Mejillones con ensalada de invierno

Pocos alimentos nos da el mar que me pongan tan palote como los mejillones. Aparte del ligero pe?azo que es tener que lavarlos y rascarles un poco las conchas ¨Cpe?azo al que soy inmune, ya que tengo la suerte de que con este tipo de trabajos manuales pongo m¨²sica y entro en trance como los tiburones cuando les rascas el hociquito¨C, este molusco es todo ventajas: desde su precio hasta la infinidad de preparaciones que admite, pasando por un sabor que nada tiene que envidiar a sus parientes pijos.

El caso es que estaba abusando vilmente y con todo el morro preparando una entrada ¨Cque podr¨¦is leer pronto¨C con la gentil ayuda de mi joven y talentoso amigo I?aki Aldrey, jefe de la partida de carnes del restaurante ABaC, cuando sali¨® el tema de las ostras (recurrente en nuestra conversaci¨®n, debo confesar). I?aki reparte sabidur¨ªa con total naturalidad, y si est¨¢s atento a lo que cuenta siempre aprendes algo, pero el comentario "los l¨¢cteos ayudan a fijar el sabor a yodo de la ostra" tuvo m¨¢s consecuencias de las habituales.

De la ostra pasamos al mejill¨®n y de la teor¨ªa a la acci¨®n: un paseo por el mercado y dos minutos de conversaci¨®n engorilante fueron m¨¢s que suficientes para ponernos de acuerdo en los ingredientes y la ejecuci¨®n de uno de los mejores aperitivos que he tomado nunca. Adem¨¢s adapta a la perfecci¨®n algo tan veraniego en el imaginario popular como el mejill¨®n a las verduras que nos ofrece el invierno, consiguiendo un resultado fresco, sabroso y con una textura muy agradable.