Cuando el mejor desfile de mantones de Manila del mundo sucede en un pueblo catal¨¢n
Una noche al a?o, el Ball de Mantons de Ulldecona re¨²ne alrededor de 300 parejas para bailar la jota tradicional en la plaza de la Iglesia. Una ocasi¨®n ¨²nica para admirar de cerca los mantones que lucen las mujeres, muchos de ellos tesoros textiles cargados de historia y de bordados de ensue?o
Sucede un lunes cualquiera de finales de verano, pero en Ulldecona es quiz¨¢s la noche m¨¢s importante del a?o. Desde primera hora del d¨ªa, la calle Mayor y la plaza de la Iglesia de la localidad tarraconense estar¨¢n copadas de sillas que han ido dejando los vecinos. Todos quieren disfrutar del espect¨¢culo desde primera fila. Y nadie osar¨¢ moverlas ni un mil¨ªmetro. Las ventanas y los balcones del recorrido tambi¨¦n se llenar¨¢n de gente. El Ball de Mantons no es solo una tradici¨®n muy arraigada en este pueblo del sur de Catalu?a, tambi¨¦n es un espect¨¢culo para los aficionados a la jota y la indumentaria tradicional. Se espera que alrededor de 300 parejas acudan a las puertas del Ayuntamiento, ellos vestidos de pag¨¨s y ellas ¡ªcon los brazos en jarra¡ª luciendo sus espectaculares mantones de Manila tan iguales y, al mismo tiempo, tan diferentes.
Una hora antes de medianoche, las parejas empezar¨¢n a desfilar por la calle Mayor entre murmullos de admiraci¨®n. Solo cuando est¨¦n todas bien situadas, la Banda de M¨²sica arrancar¨¢ con los primeros acordes de la Jota Vella. Y este preciso momento ser¨¢ el m¨¢s m¨¢gico: cuando todos los mantones de Manila ¡ªcon sus mil y una flores¡ª cobran vida a la vez. No ver¨¢n jam¨¢s jard¨ªn m¨¢s hermoso.
A¨²n falta m¨¢s de una semana para ese d¨ªa, para que sea lunes 9 de septiembre, pero en el comedor de Mar¨ªa Teresa Vidal se acumulan media docena de mantones de Manila. Desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, Vidal se dedica a dise?ar mantones por encargo que luego se confeccionan y se bordan a m¨¢quina en un taller artesanal de Sevilla. ¡°Hoy en d¨ªa se bordan muy pocos a mano, es un trabajo muy laborioso y mal pagado. Quien lo hace es por amor, solo para las hijas o las nietas¡±, explica mientras no levanta la mirada del cuello del llamativo mant¨®n blanco y morado que tiene sobre la mesa de cristal. ¡°Los mantones hay que cuadrarlos, es decir, que al cerrarlos a la altura del pecho el dibujo encaje. Y eso no es f¨¢cil. Puedes cuadrarlo con alfileres el mismo d¨ªa, claro, pero esto requiere mucha paciencia y muchas prefieren que ya est¨¦ cosido de antemano¡±, aclara.
Prepararse para salir a bailar es todo un ritual y siempre se necesita la ayuda de muchas manos. Vidal no ha perdido la cuenta de todos los mantones que ha dise?ado, pero s¨ª de todas las mujeres que ha ayudado a vestir en las horas previas al Ball de Mantons. ¡°Son tardes fren¨¦ticas, en esta sala he llegado a vestir a cinco o seis¡±, confiesa. Y su caso no es una excepci¨®n.
En muchas ocasiones, una de las mujeres que Mar¨ªa Teresa Vidal viste es su cu?ada. Carmen Vericat a¨²n no ha decidido si este a?o saldr¨¢ a bailar, aunque lo tiene todo preparado: un maravilloso mant¨®n de Manila de seda verde azulado, con flores granates y rosadas bordadas a mano que le vendi¨® un anticuario; un par de enaguas almidonadas; una falda brocada; y las joyas tradicionales: los pendientes largos y el broche que cierra el mant¨®n a la altura del pecho. Y tambi¨¦n todo aquello que no se ve: ¡°La toalla que se enrolla en la cintura para aguantar las enaguas y la falda, las que van a la altura del estern¨®n para sujetar el mant¨®n y darle forma, adem¨¢s de una tela triangular que se coloca sobre los hombros para proteger el mant¨®n del sudor¡±, enumera Vericat. Y a todo esto hay que sumar el peinado ¡ªel t¨ªpico picaport, un recogido de doble trenza¡ª y el maquillaje. ¡°Lo peor es cuando llegas a casa, agotada, y debes desvestirte. Y, claro, tambi¨¦n necesitas ayuda¡±, confiesa. ¡°Y luego a guardarlo todo y hasta el pr¨®ximo a?o¡±.
En la casa familiar, Vericat a¨²n conserva algunas de las reliquias que trajeron sus abuelos de San Francisco, ciudad a la que emigraron a principios del siglo XX para hacer fortuna y luego regresar a Ulldecona. Aunque entre ellas ya no se encuentran dos mantones de Manila. Rebusca en el m¨®vil una fotograf¨ªa de finales de los a?os veinte ¡ªcoloreada a posteriori¡ª en la que aparece una pareja joven vestida para salir a bailar la jota en la plaza, una tradici¨®n local documentada desde 1880. ¡°Ella es mi t¨ªa Llu?sa Oll¨¦ y lleva uno los dos mantones que trajeron de Am¨¦rica, que ahora debe tener una de sus nietas. F¨ªjate que tiene dos flores bordadas bastante grandes. Las monjas Carmelitas pidieron permiso a mi abuela para copiar este nuevo estilo y, poco a poco, se puso de moda entre las jovencitas del pueblo que iban al convento a bordar sus mantones¡±, relata. Pasada la Guerra Civil, el gusto local por las grandes rosas rojas fue a m¨¢s y ha permanecido como el estilo distintivo de los mantones de Ulldecona.
Pero, evidentemente, no son los ¨²nicos que despiertan admiraci¨®n durante el Ball de Mantons. ¡°Aqu¨ª en el pueblo hay familias que conservan mantones de seda espectaculares, muchos de ellos a¨²n salen a la plaza a bailar, a pesar de su antig¨¹edad. Algunos son de lentejuelas, otros tienen bordados de tem¨¢tica oriental, pues no hay que olvidar que los mantones son de origen chino¡±, afirma Dolors Serra, una estudiosa de las tradiciones locales.
Y es que la historia de los mantones no puede ser m¨¢s apasionante. En el siglo XVII, viajaban desde la regi¨®n china de Cant¨®n hasta el puerto de Manila, en Filipinas, punto de partida de muchas rutas comerciales y, v¨ªa M¨¦xico y Cuba, llegaban hasta Sevilla, desde donde se popularizaron por toda la Pen¨ªnsula. ¡°Hay que tener en cuenta que el mant¨®n es un objeto en tr¨¢nsito, ha recibido influencias culturales de todos los sitios por los que ha pasado y eso a lo largo de la historia ha provocado cambios en su tama?o, en el tipo de motivos que se bordaban, en los flecos¡ Por ejemplo, en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX se confeccionaban en China los llamados mantones isabelinos, hechos al gusto europeo. Eran m¨¢s peque?os, de color marfil, amarillo, aceite o ala de mosca, y las flores que se bordaban tambi¨¦n eran m¨¢s peque?itas¡±, se?ala la barcelonesa Carmina Pairet, experta textil de Vestiarte.
Aunque no eran mantones muy vistosos, s¨ª que fueron muy populares en Catalu?a. ¡°Recuerdo haber visto uno de estos en mi casa, pero estaba muy estropeado. Pero s¨¦ de una familia que conserva uno de ellos en buen estado y que incluso lleva la fecha bordada: A?o 1897¡å, explica Serra, lo que demuestra c¨®mo de arraigada est¨¢ la cultura del mant¨®n de Manila en un pueblo de poco m¨¢s de 6.000 habitantes.
Como es tradici¨®n, las mujeres de la familia Serra no se perder¨¢n el Ball de Mantons. Este a?o, ella llevar¨¢ un precioso mant¨®n de seda bicolor y bordado a mano que compr¨® hace a?os a un anticuario de Barcelona, aunque tambi¨¦n hubiera podio elegir el que recibi¨® de herencia de su madrina, que muri¨® sin descendencia. Este ¨²ltimo, tambi¨¦n de seda, de color marfil y con flores de diversos colores bordadas a m¨¢quina, se lo prestar¨¢ a su hija, que ya sabe que un d¨ªa ser¨¢ suyo.
Pero no todas las mujeres tienen la fortuna de recibir estas joyas textiles que pasan de generaci¨®n en generaci¨®n. As¨ª lo explica Lola Quintana, dibujante y restauradora. ¡°Yo provengo de una familia humilde y en casa nunca tuvimos un mant¨®n de Manila. As¨ª que hace unos a?os decid¨ª hac¨¦rmelo yo misma. Al descubrir que eran de origen chino, me enamor¨¦ de un antiguo mant¨®n nupcial en el que aparecen bordados cuatro dragones y una perla. Era completamente blanco, pero en mi r¨¦plica le puse color: un fondo granate tornasolado, dragones amarillos, nubes azules¡ Me pas¨¦ casi un a?o bord¨¢ndolo a mano y luego tambi¨¦n me hice el fleco de macram¨¦, las enaguas y la falda. ?Incluso las joyas! Mi mant¨®n es muy diferente a todos los que salen a la plaza porque no tiene ni un motivo floral¡±, asegura, consciente de la innovaci¨®n ¡ªy quiz¨¢s de alguna cr¨ªtica¡ª que representa esta decisi¨®n. Pero su experiencia ha sido tan gratificante que ya tiene en mente otro desaf¨ªo: ¡°Quiero replicar el mant¨®n blanco y amarillo que Ram¨®n Casas pint¨® en 1897 para un cartel de An¨ªs del Mono. Aunque esta vez s¨ª que voy a tener que bordar flores¡±, bromea. Y, sin pretenderlo, acaba d¨¢ndole la raz¨®n a P¨¦rez Gald¨®s cuando en Fortunata y Jacinta dej¨® escrito que envolverse en un mant¨®n de Manila era como ¡°vestirse con un cuadro¡±.