Momento Feria del Libro
Siempre que firmo, en la feria o cuando me piden una dedicatoria, lo hago siguiendo las indicaciones de Antonio Gala: el nombre del lector en lo alto, centrado y n¨ªtidamente escrito. La dedicatoria, precisa y emotiva
Iba de camino a firmar en la Feria del Libro cuando supe de la muerte de Antonio Gala. Lo primero que record¨¦ fue a ¨¦l mismo llegando a una firma suya en el a?o 1998, cuando yo me estrenaba como autor en la feria con mi novela Azul petr¨®leo. Gala, famos¨ªsimo, hab¨ªa construido toda una liturgia para esa ocasi¨®n. Se hac¨ªa traer una butaca de su casa, dispon¨ªa de un editor que le abr¨ªa cada ejemplar en la p¨¢gina donde estampar¨ªa su firma y la misma obedec¨ªa a un protocolo maravilloso: el nombre del lector en lo alto, centrado y n¨ªtidamente escrito. La dedicatoria, precisa y emotiva. Breve si la fila de espera era larga, un poco m¨¢s profusa si no era tan nutrida. Y luego, seg¨²n me explic¨®, lo m¨¢s importante: la fecha y nombre de la ciudad. Gala ten¨ªa intuici¨®n period¨ªstica y de marketing. En su ¨¦poca, la buena documentaci¨®n era un valor importante.
Siempre que firmo, en la feria o cuando me piden una dedicatoria, lo hago siguiendo esas indicaciones. Tambi¨¦n recuerdo la primera vez que hablamos, durante la feria del 98 en la fiesta que el diario El Mundo ofrec¨ªa como pistoletazo de salida. Planeta cerraba la feria con otra y Gala convocaba una en el jard¨ªn de su casa madrile?a, a la que acud¨ª con Terenci Moix, Eduardo Mendicutti (de quien, seg¨²n me informaron en la librer¨ªa Berkana, se prepara un libro homenaje) y Luis Antonio de Villena. Esa primera vez que hablamos, Gala me advirti¨® que ¨¦l no era ¡°como Terenci¡±. ¡°No me vas a seducir con ca¨ªdas de ojos y mezclando en una conversaci¨®n traviesa a Teresa Campos con Elizabeth Taylor. Conmigo tienes que escoger. O eres un intelectual o uno m¨¢s de los que devora la televisi¨®n. Porque la televisi¨®n no ense?a, no quiere, solo mastica¡±. Y estiraba todas las vocales en una forma que no pod¨ªa dejar de considerar supertelevisiva. ¡°Si pudiera hacerte cambiar, te dir¨ªa: ¡®Toma mi bast¨®n y avanza con ¨¦l¡¯. Pero t¨² no quieres eso. T¨² quieres que te devoooren¡±.
La verdad, nunca tuve el arrojo para discut¨ªrselo. Pero no me priv¨¦ de frecuentarle y fui parte de un encuentro memorable en el programa de radio La Ventana, con Gemma Nierga, donde los dos se re¨ªan del otro y evocaron unos viajes a Grecia y a China tan delirantes que muchos taxistas me recuerdan esa transmisi¨®n como uno de los momentos m¨¢s felices de sus vidas laborales. Ahora, con ambos en otra dimensi¨®n, s¨¦ que fue un privilegio disfrutarles, observar desde muy cerca esa manera de mezclar obra con personaje. Y de convertir esa mezcla en un mensaje que, me atrevo a pensar, les sirvi¨® a ambos para transformar su diversidad en una expresi¨®n de libertad que conect¨® con un pa¨ªs anhelante de ella, despu¨¦s de a?os de dictadura y represi¨®n. Adem¨¢s, acompa?aban ese discurso con otra mezcla, irresistible y ¨²nica: buen humor con cultura y modales.
Gala ten¨ªa una planta estupenda, que supo acompa?ar con se?as de dandi como sus jers¨¦is, pa?uelos y bastones. Y esa voz tan seductora como castigadora. Terenci era m¨¢s pr¨®ximo, m¨¢s terrenal, el perfecto disfrut¨®n inteligente. As¨ª como a Gala siempre lo recordar¨¦ dirigiendo al mil¨ªmetro su puesta en escena a la hora de firmar en la feria, veo a Terenci sentado delante de su jard¨ªn en su casa del Ampurd¨¢n, encendiendo una hilera de luces en torno a enredaderas, macetas, enanitos de Blancanieves y diciendo en un susurro: ¡°Qu¨¦ bien sienta el Technicolor¡±. ?Qu¨¦ bien nos han sentado, a Espa?a y a Latinoam¨¦rica, Antonio Gala y Terenci Moix!
Volv¨ª a la feria para firmar con Manuela Carmena, hemos escrito biograf¨ªas para p¨²blico infantil. Ella, sobre Clara Campoamor y yo, sobre Oscar Wilde. All¨ª a Carmena le gritaron: ¡°Haz como Biden!¡±. Fue un momento descarado, madrile?o, de feria.
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