Patatas a la riojana

En la lista de los 10 platos que me gustar¨ªa tomar en mi ¨²ltima cena, justo antes del fin del mundo o de mi ejecuci¨®n en la silla el¨¦ctrica, creo que encontrar¨ªan un hueco las patatas a la riojana. No es s¨®lo que el tub¨¦rculo cocido con chorizo suponga para m¨ª una cumbre culinaria de la humanidad, sino que se trata de un guiso capaz de transportarme a la infancia.

Las patatas con chorizo son los veranos en La Rioja, las visitas a mis primos en Lapuebla de Labarca y mis primeros contactos con el vino en su bodega. Tambi¨¦n me recuerdan a las comidas en casa de mis padres en Bilbao, cuando se convert¨ªan en uno de los pocos platos que suscitaba aprobaci¨®n un¨¢nime sin que a nadie se le ocurriera empezar con la matraca del "a m¨ª no me gustan".

Desconf¨ªo por sistema de las patatas con chorizo con el caldo muy l¨ªquido y la patata bien entera. S¨ª, ya s¨¦ que quedan m¨¢s bonitas. Pero para m¨ª, todo el sentido del plato est¨¢ en conseguir un caldo cremoso y unas patatas a punto de deshacerse. En este caso, me la refanfinfla profundamente la est¨¦tica, porque lo que me importa es el aroma, el sabor y el tacto en la boca. Por eso casco las patatas con un tenedor en vez de cortarlas, tal como me ense?¨® mi se?ora madre: no s¨¦ si ser¨¢ ciencia o hechicer¨ªa culinaria, pero ella dec¨ªa que el caldo engorda mejor as¨ª, y yo no soy nadie para contradecirla.

Hay gente que les pone pimiento rojo o verde, piment¨®n o incluso jam¨®n a este guiso. Yo prefiero su versi¨®n m¨¢s esencial, para la que es importante contar con un aut¨¦ntico chorizo riojano y unas patatas que no hayan sido recogidas en la Edad Media.