Cabrilla con patatas a lo ¡°superpobre¡± o c¨®mo la nostalgia y la falta de aceite se convierten en una receta
La chef Gloria Pidal, conocida como Glorionce, vive en una furgoneta en Baja California, donde pesca, cocina y graba sus recetas
Con el precio actual del aceite de oliva, lo que hoy deber¨ªa llamarse patatas a lo millonario, a¨²n conserva su nombre de ¡°patatas a lo pobre¡±. Esta deliciosa receta de la Andaluc¨ªa oriental, fue nombrada as¨ª en la ¨¦poca de la posguerra, cuando lo que hab¨ªa sido una guarnici¨®n pas¨® a ser un plato principal.
Yo no viv¨ª la posguerra, pero durante los viajes a Asturias de mi infancia, atravesar Granada significaba parada obligatoria en Riofr¨ªo, donde las truchas con jam¨®n y patatas a lo pobre eran como un ritual. 20 a?os despu¨¦s, mientras enfrentaba esa caja de verduras en aguas del Pac¨ªfico, sin opci¨®n de ir a un mercado, lo vi claro. Quedaban patatas, cebolla, ajo y un chile poblano, lo ten¨ªa todo, pero cual cenicienta a las 00:00 horas, mi ilusi¨®n se fue desvaneciendo al mirar la botella de aceite de oliva. Quedaba menos de media, y sobre todo, no era m¨ªa, sino de un capit¨¢n que apenas conoc¨ªa. Fue as¨ª como surgieron las patatas a lo ¡°superpobre¡±.
Rogelio me hab¨ªa llamado por la ma?ana, ¡°Gloria, anda un capit¨¢n ac¨¢ buscando tripulaci¨®n para ir hacia el sur¡±. Los vientos de Santa Ana hab¨ªan obligado a Jeff y a su trimar¨¢n, a buscar refugio en la bah¨ªa. Estaba esperando que pasase el mal tiempo y necesitaba m¨¢s manos en cubierta. No titubeamos mucho, 24 horas m¨¢s tarde est¨¢bamos a bordo, con las ca?as de pescar, las tablas de surf, y la ilusi¨®n de navegar por primera vez en el Pac¨ªfico.
Ya era noche cerrada, hab¨ªamos puesto rumbo al sur y sorteado decenas de boyas de chinchorro. En la soledad de mi guardia, con un spinnaker bailongo, y sabiendo que el Pac¨ªfico es de todo menos Pac¨ªfico, me pregunt¨¦ si no hab¨ªa sido demasiado precipitado embarcarme en esta aventura. Poco o nada sab¨ªamos del capit¨¢n, y a¨²n menos, sobre la entereza de aquel barco. Pero los buenos viajes siempre empiezan as¨ª.
En las dos semanas que estuvimos a bordo tuvimos la oportunidad de convivir con uno de esos personajes ¨²nicos de la mar, de los que pasan m¨¢s tiempo flotando que en tierra firme. Jeff lleva m¨¢s de 30 a?os viviendo en barcos. Todas las ma?anas, de manera rigurosa, a las seis de la ma?ana, conectaba con otros 15 capitanes de su estirpe a trav¨¦s de una radio de onda corta en su grupo llamado ¡°Chubasco¡± en 7.192 Mhz. Cada d¨ªa era el turno de uno para interpretar el parte meteorol¨®gico y comentar cualquier cosa relevante para los marinos. Me encant¨® presenciar esta manera de comunicaci¨®n usada ya por tan pocos; cerraba los ojos y escuchaba, era como viajar al pasado. Es raro, pero a veces sientes nostalgia de algo que ni siquiera viviste.
Ning¨²n d¨ªa falt¨® pescado en la mesa. En la traves¨ªa, al curric¨¢n, sacamos una bonita que hicimos a la plancha, un at¨²n que comimos en sashimi y dos llampugas, una para tiradito y otra a la rote?a. El d¨ªa de la tormenta, en el que vimos el espect¨¢culo de rayos m¨¢s alucinante, opt¨¦ por un curry de sierra (una especie de pescado azul). Llov¨ªa, hac¨ªa fr¨ªo y el miedo hab¨ªa calado hasta en el lobo de mar, necesit¨¢bamos comfort food.
Cuando por fin, sanos y salvos llegamos al fondeo, un estuario nos estaba esperando, y fue all¨ª, con un kayak y en un exuberante laberinto hecho de mangle, donde sacamos esta cabrilla plomuda. Una vez a bordo con la pesca, observando el bodeg¨®n de verduras que hab¨ªa sobrevivido al zarandeo del mar, me teletransport¨¦ a Riofr¨ªo, al mantel de papel, al camarero uniformado y a aquellas deliciosas patatas. Ese recuerdo y no tener suficiente aceite de oliva dieron pie a esta receta de ¡°Cabrilla con patatas a lo superpobre¡±, ?un aut¨¦ntico lujo!