Contra los jetas, reserva previa con tarjeta
De los cerca de 83.900 restaurantes y puestos de comidas que hab¨ªa en Espa?a a fecha de 1 de enero de 2022, solo una minor¨ªa dispone de pol¨ªticas de cobro por adelantado o cancelaci¨®n con costes
El pasado mi¨¦rcoles baj¨¦ a Barcelona para ir al teatro con un grupo de amigos, y vivimos una experiencia horrible. Ten¨ªamos compradas tres entradas, porque uno de nosotros no pudo confirmar que vendr¨ªa hasta ¨²ltima hora, por esas cosas de la vida que nos pueden pasar a todos, pero al final, qu¨¦ alegr¨ªa, pudimos ir los cuatro. Nos dirigimos al se?or con sombrerito, barba bien recortada y facilidad para soltar agudezas decimon¨®nicas que controlaba el acceso a la sala, de pie, junto al pivote que sujetaba el cord¨®n de terciopelo rojo. Le mostr¨¦ las tres entradas y, fig¨²rense, no nos dej¨® entrar a todos. Que con tres butacas reservadas solo pod¨ªan entrar tres personas, dijo. ?Que estaba todo reservado y que no pod¨ªan arrejuntar las butacas para que cupiera uno m¨¢s, y que si quer¨ªamos estar juntos volvi¨¦ramos, pagando de nuevo, a otra sesi¨®n otro d¨ªa! ?Qu¨¦ barbaridad!
El grupo qued¨® consternado. Del estupor inicial pasamos a la indignaci¨®n y al enfado, dijimos cuatro cosas bien dichas y pusimos un par de puntos sobre un par de ¨ªes, pero terminamos, resignados, en un taxi; uno buscando en el smartphone algo abierto y decente donde ir a comer algo; otro, encarg¨¢ndose de dejar constancia del ultraje en las redes sociales del teatro en cuesti¨®n. Yo, la mirada desenfocada, perdida en la noche de la ciudad condal a trav¨¦s de los cristales del auto, not¨¦ c¨®mo, de repente, un velo se deshac¨ªa en mi interior y una nueva claridad se apoderaba de mi mente, despert¨¢ndome de mi ensimismamiento: ?esto no s¨®lo ocurre en el teatro, chicos!, grit¨¦. ?El mundo civilizado se desmorona!
Escenas de otros lugares y otros momentos se agolparon en mi mente, como flashes, con un brillo distinto al que hab¨ªan tenido hasta entonces, dibujando una nueva realidad: vi como un par de semanas antes hab¨ªa tenido que pagar por adelantado billetes de avi¨®n de ida y vuelta a una feria del libro en Cantabria, sin saber si ese d¨ªa tendr¨ªa gripe. Vi como hab¨ªa tenido que dar los detalles de mi tarjeta de cr¨¦dito al reservar una habitaci¨®n de hotel para esa estancia, aun sin estar segura de que realmente fuese a dormir all¨ª esa noche, teniendo el festival BBK a un tiro de piedra por esas mismas fechas. ?Es m¨¢s! Ahora recordaba no haber podido acceder al recinto del festival bilba¨ªno sin abono por no haberlo podido reservar sin pagar. ?C¨®mo se supone que una puede saber, a tres meses vista, si esa noche de julio se le va a antojar m¨¢s el BBK de Bilbao, el Cru?lla de Barcelona o el Mad Cool de Madrid?
De golpe, record¨¦ todas las veces que hab¨ªa comprado entradas para el cine o para espect¨¢culos infantiles, conciertos, mon¨®logos... por anticipado. Me vi a m¨ª misma, incluso, d¨¢ndole permiso al surtidor de gasolina para comprobar que realmente hubiera en mi cuenta el saldo de 20 euros que ten¨ªa intenci¨®n de meter en el tanque del Ibiza, esa misma tarde, antes de efectivamente verterlos; o pagar por una frusler¨ªa en eBay o en Amazon cualquiera que fuese su precio, mil veces, d¨ªas antes de haberla recibido en casa, y sin saber si se ajustar¨ªa a mis expectativas.
Me di cuenta, en esa suerte de epifan¨ªa, de que el ¨²ltimo reducto de libertad total, de respeto por la espontaneidad, ?de sentido com¨²n!, estaba en los restaurantes. El de la restauraci¨®n era el ¨²nico ¨¢mbito en el que una a¨²n pod¨ªa reservar para cuatro y esperar atenci¨®n para seis u ocho, o bloquear una mesa para comer, de modo que nadie m¨¢s pudiese ocuparla, para luego no hacer acto de presencia, sin sufrir ning¨²n tipo de contrapartida; en un restaurante, eludir una cita no hab¨ªa tenido nunca consecuencias de ning¨²n tipo, como tampoco las hab¨ªa tenido fijar una hora concreta para esa cita y presentarse una hora tarde: en ellos, a diferencia de la consulta del dentista o de la notar¨ªa, una siempre hab¨ªa tenido derecho a exigir el mismo tipo de atenci¨®n que si hubiese sido puntual.
Los grandes restaurantes nacieron como respuesta a la necesidad de los chefs de la aristocracia de buscarse la vida en Francia despu¨¦s de que la guillotina les dejase sin patrones. Y aqu¨ª estamos, 234 a?os despu¨¦s, comport¨¢ndonos como reinonas dram¨¢ticas, exigiendo al gremio una forma de trato cercana a la sumisi¨®n y a la pleites¨ªa que no se da en ning¨²n otro sector de actividad. Lo que pasa en el sector de la restauraci¨®n, esto de no tener que dar ning¨²n tipo de adelanto ni garant¨ªa financiera al reservar un servicio, es una anomal¨ªa, una excepci¨®n. ?Alguno se atrever¨ªa a defender el derecho a encargar tres trajes a medida a tres sastres distintos, o tres muebles distintos a tres ebanistas, sin dar ninguna paga y se?al, y, una vez hechos, decidir con cu¨¢l quedarse y dejar los otros dos sin pagar? Se parece mucho a lo de reservar en tres restaurantes a la vez y a ¨²ltima hora decidir a cu¨¢l se va. Si esto no hubiese pasado nunca, no estar¨ªamos teniendo esta conversaci¨®n.
Y, no. No se preocupen. Esto no va de coartar su derecho a ser espont¨¢neos, ni de limitar su libertad de cambiar de opini¨®n o de ponerse enfermos. Esto va de entender que un restaurante es una empresa que necesita ser viable financieramente para seguir existiendo. De eso, y de cumplir uno mismo con los compromisos que asume libremente. De los cerca de 83.900 restaurantes y puestos de comidas que hab¨ªa en Espa?a a fecha de 1 de enero de 2022, solo una minor¨ªa dispone de pol¨ªticas de cobro por adelantado o cancelaci¨®n con costes, y estos suelen tener alguna estrella Michelin o un precio medio por el cubierto por encima de los 70 euros.
Si no les parece razonable que les pidan asumir un compromiso que se limita a pagar una parte de lo que prometen consumir m¨¢s tarde, vayan a cualquiera de los otros miles restantes. Pero es solo una cuesti¨®n de tiempo que lo que hoy sorprende e indigna a muchos acabe siendo lo habitual.