¡°Vuestra actitud capitalista hacia las mujeres no tiene cabida en el comunismo¡±: cuando la Guerra Fr¨ªa se libr¨® en una cocina
Hace 65 a?os se gest¨® el acuerdo para organizar sendas exposiciones que mostrasen el poder¨ªo sovi¨¦tico y estadounidense en el territorio contrario. Los primeros presumieron de m¨²sculo militar y espacial y los segundos decidieron llamar la atenci¨®n de otra manera: con electrodom¨¦sticos
A veces no basta con tener la sart¨¦n por el mango; tambi¨¦n hay que demostr¨¢rselo a tus adversarios. La opulencia del Palacio de Versalles como hogar del absolutismo franc¨¦s, el conjunto del Valle de los Ca¨ªdos para que los derrotados de la Guerra Civil espa?ola nunca olvidaran su condici¨®n de perdedores o la mesa con la que Putin fomenta el di¨¢logo cercano con otros l¨ªderes mundiales son algunos ejemplos de la importancia que la arquitectura o los muebles pueden adquirir en la construcci¨®n de la imagen del poder.
Otras veces, el mensaje es m¨¢s sutil. La fotograf¨ªa del primer secretario del Partido Comunista sovi¨¦tico Nikita Jruschov junto al entonces a¨²n vicepresidente de Estados Unidos Richard Nixon en lo que parece una t¨ªpica cocina americana es una de las im¨¢genes m¨¢s extra?as de la Guerra Fr¨ªa. ?C¨®mo es posible que una sencilla casa prefabricada para la clase media llegara a convertirse en el s¨ªmbolo de la carrera estadounidense y rusa por la dominaci¨®n tecnol¨®gica y cultural del planeta?
La historia comenz¨® en septiembre de 1958, cuando, movidos por un clima de deshielo internacional favorable a la coexistencia pac¨ªfica, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica acordaron celebrar sendas exposiciones en territorio contrario durante el verano de 1959. Para el bloque sovi¨¦tico la superioridad de una naci¨®n se demostraba con logros militares y cient¨ªficos extraordinarios, por lo que en su muestra en Nueva York exhibieron m¨²sculo tecnol¨®gico. La delegaci¨®n rusa lleg¨® a bordo de un impresionante T¨²polev Tu-114, el avi¨®n de pasajeros m¨¢s grande del mundo, y atiborraron el New York Coliseum con maquetas de f¨¢bricas y maquinaria pesada, incluido el primer barco rompehielos at¨®mico. Entre banderolas con el rostro de Lenin y esculturas de trabajadores sovi¨¦ticos, se reserv¨® un lugar especial para una r¨¦plica del Sputnik 1, el primer sat¨¦lite artificial de la historia que la Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa puesto en ¨®rbita el 4 de octubre de 1957.
Superados en la carrera espacial y con un presupuesto tres veces menor (Estados Unidos destin¨® 3,5 millones de d¨®lares al montaje de su exposici¨®n, frente a los 12 reservados por la Uni¨®n Sovi¨¦tica), los organizadores de la American National Exhibition en Mosc¨² plantearon un enfoque radicalmente diferente. El buque insignia era una c¨²pula geod¨¦sica de aluminio dorado patentada por Richard Buckminster Fuller. Concebida como una ¡°m¨¢quina de informaci¨®n¡± con capacidad para manejar un flujo de 5.000 personas por hora, Ray y Charles Eames instalaron en su interior un complejo sistema de siete pantallas de proyecci¨®n simult¨¢nea donde pod¨ªa verse ¡°un d¨ªa en la vida de los Estados Unidos¡± a trav¨¦s del documental Glimpses of the USA.
Se construy¨® tambi¨¦n un enorme pabell¨®n acristalado repleto de un abundante surtido de todo tipo objetos y bienes de consumo de uso rutinario, as¨ª como el Circarama, un edificio cil¨ªndrico patentado por Walt Disney que permit¨ªa la proyecci¨®n de la pel¨ªcula America The Beautiful en 360 grados.
Los comisarios estadounidenses organizaron demostraciones de productos de cosm¨¦tica y desfiles de moda en los que chicos y chicas adolescentes cruzaban la pasarela al ritmo del Jailhouse Rock de Elvis Presley. Instalaron kioscos con libros, peri¨®dicos y revistas sin ning¨²n tipo de vigilancia o control, ya que la intenci¨®n era que los visitantes rusos los robaran en nombre de la libertad de prensa estadounidense. Expusieron coches descapotables de todos los colores posibles, maquinaria agr¨ªcola, equipamiento deportivo, televisiones y equipos est¨¦reo. Incluso hab¨ªa dispensadores gratuitos de Pepsi-Cola (la foto de Jruschov bebiendo aquel brebaje yanqui acabar¨ªa por favorecer el establecimiento de la compa?¨ªa en la URSS a cambio de una flota de combate). En palabras de Harold C. McClellan, director general del evento, el principal objetivo de la exposici¨®n era ¡°proyectar a los sovi¨¦ticos una imagen realista y cre¨ªble de Estados Unidos [¡], reflejar c¨®mo vive, trabaja, aprende, produce, consume y juega la poblaci¨®n estadounidense; qu¨¦ tipo de personas son y cu¨¢les son sus valores¡±.
Splitnik: una casa prefabricada de Long Island en Mosc¨²
McClellan estaba buscando patrocinadores cuando recibi¨® la oferta de una promotora inmobiliaria de Long Island dispuesta a asumir los costes de producci¨®n, env¨ªo y montaje de una casita tipo rancho. Era una construcci¨®n sencilla y asequible (su costo de su producci¨®n se fij¨® en 13.000 d¨®lares, unos 125.000 euros actuales), el t¨ªpico hogar para una familia de clase media que las inmobiliarias estadounidenses estaban repitiendo hasta la saciedad en los suburbios de todas las ciudades del pa¨ªs: estructura de armaz¨®n de madera, muros prefabricados, cubierta a dos aguas, y una sola planta rectangular compacta, de 106 metros cuadrados, en la que se distribu¨ªan tres dormitorios, un ba?o completo, un aseo, sal¨®n, comedor y cocina.
A pesar de su car¨¢cter modesto, el presidente de la promotora se mostraba confiado respecto a su valor propagand¨ªstico: ¡°No hay nada que nadie pueda decir sobre el libre mercado que tenga un impacto comparable al que tendr¨¢ lo que el ruso medio vea cuando visite la casa de un estadounidense medio¡±.
Los comisarios de la exposici¨®n idearon la sustituci¨®n de algunos tabiques interiores por barandillas y la introducci¨®n de un pasillo central de tres metros de ancho que part¨ªa la casa por la mitad. Aquella operaci¨®n permiti¨® transformar una sencilla vivienda para una familia de cuatro personas en un pabell¨®n expositivo por el que desfilar¨ªan miles de curiosos sovi¨¦ticos al d¨ªa (durante las seis semanas que se mantuvo abierta al p¨²blico, desde el 25 de julio hasta el 4 de septiembre de 1959, dos millones y medio de rusos visitaron la exposici¨®n), a la vez que motiv¨® el sobrenombre de Splitnik, un juego de palabras entre el sat¨¦lite ruso y la palabra split (dividir, en ingl¨¦s).
Debate en la cocina
La cocina siempre ha sido una estancia sujeta a la experimentaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gico en el debate de la arquitectura contempor¨¢nea. Tambi¨¦n fue un tema central en la American National Exhibition, donde se expusieron todo tipo de electrodom¨¦sticos y art¨ªculos para el hogar, a la vez que hab¨ªa demostraciones en directo en las que los visitantes pod¨ªan ver c¨®mo actrices caracterizadas como amas de casa preparaban una cena completa en cuesti¨®n de minutos utilizando alimentos congelados y preparados. Los sovi¨¦ticos quedaron boquiabiertos ante la Miracle Kitchen of the Future (Cocina Milagrosa del Futuro), un montaje dom¨¦stico itinerante que contaba con todo tipo de dispositivos automatizados, incluidos un robot aspirador autopropulsado y un lavavajillas m¨®vil.
El Kremlin era consciente de la intenci¨®n estadounidense de seducir a sus compatriotas con aquellas escenas de abundancia dom¨¦stica, as¨ª que, a pesar de las buenas intenciones que hab¨ªan gestado el evento, el 24 de julio de 1959, durante la inauguraci¨®n oficial de la exposici¨®n a la que acudi¨® Richard Nixon en calidad de vicepresidente de Estados Unidos, Jruschov tir¨® de su brusco sentido del humor para minimizar los logros americanos. ¡°Muchas de las cosas que nos hab¨¦is ense?ado son interesantes, pero innecesarias. No tienen ninguna utilidad¡±, se mofaba.
Consciente de la pol¨¦mica creada a su alrededor, cuando la comitiva lleg¨® al Splitnik, Nixon se detuvo frente a la cocina, se apoy¨® en la barandilla y le dijo al l¨ªder sovi¨¦tico: ¡°Es como las que tienen nuestras casas de California¡±. No ment¨ªa. Para cualquier estadounidense de clase media de 1959, aquella era una cocina relativamente sencilla, muy parecida a la que ten¨ªan en sus propias casas. Contaba con lavaplatos, nevera con congelador, lavadora-secadora, triturador de basura, calentador de agua, placa de cocina con cuatro zonas de cocci¨®n y horno empotrado, todo completamente el¨¦ctrico. Sin embargo, aquel despliegue tecnol¨®gico desconcert¨® a Jruschov, hasta el punto de convertirlo en motivo de burla: ¡°?No ten¨¦is una m¨¢quina que os ponga la comida en la boca y la empuje hacia la garganta?¡±. Nixon argument¨® que aquellos electrodom¨¦sticos aliviaban la carga de las tareas dom¨¦sticas. ¡°En Estados Unidos, nos gusta hacer la vida m¨¢s f¨¢cil a las mujeres¡±, dijo. ¡°Vuestra actitud capitalista hacia las mujeres no tiene cabida en el comunismo¡±, quiso zanjar el sovi¨¦tico.
Pero aquello no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar, y entre electrodom¨¦sticos, cajas de estropajos y detergente, y rodeados por un s¨¦quito de periodistas, altos funcionarios sovi¨¦ticos y traductores, los l¨ªderes de las potencias m¨¢s poderosas del mundo se engancharon en un combate dial¨¦ctico en el que todo se llevaba a la arena pol¨ªtica. ¡°Vuestras casas est¨¢n construidas para que duren solamente veinte a?os y as¨ª despu¨¦s los constructores puedan vender m¨¢s. Nosotros construimos para nuestros hijos y para nuestros nietos¡±, atacaba Jruschov. ¡°Las casas estadounidenses duran mucho m¨¢s de veinte a?os, pero, aun as¨ª, despu¨¦s de veinte a?os, muchos estadounidenses quieren una casa o una cocina nueva¡±, se defend¨ªa Nixon. ¡°No, no, no¡ las casas nunca pasan de moda¡±, interrump¨ªa el sovi¨¦tico. ¡°Para nosotros, la diversidad, el derecho a elegir, tener a mil constructores construyendo mil casas diferentes, es lo m¨¢s importante. Nosotros no tenemos a un alto funcionario del gobierno tomando las decisiones del pueblo. Esa es la diferencia entre su pa¨ªs y el m¨ªo¡±, espetaba Nixon.
El intercambio de reproches en aquella cocina dur¨® 45 tensos minutos (y continu¨® durante otros 16 minutos en el plat¨® de televisi¨®n de la exposici¨®n). En Estados Unidos, la prensa convirti¨® a Nixon en un h¨¦roe nacional, y se regocijaba narrando c¨®mo la cantidad de habitaciones de la casa hab¨ªa impresionado a los visitantes sovi¨¦ticos, acostumbrados a los bloques de apartamentos comunales en los que a menudo se alojaba una familia entera por habitaci¨®n. Al lado otro del tel¨®n de acero, sin embargo, se extendi¨® la idea de que el Splitnik hab¨ªa sido una patra?a capitalista. ¡°No hay m¨¢s verdad en mostrar esto como la casa t¨ªpica del trabajador estadounidense que en, por ejemplo, mostrar el Taj Mahal como el hogar t¨ªpico del trabajador textil de Bombay o el Palacio de Buckingham como el hogar t¨ªpico de un minero brit¨¢nico¡±, declar¨® el hijo del embajador sovi¨¦tico en Estados Unidos despu¨¦s de visitar la casa.
En una cosa s¨ª pod¨ªan estar de acuerdo: la Guerra Fr¨ªa ya no iba a ser solo cuesti¨®n de gobiernos t¨ªteres y guerras en pa¨ªses lejanos, ojivas nucleares y haza?as en el espacio exterior. El debate de cocina hab¨ªa convertido la vivienda, estandarte de la sociedad de consumo y el estilo de vida estadounidenses, en un asunto de trascendencia pol¨ªtica internacional. El T¨ªo Sam hab¨ªa asestado un duro golpe de aut¨¦ntico poder blando en el coraz¨®n del oso comunista.
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