Estrategias para la cena de Nochebuena
Las abominaciones culinarias, los villancicos m¨¢s bastos y las decoraciones que convierten tu sal¨®n en un puticlub de camioneros marcan la velada m¨¢s bonita del a?o. El autor de Sinopsis de Cine te ense?a a disfrutarla.
La cena de Nochebuena es, con diferencia, el momento m¨¢s bonito del a?o. La ocasi¨®n en la que se junta la familia entera en amorosa armon¨ªa y concordia, hasta que empiezas a discutir de pol¨ªtica con tu cu?ado, tu abuela se emborracha con el Freixenet, tu t¨ªa monta su drama anual y alg¨²n ni?o se lleva dos paternales hostias por cruzar la delgada l¨ªnea roja. Porque no hay celebraci¨®n navide?a que no acabe como una boda berebere.
Para una ocasi¨®n tan especial se ornamenta la casa apropiadamente, desplegando un abeto de pl¨¢stico repleto de bolas colgando y colocando luces de colores parpadeantes, tanto en el ¨¢rbol como en las ventanas, hasta que tu sal¨®n parezca un puticlub de camioneros. Tambi¨¦n pueden repartirse tiras de espumill¨®n y flores de pascua por cualquier rinc¨®n poco adornado. Porque lo importante en Navidad no es que quede bien, sino que abunde. No pretendas que tu hogar se acabe pareciendo a los que salen en las pel¨ªculas americanas: con suerte lo confundir¨¢n con el escaparate de un bazar chino.
En muchas casas, adem¨¢s, se sigue manteniendo la tradici¨®n de montar el Bel¨¦n. Un Bel¨¦n casero consiste en un zurriburri de ovejas de porcelana tullidas, una gallina m¨¢s grande que una casa, un r¨ªo de aluminio, placas de musgo podrido, tres camellos gigantes, un ni?o Jes¨²s de 8 meses de edad y una Virgen Mar¨ªa vestida con seda y corona de oro (como cualquier campesina de Galilea de hace 2.000 a?os). Si tienes cr¨ªos en casa, tambi¨¦n habr¨¢ pok¨¦mons adorando al Ni?o y en lugar de San Jos¨¦ habr¨¢ un Gormiti devoramentes debajo del portal de corchop¨¢n.
La velada empieza siempre en la cocina, adonde va acudiendo poco a poco un r¨ªo de gente para abrir ollas, meter el dedo en las salsas y pellizcar guisos. Aqu¨ª es donde el jurado cata los manjares que luego se servir¨¢n en la cena. Eso hasta que a tu madre se le hincha el gominolo y desaloja la estancia al grito de ¡°fuera de aqu¨ª todos los que no est¨¦n cocinando¡±. Con suerte podr¨¢s quedarte si te encomiendan la misi¨®n de partir los turrones, con la condici¨®n de que dejes de golismear en los fogones. T¨² aprovechar¨¢s el trabajo para comerte disimuladamente los trozos que se van rompiendo y las migajas de Suchard que se quedan sobre la tabla.
Preparar una bandeja de turrones es todo un arte. Hay que colocar los tablones en varias alturas de modo que no se desmoronen, dejando debajo del todo tus sabores preferidos para que no se los coman los dem¨¢s. Luego hay que rodear la estructura con polvorones (que s¨®lo se los come el abuelo porque est¨¢n blanditos) y lanzar pu?ados de uvas pasas, orejones y peladillas que estar¨¢n dando vueltas por la casa hasta el mes de junio. A la hora de los turrones s¨®lo hay guantazos por los pralin¨¦s; nadie que no est¨¦ en tratamiento discute por un mazap¨¢n o una fruta escarchada.
La mesa para la cena es otro arte. Tu madre pone el mantel bueno, la vajilla buena y la cuberter¨ªa buena, que no se usan nunca porque es tradici¨®n destrozarlos ¨²nicamente en las grandes ocasiones. Ella dice que no pasa nada, pero t¨² le ves la cara cada vez que alguien tira el vino sobre el mantel de organd¨ª o desintegra una copa de la Vajilla Catalina de Prusia, y sabes que no saca de paseo el cuchillo de deshuesar terneras porque luego le toca a ella limpiar la matanza.
Entonces sobre la mesa se despliega el fest¨ªn de Nochebuena. Estalla la guerra. Debes colocarte estrat¨¦gicamente cerca de los platos ricos y centrarte en ellos. Olv¨ªdate de las bandejas m¨¢s alejadas de ti, est¨¢n perdidas. Sacrifica el jam¨®n, que lo venden todo el a?o, y concentra las estocadas de tu tenedor en la caza del centollo, porque no tendr¨¢s tiempo de dar m¨¢s de dos o tres. Aunque os hay¨¢is vestido con elegancia, no es momento para comportarse con recato. El que hace alg¨²n remilgo o intenta iniciar una conversaci¨®n, se queda sin gulas. Aqu¨ª la batalla no se da por terminada hasta que todos los comensales est¨¦n repanchingados en sus sillas como gatas pre?adas.
En esto de la gastronom¨ªa navide?a cada casa tiene su propio men¨², pero hay varios manjares comunes a todas que no pueden faltar:
- La bandeja de langostinos, que servir¨¢n para hacer el salpic¨®n del d¨ªa siguiente y para que se los coma tu suegra diciendo que son congelados, pero se zampa kilo y medio ¡°por no tirarlos¡±.
- Los esp¨¢rragos blancos, que ni ellos mismos saben qu¨¦ pintan ah¨ª.
- Los canap¨¦s, que son como la amiga fea de los pinchos. Aqu¨ª el espa?ol deja volar su imaginaci¨®n para alcanzar todo tipo de abominaciones culinarias.
- El c¨®ctel, principalmente el de las gambas que se asoman al borde de una pi?a. Esto es lo que se conoce como comida elegante en cualquier presidio caribe?o.
- La botella de sidra El Gaitero para quien no soporta el sabor del cava o del champ¨¢n pero tiene que participar en los variados brindis posteriores al atiborre.
Despu¨¦s de la cena viene el momento de cantar villancicos. Pero villancicos de los nuestros, con pandereta de pl¨¢stico, botella de an¨ªs y pu?etazos en la mesa. Porque hay una sutil diferencia entre las canciones navide?as anglosajonas como White Christmas, Let it snow o Jingle Bells, que se cantan en coro sobre un fondo nevado, y los villancicos espa?oles como Hacia Bel¨¦n va una burra, rin, r¨ªn, Ay del chiquirrit¨ªn o Ande, ande, ande la marimorena, que se pueden tocar con un bombo, diez borrachos y una cabra sentada en una banqueta. Nuestro car¨¢cter exquisito y refinado.
En conclusi¨®n: disfruta del momento porque, si lo piensas, te puedes echar unas buenas risas, recopilar an¨¦cdotas vergonzantes y ponerte como la mo?o?o de tus platos favoritos. Adem¨¢s la familia es lo mejor. Si todav¨ªa no lo sabes, ya te dar¨¢s cuenta.
?Feliz Navidad!
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