Sissi, Serrat y ¡®Smiley¡¯
Siempre sospech¨¦ que Sissi era m¨¢s esta mujer moderna y turbada, atrapada entre la persona y el personaje y, quiz¨¢, un poco premonitoria de Diana de Gales
Ten¨ªa ganas esta semana de tirar de la manta de Hermes que aparece en las escenas de Enrique y Meghan, la docuserie californiana que muchos llaman aburrida, pero que no paran de comentar. Al principio declar¨¦ que resultaba agotadora, el soportar todas esas quejas de dos personas privilegiad¨ªsimas y que, adem¨¢s, han cobrado millones de d¨®lares por hacerla. Pero, como me pasa ¨²ltimamente, me reenfoqu¨¦ y favorec¨ª la idea de que, al menos, el testimonio de Enrique, hijo de Diana, es interesante. Por ¨²nico y porque es la primera vez que alguien, desde que lo hiciera su madre, habla desde dentro de la familia real brit¨¢nica y con pleno conocimiento de causa.
Pero son¨® el tel¨¦fono y era la oficina de Joan Manuel Serrat invit¨¢ndome a uno de sus conciertos de despedida en Madrid. Hab¨ªa coincidido hace poco con ¨¦l en el ¡°chimp¨²n¡± de Tricicle en el Liceu. Le salud¨¦ agradecido y emocionado mientras el teatro se erizaba con la ovaci¨®n final. A pesar del estruendo, pude o¨ªr c¨®mo Serrat murmuraba en mi o¨ªdo: ¡°Eres un blando¡±, por mis lagrimillas. As¨ª que acept¨¦ su invitaci¨®n como una prolongaci¨®n de ese verso. Durante el concierto, hice repaso de todos mis Serrats; la primera vez que enton¨¦ el ¡°golpe a golpe, beso a beso [lo version¨¢bamos en mi colegio en Caracas] se hace camino al andar¡±. Hasta la vez que escuch¨¦ Luc¨ªa en Alcal¨¢ de Henares junto a Lucia Bos¨¦. Luego ella me present¨® en los camerinos al l¨²cido y desprendido m¨²sico con el que he compartido conversaciones peque?as y maravillosas. Compart¨ª asiento con Maruja Torres, que es una inspiraci¨®n constante. En el escenario, Serrat es inmenso, pero dispuesto a compartir la sabidur¨ªa atesorada en a?os de escenario. La manera en la que el concierto crece, se dispersa y regresa a su recorrido, hace m¨¢s emocionante la experiencia. Y lo compartes.
Maruja, siempre decidida, me llev¨® a saludarle. Era el camerino de una ¨¦poca dorada. I?aki Gabilondo, Ana Bel¨¦n, V¨ªctor Manuel, Miguel R¨ªos, Antonio de la Torre y Carmela Sabina Oliart junto a su madre, Isabel. Por un momento pens¨¦, ?el gusto es nuestro!, mientras todos estaban muy atentos a la historia de Maruja con Jos¨¦ Luis Perales sobre cuando creo que intent¨® convencerle, jocosa, de que era hija suya y no una fan m¨¢s. Yo me sent¨ª pr¨ªncipe, un poquito Enrique de izquierdas. Dentro de una familia normal de California, con m¨¢s amor y menos dinero que la familia real brit¨¢nica.
Al d¨ªa siguiente, feliz, descubr¨ª Smiley, una comedia rom¨¢ntica LGTBI, con deliciosa liviandad normalizadora. Igual que ocurre con la manta de Hermes de Meghan, en una de las paredes del Bar Bero, epicentro de la acci¨®n, se ve a Almod¨®var y Lorca juntos, un gui?o que rezuma mucho del esp¨ªritu p¨ªcaro y animado de la serie. Chico conoce chico, pierde chico, busca reencuentro, y vas pensando que la diversidad ha dado un giro de 360 grados sobre s¨ª misma. Lo gay se r¨ªe de lo gay, de sus clich¨¦s. Hay una simetr¨ªa necesaria con una pareja de chicas, todos envueltos en sus tropiezos sentimentales durante las Navidades de una Barcelona iluminada con m¨¢s prudencia que Vigo. Mientras se la recomendaba a Cova y Nai, mis instructoras de nataci¨®n, ca¨ª en la cuenta de que la pronunciaci¨®n lenta en espa?ol de Smiley ser¨ªa: es mi ley, a fin de cuentas, es la moraleja de esta ficci¨®n.
M¨¢s infeliz que la Sissi rom¨¢ntica y californiana de las pel¨ªculas de Romy Schneider, es la Elizabeth que retrata La emperatriz rebelde con la premiada interpretaci¨®n de Vicky Krieps. Siempre sospech¨¦ eso, que Sissi era m¨¢s esta mujer moderna y turbada, atrapada entre la persona y el personaje y, quiz¨¢, un poco premonitoria de Diana, la mam¨¢ de Enrique. Antes de Navidad, una semana de sonrisas y l¨¢grimas con Serrat, Sissi y Smiley.
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