Sin diamantes ni ostentaci¨®n: as¨ª ha triunfado Sophie Buhai, la joyera m¨¢s deseada
Entramos en el estudio de la dise?adora, famosa por sus joyas de plata. Una casa del barrio de Silver Lake transformada en taller y oficina llena de piezas ¡®vintage¡¯ y ¡®art d¨¦co¡¯ y cargado de luz natural
Al traspasar la peque?a puerta del estudio de la dise?adora de joyas Sophie Buhai (Los ?ngeles, 42 a?os), lo primero que llama la atenci¨®n es la luz. Tamizada por un olivo situado frente a la ventana principal, la luminosidad angelina juguetea con las largu¨ªsimas cortinas ligeras de color crudo, con los objetos, pocos y escogidos; con los movimientos del personal, que sube y baja las cuatro plantas del edificio, y con las joyas de la creadora. Tambi¨¦n con el tono de voz sosegado de la propia Buhai. Nadie dir¨ªa que en esa casita estrecha de Silver Lake, uno de los barrios m¨¢s cotizados de Los ?ngeles, c¨¦ntrico y verde, se esconde el estudio de una de las ide¨®logas de la joyer¨ªa actual. Sophie Buhai se licenci¨® en la escuela neoyorquina Parsons en 2003 para, tres a?os despu¨¦s, cofundar con su compa?era Lisa Mayock la firma de moda Vena Cava. Su aventura en el textil acab¨® en 2013 y, afirma, no pretende volver. Dos a?os despu¨¦s, la joyer¨ªa de plata lleg¨® a su vida y hoy, Buhai ha conquistado un espacio propio del que no piensa moverse.
La dise?adora cuenta que la plata siempre ha estado presente en su vida. Que su abuela y sus ¡°exc¨¦ntricas t¨ªas¡± le ense?aron que el estilo va m¨¢s all¨¢ de los diamantes, los materiales caros e incluso las modas: cuando empez¨®, hace casi una d¨¦cada, se llevaban los charms dorados y diminutos, pero ella apost¨® por la plata, grande y con formas robustas. Acert¨®, y de ello dan fe clientas como Michelle Obama, Jennifer Lopez o Nicole Kidman. ¡°Dise?ar con plata es toda una declaraci¨®n de intenciones¡±, afirma. Es su material fetiche, aunque desde hace algunas temporadas se ha lanzado con algo de oro, piedras semipreciosas y perlas. Buhai dise?a aros, brazaletes geom¨¦tricos o delicados collares. Tambi¨¦n para hombres. Y tambi¨¦n objetos: petacas, encendedores, peines como heredados de una elegante abuela de los a?os treinta, boquillas, pastilleros en forma de concha, cuchillos para mantequilla e incluso mondadientes. ¡°Convertir esos objetos en esculturales es darles un punto de sentido del humor¡±, dice.
Tambi¨¦n hay cierta vocaci¨®n escultural en su nuevo estudio, ubicado en un edificio, entre posmoderno y ¡°estilo espa?ol¡±, construido en 1986. ¡°Quer¨ªamos algo tipo Bauhaus, cercano a la arquitectura moderna, pero no tanto de los a?os veinte y treinta, tan literal¡±. Tras adquirirlo, durante un par de meses limpiaron, pintaron, eliminaron la vieja moqueta y dejaron ¡°la estructura en los huesos, para que se viera la esencia¡±, relata. Los objetos inciden en esa claridad de ideas: una vitrina de mediados del siglo XX, un sof¨¢ semicircular italiano en verde oliva de los a?os treinta, un grabado sobre la chimenea de piedra, una mesa camilla cubierta por una alfombra encontrada en un mercadillo de Par¨ªs sobre la que reposa un jarr¨®n negro y una mesa baja de grueso vidrio ideada por su amiga Gabriela Rosales, propietaria de la galer¨ªa angelina Formative Modern. ¡°Creamos juntas la planta baja, fue su primer proyecto de interiorismo. Quer¨ªa que estuviera muy conectado con mis piezas, que fuera muy siglo XX. Me gustaba la idea de trabajar con un negocio local, y con una mujer¡±, afirma esta admiradora de ¡°mujeres incre¨ªbles como Tina Chow, Elsa Peretti o la sueca Vivianna Torun B¨¹low-H¨¹be¡±.
Esa misma filosof¨ªa impregna su negocio: peque?o (son apenas ocho personas), local (sus piezas se dise?an en Silver Lake y toman forma, primero en cera y luego en plata, en talleres de artesanos locales de la ciudad, con un prestigioso distrito joyero) y comandado por una mujer. Y con un equipo mayoritario de mujeres al que hace cuatro a?os se uni¨® su marido, Josh Sussman, antiguo abogado criminalista que ahora se encarga de la gesti¨®n del negocio. La pareja se cas¨® en 2014 y tiene dos hijos. ¡°Mi hija dice que le encantan las joyas y va a ser dise?adora¡±, relata Sophie, ¡°pero el ni?o no tiene ning¨²n inter¨¦s en esto¡±, r¨ªe.
Fue Sussman el que dio con este bungal¨® de ese denominado por los californianos estilo espa?ol, tras meses de b¨²squeda. ¡°La marca primero fue una especie de proyecto en el s¨®tano de casa¡± relata Buhai. ¡°Yo soy de aqu¨ª. Amo esta ciudad. Llevo ocho a?os trabajando en casa ocho a?os, en una zona anexa. Josh empez¨® a buscar, era muy pele¨®n porque no ten¨ªamos demasiado presupuesto. Quer¨ªamos en esta zona porque vivimos cerca, y quer¨ªamos un sitio... que no fuera muy corporativo [risas]¡±. ?Nada gris, con pl¨¢stico y ordenadores? ¡°Nada, nada de eso¡±, vuelve a re¨ªr. El espacio fue dif¨ªcil de encontrar. La reforma fue peque?a, y contaban con una ventaja: la luz. Con ventanales grandes al frente y tambi¨¦n con ventanas en las habitaciones traseras, la luz inunda el lugar. ¡°La luz es incre¨ªble¡±, repite Sophie a menudo en la charla. ¡°Es lo bueno de Los ?ngeles, la luz y que hay espacio¡±.
El lugar es entre mediterr¨¢neo, parisiense ¡ªla creadora viaja tres veces al a?o a Francia, para visitar a compradores y ver museos¡ª y puramente angelino: ¡°Es una mezcla de estilo europeo, art d¨¦co, piezas de algunos dise?adores, piezas hechas a medida, piezas antiguas, objetos que creamos... la joyer¨ªa tambi¨¦n es decoraci¨®n¡±. Una mezcla, como ella misma, como su trabajo. ¡°No s¨¦ muy bien qu¨¦ soy, no tengo una etiqueta¡±, reflexiona. ¡°Supongo... creo... que soy una dise?adora¡±. Sin m¨¢s. Pero ella no quiere hacer ropa, como tantos otros dise?adores. Esa etapa qued¨® lejos. Le gusta hacer cosas, muchas, distintas, no siempre semejantes, pero no prendas. ¡°No lo hab¨ªa pensado pero s¨ª, las joyas son una intersecci¨®n de muchas cosas. Es muy personal, son talismanes, te acompa?an cuando las usas y las llevas¡±.
Sus clientas finales son tambi¨¦n, en su mayor¨ªa, mujeres. ¡°Son intelectuales y sofisticadas, pero nada pretenciosas¡±, las define. ¡°Desde profesoras de universidades de ciudades peque?as hasta doctoras o abogadas, o se?oras de Park Avenue; desde mujeres muy mayores hasta estudiantes universitarias que se regalan una pieza cuando se grad¨²an. Creo que es interesante¡±. Ella misma saca a colaci¨®n la cuesti¨®n de los precios. Sus aros m¨¢s sencillos parten de los 250 d¨®lares; la mayor parte de sus piezas ponibles est¨¢n entre los 600 y los 900, aunque pueden llegar hasta los 2.000. ¡°Hay piezas que tienen un precio m¨¢s elevado, pero otras, como un par de pendientes, que est¨¢n en un precio m¨¢s bajo, porque s¨¦ que hay clientas que ahorran un a?o para ellas, pero aun as¨ª se las pueden permitir. Es bueno tener un rango de precios, es importante para m¨ª. Creo que la alta joyer¨ªa a veces es muy excluyente, as¨ª que siempre he admirado a los dise?adores que han sido capaces de crear con precios normales¡±.
Buhai busca un equilibrio entre precios normales y piezas hechas a mano, artesanas y creativas, que duren. Las dibuja, una a una, y las talla en cera antes de convertirlas en plata. ¡°Y con la cera vamos ajustando, poniendo m¨¢s y menos, quitando aqu¨ª y sumando all¨¢. No es f¨¢cil estar siempre en todo el proceso, hay una persona en mi equipo que se encarga de ese desarrollo final. Se hace con mucho cuidado, tengo que trabajar personalmente en cada pieza, aqu¨ª no hay un equipo de dise?o¡±, afirma. ¡°Desarrollamos muchas piezas y me gustar¨ªa hacer m¨¢s categor¨ªas, pero queremos controlar la calidad¡±. ?Categor¨ªas? ¡°Me gustar¨ªa hacer l¨¢mparas, y sillas, y mesas y encimeras¡±, se le ilumina la mirada, ¡°ah¨ª tendr¨ªa que buscar tambi¨¦n buenos socios. Son piezas para toda la vida y la calidad es importante. Y tambi¨¦n la sostenibilidad¡±.
El estudio de Buhai est¨¢ en la ¨²ltima planta del edificio. All¨ª dise?a entre libros de Man Ray, Picasso y Fortuny apilados en el suelo, con tableros llenos de bocetos y fotos que le inspiran, peinetas, tenedores, joyas precolombinas. Por toda decoraci¨®n, un jarr¨®n de plata sobre la chimenea y una silla de Pascal Mourgue en una esquina. Buhai sue?a tanto con l¨¢mparas como con hacer relojes. Y con que sus piezas duren. As¨ª ve su futuro: viajando a Viena o Par¨ªs, visitando museos, pasando horas en bibliotecas. Y trabajando con calma, a la luz que entra a trav¨¦s el olivo de la puerta.
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