Ana y una amiga de la infancia, que es internista en el hospital Son Espases de Palma de Mallorca, Mercedes Garc¨ªa-Gasalla, y que ha tratado a numerosos pacientes de covid-19. En uno de los peores momentos, pronunci¨® una frase que nos repetimos los unos a los otros muchas veces: ¡°Juan es joven. Tiene m¨¢s posibilidades de salir que de no salir¡±.
Sin embargo, a finales de abril y principios de mayo, resultaba muy dif¨ªcil agarrarse a un hilo de optimismo. Lara Colino, una de las intensivistas que se ocup¨® a Juan casi desde el principio, jefa adjunta del servicio de medicina intensiva de la FJD, recuerda la situaci¨®n: ¡°Hubo varias veces en que estuvimos a punto de tirar la toalla. Es una enfermedad que requiere mucha paciencia, porque hay pacientes que se pasan d¨ªas y a veces semanas sin evolucionar y con complicaciones constantes¡±. Aparte de medicinas que entonces comenzaban a utilizarse contra la covid, como los corticoides, uno de los remedios que se mostraron m¨¢s eficaces fue el llamado prono, dar la vuelta al paciente en ciclos de 12 horas.
¡°Paciencia¡± es una de las palabras que m¨¢s aparece en las anotaciones de Pilar
Todos esos esfuerzos funcionaron. Despu¨¦s de esta tremenda crisis, como si el cuerpo de Juan se hubiese reiniciado, se produjo un punto de inflexi¨®n. Todo cambi¨® en cuesti¨®n de d¨ªas. Nadie nos comunic¨® que estaba fuera de peligro, pero los m¨¦dicos supieron transmitirnos las buenas noticias con prudencia. ¡°La cosa va bien¡±, nos explicaron. Ahora tocaba el despertar. Para eso, tampoco est¨¢bamos preparados. Y, sobre todo, Juan no estaba preparado. Tras 50 d¨ªas dormido, al salir del coma inducido, mi hermano iba a ser consciente de su estado, de que no pod¨ªa comer, beber, hablar, respirar, orinar, ni moverse. Ten¨ªamos la certeza de que hab¨ªa sobrevivido. Pero todav¨ªa no sab¨ªamos si recuperar¨ªa la conciencia, si volver¨ªa a ser Juan.
Un largo despertar
A mediados de mayo, arranc¨® el largo proceso de despertar. Los m¨¦dicos comenzaron a quitarle el respirador durante algunas horas (un proceso que llaman ¡°destete¡±), a suprimirle el hemofiltro a ratos, a bajarle la medicaci¨®n para sacarle del coma artificial. Est¨¢bamos pendientes de nuevos datos: cu¨¢nto tiempo pasaba sin respirador, cu¨¢ntos litros hab¨ªa sido capaz de orinar, como iba mejorando la neumon¨ªa, si abr¨ªa los ojos y era capaz de mirar cuando el personal sanitario pronunciaba su nombre. ¡°Apenas pod¨ªa mover las cejas cuando se despert¨®¡±, recuerda una de sus m¨¦dicos, Sarah Heili, jefa asociada del Servicio de Neumolog¨ªa y responsable de la Unidad de Cuidados Intermedios Respiratorios (UCIR).
El mi¨¦rcoles 27 de mayo, por fin Pilar recibi¨® la autorizaci¨®n para visitarle. Juan, en la UCI, lleno de cables, rodeado de m¨¢quinas, se puso nervioso al reconocerla (uno de los sensores empez¨® a hacer bip-bip de manera insistente). Ella le habl¨® de todos nosotros, sobre todo de Peli. Fue uno de los momentos m¨¢s emotivos de aquellas terribles semanas. Nos permit¨ªan ir a verle cada dos o tres d¨ªas, durante poco tiempo: los m¨¦dicos consideraron que era muy importante que reconociera a personas cercanas. Su nivel de conciencia aument¨® mucho cuando mi cu?ada se dio cuenta de un detalle crucial: sin gafas, Juan s¨®lo distingu¨ªa bultos. Desde que se las pusieron se mostraba mucho m¨¢s alerta y menos confuso.
Algo tan sencillo hizo que despertase m¨¢s r¨¢pido, aunque padec¨ªa retrocesos. La primera vez que le fui a ver a la UCI apenas era capaz de abrir los ojos. Como me dijo gr¨¢ficamente una enfermera, ¡°con toda la droga que le hemos metido para mantenerle dormido, no me extra?a que tarde en despertar¡±. Hasta que no le cerraron la traqueotom¨ªa, el 10 de junio, no pudo hablar. Su primera palabra no fue muy ¨¦pica: la enfermera le dijo: ¡°Juan di algo¡± y Juan replic¨®: ¡°Algo¡±. No hubo un momento Good bye Lenin en el que Juan fuese consciente de todo de golpe: el proceso fue gradual, exasperantemente lento. Todos ten¨ªamos miedo de que se quedase para siempre en ese limbo. No recuerda nada o muy poco de aquellos d¨ªas: no se acuerda de haber visto a nuestra madre a trav¨¦s de una tableta, ni de mis visitas, ni siquiera de cuando le habl¨¦ de Zucchero, su m¨²sico favorito. Tampoco se acuerda del momento de su salida de la UCI, que Pilar grab¨® en v¨ªdeo, en camilla, entre los aplausos del personal m¨¦dico. Es una grabaci¨®n que la familia todav¨ªa no puede ver sin emocionarse y que mi madre y yo contemplamos en bucle en una terraza junto al r¨ªo Manzanares mientras se nos ca¨ªan los lagrimones un d¨ªa que hab¨ªamos quedado a comer.
Por entonces ya se hab¨ªan acabado las malditas franjas horarias que nos obligaban a hacer trampas para vernos. En los tiempos duros iba en bici hasta su casa ¨Dpara hacer deporte pod¨ªas saltarte la distancia de un kil¨®metro desde el domicilio para pasear¨D y charl¨¢bamos, yo desde la calle y ella en su balc¨®n en el segundo piso. Parad¨®jicamente, la pantalla era casi m¨¢s cercana e ¨ªntima que hablar a gritos porque todo el vecindario ten¨ªa el privilegio de escuchar nuestros parlamentos.
Todo va bien
Todo lo que pudo salir bien, sali¨® bien: con el paso de los d¨ªas, Juan comenz¨® a ser consciente de d¨®nde se hallaba, de que hab¨ªa pasado mucho tiempo en la UCI y de que le quedaba un largo camino hospitalario. De la UCI pas¨® a la unidad respiratoria, y de all¨ª a planta, pero todav¨ªa estaba muy lejos de ser aut¨®nomo. No ten¨ªa fuerza ni para manejar un m¨®vil, levantarse y caminar eran entonces una quimera, y era plenamente consciente de ello. Esa lucidez era buen¨ªsima porque demostraba que ya estaba de vuelta, pero a la vez le expon¨ªa de manera implacable a las limitaciones de su propio cuerpo.
Una tarde de julio, le quitaron el ox¨ªgeno. Fue un paso enorme que se dio con una naturalidad sorprendente. Sin embargo, no pod¨ªa tragar, se alimentaba a trav¨¦s de una sonda, se hidrataba por una v¨ªa por la que tambi¨¦n recib¨ªa las medicinas, y orinaba auxiliado por otra sonda. Quer¨ªamos pensar que era un proceso transitorio y que se ir¨ªa recuperando. Los m¨¦dicos estaban casi seguros, pero la posibilidad de que algo se torciese siempre estaba en el horizonte. Y, entonces, una ma?ana de finales de julio nos anunciaron que le daban el alta. Pero todav¨ªa no pod¨ªa ir a casa.
GUILLERMO ALTARES
La monta?a m¨¢gica
Despu¨¦s de 118 d¨ªas ingresado, Juan sali¨® de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz el 30 de julio. Su destino era el hospital de la Fuenfr¨ªa, un antiguo centro para turberculosos en la sierra de Madrid, en Cercedilla. Est¨¢ en el coraz¨®n de la monta?a, barrido por el aire fresco y el aroma veraniego de las jaras. Fue construido por Antonio Palacios, uno de los arquitectos m¨¢s importantes de la historia de la capital, autor de edificios tan emblem¨¢ticos como el C¨ªrculo de Bellas Artes y el Palacio de Correos. Resultaba inevitable pensar en La monta?a m¨¢gica, de Thomas Mann. El objetivo era que pudiese valerse por s¨ª mismo al regresar a casa.
All¨ª, en el coraz¨®n de la sierra pasaba la mayor parte del d¨ªa en la soledad de la habitaci¨®n tras las sesiones de gimnasio, terapia ocupacional y logopedia. Estaba aislado porque todav¨ªa ten¨ªa una bacteria de la UCI. Durante aquellas largas horas de verano, le¨ªa, ve¨ªa la televisi¨®n, se comunicaba con el mundo a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa, so?aba con poder comer; pero tambi¨¦n tem¨ªa que la recuperaci¨®n no fuese total. En este punto, sus problemas no ten¨ªan tanto que ver con la covid-19, sino con su dilatada estancia en la UCI.
Las visitas se desarrollaban con cuentagotas, pero por primera vez pudo ver a unos pocos amigos y familiares (una vez a la semana, durante una hora). Hasta entonces, solo nos hab¨ªa visto a Pilar y a m¨ª: nos confes¨® que el aislamiento le pesaba mucho. Quedaban meses hasta que nuestra madre pudiese visitarle. Pero, a diferencia de los momentos m¨¢s duros, ya no est¨¢bamos separados: nos hab¨ªamos trasladado a la casa familiar de Segovia. Lo normal, estar todos juntos en medio de una desgracia, se hab¨ªa convertido en extraordinario. El verano pas¨® en una constante monta?a rusa emocional. Mi hermano avanzaba un poquito cada d¨ªa: empezaba a caminar por la habitaci¨®n, era capaz de mover mejor la mano izquierda (la derecha segu¨ªa casi paralizada). Pero la lentitud de las mejor¨ªas, y el temor a las secuelas se cern¨ªan como un nubarr¨®n sobre su ¨¢nimo. Un brote en el hospital oblig¨®, adem¨¢s, a aislarle y, a la postre, precipit¨® su alta, su regreso a casa.
El regreso a casa
El lunes 28 de septiembre, a primera hora de la tarde, tras toda una ma?ana de espera y gestiones, Juan sali¨® por su propio pie del hospital de la Fuenfr¨ªa. Hab¨ªa pasado seis meses (menos dos d¨ªas) hospitalizado. Hab¨ªan transcurrido tres estaciones (primavera, verano y oto?o). Y volvi¨® a casa, caminando, para volver a contemplar el horizonte desde su terraza. Aquel d¨ªa de septiembre, nuestra madre le pudo ver por primera vez. Como ocurri¨® con la retirada del ox¨ªgeno, aquel momento que llev¨¢bamos esperando desde hace meses fue tambi¨¦n de una naturalidad sorprendente. Cuando nuestra madre lleg¨® a su casa y su propio hijo, que hab¨ªa estado a punto de perder tantas veces durante tan pocas semanas, le abri¨® la puerta por sorpresa, hubo m¨¢s risas que l¨¢grimas. La separaci¨®n no hab¨ªa resultado finalmente tan radical: la pantalla nos hab¨ªa mantenido m¨¢s cerca de lo que pens¨¢bamos.
Hoy Juan tiene que ir a diferentes m¨¦dicos varias veces por semana, se enfrenta a una intensa agenda de rehabilitaci¨®n y ha engordado todo lo que ha podido. Camina sin problemas, aunque se cansa. La mano derecha se va desperezando (pensaba, al salir del hospital, que no la iba a recuperar nunca) y se da todos los caprichos culinarios que puede (entre ellos un cocido semanal), aunque todav¨ªa no se ha atrevido con un chulet¨®n con el que sue?a desde la Fuenfr¨ªa. Se encuentra bien, animado, con la l¨¢grima f¨¢cil y con muchas ganas de seguir la rehabilitaci¨®n.
Ning¨²n m¨¦dico ha sido capaz de determinar por qu¨¦ el SARS-Cov-2 se ensa?¨® con ¨¦l de esta manera. Una frase de John Hersey, el autor de Hiroshima, uno de los libros m¨¢s bellos sobre la capacidad de resistencia humana, resume su largo viaje y, en cierta medida, el nuestro: ¡°Los grandes temas son el amor y la muerte. Su s¨ªntesis es la voluntad de vivir. Creo que la humanidad ha demostrado que dispone de extraordinarios recursos para tratar de seguir con vida, por muy feas que se pongan las cosas¡±. Juan viene de muy lejos, pero est¨¢ vivo.
- Cr¨¦ditos
- Coordinaci¨®n y formato: Guiomar del Ser y Brenda Valverde
- Direcci¨®n de arte: Fernando Hern¨¢ndez
- Dise?o: Fernando Hern¨¢ndez y Ana Fern¨¢ndez
- Maquetaci¨®n: Nelly Natal¨ª
- Retrato de Juan Altares: Uly Mart¨ªn