'Masterchef': Tan alegre como la mili
Lo esper¨¢bamos. Algunos incluso lo ansi¨¢bamos. Por fin, un concurso de cocina en Espa?a a lo grande. Con medios y en una cadena p¨²blica, presunta garant¨ªa para evitarnos el bochorno de anteriores experimentos en alguna televisi¨®n privada. Pegados al televisor a las 22.30 de la noche, enchufados a La 1, asistimos ayer al estreno de Masterchef, un formato que ha arrasado en otros pa¨ªses y que muchos quer¨ªamos que repitiera ¨¦xito aqu¨ª. ?Pero respondi¨® el programa a nuestras expectativas? Siento decirlo, pero al menos a las m¨ªas, no.
Nos hab¨ªan prometido un trepidante programa lleno de acci¨®n, tensi¨®n y buena cocina, y a lo que asistimos fue a la en¨¦sima versi¨®n de Operaci¨®n Triunfo vs. T¨² s¨ª que vales, pero con gente preparando platos churriguerescos en vez de hacer gorgoritos delante de un micr¨®fono. No falt¨® ni un s¨®lo clich¨¦ de los talent shows: los nervios, las l¨¢grimas, la ilusi¨®n desbordada, los abrazos con familia y amigos, el jurado haciendo pausitas cabronas para que el concursante crea que le han eliminado pero luego resulta que no, el discurso de "aqu¨ª somos muy exigentes y s¨®lo queremos la excelencia"... Todo lo hab¨ªamos visto ya antes en unos 20 programas.
Si la copia hubiera sido acertada, no habr¨ªa sido nada grave: exigir originalidades en prime-time en este pa¨ªs es cosa de idealistas chalados. Tampoco es que creyera que Masterchef iba a ser un programa de gastronom¨ªa de verdad: no soy tan iluso. El problema es que, desde los primeros minutos, result¨® m¨¢s envarado que una estaca clavada en mitad del campo. Salvo las breves intervenciones de los concursantes, todo ol¨ªa a gui¨®n, a cosa escrita. Hubo momentos en los que la presentadora y el jurado parec¨ªan estar declamando en un teatro del siglo XIX, de lo forzados y huecos que sonaban. Ni un m¨ªnimo chispazo de espontaneidad en cerca de dos horas: todo un r¨¦cord.
"Ser m¨¢s falso que la sonrisa de Eva Gonz¨¢lez", frase reci¨¦n acu?ada.
La presentadora, Eva Gonz¨¢lez, no contribuy¨® a relajar el ambiente: forzando la vocalizaci¨®n a la manera de una aut¨®mata, daba la sensaci¨®n de que se hab¨ªa visto todos los v¨ªdeos de programas de Raquel S¨¢nchez Silva y se hab¨ªa propuesto superarla en marcialidad. Como si se hubiera ca¨ªdo de Supervivientes a Masterchef en la parrilla televisiva, su empat¨ªa con la cocina era m¨¢s o menos la que puede tener una top model con una fabada asturiana. En cuanto al jurado... ?pobre jurado! ?Por qu¨¦ sufren todos sus miembros de ristitis aguda? ?Seguro que es conveniente que los tres est¨¦n en la misma clave de exigencia desabrida y malencarada? ?Alguien compar¨® el porcentaje de caretos serios y miradas duras con el de sonrisas y gestos agradables? Me apuesto algo a que fue del 90/10.
Jordi Cruz luch¨® por mostrar un lado simp¨¢tico acorde con su cara angelical, pero un mont¨®n de frases preparadas sacadas del discurso de alg¨²n general no le dejaron. Samantha Vallejo-N¨¢gera parec¨ªa una mezcla de Mar¨ªa Dolores de Cospedal, Catelyn Stark y la se?orita Rotenmeyer: para pr¨®ximos cap¨ªtulos, sugiero una escena de cuero y l¨¢tigo dominando a alg¨²n concursante que se porte mal. El ¨²nico que transmiti¨® algo fue Pepe Rodr¨ªguez: me encant¨® su papel de mat¨®n mafioso un poco chiflado, aplicando t¨¢cticas de tortura psicol¨®gica a los participantes. Es muy inquietante y da miedito, algo que se agradece porque al menos te saca de la modorra.
Gordon Ramsay lleva el pelo texturizado. Jordi Cruz tambi¨¦n. ?Coincidencia? No creo.
Todos parec¨ªan empe?ados en demostrarnos que Masterchef es un concurso muy serio, que son exigentes de verdad, que all¨ª no se va a hacer el tonto. Pero se les fue la mano, y la falta de tacto, de simpat¨ªa, de compasi¨®n por esa pobre gente que lo est¨¢ pasando fatal intentando lidiar por primera vez en su vida con un rodaballo entero, convirti¨® lo que deber¨ªa haber sido un espect¨¢culo emotivo en la retransmisi¨®n de unas maniobras culinario-militares. En este sentido, la inclusi¨®n de un horroroso y largu¨ªsimo publirreportaje de las Fuerzas Armadas, con los contendientes preparando comida para un batall¨®n, no pod¨ªa haber sido m¨¢s metaf¨®rica.
"Espero que las chips sean como las de mam¨¢", piensa el soldado de la mano Playmobil.
Pero seamos optimistas. Es un primer programa, y ya sabemos que las presentaciones en este tipo de concursos con tanta gente son dif¨ªciles. Personalmente, tengo puestas todas mis esperanzas en algunos concursantes que pueden dar bastante juego en los pr¨®ximos cap¨ªtulos. Fabi¨¢n, el ni?o maleni -tal como le apod¨® ayer Biscayenne en Twitter-, promete. Tambi¨¦n Nati, capaz de cagarla dos veces en un mismo programa sin que la expulsen: tener el morro de llamar "sorpresa de arroz y mar" a una plastorra alquitranada merece un aplauso.
Jose, uno de los pocos miembros del elenco con cierta sensibilidad culinaria, es para m¨ª es el gran favorito. Jose Antonio, r¨¢pidamente apodado Masterpur¨¦, tuvo un momento glorioso cuando dijo que ¨¦l no lo hab¨ªa hecho mal, "que era el fuego". Sin embargo, es posible que los mejores minutos nos los depare Maribel, una se?ora muy total de Castell¨®n. En la prueba colectiva, ella estaba al mando de uno de los dos equipos, y tuvo la genial idea de mandarles preparar un risotto con chips de calabaza, el t¨ªpico plato sencillo para cuando tienes que cocinar para m¨¢s de 100 personas. Sali¨® lo que ten¨ªa que salir: una masa de v¨®mito pastoso guarnecido con unas lonchas grasientas de calabaza que los soldados se tragaron con castrense resignaci¨®n.
Maribel, la se?ora que usa las alcachofas de maracas.
El Masterpur¨¦ depil¨¢ndose la nariz a soplete.
Hay que decir que los concursantes no tienen la culpa de los desastres: les ponen a preparar cosas que no est¨¢n a su nivel, nadie les aconseja ni les ense?a a hacer nada, y el ¨²nico papel del jurado mientras cocinan es el de ponerles de los nervios. No son profesionales, pero deben comportarse como tales desde el primer momento. Adem¨¢s, los mensajes que reciben son de lo m¨¢s confusos. Samantha les dice que est¨¢n ah¨ª no para hacer platos tradicionales sino alta cocina (al parecer, la ¨²nica digna para un cocinero de verdad; d¨¦jate de cosas ricas y NORMALES que eso es para palurdos). Y despu¨¦s les mandan a guisar el rancho para un mont¨®n de militares. Viendo el programa, yo me imaginaba como concursante sufriendo un ataque de esquizofrenia.
La misma confusi¨®n se apoder¨® del montaje de las situaciones en las que la troupe cocinaba. No se entend¨ªan los procesos que llevaban a cabo, y dudo de que ning¨²n espectador haya aprendido absolutamente nada de cocina tras ver este primer episodio. De hecho, me da que el efecto habr¨¢ sido justo el contrario: como ha dicho esta ma?ana en Hoy por hoy el gran Roberto Enr¨ªquez, viendo Masterchef te dan ganas de no arrimarte a un fog¨®n en tu vida, y una buena teor¨ªa conspiratoria apuntar¨ªa a que todo es un montaje de los chefs para quitarse de encima posibles competidores profesionales.
Resumiendo, Masterchef adolece para m¨ª dos grandes carencias. Primero, se toma a s¨ª mismo demasiado en serio. Salvo en momentos c¨®micos no intencionados, como el de los concursantes flip¨¢ndolo al ver, ?uau!, un supermercado lleno de productos a su disposici¨®n, el sentido del humor brilla por su ausencia. Como el cari?o o la comprensi¨®n, sentimientos imprescindibles para que el espectador no se acabe aburriendo de tanta dureza y tanto rigor. Su segundo fallo es no entender que la comida y la cocina son, antes que nada, un placer. La profesi¨®n de cocinero es dura, s¨ª, pero si este espect¨¢culo no te transmite la pasi¨®n por guisar algo bueno, el disfrute de oler una cazuela o la emoci¨®n de degustar un plato sabroso, es dif¨ªcil que te atrape. ?Vimos a alguien gozando ayer en Masterchef? Yo no. Lo que vi fue unos ejercicios tan alegres como la mili, dirigidos por tres sargentos con malas pulgas en las cocinas de un cuartel televisivo.
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