?Cu¨¢ndo es legal copiar un dise?o?
El l¨ªmite entre seguir una tendencia y plagiar a un competidor no es f¨¢cil de determinar, pero establecerlo caso por caso es imperativo
En octubre de 2015, un cargamento con 100 copias de la Round Chair del dise?ador dan¨¦s Hans J Wegner fue confiscado en Noruega. Proced¨ªan de China y hab¨ªan sido encargadas por un restaurante que quer¨ªa amueblar su comedor con este dise?o con pedigr¨ª. El de Wegner lo era: su respaldo y brazos, elaborados en una sola pieza de madera curvada, son un ejercicio de sutileza que lleva desde 1949 elabor¨¢ndose de forma...
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En octubre de 2015, un cargamento con 100 copias de la Round Chair del dise?ador dan¨¦s Hans J Wegner fue confiscado en Noruega. Proced¨ªan de China y hab¨ªan sido encargadas por un restaurante que quer¨ªa amueblar su comedor con este dise?o con pedigr¨ª. El de Wegner lo era: su respaldo y brazos, elaborados en una sola pieza de madera curvada, son un ejercicio de sutileza que lleva desde 1949 elabor¨¢ndose de forma artesanal. La firma que posee el derecho de producirlas, PP M?bler, se neg¨® a aceptar el trato que le ofreci¨® el propietario de restaurante, dispuesto a pagar una compensaci¨®n. El v¨ªdeo que alguien grab¨® y que mostraba a una excavadora aplastando las cajas donde se guardaban estas r¨¦plicas se convirti¨® en una especie de snuff movie para decoradores y una especie de castigo ejemplarizante para un fen¨®meno entonces m¨¢s difundido de lo que parec¨ªa.
Cuando aquello sucedi¨® Hans J. Wegner hab¨ªa fallecido siete a?os atr¨¢s, por lo que la ilegalidad era obvia: los derechos de autor segu¨ªan vigentes. Pero no suced¨ªa lo mismo con otros monstruos sagrados del dise?o mid-century. Hasta 2016, era relativamente f¨¢cil encontrar en tiendas brit¨¢nicas copias mejores y peores de muebles c¨¦lebres: las sillas de los Eames, las mesas de Eileen Gray o los taburetes de Aalto. Nada se lo imped¨ªa. Los derechos de autor caducaban a los 25 a?os de la muerte de su dise?ador. Sin embargo, todo cambi¨® cuando aquel verano los brit¨¢nicos adoptaron las regulaciones europeas que ampliaban ese plazo hasta los 70 a?os y los vendedores y fabricantes se vieron obligados a retirar las copias del mercado. En un efecto ahora o nunca algo perverso, los medios digitales se llenaron de listados de direcciones y tiendas donde aprovechar la ¨²ltima oportunidad para adquirir una copia de la silla Barcelona de Mies van der Rohe por 455 libras (el precio normal ser¨ªa de cuatro cifras) o una l¨¢mpara parecida a la Arco de Achille y Pier Giacomo Castiglioni, un cl¨¢sico del dise?o no precisamente asequible, por menos de 200.
¡°El l¨ªmite entre seguir una tendencia y plagiar los dise?os de un competidor no es f¨¢cil de determinar, y debe establecerse caso por caso¡±Cristina Mesa, del bufete Garrigues
El plazo de 70 a?os ha barrido muchas de aquellas r¨¦plicas, algunas en principio legales. Mies van der Rohe muri¨® en 1969, Charles Eames en 1978, Arne Jacobsen en 1971. Comprar falsificaciones de sus piezas es ilegal en muchos pa¨ªses. Pero estas normativas se aplican a las copias exactas: mismos detalles, mismas formas y proporciones, mismos sistemas de ensamblaje. El derecho a la autor¨ªa es innegable, pero tambi¨¦n que el dise?o se mueve a veces en territorios no delimitados con exactitud. ¡°Se trata de una industria basada en tendencias, por lo que es normal que las distintas marcas comercialicen dise?os parecidos. El l¨ªmite entre seguir una tendencia y plagiar los dise?os de un competidor no es f¨¢cil de determinar, y debe establecerse caso por caso¡±, explica a ICON Cristina Mesa, socia de Propiedad Industrial e Intelectual de Garrigues.
Hay pr¨¢cticas nebulosas imposibles de tipificar. Por ejemplo, muchos decoradores suelen encargar muebles a sus ebanistas de confianza para ciertos interiores. Son piezas a medida con colores, materiales, tejidos, proporciones y dimensiones que no se encuentran en el mercado; a veces recuerdan a dise?os emblem¨¢ticos, pero en muy pocos casos se pueden calificar como falsificaciones. En otros casos, la duda surge de otra cuesti¨®n: ?qui¨¦n es el autor de un dise?o? Especialmente porque no es una labor solitaria. ¡°En principio, los dise?os pertenecen a la persona que los crea¡±, a?ade Mesa. ¡°No obstante, existen determinadas presunciones en la normativa de propiedad intelectual e industrial que transfieren dicha titularidad a las empresas empleadoras. En cualquier caso, es importante que los contratos reflejen con claridad a qui¨¦n pertenecen los derechos de las obras creadas, especialmente cuando se trata de dise?adores que colaboran con empresas de forma independiente¡±. As¨ª sucede, por ejemplo, con los sof¨¢s que firmas como C&B (posteriormente B&B Italia) produjeron en los a?os sesenta y setenta. Muchos de ellos estaban basados en una t¨¦cnica, la inyecci¨®n de poliestireno expandido en moldes, que hab¨ªa sido desarrollada por la empresa. En otros casos, la ayuda de los ebanistas fue fundamental para acabar de perfilar modelos de sillas o mesas con construcciones complejas.
Pero las dudas pueden dar origen a aut¨¦nticas pol¨¦micas que, en ocasiones, llegan a los tribunales. El Salone del Mobile de 2017, por ejemplo, fue escenario de una muy medi¨¢tica. Dos de las firmas m¨¢s emblem¨¢ticas del mobiliario italiano, Molteni&C y Cassina, decidieron presentar ¨Csin saberlo¨C el mismo modelo a la vez: una reedici¨®n de una butaca de Gio Ponti. Ambos ten¨ªan sus argumentos. Molteni&C hab¨ªa adquirido un acuerdo de exclusividad con los herederos de Ponti para producir sus dise?os descatalogados e in¨¦ditos. As¨ª suced¨ªa con la mencionada silla, que hab¨ªa sido producida originalmente fabricada por Cassina en vida del autor, pero llevaba d¨¦cadas fuera del mercado. Cuando esta ¨²ltima firma volvi¨® a producirla, lo hizo desde la premisa de que hab¨ªa sido un proyecto conjunto. As¨ª que ambas marcas, en cierto modo, esgrim¨ªan su derecho a fabricarla, hasta que los juzgados dieron la raz¨®n a Molteni&C. Fue una controversia puntual en una industria cuyos miembros en general tienen buena relaci¨®n, y que se sald¨® sin que llegara la sangre al r¨ªo: lo ¨²nico que se hab¨ªa presentado en Mil¨¢n eran prototipos, as¨ª que no hubo que parar ninguna l¨ªnea de producci¨®n. Sin embargo, este caso sirvi¨® para reavivar un debate persistente y que depende de la jurisprudencia. Desde Garrigues, Mesa se?ala que todo depende del tipo de protecci¨®n que se haya buscado en el momento del registro. ¡°En principio, el mobiliario puede protegerse tanto a trav¨¦s del dise?o industrial como a trav¨¦s de la normativa de propiedad intelectual. En el primer caso, la pieza debe cumplir con dos requisitos, ser nueva y tener car¨¢cter singular, o lo que es lo mismo, ser distinta en cierto modo a lo que ya se encuentra en el mercado. En el segundo caso, lo que se exige es que el dise?o sea original, en el sentido de expresar la personalidad de su autor. Lo positivo es que ambos tipos de protecci¨®n pueden acumularse, lo que supone una gran ventaja para las marcas que apuestan por el dise?o¡±. Sus plazos son distintos. ¡°Los l¨ªmites temporales var¨ªan seg¨²n el tipo de protecci¨®n buscada. Por ejemplo, los dise?os industriales no registrados pueden tener una protecci¨®n de 3 a?os. En el caso de los dise?os registrados la protecci¨®n se extiende hasta los 25 a?os. La protecci¨®n m¨¢s amplia la ofrece el derecho de autor, que protege las obras originales por un per¨ªodo de 70 a?os contados desde el fallecimiento del autor¡±.
Muchos consumidores no saben cu¨¢ndo lo que compran se trata de una copia. Las firmas m¨¢s punteras del sector del mobiliario llevan a?os ejerciendo una labor pedag¨®gica
La jurisprudencia ha marcado algunos hitos. Mesa se?ala la Sentencia Cofemel de 2019. ¡°El Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea ha apostado claramente por la posibilidad de proteger el dise?o de objetos funcionales mediante la normativa de propiedad intelectual siempre y cuando se cumpla el requisito de originalidad. La protecci¨®n ha alcanzado incluso a autom¨®viles, siendo destacable la protecci¨®n de los modelos de Ferrari, pero tambi¨¦n los dise?os de Philippe Starck, la popular trona de Stokke o las bicicletas Brompton¡±. Tal vez por eso existe la sensaci¨®n de que las copias, sin haber desaparecido, son tambi¨¦n menos habituales o, como m¨ªnimo, menos visibles que antes.
Hay ciertas batallas que se pelean en los tribunales, pero la m¨¢s decisiva es la que se lucha en el punto de venta y en el imaginario del consumidor, teniendo en cuenta que muchos de ellos no saben cu¨¢ndo lo que compran se trata de una copia. Las firmas m¨¢s punteras del sector del mobiliario llevan a?os ejerciendo una labor pedag¨®gica para explicar que un dise?o es m¨¢s que una silueta. Cassina, que bajo el ep¨ªgrafe I Maestri produce obras de Corbusier, Rietveld, Mackintosh o Vico Magistretti, lo hace en estrecha colaboraci¨®n con los herederos de los dise?adores y mediante una labor de investigaci¨®n casi filol¨®gica que documenta el modo en que los materiales, las t¨¦cnicas constructivas o las proporciones siguen con rigor el modelo original.
Algo similar sucede con la marca suiza Vitra, toda una instituci¨®n en la preservaci¨®n del dise?o del siglo XX. Galones no les faltan: el fundador de la empresa, Willi Felhbaum, desarroll¨® las sillas de los Eames con la colaboraci¨®n de los dise?adores ya en 1953. El argumentario que manejan en la empresa para abordar esta cuesti¨®n defiende que los productos surgen de un esfuerzo colaborativo entre el dise?ador y el fabricante. ¡°Juntos, dedican su tiempo, su experiencia y su arte al desarrollo y presentaci¨®n de nuevos productos¡±, afirma Nora Felhbaum, directora ejecutiva de Vitra, en declaraciones p¨²blicas difundidas por la marca. ¡°Su objetivo es crear un producto que no solo sea atractivo, sino que ofrezca al usuario una experiencia ¨²nica. Hay otros aspectos, como la sostenibilidad o la longevidad, que tambi¨¦n forman parte del proceso de dise?o¡±. Cuando se ven obligados a alterar los dibujos originales para mejorar cualquier aspecto, lo hacen con la colaboraci¨®n de historiadores, dise?adores y conocedores de la obra original.
Es decir, que la fiebre por la originalidad no es solo una cuesti¨®n de rigor hist¨®rico, obsesi¨®n por las marcas, af¨¢n de estatus o vocaci¨®n de coleccionismo: la ¨²nica silla capaz de cumplir con garant¨ªas los objetivos de comodidad, durabilidad y funcionalidad de su dise?ador es la que se produce con los mismos est¨¢ndares de calidad con que fue concebida. Lo saben bien en Vitra o Cassina; muchos de sus clientes no buscan piezas para su casa, sino para el ¨¢mbito profesional. Y pocas r¨¦plicas de bajo coste son capaces de aguantar el trasiego de un aula o el comedor de un restaurante. La diferencia entre el contrachapado de un original de Alvar Aalto para Artek y una copia asequible es la misma que media entre el cachemir y el poli¨¦ster: tacto, flexibilidad, longevidad. Por no hablar del posible valor de la pieza a lo largo del tiempo: plataformas de subastas y compraventa de mobiliario antiguo dan fe de lo cotizadas que siguen estando ciertas piezas elaboradas con los materiales y las licencias adecuadas.
En todo caso, la venta de r¨¦plicas sigue activa, azuzada por los elevados precios de las piezas originales. Basta teclear en internet el nombre de un cl¨¢sico seguido de la palabra ¡°barato¡± para encontrar tiendas que venden imitaciones con nombres que recuerdan a los de los dise?adores originales. En otros casos, la alusi¨®n a la pieza copiada est¨¢ en los metadatos de la web: los buscadores la localizan y dirigen al internauta a una tienda donde hay piezas similares, pero sin especificar nunca que se trata de una r¨¦plica. Otras tiendas online que vend¨ªan r¨¦plicas de forma manifiesta pasaron primero a definirse como intermediarias entre productores y consumidores finales, y despu¨¦s a cesar su actividad. Tras contactar con los administradores de una de ellas, explican que decidieron cerrarla porque ¡°no hay una respuesta clara y la normativa cambia seg¨²n el pa¨ªs¡±.
Al mismo tiempo, el dise?o asequible se ha liberado de cualquier estigma: si Terence Conran dignific¨® el mobiliario a precios adecuados con Habitat en los a?os ochenta y noventa, los dise?adores m¨¢s prestigiosos se enorgullecen de trabajar para Ikea, que desarrolla sus propios productos y m¨¦todos sin necesidad de copiar, y cuyos planteamientos han sido adoptados incluso por firmas de lujo.
De alg¨²n modo, el triunfo de esta idea es tambi¨¦n el de la propia cultura del dise?o. Cualquiera que se haya acercado a la exposici¨®n dedicada a Miguel Mil¨¢ en el Madrid Design Festival de este a?o habr¨¢ podido comprobar que sus piezas m¨¢s conocidas, como las l¨¢mparas que produce Santa & Cole, son mucho m¨¢s que un dibujo: son un modo de usar los materiales, de ensamblar las piezas para hacerlas m¨¢s resistentes, de depurar el dise?o hasta lo invisible para hacerlo m¨¢s funcional y bello. Una silla es m¨¢s que un croquis y un vestido es m¨¢s que un figur¨ªn. Pero, al mismo tiempo, el problema de las copias es tan antiguo como el propio dise?o. Y, en cierto modo, tambi¨¦n un ¨ªndice de su ¨¦xito: solo se copia lo que se desea.