?Por fin una buena noticia!
La muerte de Fernando Falc¨® ha devuelto a la vida p¨²blica a una de sus esposas, Marta Ch¨¢varri
Isabel Pantoja y Kiko Rivera, el arquetipo de madre e hijo, est¨¢n ahora enfrentados. No es una buena noticia en s¨ª pero alimenta una situaci¨®n con el intr¨ªngulis necesario para somatizar a una naci¨®n. Kiko acudi¨® a S¨¢lvame Deluxe a exponer que atraviesa una depresi¨®n y durante esa sesi¨®n de terapia psicol¨®gica televisada, su madre intervino telef¨®nicamente, aunque el doctor Lacan lo desapruebe ya que complica la transferencia. Pero cuando Pantoja habla, el mundo calla, es como Zaratustra. Y as¨ª fue. Kiko se mostr¨® sorprendido al principio, su madre quiso quitarle la idea de la depresi¨®n de la cabeza y diagnostic¨® que ¨¦l no pod¨ªa permitir venirse abajo en un momento en que nos enfrentamos a una pandemia feroz. Me com¨ª una baguette de pan con fiambre de pavo sin dejar de masticar y pensar: ?Ahora s¨ª que est¨¢ pasando algo serio! Se resquebraja ese olimpo que son Kiko y Pantoja. Teletrabajando, a golpe de tel¨¦fono, Kiko insiste en que su madre m¨¢s que madre prefiere ser Isabel Pantoja. Un dilema femenino y desigual.
Como espectador entiendo que la artista anticipe su profesi¨®n a la maternidad. Yo tambi¨¦n lo har¨ªa. La vida es as¨ª. Ser madre no tiene por qu¨¦ ser lo m¨¢s importante. Ser Pantoja es un reinado y un reinado es una empresa. Cierto es que Kiko es un activo en la carrera de Isabel: qui¨¦n puede olvidar ese momento en que Pantoja, regresando al Teatro Real tras el luto, alz¨® a su hijo en brazos sobre el escenario y le pidi¨® que le dijera algo a la reina Sof¨ªa. Las c¨¢maras vieron y oyeron c¨®mo Kiko, aferrado a su primer micr¨®fono, le envi¨® a la Reina un mensaje potente y jugoso: ¡°?Carne!¡±. Hizo una pausa y repiti¨®: ¡°?Carne!¡±. Eso no fue una met¨¢fora, es historia de Espa?a y quiz¨¢s tambi¨¦n una profec¨ªa, porque carne y productos derivados de la carne ha habido en la vida de ambas, de Pantoja y de la em¨¦rita.
Por todo eso, esta fisura en el v¨ªnculo madre-hijo me parece una noticia trascendente. Compensa esa vacuna que tanto necesitamos. No cura la pandemia, pero nos hace aparcar por unos instantes la preocupaci¨®n por ella. Y aunque algunos sientan hartazgo, tenemos que agradecerle a Isabel Pantoja esa capacidad de crear una pel¨ªcula protectora ante la realidad, gracias a esa asombrosa capacidad de hacer telerrealidad de la que ella es capaz.
La fiesta del diario El Espa?ol puede dejar deprimido a su anfitri¨®n, Pedro J. Ram¨ªrez. Sobre todo por darse cuenta de que no est¨¢ a la moda. Este tipo de eventos no es que est¨¦n heridos fatalmente por la pandemia sino que han tenido que reciclarse, cambiar por completo. No se puede hacer alfombra roja, no se puede servir una cena ni c¨®ctel previo. Pero esta claro que para la generaci¨®n de Pedro J. una convocatoria sin este revestimiento VIP, lujoso, con pol¨ªticos deseando reconocimiento y foto, no tiene sentido. Pero queridos 150 VIP: eso es equivocado. Es irresponsable. Pantoja no habr¨ªa acudido.
La muerte de Fernando Falc¨® ha devuelto a la vida p¨²blica a una de sus esposas, Marta Ch¨¢varri. Aunque no acudi¨® a las exequias, la prensa la ha fotografiado paseando en compa?¨ªa de su hermana y reviviendo ese aspecto pijo al natural e ¨ªntimo que la convirtiera en icono de la elegancia sin tapujos. A?os m¨¢s tarde, Ch¨¢varri declar¨® a Vanity Fair: ¡°La popularidad no me compensa¡±. En ello no coincide con Pantoja, por eso en cuanto pudo se esfum¨®. Pero nunca es para siempre. Ver de nuevo a Ch¨¢varri nos despierta, m¨¢s que nostalgia, apetito por saber sobre ese peculiar estilo de mujer acomodada y famosa que prefiere pasar desapercibida despu¨¦s de haber mostrado f¨ªsicamente su intimidad. Cuando hoy d¨ªa es la intimidad lo que m¨¢s se muestra, lo que mejor se paga. Ya lo vaticin¨® el peque?o Kiko desde el escenario del Teatro Real: ¡°?Carne!¡±.
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