Muere Grace Mirabella, la directora que convirti¨® a ¡®Vogue¡¯ en una revista para todas las mujeres
Comand¨® la cabecera en EE UU entre 1971 y 1988 logr¨® acercar la moda a la mujer trabajadora del siglo XXI y la despoj¨® de artificios. Ha fallecido a los 91 a?os
?C¨®mo vestir para una entrevista de trabajo? ?Qu¨¦ hay que ponerse para una importante reuni¨®n laboral? ?Qu¨¦ llevar en la maleta en un viaje de negocios? Esas preguntas, que hoy muchas mujeres podr¨¢n responder en segundos y con los ojos cerrados, eran toda una odisea a principios de los setenta, cuando muchas, en todo el mundo, empezaban a incorporarse al mercado laboral, convirti¨¦ndose en las primeras universitarias y trabajadoras de sus familias. Y las respuestas se las dieron entonces los consultorios de las revistas de moda. La pionera fue entonces, en Estados Unidos, una cabecera, Vogue, que acababa de renovarse y dejar atr¨¢s el legado de glamour, tan fabuloso como algo envarado y a?ejo, de Diana Vreeland para dar paso a una directora joven, fresca y que pensaba en sus lectoras, esas mujeres que ten¨ªan que compartir sala de juntas por primera vez con un pu?ado de hombres encorbatados. Aquella mujer, Grace Mirabella, dise?¨® un camino para esas mujeres trabajadoras, empresarias y nuevas en un mundo en el que se abr¨ªan paso por primera vez. Con 91 a?os, Mirabella muri¨® el jueves en su casa de Manhattan, en Nueva York.
No era la moda el principal inter¨¦s de Mirabella. No estudi¨® para dedicarse a ella, sus primeros pasos nunca estuvieron enfocados a ella y, aunque era parte de lo que hac¨ªa en Vogue, no era ni mucho menos lo ¨²nico. Nacida en 1930 en Nueva Jersey y de ascendencia italiana, se gradu¨® en Econ¨®micas y empez¨® a trabajar en los grandes almacenes Macy¡¯s para luego pasar al mundo de la publicidad en otra c¨¦lebre gran tienda de Nueva York, Saks Fifth. Con apenas 21 a?os entr¨® en la revista como ayudante del departamento de compras, pero se march¨® en 1954 para gestionar la prensa de la modista italiana Simonetta, para lo que vivi¨® varios meses en Roma. Cuando volvi¨® a EE UU y a Vogue, un a?o despu¨¦s, todo cambi¨®.
Fue Diana Vreeland, la entonces directora de la cabecera, quien se fij¨® en ella y lleg¨® a convertirla en su directora adjunta a lo largo de los a?os sesenta. ¡°Era muy dif¨ªcil trabajar para ella¡±, lleg¨® a decir Mirabella de Vreeland, como recoge su obituario en Vogue, ¡°pero puedes congeniar con alguien dif¨ªcil si lo admiras. Yo admiraba a Diana Vreeland, por su estilo y su conocimiento, por todo lo que era¡±. Pero sus vidas eran muy distintas: si los padres de la directora eran amigos de los reyes de Inglaterra y acudieron a la coronaci¨®n de Jorge V, los de su adjunta eran un jugador y una feminista que le inculcaron a su hija que lo m¨¢s importante era que trabajara y lograra ser independiente econ¨®micamente.
El paso de una d¨¦cada a otra pill¨® a la revista con el pie cambiado. La vieja y bella opulencia de la hist¨®rica directora, su sentido aristocr¨¢tico, no terminaba de cambiar con la modernidad de la nueva burgues¨ªa que exig¨ªa la lectora de los setenta. El grupo editorial lo vio y en 1971 convirti¨® a Mirabella en directora; de hecho, ella se enter¨® mientras estaba en plena sesi¨®n de fotos.
Lleg¨® entonces la naturalidad, se fue la gran moda y abri¨® paso a la practicidad. Una de las primeras decisiones de Mirabella refleja bien el cambio de rumbo de la cabecera: el despacho de paredes rojas y tapizado de leopardo de Vreeland fue inmediatamente pintado de color beis, el mismo tono que tantas veces vest¨ªa la nueva directora. Se implant¨® la naturalidad en las prendas, el maquillaje, la peluquer¨ªa, los temas de los que se hablaba, las portadas. Se apost¨® por cantantes y actrices, pero tambi¨¦n por modelos j¨®venes, por autoras, por mujeres del mundo de la pol¨ªtica. ¡°Quise devolverle Vogue a las mujeres reales, periodistas, escritoras, actrices, artistas, dramaturgas, empresarias¡±, escribi¨® en sus memorias, tituladas In and Out of Vogue, publicadas en 1995.
Mirabella quer¨ªa que las mujeres no estuvieran ¡°obligadas a reinventarse cada d¨ªa¡± y por eso, aunque dec¨ªa amar la moda, apost¨® por lo utilitario y le dio voz y visibilidad a grandes dise?adores que entonces despuntaban por eso mismo, como Ralph Lauren, Giorgio Armani, Calvin Klein o Donna Karan. ¡°Recuerdo que la gente sol¨ªa decir que me gustaba la ropa pr¨¢ctica, y eso me mataba. Me gusta el estilo, pero la ¨²ltima tendencia nunca me interes¨® demasiado¡±. Ella buscaba ¡°un aspecto m¨¢s relajado, saludable, un look m¨¢s cercano. Es un estilo que se ve bien, pero no demasiado pulido¡±.
Esa practicidad tambi¨¦n la impuls¨® su vida personal. En 1974 se cas¨® con William Cahan, un afamado cirujano especializado en pulm¨®n. De ah¨ª que la vida sana se convirtiera en uno de sus caballos de batalla: el deporte y la salud empezaron a copar las p¨¢ginas de la revista. Cahan, 15 a?os mayor que ella, se hab¨ªa licenciado en Harvard en 1935 y en Columbia en 1939 y tras luchar en la II Guerra Mundial trabaj¨® durante m¨¢s de 50 a?os en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, donde se dedic¨® en cuerpo y alma a advertir de los da?os que causaba el humo del tabaco, tanto inhalado por uno mismo como de forma pasiva. De hecho, Mirabella y Cahan se convirtieron en un lobby de gran presi¨®n frente a las autoridades neoyorquinas para que se prohibiera fumar en el interior de restaurantes y edificios p¨²blicos en la ciudad, algo que lograron a finales de los ochenta.
Los esfuerzos de la editora en Vogue tambi¨¦n dieron sus frutos, y la tirada se triplic¨®, pasando de vender 400.000 ejemplares al mes en 1971 a 1,2 millones a finales de los ochenta, seg¨²n rese?a The New York Times, que tambi¨¦n destaca el perfil afable de Mirabella, sin ning¨²n tipo de inter¨¦s por el protagonismo medi¨¢tico.
Sin embargo, los ¨²ltimos a?os de la d¨¦cada de los ochenta fueron m¨¢s dif¨ªciles de digerir para la directora. Ella misma lo dec¨ªa: ¡°No soportaba los volantes, los brillos y los vestidos de fiesta de 40.000 d¨®lares¡±. La moda volvi¨® a cambiar y su gesti¨®n ya no era tan alabada. Adem¨¢s, lleg¨® un factor externo: en 1985 la revista Elle irrumpi¨® en el panorama editorial estadounidense, con m¨¢s de 800.000 ejemplares vendidos cada mes. Era la hora del cambio. Tres a?os despu¨¦s, la directora creativa de la revista se convirti¨® en su directora: naci¨® la era de Anna Wintour.
Wintour, que lleva 33 a?os en el cargo, ha asegurado a la publicaci¨®n que ¡°Grace guio a Vogue a trav¨¦s de un momento fundamental de la historia de EE UU: la emancipaci¨®n [femenina], la liberaci¨®n sexual, y los vitales y muy duramente ganados derechos de la mujer, y logr¨® hacer que ese tiempo cobrara vida en las p¨¢ginas de la revista¡±. La actual directora alaba la tarea de su antecesora: ¡°Ella eludi¨® la fantas¨ªa y el escapismo a favor de un estilo que fue chic y minimalista y que hablaba clara y directamente de las formas de vida reci¨¦n liberadas que todos quer¨ªamos vivir. Grace exhibi¨® a Helmut Newton en su forma m¨¢s atrevida y defendi¨® a muchos dise?adores estadounidenses: Ralph, Calvin, Donna y el se?or Beene. Siempre ejemplific¨® lo mejor de EE UU en su visi¨®n y valores, y cambi¨® Vogue de un modo que a¨²n tiene su eco y que agradecemos profundamente hoy en d¨ªa¡±.
Su salida de la cabecera no acab¨® con su capacidad de afrontar nuevos encargos, y en 1989, tras un encargo de Rupert Murdoch, Grace cre¨® una revista hom¨®nima, Mirabella, m¨¢s centrada ¡°en el estilo que en la moda¡±, como explicaba ella misma. ¡°La moda y la belleza ten¨ªan hueco, pero tambi¨¦n la pol¨ªtica, el humor, la psicolog¨ªa, la salud, los negocios, la ficci¨®n¡±. Arranc¨® con 400.000 lectores, pero la ca¨ªda de ventas y los constantes cambios a los que se somet¨ªa la revista le hicieron abandonar la publicaci¨®n cinco a?os despu¨¦s de fundarla, en 1994. Cerr¨® definitivamente en 2000.
Desde entonces, Mirabella se dedic¨® a escribir columnas y art¨ªculos. No tuvo hijos junto a Cahan ¡ªfallecido en 2000¡ª, pero ¨¦l ten¨ªa dos, adem¨¢s de siete nietos y tres bisnietos. Esa es la familia que ha confirmado la muerte de la editora que, con toda discreci¨®n, puso patas arriba la moda de finales del siglo XX.
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