De la Colchona a las ¡®mantecaeras¡¯: las mujeres de los mantecados de Estepa
Micaela Ruiz perfeccion¨® en el siglo XIX la receta de los mantecados y los comercializ¨® por primera vez fuera de este pueblo sevillano. Hoy esta industria da miles de puestos de trabajo, en su mayor¨ªa a mujeres.
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Los mantecados de Estepa los empez¨® a comercializar una mujer. Y fue una mujer, la misma, quien en la segunda mitad del siglo XIX perfeccion¨® la receta tradicional hasta conseguir el producto que conocemos hoy d¨ªa. Micaela Ruiz T¨¦llez, la Colchona, es una figura trascendental en la industria repostera de esta localidad sevillana, como tambi¨¦n lo son las miles de mantecaeras que han trabajado en los obradores durante m¨¢s de 100 a?os. Porque este dulce navide?o creci¨® y sigue vivo gracias a las manos femeninas.
¡°En el pueblo, las matanzas de cerdo ib¨¦rico se daban en octubre y noviembre. Por aquel entonces se aprovechaba un sobrante de las mismas y se elaboraban dulces con la manteca de este animal, harina de trigo, az¨²car y algunas especias¡±, cuenta Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez, presidente de la Indicaci¨®n Geogr¨¢fica Protegida Mantecados y Polvorones de Estepa. ¡°Aqu¨ª en cada casa hab¨ªa un horno, pero lo que se produc¨ªa era para autoconsumo¡±, afirma Jos¨¦ Mar¨ªa. Aquello que era una simple costumbre gastron¨®mica sin lucro alguno, a partir del ¨²ltimo tercio del XIX se convirti¨® poco a poco en una industria que en la actualidad proporciona m¨¢s de 2.000 empleos directos y que genera un impacto econ¨®mico de 70 millones de euros en una localidad de unos 12.500 habitantes, seg¨²n datos de la IGP.
¡°No s¨¦ c¨®mo no acab¨® en la c¨¢rcel¡±
¡°Micaela se dedicaba a hacer matanzas en el pueblo, y con la grasa sobrante hac¨ªa dulces que se parec¨ªan a los mantecados de hoy¡±, dice Santiago Fern¨¢ndez, tataranieto de la Colchona y administrador de la empresa productora hom¨®nima. ¡°Aquellos se pon¨ªan duros muy pronto, as¨ª que para evitar esto se le ocurri¨® darle calor a la harina para resecarla y quitarle la humedad. De esta forma consigui¨® que quedaran prietos y se mantuvieran siempre tiernos¡±, narra Santiago.

Tal fama adquirieron sus elaboraciones en la localidad, que Jos¨¦ Hermoso, amigo de Micaela, le sugiri¨® que se los diera a su marido para que los vendiera. Pese a lo que pudiera pensarse en un principio, el esposo de la Colchona, Manuel Fern¨¢ndez Tenllado, no trabajaba en Pikol¨ªn: era cosario, esto es, una especie de mensajero que llevaba objetos a otros lugares. ¡°Micaela aprovech¨® la profesi¨®n de su marido, que hac¨ªa la ruta hasta C¨®rdoba, para empezar a vender los dulces que preparaba en casa. Este es el inicio de la comercializaci¨®n de los mantecados de Estepa¡±, declara Santiago Fern¨¢ndez, que forma parte de la quinta generaci¨®n al cargo del negocio.
¡°Tiene mucho m¨¦rito que una mujer tuviera el arrojo de empezar una actividad empresarial en aquella ¨¦poca. No s¨¦ c¨®mo no la metieron en la c¨¢rcel¡±, se pregunta Santiago. Adem¨¢s una mujer no muy mayor, ya que, seg¨²n sus partidas de matrimonio y defunci¨®n, Micaela naci¨® en 1837 -pese a que la Junta de Andaluc¨ªa celebr¨® en 2021 el bicentenario de su nacimiento-, y comenz¨® a vender los mantecados hacia 1870. ¡°Imaginamos que por las condiciones sociales que hab¨ªa por aquel entonces ser¨ªa un esc¨¢ndalo¡±, declara Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez desde la IGP.
Naci¨® una industria local... y femenina
Aunque hubiese quien no viera bien la labor de esta emprendedora, tal fue el ¨¦xito de los mantecados que elaboraba Micaela, que muchos vecinos de Estepa siguieron sus pasos. As¨ª, poco a poco la fama de los dulces navide?os fabricados en esta localidad de Sevilla se extendieron por toda Espa?a, como se demuestra en un escrito del famoso gastr¨®nomo Doctor Thebussem del 1882 en el que los menciona. Con el paso del tiempo este sector se asienta, hasta el punto de que en 1968 llegan a coexistir 124 obradores, seg¨²n el libro Semblanzas estepe?as, del historiador local Antonio Rivero.
Ahora bien, una industria que desde el principio empleaba a mujeres: ¡°La tarea, como en tantas otras labores agroalimentarias -envasados de verduras y hortalizas, conservas, mermeladas...-, era femenina. Entre el 85 y el 90% del total de la plantilla eran mujeres, tal y como sigue siendo ahora¡±, comenta Anastasia T¨¦llez Infante, doctora en Antropolog¨ªa Cultural e investigadora de este sector. ¡°Sin embargo, el hornero, el maestro obrador que hac¨ªa la mezcla de ingredientes y el empresario eran siempre hombres¡±, apunta T¨¦llez Infante. Una paradoja que explica la desigualdad: unas quedaban relegadas a los trabajos manuales mientras que otros ejerc¨ªan los de responsabilidad, pese a que quien levant¨® este negocio fue una vecina del pueblo.
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Mantecaeras y precarias
A mediados del siglo XX empiezan a industrializarse los obradores, y ya en los sesenta se ven las primeras m¨¢quinas cortadoras y amasadoras, pero el papel femenino fue el mismo: ¡°Fases del proceso productivo como rellenar cajas, precintar o envolver los dulces a mano lo siguen haciendo mujeres¡±, informa Anastasia, autora de una tesis doctoral sobre este asunto.
¡°Se ha transmitido la feminizaci¨®n del trabajo porque es un sector relacionado con la cocina, no nos enga?emos¡±, asegura esta investigadora. ¡°Se considera que estamos m¨¢s adiestradas para ese tipo de labores, cuando las mujeres no hemos nacido biol¨®gicamente con m¨¢s destreza manual ni con m¨¢s paciencia para estar ocho horas en una cinta de envase¡±.
A ello hay que sumar que las condiciones laborales difer¨ªan seg¨²n el g¨¦nero: ¡°En los sesenta o setenta hab¨ªa muchas trabajadoras sin contrato a las que se les pagaba much¨ªsimo menos¡±, se?ala T¨¦llez Infante. ¡°Cuando hice la tesis, a finales de los noventa, vi que la remuneraci¨®n era la correcta, pero hab¨ªa una discriminaci¨®n real: todas las mujeres eran peones con independencia de los a?os que llevaran, mientras que s¨ª hab¨ªa hombres oficiales de primera, por ejemplo¡±.
Seg¨²n esta antrop¨®loga, los derechos laborales de este sector de la poblaci¨®n han mejorado en estas ¨²ltimas d¨¦cadas: ¡°En la actualidad las condiciones de las trabajadoras en las f¨¢bricas son mucho mejores. Qui¨¦n ha visto y qui¨¦n ve el empleo en los mantecados de Estepa¡±. ¡°Las labores de la f¨¢brica las realizan mujeres de forma mayoritaria, pero tambi¨¦n hoy d¨ªa ocupan otras funciones, como la investigaci¨®n, ventas, comerciales o de direcci¨®n¡±, declara el empresario Santiago Fern¨¢ndez.

Tambi¨¦n ha evolucionado el propio mantecado, que tiene como ingredientes principales la harina de trigo, la manteca de cerdo ib¨¦rico y el az¨²car. A partir de ah¨ª, la IGP reconoce distintas variedades bajo su sello -al que est¨¢n acogidas 18 de las 22 empresas productoras que existen en la actualidad-: los hay con canela, de lim¨®n, de cacao, de vainilla, de avellana, de coco o con aceite de oliva virgen extra en lugar de grasa animal. ¡°El ayuntamiento ha propuesto incluso que la elaboraci¨®n de estos dulces de Navidad sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad¡±, comenta Anastasia.
¡°Si no fuera por el sector del mantecado, Estepa ser¨ªa un pueblo agr¨ªcola, como todos los de alrededor¡±, afirma Santiago. Hoy esta localidad es ¡°una isla industrial feminizada¡±, como indica Anastasia T¨¦llez Infante. Todo gracias al trabajo de cientos de mantecaeras que elaboran el dulce que se le ocurri¨® vender a una mujer cuando nadie m¨¢s lo hac¨ªa.
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