?Se puede esquivar la flecha de Cupido? Cu¨¢nto hay de elecci¨®n propia en el enamoramiento
Aquello que a cada cual le parece cautivador viene de alg¨²n tipo de aprendizaje, y lo que se aprende se puede desaprender. Adem¨¢s, hay una predisposici¨®n a dejarse llevar (o no) por la qu¨ªmica del flechazo
¡°El coraz¨®n tiene razones que la raz¨®n no entiende¡±, dec¨ªa el matem¨¢tico y fil¨®sofo Blaise Pascal. Algo as¨ª parece suceder cuando invade el enamoramiento, para algunos un impulso arrollador que deja poco margen de decisi¨®n. ¡°El amor es ciego¡± es otra frase popular que refuerza esta idea, porque si hubiera consciencia no nos enamorar¨ªamos de seg¨²n qui¨¦n. Cupido lanza sus flechas y cuando alguna alcanza ya no se puede uno resistir. Todo parece decirnos que si aparece ese sentimiento maravilloso e intenso no hay escapatoria. Pero, ?seguro que no hay raz¨®n en el enamoramiento? ?Elegimos de qui¨¦n nos enamoramos?
Para empezar, atracci¨®n y enamoramiento no son lo mismo. Seg¨²n el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa de la sexualidad de la Universidad de Salamanca F¨¦lix L¨®pez S¨¢nchez, la atracci¨®n ¡°supone el deseo, hace referencia siempre a algo externo (una persona o parte de su cuerpo o conducta) que se ve, se oye, se toca, gusta, huele... a lo que atribuimos o investimos con un valor er¨®tico.¡± Por otro lado, el enamoramiento es ¡°un afecto referido a una persona concreta, y solo una, que es deseada, atrae y fascina, conmocionando de tal manera a la persona enamorada que activa todos sus sistemas y recursos (fisiol¨®gicos, mentales, afectivos y de conducta).¡± Lo segundo, m¨¢s complejo, implica la primera, pero al rev¨¦s no sucede necesariamente.
Cada cual tiene sus gustos, se dice, pero resulta que hay algunas caracter¨ªsticas que se consideran com¨²nmente atractivas. ¡°La historia de la humanidad ha hecho aprendizajes adaptativos para los hombres y las mujeres que se han incorporado a la especie y mantienen su influencia a¨²n hoy¡±, se?ala L¨®pez S¨¢nchez. Caderas anchas en mujeres para un mejor parto o vigor f¨ªsico en los hombres para asegurar la protecci¨®n ser¨ªan un par de ejemplos cl¨¢sicos. Pero es obvio que esta selecci¨®n natural tiene menos peso en las sociedades desarrolladas, donde toma mayor importancia la influencia cultural, con modelos que se interiorizan desde peque?os. El sex¨®logo John Money defini¨® como Love Map al mapa cerebral personalizado, que se construye desde la infancia y se manifiesta por completo despu¨¦s de la pubertad, donde se van recogiendo las caracter¨ªsticas de la persona que resulta atractiva. As¨ª pues, aquello que a cada cual le parece cautivador viene de alg¨²n tipo de aprendizaje, y lo que se aprende se puede desaprender para dar paso a otro concepto o idea nueva. Qu¨¦ nos atrae es entonces una decisi¨®n, aunque muchas veces sea inconsciente.
La atracci¨®n es la primera fase del enamoramiento y que sea correspondida ser¨ªa la segunda. A partir de aqu¨ª, el enamoramiento implica ¡°una constelaci¨®n de factores simult¨¢neamente presentes: la oportunidad, los obst¨¢culos, el misterio, las semejanzas, un mapa del amor compatible, hasta los olores adecuados¡±, se?ala Helen Fisher en su libro Anatom¨ªa del amor libre. Y con todo ello, dejarse llevar. As¨ª visto, el enamoramiento no parece algo tan sencillo y, sobre todo, tan impulsivo. Quiz¨¢s de manera no intencionada, se est¨¢n valorando una serie de aspectos para dar el siguiente paso: decidir si uno se deja llevar o no por ese hurac¨¢n. El modelo de pareja mon¨®gamo da ejemplos de que hay una cierta determinaci¨®n: cu¨¢ntas veces se conoce a alguien que parece muy compatible, pero se descarta por estar ya en una relaci¨®n. Y cu¨¢ntas veces, tambi¨¦n, no se descarta. En ese momento se est¨¢ tomando una decisi¨®n. L¨®pez S¨¢nchez lo corrobora: ¡°El enamoramiento es una pasi¨®n que nos impulsa hacia esa persona, a seducirla, desear su presencia y compartir una relaci¨®n ¨ªntima, sexual y afectiva. La motivaci¨®n es muy poderosa, pero no perdemos la libertad de decisi¨®n¡±.
El enamoramiento tiene una parte qu¨ªmica, con la que se justifican esas actitudes obsesivas propias de ese estado. Cristina Guill¨¦n Mendoza, en su art¨ªculo La qu¨ªmica del enamoramiento, explica de forma clara c¨®mo la feniletilamina, la dopamina, la adrenalina, la oxitocina, la testosterona y las endorfinas inundan el cerebro de las personas afectadas. Parece dif¨ªcil resistirse a ese chute de bienestar. De hecho, hay personas enganchadas a ese subid¨®n, que van encadenando un enamoramiento tras otro. Y tambi¨¦n hay otras que en un momento determinado, por ejemplo tras una separaci¨®n, prefieren no sucumbir a esas sensaciones. Por lo tanto, hay una predisposici¨®n a dejarse llevar (o no) por esa qu¨ªmica del enamoramiento.
?Por qu¨¦ elegimos siempre el mismo tipo de pareja?
En el d¨¦cimo episodio de la segunda temporada de Friends, Rachel Green presenta a un nuevo novio llamado Russ, que es f¨ªsicamente igual a Ross, su amor-desamor durante toda la serie. Igual que el personaje interpretado por Jennifer Aniston, hay personas que eligen siempre el mismo tipo de pareja, aunque suponga tropezar dos o m¨¢s veces con la misma piedra. La ciencia corrobora que este patr¨®n en la elecci¨®n de pareja se da con cierta frecuencia, haciendo que algunas personas est¨¦n buscando de forma reiterada unas mismas caracter¨ªsticas (f¨ªsicas, de personalidad), posiblemente sin darse cuenta. Quiz¨¢s porque se tiende a buscar lo que es conocido (la zona de confort tambi¨¦n aplica en las relaciones) o porque es habitual que resulten atractivas personas que se perciben como similares a cada cual. Dos matices a a?adir a esto: para empezar, parece que esta tendencia a fijarse en clones es menos significativa en personas extrovertidas y abiertas a la experiencia. Es decir, con estos rasgos de personalidad hay menos probabilidades de tener una relaci¨®n con alguien similar a la expareja. Y para continuar, esta selecci¨®n es, al igual que hemos visto con la atracci¨®n, un aprendizaje inconsciente. En el momento en que se es consciente de ello, se puede revertir. Porque es igual o m¨¢s importante decidir de qui¨¦n no se quiere uno enamorar.
Justificar los impulsos, sean rom¨¢nticos o sexuales, como algo simplemente biol¨®gico, se queda corto. En la conducta humana hay influencia tambi¨¦n social y psicol¨®gica en forma de aprendizajes realizados, de decisiones conscientes o inconscientes que se toman. Se puede esquivar, si se quiere, la flecha de Cupido.