Sardinas al horno con panceta

Sardinas y malos olores. Algo de eso he o¨ªdo por ah¨ª. Me suena vagamente, vaya. Algunos afortunados tienen una bonita casa con jard¨ªn ¨Co, en su defecto, un estupendo apartamento con terraza¨C al que poder sacar la barbacoa, una nevera llena de cervezas y la bandeja de sardinas. El aire hace que todo se diluya y el final de fiesta es siempre feliz. Sin embargo, aquellos que vivimos en un piso (sin ninguna de las bondades antes enunciadas), reclamamos nuestro derecho a comer este maravilloso pescado sin acabar echando para atr¨¢s a todo aquel que invada tu espacio personal.

?Cu¨¢l es la pega? Las espinas, siempre las dichosas espinas. Hay miles de pescaderos encantadores que te vender¨¢n las sardinas ya cortadas por la mitad, sin v¨ªsceras, cabeza ni espinas. Tambi¨¦n es posible encontrarlas congeladas en algunos supermercados de la misma manera, aunque creo que no vale la pena (y menos estando en temporada). Por otro lado, puedes ir de cutre y dejar que cada uno se las quite en su plato, pero no queda del todo bonito. Por ¨²ltimo, existe la apasionante opci¨®n de limpiarlas t¨² mismo, como puedes ver en este v¨ªdeo (en el que las sardinas est¨¢n en salaz¨®n, s¨ª, pero la t¨¦cnica es exactamente la misma). En cualquier caso, vivan la panceta y la piel de lim¨®n en este plato.

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