Adopta un postre: manjar blanco

Como si de un gato vomitando arcoiris se tratara, sigo esparciendo el bien por el mundo rescatando otro postre que quiere volver a molar. Para que ve¨¢is la dimensi¨®n interplanetaria que tiene esta ¨ªmproba labor, pod¨¦is echar un ojo al post de Facebook en el que pedimos ideas para #adoptaunpostre: 172 comentarios y casi 800 "megustas" encabezan la revoluci¨®n de la reposter¨ªa a?eja frente a los colorinchis modernuquis.

Las propuestas que m¨¢s ¨¦xito tuvieron fueron dos iconos del viejunismo culinario como la tarta de galletas con chocolate y el pijama. Hete aqu¨ª que a pesar de nuestro infinito amor por tales joyas de nuestra gastronom¨ªa, el consejo editorial comid¨ªstico ha decidido sabiamente reservarlas para m¨¢s adelante y empezar esta secci¨®n con dulces m¨¢s tradicionales y de rancia estirpe e hidalgu¨ªa. No llor¨¦is, que llegar¨¢n.

Entre otras sugerencias como perrunillas, rep¨¢palos, bartolillos, bizcochadas, matasuegras, piononos y can¨®nigos, aparec¨ªa el manjar blanco. Y me aprovech¨¦ vilmente de la ocasi¨®n, porque este postre no s¨®lo es uno de los m¨¢s t¨ªpicos del Camp de Tarragona (especialmente de Reus), las tierras del Ebro o Baleares, tambi¨¦n es uno de los m¨¢s antiguos de Espa?a y fue santo y se?a de la gastronom¨ªa medieval. Un demasi¨¦.

Pensad en el nivel de petamiento global que lograron las esferificaciones y espumas de Adri¨¢. Pues el manjar blanco o menjar blanc fue eso y m¨¢s durante siglos, llegando a todos los rincones del mundo y partiendo la pana en las cocinas de reyes y emperadores. Dio pie a miles de versiones y acab¨® siendo casi tan cansino como la reducci¨®n de M¨®dena.

El manjar blanco actual es una crema de leche de almendras aromatizada con canela y lim¨®n. As¨ª de simple y as¨ª de rico, pero tiene un pasado farragoso y barroco. A la influencia ¨¢rabe le debe dos de sus ingredientes originales: el az¨²car y la harina de arroz. P¨®nganse adem¨¢s unas cuantas almendras, propias de la cuenca del Mediterr¨¢neo, azafr¨¢n de Al-Andalus, agua de rosas, canela tra¨ªda del otro lado del mundo y la pechuga de una gallina bien gorda. Todas estas cosas llevaba el manjar blanco medieval, que era un plato entre salado y dulce bastante extra?o para los gustos actuales. Os lo digo yo que lo he perpetrado en casa.

La cuesti¨®n es que ya en 1308 es recomendado por el m¨¦dico Arnaldo de Vilanova en el r¨¦gimen de salud que escribi¨® para el rey de Arag¨®n, y aparece en los recetarios catalanes del Libro de Sent Sovi (1324) y el Libro de Guisados de Ruperto de Nola (1520). Por aquella ¨¦poca el manjar blanco ya estaba d¨¢ndolo todo por las cortes europeas, donde se convirti¨® en mangier blanc, blanmangiere, manjar braquo, blawmangeer, balmang o white dish.

Tal fue el frenes¨ª por la receta que los cocineros empezaron a tunearla con carne de carnero, vaca, pescado y hasta ranas en vez de ave. As¨ª surgi¨® una variante netamente dulce para los d¨ªas de abstinencia en los que no se pod¨ªan consumir productos animales. Esta versi¨®n m¨¢s simple y barata es la que ha perdurado en las gastronom¨ªas catalana, aragonesa y balear. Chimp¨²n, hemos recorrido ocho siglos en unos p¨¢rrafos de n¨¢.

La locura por el manjar blanco fue tan grande en su momento que sirvi¨® de ejemplo para el triste destino del omnipresente coulant de chocolate o el foie a la plancha: de alimento refinado y lujoso pas¨® a ser v¨ªctima de los ¡°manjarblanqueros¡±, vendedores callejeros que hac¨ªan versiones baratungas e incluso es mencionado en el Quijote como vicio propio de Sancho Panza. En el siglo XXI se merece que lo adoptemos y demos a conocer m¨¢s all¨¢ del Ebro, porque est¨¢ muy bueno, porque es historia y por que s¨ª. Faltar¨ªa m¨¢s.

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