La mejor vinater¨ªa de Asturias est¨¢... en una sidrer¨ªa
Las R¨ªas Bajas, un local con 39 a?os de historia, se ha convertido en uno de los locales de referencia en Espa?a para tomar vinos por copas
Felipe Ferreiro naci¨® en 1976 en la ciudad alemana de M?nchengladbach, donde sus padres asturianos hab¨ªan emigrado. Sin embargo, no lleg¨® a escolarizase all¨ª, ya que la familia regres¨® a la tierra para, en 1985, abrir una sidrer¨ªa: Las R¨ªas Bajas, en el barrio de El Llano de Gij¨®n. Casi 40 a?os despu¨¦s, ese chigre de suburbio, que contin¨²a recibiendo paisanos y paisanas de escanciado diario, se ha convertido tambi¨¦n en el mejor lugar de Asturias para descubrir vinos de cualquier parte del mundo. Y probablemente, en uno de los mejores de Espa?a para hacerlo por copas, sin tener que pagar una botella.
De normal, Las R¨ªas tiene entre 30 y 40 marcas para chateo, con precios que oscilan entre los tres y los 20 euros. El due?o, adem¨¢s, explica de maravilla cada uno, aumentando la comodidad del cliente y sin que te sientas peque?o, como sucede en muchos establecimientos especializados o con algunos sumilleres rancios. Aqu¨ª no. Aqu¨ª puedes llegar, decir qu¨¦ te gusta y qu¨¦ no, qu¨¦ no has probado nunca o lo que quieres gastar, y sentarte a que te descorchen el disfrute sin necesidad de saber lo que es un Orange Wine o una crianza sobre l¨ªas. Ya lo detallar¨¢ el camarero con palabras sencillas y la familiaridad de un chigrero veterano.
Una combinaci¨®n inesperada
Felipe ha conseguido con esa mezcla algo ins¨®lito: que en su local convivan dos culturas y dos paisanajes tan distintos como el de la sidra, popular, colectiva y dicharachera, con el del vino, que normalmente re¨²ne a especialistas en taninos hablando una jerga incomprensible para el lego. Las R¨ªas parece, y es, un bar de barrio: la barra de metal, las banquetas, las mesas humildes, sus raciones de embutido, quesos, pulpo o torreznos con huevos fritos, su escudo del Sporting tallado en madera, el cartel de la pe?a balomp¨¦dica, cuatro palos (marcas) distintos de sidra, gente de todas las edades, la loter¨ªa y el calendario colgados en la pared.
Pero tambi¨¦n apila cajas de champ¨¢n, cava, riesling, jereces, borgo?as o vinos de Austria, cuyas botellas se reparten igualmente por estanter¨ªas, rincones, almacenes y cavas cual sarmientos desordenados. Dos negocios en amalgama. Dos p¨²blicos, uno de vasu y otro de copa, reunidos sin que a ninguno le resulte ajeno el fulano de al lado. Unos y otros resultan indistinguibles, excepto por la comanda.
Lo primero que te llama la atenci¨®n cuando pides un vino es, precisamente, la calidad excepcional de las copas. Felipe r¨ªe al coment¨¢rselo: ¡°Normal, cuestan 15 euros cada una. Pero si das buen vino, tienes que darlo en las mejores copas¡±, aunque no encajen en absoluto con el resto del local. Para m¨¢s sorpresa, casi todos los vinateros se encomiendan al due?o con confianza absoluta, dispuestos a ser sorprendidos: ¡°Ponme algo de lo que tengas abierto¡±. Porque su secreto es que tiene mucho abierto, o que est¨¢ dispuesto a abrir. ¡°Siempre digo que mi padre ten¨ªa 700 botellas del mismo vino, y que yo tengo una botella de m¨¢s de 700 vinos¡±, a?ade, con otra sonrisa. ¡°Soy muy prudente con la gente que viene por primera vez. Los conocidos ya se f¨ªan de ti, porque sabes lo que les suele gustar y lo que prueban¡±.
De la cata al t¨ªtulo
Felipe ha andamiado su singular vinater¨ªa alrededor de esa confianza. Empez¨® haciendo un curso de sumiller y ¡°catando compulsivamente, como un loco: durante cinco o seis a?os estuve catando entre 3.000 y 4.000 vinos al a?o, y sigo¡±. Luego, a?adi¨® la certificaci¨®n WSET3, una cualificaci¨®n que proporciona un conocimiento profundo del cultivo de la vi?a y la elaboraci¨®n del vino. Poco a poco, fue edificando una bodega con sus gustos, buscando lo distinto, lo variado y lo que distintos tipos de aficionados pudieran pagar: vinos alemanes y austriacos ¨Csu zona natal, que conoce al dedillo¨C, y tambi¨¦n espa?oles, italianos o franceses. Sin embargo, no pone carta: t¨² le preguntas, y ¨¦l te informa, con precios incluidos. ¡°No he querido poner carta porque ahuyenta¡±. Solo un sencillo cartel informa de una oferta por copas ¡°muy dif¨ªcil encontrar en otro sitio¡±.
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil? Primero, porque el escandallo de la botella deja m¨¢s beneficio. Un hostelero puede duplicar el coste de una botella sin que al cliente le chirr¨ªe; por copas es distinto: aparte del riesgo de no vender el vino por completo antes de que se estropee, elevar el precio de forma exponencial al coste aleja al cliente. Si un champ¨¢n de 100 lo pones a 35 euros la copa, nadie lo pide. Felipe procura que ¡°cada botella te deje por lo menos seis euros de beneficio¡±, y prefiere vender muchas copas con poco margen que al rev¨¦s. Cuanto m¨¢s caro es el vino, m¨¢s cuida que su porcentaje no lo convierta en inalcanzable.
Ah¨ª reside la confianza: hacer accesible lo caro, aquello por lo que no te arriesgar¨ªas a pagar una botella sin haberlo probado. ¡°Adem¨¢s, hoy en d¨ªa, el cliente est¨¢ informado y sabe lo que cuesta cualquier vino. No porque lo puedas mirar en internet, que a veces encuentras precios incorrectos, sino porque casi todo el mundo usa alguna aplicaci¨®n, tiene una red de contactos o simplemente, bebe y compra habitualmente¡±.
Huir de la especulaci¨®n
El planteamiento de Felipe es totalmente contrario al del mercado vin¨ªcola, ¡°que ha entrado en una din¨¢mica terrible de especulaci¨®n¡±. Al igual que con la vivienda, u otros sectores que imitan sus resortes, la compraventa actual de botellas entiende el producto como una inversi¨®n a la que sacar el m¨¢ximo rendimiento en el menor tiempo posible. ¡°Por eso ya no guarda vinos nadie, ni siquiera las propias bodegas. Y el que guarda, luego los vende a precios desorbitados¡±, que pueden quintuplicarse en un plazo de solo tres o cuatro a?os porque cada comprador piensa, a su vez, revenderlos con jugoso beneficio.
Los distribuidores, por ejemplo, retiran las marcas premiadas por las gu¨ªas o gur¨²s ese a?o, para luego volver a ofrecerlas a los pocos meses con un sobrecoste sustancial. Noventa o cien puntos Parker provocan una inflaci¨®n propia de la Alemania de entreguerras. ¡°Todo esto todav¨ªa dificulta m¨¢s vender por copas¡±, obviamente. El mercado juega para quienes tienen much¨ªsimo dinero, los que pueden especular.
Con ese panorama, Felipe y su hermano, que llevan mucho tiempo viajando por el mundo, descubriendo bodegas y organizando catas en su casa para todo tipo de p¨²blicos, han iniciado una aventura paralela: una distribuidora propia, Ferreiro Selecci¨®n, nacida a partir de la bodega de la sidrer¨ªa. La filosof¨ªa, la misma: distribuir botellas de distintos precios, sean diez, cien o mil euros, con su forma honesta de entender ese comercio.
Una joya ¨Ctodav¨ªa¨C oculta
Lo curioso es que Las R¨ªas, como vinater¨ªa, sigue siendo desconocida en Asturias. ¡°Tenemos clientes de fuera que vienen peri¨®dicamente y que nos recomiendan a gente de aqu¨ª¡±. Manuel S¨¢nchez, amigo de Felipe y cocinero del restaurante ovetense Eseteveinte, es uno de esos embajadores: ¡°Tiene mucho m¨¦rito porque, aparte de la oferta y los precios, est¨¢ en un barrio de Gij¨®n, en una zona donde no tienes m¨¢s negocios hosteleros, as¨ª que tienes que venir ex profeso. No es como salir de vinos por una zona concreta: el que viene aqu¨ª, viene aqu¨ª¡±.
La verdad es que, una vez dentro, no tienes ganas de salir: durante este reportaje, en sucesivas rondas probamos una manzanilla, un jerez, un blanco portugu¨¦s, un tinto gallego y un champ¨¢n. Y se nos fue ensanchando la cara: con cada explicaci¨®n, Felipe consigue interesarte, manejando un lenguaje y una actitud cercanas, que incluso propician que preguntes desde la ignorancia. Que te sientas libre, disfrut¨®n y alumno. De repente, retira una de las botellas nada m¨¢s oler el corcho, porque no est¨¢ en buenas condiciones, pero igualmente lo hace sin alharacas, con la misma naturalidad que retirar¨ªa una sidra cuya botella cuesta como una copa de vino est¨¢ndar.
¡°Desde la pandemia le hemos dado m¨¢s impulso todav¨ªa al vino, porque adem¨¢s el negocio de la sidra est¨¢ condenado a desaparecer: se est¨¢ volviendo inviable, porque la gente ya no viene a comer o a cenar, solo a beber sidra, y eso no te sostiene, porque han subido los costes de la energ¨ªa, de los alimentos, y tambi¨¦n la fiscalidad¡±. Pero ese es otro cantar. Mientras tanto, Las R¨ªas se mantiene como un para¨ªso inusual, sidrero y vinatero a partes iguales, hermanando lo que no son sino dos formas de disfrutar de la mejor artesan¨ªa embotellada.
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