Robert Mapplethorpe y Patti Smith: ¡°Si no vienes conmigo, me har¨¦ homosexual¡±
¡°Finge que eres mi novio¡±, le pidi¨® ella al conocerlo para librarse de un hombre. Esa noche dejaron de fingir. Juntos vivieron una historia de amor deslumbrante cruzada por los excesos y el arte hasta que la vida de ¨¦l se apag¨® una noche en la que ella, al otro lado del tel¨¦fono, se qued¨® oyendo su respiraci¨®n, dormido por la morfina
El 3 de julio de 1967, Patricia Lee Smith, de 20 a?os, lleg¨® a Nueva York con un peto, un jersey negro de cuello alto y una vieja gabardina gris, y una maletita de cuadros rojos y amarillos en la que hab¨ªa varios cuadernos, l¨¢pices de dibujo y un ejemplar de Iluminaciones, de Rimbaud, que le estaba cambiando una vida ya de por s¨ª agitada: embarazada a los 19 a?os, hab¨ªa dejado a su beb¨¦ en una familia de adopci¨®n. Meses despu¨¦s de aquello, en Nueva York, ella se dirigi¨® a la direcci¨®n que le hab¨ªan dado y all¨ª, en una habitaci¨®n, se encontr¨® a un chico dormido sobre una cama de hierro. ¡°Era p¨¢lido y delgado con una oscura mata de pelo rizado. Ten¨ªa el torso desnudo y collares de cuentas alrededor del cuello (¡). Se levant¨® de un salto, se puso las sandalias y una camiseta blanca y me indic¨® que le siguiera (¡). Nunca hab¨ªa visto a nadie como ¨¦l¡±, escribi¨® ella 43 a?os despu¨¦s. El joven la ayud¨® a llegar a su habitaci¨®n, y se despidieron.
D¨ªas despu¨¦s, tras conseguir su primer trabajo en una de las librer¨ªas Brentano¡¯s, apareci¨® ese chico por la puerta. Camisa blanca y corbata, esta vez. ¡°Parec¨ªa un colegial cat¨®lico¡±. Compr¨® un collar persa, el preferido de Patti Smith. Mientras se lo envolv¨ªa, a ella se le escap¨®: ¡°No se lo regales a ninguna chica que no sea yo¡±. ?l sonri¨® y dijo: ¡°Descuida¡±. Pas¨® una semana y Patti Smith, hambrienta y sin lugar para dormir (lo hac¨ªa a escondidas en la tienda, sobre su abrigo, cuando todos se marchaban: esperaba encerrada en el ba?o), acept¨® la invitaci¨®n a cenar de un escritor que llevaba d¨ªas merodeando la librer¨ªa y observ¨¢ndola. Olvid¨® los consejos de su madre (con un desconocido, a ninguna parte) azuzada por el hambre. Cenaron caro y mucho, y ya en la calle ¨¦l la invit¨® a subir a tomar una copa. Desesperada, mir¨® a todas partes buscando una salida. Apareci¨® de la nada el chico de la cama de hierro, el chico del collar persa. Fue hacia ¨¦l: ¡°Finge que eres mi novio¡±, le pidi¨®. Pasaron la noche juntos de un lado para otro y hablando sin parar (¡°me sorprendi¨® lo c¨®moda y abierta que me sent¨ªa con ¨¦l; m¨¢s adelante, me dijo que se hab¨ªa tomado un ¨¢cido¡±). Durmieron abrazados y no volvieron a separarse nunca.
?l le dijo su nombre a Patti aquella noche, Bob, pero ella decidi¨® que no le pegaba Bob, as¨ª que lo llam¨® Robert. Robert Mapplethorpe, ese era su nombre real. Tambi¨¦n su nombre art¨ªstico, porque esta es una historia de amor absoluto entre dos chicos de 20 a?os que, con el tiempo, se convertir¨ªan en dos leyendas del siglo XX. Pero esto ¨²ltimo da igual.
Ella ¡ªdijo en ?ramos unos ni?os (Lumen, 2011), un libro capital en el que desmenuza su relaci¨®n abrasiva e ins¨®lita¡ª era una cr¨ªa mala obsesionada con portarse bien; ¨¦l, un ni?o bueno con muchas ganas de portarse mal. Depend¨ªan de la generosidad de los amigos de Robert para dormir bajo techo, para ahorrar dinero Patti se saltaba comidas (una compa?era de trabajo la vio tan flaca que empez¨® a dejarle una fiambrera con sopa en el guardarropa) y aunque, escribe, nunca cuestion¨® la decisi¨®n de entregar a su hijo en adopci¨®n, ¡°aprend¨ª que dar vida y desentenderse de ello no era tan f¨¢cil¡±. Lloraba tanto que Robert la llamaba Empapadita. Ten¨ªa, dice, las caderas tan estrechas que el embarazo le hab¨ªa abierto literalmente la piel de la barriga. La primera vez que se acostaron juntos, Robert pudo ver las estr¨ªas que cruzaban su abdomen.
Lo que ocurri¨® entre ellos y alrededor de ellos, bajo ellos y sobre ellos, es una historia tan asombrosa y deslumbrante que esta p¨¢gina solo puede dar pobre testimonio de su inicio y de su final. En medio, Patti Smith ser¨ªa compositora, cantante, escritora, y Robert Mapplethorpe, que pintaba cuando conoci¨® a Patti, se hizo c¨¦lebre como fot¨®grafo. Vivieron juntos en el Chelsea Hotel en una ¨¦poca, 1969, en la que por all¨ª viv¨ªan o pasaron Andrea Feldman, Leonard Cohen, Bob Dylan, Keith Richards, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Dylan Thomas o Allen Ginsberg. Tambi¨¦n Jim Carroll, el poeta (yonqui, chapero, de todo) que escribi¨® su vida en Diario de un rebelde, luego pel¨ªcula protagonizada por Leonardo DiCaprio. ¡°?C¨®mo sabes que no eres gay?¡±, le pregunt¨® una vez Robert. ¡°Porque siempre pido dinero¡±, le respondi¨® Carroll. Cuando Patti y Robert empezaron a tener una relaci¨®n m¨¢s ¨ªntima, m¨¢s amistosa, menos sexual, ella empez¨® a salir con Sam Shepard.
Robert la enfrent¨® un d¨ªa. Quiso llev¨¢rsela con ¨¦l a San Francisco. ¡°Tengo que descubrir qui¨¦n soy¡±, dijo. Ella se neg¨®. ?l insisti¨®: ¡°Si no vienes conmigo, estar¨¦ con un t¨ªo. Me volver¨¦ homosexual¡±. Y Patti no comprendi¨®: ¡°No hab¨ªa nada en nuestra relaci¨®n que me hubiera preparado para semejante revelaci¨®n. Todas las se?ales que ¨¦l hab¨ªa transmitido de forma indirecta, las hab¨ªa interpretado como la evoluci¨®n de su arte. No de su personalidad¡±. ¡°Me han acusado de vestir como un puto, de tener mente de puto y cuerpo de puto¡±, le escribi¨® a ella meses despu¨¦s, a¨²n impactado por Cowboy de medianoche. ¡°Introdujo el concepto de puto en su obra y, m¨¢s adelante, en su vida¡±, dijo Patti; ¡°Puto, puto, puto. Supongo que es lo que me va¡±, resumi¨® ¨¦l. (A?os antes, ¨¦l se hab¨ªa empezado a prostituir para pagar el alquiler de los dos).
Segu¨ªan juntos, siempre siguieron juntos a su manera, tambi¨¦n haciendo el amor. ¡°Cada uno por su lado, juntos¡±, resumi¨® Patti. Robert le hizo una fotograf¨ªa ic¨®nica: la portada de Horses, el primer disco de Patti Smith. ¡°Esta es la que tiene la magia¡±, dijo ¨¦l eligiendo una de la selecci¨®n. ¡°Cuando ahora la miro, no me veo nunca a m¨ª. Nos veo a los dos¡±, dijo ella.
En febrero de 1989, muchos, muchos a?os despu¨¦s, Robert Mapplethorpe, enfermo de VIH, recibe a Patti Smith junto a su enfermera. All¨ª le lanza una pregunta demoledora: ¡°Patti, ?nos la ha jugado el arte?¡±. ¡°No lo s¨¦, Robert. No lo s¨¦¡±. ¡°Patti, me estoy muriendo. Duele much¨ªsimo¡±. Y ella supo, por primera vez, que aquel chico de 20 a?os que hab¨ªa conocido pobre y harapiento, feliz con un ¨¢cido encima, y que le hab¨ªa acompa?ado toda su vida, se iba a morir.
Un mes despu¨¦s, ella llam¨® como cada noche al hospital para desearle buenas noches. Pero la morfina lo hab¨ªa dormido y Patti se qued¨® al tel¨¦fono oyendo su respiraci¨®n cansada sospechando que jam¨¢s volver¨ªa a escuchar su voz. Orden¨® sus cosas en el escritorio, que tambi¨¦n hab¨ªan sido de Robert, arrop¨® a sus hijos, se acost¨® con su marido, al que le dijo: ¡°Sigue vivo¡±, y luego rez¨®. Cuando se despert¨®, y baj¨® las escaleras, en medio del silencio de la casa, supo que Robert Mapplethorpe hab¨ªa muerto. Minutos despu¨¦s, el tel¨¦fono son¨®. Patti Smith recuerda que estaba puesta la ¨®pera Tosca en el televisor: ¡°He vivido para el amor, he vivido para el arte¡±.
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