Lujo grandioso y 1.400 muertos: as¨ª es el palacio barroco que quiso ser m¨¢s grande que el Vaticano
La biograf¨ªa del Palacio de Mafra, escenario principal de ¡®La reina Margot¡¯ y completado en 1755 a 30 kil¨®metros de Lisboa, compite en ¨¦pica (y, por momentos, en terror) con la sangrienta historia de la pel¨ªcula protagonizada por Isabelle Adjani
¡°?Matadlos! Pero matadlos a todos, para que no quede ninguno que pueda reproch¨¢rmelo¡±. Es la frase de un rey, Carlos IX de Francia, que ante la posibilidad de una revuelta de consecuencias imprevisibles decidi¨® tomar medidas dr¨¢sticas. Cometer un crimen que limpiara el crimen mismo. Parece ser, por otro lado, que la frase es ap¨®crifa. Aunque el director de cine Patrice Ch¨¦reau y su guionista, Dani¨¨le Thomson, la conservaron para el libreto de La reina Margot (1994), obra maestra del cine que acaba de cumplir 30 a?os, y que hoy parece m¨¢s de actualidad que nunca. La pel¨ªcula es una superproducci¨®n de autor, una epopeya sangrienta y rom¨¢ntica. Para ponerla en pie, se cont¨® con los mejores actores, los mejores profesionales t¨¦cnicos y art¨ªsticos y los mejores decorados. Entre ellos el Palacio Nacional de Mafra, en Portugal, cuya historia corre en paralelo a la de la propia pel¨ªcula. Dos historias de esplendor y tambi¨¦n de desolaci¨®n.
Fue La reina Margot, pero iban a ser Los tres mosqueteros. A finales de los a?os ochenta, directores como Claude Berri (El manantial de la colina), Jean-Jacques Annaud (El nombre de la rosa, El oso), Luc Besson (El gran azul) o Jean-Paul Rappeneau (Cyrano de Bergerac) obten¨ªan enormes ¨¦xitos de taquilla en Francia con superproducciones a la antigua usanza. Patrice Ch¨¦reau, el director de teatro m¨¢s prestigioso de Francia, que hab¨ªa dirigido cuatro pel¨ªculas m¨¢s bien minoritarias, pretend¨ªa lograr su propio bombazo popular gracias a una nueva versi¨®n de las aventuras de D¡¯Artagnan y sus camaradas. Se le adelant¨® otro director, Jean Becker, aunque aquel proyecto nunca lleg¨® a buen puerto. A cambio, Ch¨¦reau ley¨® otra novela de Alejandro Dumas, La reina Margot, sobre la matanza de San Bartolom¨¦ en el Par¨ªs de 1572, y encontr¨® su mirlo blanco. Convenci¨® a Claude Berri, que adem¨¢s de director era uno de los productores m¨¢s poderosos de Francia, para obtener la financiaci¨®n ¨Cla coproducci¨®n se mont¨® con Alemania e Italia¨C gracias al reclamo de una estrella, Isabelle Adjani, que acababa de triunfar con su candidatura al Oscar por Camille Claudel.
Que, rozando los 40 a?os, Adjani doblara la edad del personaje real de Margarita de Valois no era un problema mayor. S¨ª lo fue, en cambio, el car¨¢cter indeciso de la actriz, que con sus retiradas y regresos retras¨® la producci¨®n, e incluso lleg¨® a cancelarla durante un tiempo. Cuatro a?os pasaron hasta que el rodaje pudo comenzar. Entre tanto, Ch¨¦reau y Thomson redactaron nueve versiones del guion, que iba creciendo a medida que a Dumas se le a?ad¨ªan otras referencias como el Enrique IV de Heinrich Mann o la obra teatral La matanza de Par¨ªs, de Christopher Marlowe, adem¨¢s de connotaciones derivadas de la geopol¨ªtica del momento.
La historia entremezclaba los hechos hist¨®ricos con la fantas¨ªa literaria, partiendo de uno de los episodios m¨¢s oscuros de la historia de Francia. En agosto de 1572, Par¨ªs celebraba la boda entre el protestante Enrique de Borb¨®n, rey de Navarra, y Margarita de Valois (¡°Margot¡±), la hermana del monarca cat¨®lico de Francia, Carlos IX. Aquel enlace deb¨ªa ser un acto de reconciliaci¨®n que pusiera fin a las reglas de religi¨®n que asolaban el pa¨ªs. Pero los ¨¢nimos estaban demasiado caldeados. Poco antes hab¨ªa muerto Juana de Albret, la madre del novio, muerte sobre la que reca¨ªa la sospecha del crimen cat¨®lico. El almirante Coligny, hombre de confianza del rey, era adem¨¢s el l¨ªder del partido protestante de los hugonotes, y pretend¨ªa declarar la guerra a Espa?a por la dura represi¨®n del protestantismo en Flandes. Por su parte, la ultracat¨®lica familia de Guisa promulgaba la alianza con Espa?a y hac¨ªa campa?a contra Coligny y los hugonotes. La llegada de miles de protestantes a Par¨ªs para celebrar el matrimonio real gener¨® hostilidades entre una poblaci¨®n mayoritariamente cat¨®lica. La tensi¨®n era tal que cualquier chispa habr¨ªa bastado para desatar un incendio.
La chispa fue un tiro de arcabuz. Coligny sufri¨® un atentado en plena calle: le dispar¨® un hombre llamado Maurevert desde el interior de una casa que pertenec¨ªa a los Guisa. El almirante perdi¨® un brazo, pero en principio conserv¨® la vida. Los hugonotes, indignados, exigieron justicia a Carlos IX. A cambio, lo que obtuvieron fue la orden de que aquel 24 de agosto, d¨ªa de San Bartolom¨¦, se asesinara a los l¨ªderes protestantes de la ciudad. Empezando por Coligny, que fue arrojado por la ventana, y de ah¨ª al Sena, y tambi¨¦n castrado, decapitado y por fin colgado por los pies. Detr¨¢s fueron los otros cabecillas, e inmediatamente despu¨¦s ni un protestante estaba a salvo en Par¨ªs. El rey emiti¨® entonces una contraorden, pero la violencia ya era irreprimible. Se estima que m¨¢s de 4.000 personas fueron asesinadas en Par¨ªs, y la cifra se eleva a las 10.000 si se cuentan las ciudades de provincias, que tambi¨¦n se sumaron a la carnicer¨ªa. Entre tanto, Enrique de Navarra, protegido por ser pr¨ªncipe de sangre y por su matrimonio con una princesa cat¨®lica, abjur¨® del protestantismo. Por su parte ¨Caqu¨ª empieza la invenci¨®n novelesca¨C, Margot se enamor¨® de La M?le, un caballero hugonote, y para salvarlo se ali¨® con su marido y se enfrent¨® a su hermano el rey, a su anterior amante, el duque de Guisa, y a su madre, la intrigante Catalina de M¨¦dici.
Para contar esta historia, Ch¨¦reau opt¨® por localizaciones hist¨®ricas, algunas construidas durante el Renacimiento o en ¨¦pocas anteriores, como los castillos de Meaulnes y Compi¨¨gne, la ciudadela militar de Blaye, o la bas¨ªlica de Saint Quentin haciendo las veces de N?tre Dame de Par¨ªs, para la boda entre Enrique y Margot. Pero algunas de las mejores escenas de la pel¨ªcula, las de intrigas familiares en los pasillos y patios del palacio renacentista del Louvre (que en aquellos tiempos era la residencia parisiense de la familia real) se rodaron en el Palacio Nacional de Mafra, a 30 kil¨®metros de Lisboa, construido un siglo y medio despu¨¦s de aquellos hechos, en un estilo barroco tard¨ªo.
Como La reina Margot, el palacio de Mafra iba a ser una cosa y termin¨® siendo otra muy distinta. Su origen es una promesa, la del jovenc¨ªsimo rey Juan V de Portugal, que jur¨® construir un peque?o convento franciscano si su mujer, Mar¨ªa Ana de Austria, le daba descendencia. Lo que ocurri¨® con el nacimiento, en 1711, de B¨¢rbara de Braganza, que despu¨¦s ser¨ªa reina consorte de Espa?a. As¨ª que en 1717 comenzaron las obras del convento. Pero tambi¨¦n llegaron a las arcas reales los enormes beneficios de las minas de oro y diamantes de Brasil, con lo que el modesto convento inicial no solo creci¨® de tama?o, sino que a ¨¦l se le a?adi¨® un fastuoso palacio que deb¨ªa convertirse en residencia de la familia real. El arquitecto de origen alem¨¢n y formaci¨®n italiana Johann Friedrich Ludwig fue contratado para el dise?o, y el hijo de este, Ant¨®nio Ludovice, se encarg¨® de dirigir la obra. Se inaugur¨® al cabo de 13 a?os, por el 41 cumplea?os del rey, con una fiesta que dur¨® 8 d¨ªas, aunque las obras a¨²n se prolongaron hasta 1755, a?o del terremoto de Lisboa, cuya reconstrucci¨®n adquiri¨® prioridad. El resultado es un edificio de unos 38.000 metros cuadrados con 1.200 estancias y una fachada principal de 220 metros, realizado en piedra lioz (como la Torre de Belem o el monasterio de Los Jer¨®nimos) y m¨¢rmol blanco. En su centro, la iglesia se concibi¨® para rivalizar con los grandes monumentos de Roma, como prueban su balc¨®n central a imagen y semejanza del reservado al Papa en el Vaticano, la enorme c¨²pula copiada de la de Miguel ?ngel o las torres laterales de 68 metros, inspiradas en las de Sant¡¯Agnese en Agone de Borromini. Se estima que trabajaban en su construcci¨®n una media de 15.000 personas, que llegaron a ser 45.000 en algunos momentos. Unos 1.400 trabajadores murieron a pie de obra.
Aunque no hubo v¨ªctimas mortales en el rodaje de La reina Margot, tampoco puede decirse que aquello fuera una balsa de aceite. En un art¨ªculo de la edici¨®n francesa de Vanity Fair escrito por Florence Colombani se evocan los celos, rivalidades y desconfianzas entre los componentes masculinos de un reparto compuesto por la troupe habitual de Patrice Ch¨¦reau. El director era conocido por sus maneras absorbentes, cercanas a las del l¨ªder de una secta, como retrat¨® una de sus alumnas, Valeria Bruni-Tedeschi, en la pel¨ªcula La gran juventud (2022). Azuzados por esta competitividad algo t¨®xica, Daniel Auteuil (Enrique de Navarra), Vincent Perez (La M?le), Jean-Hugues Anglade (Carlos IX), Pascal Greggory (Enrique III), Jean-Claude Brialy (Coligny) o incluso Miguel Bos¨¨ (duque de Guisa) realizaron unos trabajos extraordinarios. Por su parte, Virna Lisi encarnaba a Catalina de M¨¦dicis (papel que rechazaron Sophia Loren y Monica Vitti) como una versi¨®n femenina y renacentista del Marlon Brando de El padrino capaz de helar la sangre. Y la estrella Isabelle Adjani, que se manten¨ªa intocable y alejada de sus compa?eros, compuso una Margot algo m¨¢s hier¨¢tica de lo que el director hab¨ªa imaginado, pero tambi¨¦n dotada de un arrasador poder ic¨®nico. En una ocasi¨®n, Daniel Day-Lewis, que entonces era su pareja, viaj¨® en moto hasta Portugal para visitar el rodaje, generando un revuelo que los actores rememoran en el art¨ªculo de Colombani como si fuera una visita papal en un convento de clarisas.
Fueron cinco meses de rodaje y otros tantos de montaje. La primera versi¨®n que Ch¨¦reau present¨® duraba m¨¢s de cuatro horas, algo que el productor encontr¨® inadmisible. Para agravar las cosas, el ya holgado presupuesto original de 120 millones de francos (algo m¨¢s de 18 millones de euros) se hab¨ªa sobrepasado en m¨¢s de un 20%, pero todo aquel dispendio apenas se notaba. Los suntuosos escenarios del rodaje, que adem¨¢s fueron redecorados por el equipo de producci¨®n, apenas luc¨ªan en pantalla, ocultos en la penumbra e ignorados por una c¨¢mara que prestaba toda su atenci¨®n a los movimientos de los actores, y a los ojos y la piel de alabastro de Adjani. De modo que el palacio de Mafra parec¨ªa el antiguo Louvre como pod¨ªa parecer Santiago de Compostela. El plan original de Ch¨¦reau ten¨ªa como referentes Uno de los nuestros de Scorsese y El Padrino de Coppola, pero el resultado quedaba m¨¢s cerca de Orson Welles o Kurosawa. Una versi¨®n de tres horas se estren¨® en el festival de Cannes, donde la cinta obtuvo el secundario Premio del Jurado (la Palma de Oro de aquel a?o fue Pulp Fiction de Tarantino), y Virna Lisi se alz¨® con el de mejor actriz, casi una afrenta a Isabelle Adjani (se rumore¨® que deliberadamente infligida por Catherine Deneuve, miembro del jurado). La versi¨®n estadounidense, distribuida por la Miramax de Harvey Weinstein, duraba media hora menos, y fue la que regres¨® a los cines franceses y del resto de Europa. Las cr¨ªticas fueron respetuosas, pero rara vez entusiastas. En la taquilla francesa obtuvo un rendimiento solo aceptable, y termin¨® ocupando el puesto 17 de las recaudaciones anuales, bastante lejos de lo esperado.
Algo parecido le sucedi¨®, por cierto, al Palacio Nacional de Mafra. Finalizada su construcci¨®n, la familia real portuguesa le dio el visto bueno como arquitectura de poder y s¨ªmbolo de estatus, pero por su grandilocuencia lo consider¨® poco apto para ser habitado de forma permanente. Se convirti¨® en un car¨ªsimo y sobredimensionado pabell¨®n de caza. Hoy es, sin embargo, uno de los monumentos nacionales m¨¢s visitados del pa¨ªs, motivo de orgullo para locales y de admiraci¨®n para for¨¢neos.
Del mismo modo, el reconocimiento de La reina Margot solo ha aumentado con el tiempo. Caducadas las rancias expectativas que en su momento exist¨ªan sobre ella, puede contemplarse como lo que es, una obra de arte total al estilo de las ¨®peras wagnerianas en cuya puesta en escena el propio Ch¨¦reau hab¨ªa cimentado su prestigio. Secuencias tan horripilantes como la de la matanza, rodada de noche en las calles de Burdeos, el intento de violaci¨®n de Margot por sus hermanos o la muerte de Carlos IX, poseen una fuerza cruda a la que contribuyen la monumental m¨²sica del compositor serbobosnio Goran Bregovic y la fotograf¨ªa de Philippe Rousselot, inspirada en los claroscuros de Vermeer, Caravaggio, Goya o G¨¦ricault en lugar de en el brillo de los maestros renacentistas.
Pero, sobre todo, y a pesar de sus inexactitudes hist¨®ricas, su vigencia humana y pol¨ªtica se mantiene intacta. Como el propio Ch¨¦reau se?al¨® en alguna ocasi¨®n, el proyecto empez¨® a preparase en los tiempos del entierro del ayatol¨¢ Jomeini en Ir¨¢n, durante su producci¨®n se desarroll¨® la guerra en Bosnia, con el asedio a Sarajevo por el ej¨¦rcito serbio, y se estren¨® en los d¨ªas en que, en Ruanda, ten¨ªa lugar el genocidio de tutsis a manos de la etnia hutu. Las im¨¢genes de la Shoah tambi¨¦n planean sobre esos cad¨¢veres desnudos que se acumulan en la pel¨ªcula. Treinta a?os m¨¢s tarde, resulta imposible verlos sin recordar la tr¨¢gica situaci¨®n en la franja de Gaza y en Oriente Medio en general.
Por ¨²ltimo, la matanza de San Bartolom¨¦ es un crimen sin resolver. Durante siglos se consider¨® que fue premeditada, y se apuntaba a Catalina de M¨¦dici como responsable por haber ordenado la muerte de Coligny y despu¨¦s haber manipulado a su hijo, el rey, para infundirle temor ante las posibles consecuencias del atentado. Es una hip¨®tesis sobre la que se construye el personaje literario de la madre terrible, la sibilina envenenadora y brutal genocida de Dumas, contaminado por los prejuicios mis¨®ginos del siglo XIX, que Ch¨¦reau retom¨® en su adaptaci¨®n. Sin embargo, ya desde finales del XX, los historiadores hab¨ªan propuesto otras posibilidades m¨¢s veros¨ªmiles. Por ejemplo, que se tratara de un complot de la familia de Guisa, quiz¨¢ aliada con los agentes del rey espa?ol Felipe II. M¨¢s recientemente, Arlette Jouanna, en su libro La Saint-Barth¨¦lemy: Les myst¨¨res d¡¯un crime d¡¯?tat (2007), lo define como crimen de Estado, descarta que se hubiera planificado antes de la boda real, y habla de una decisi¨®n sobre la marcha pero muy consciente del rey Carlos IX, movido por fines absolutistas que se anticipaban al estilo de la dinast¨ªa borb¨®nica.
Lo que es un hecho es que Enrique de Borb¨®n logr¨® huir de Par¨ªs y, de vuelta a Navarra, retom¨® la fe protestante. Carlos IX muri¨® entre rumores de envenenamiento. A?os despu¨¦s, el nuevo rey de Francia, Enrique III, otro hermano de Margot, fue asesinado por un fraile dominico, lo que puso fin a la dinast¨ªa de los Valois. La corona de Francia pas¨® entonces a Enrique de Borb¨®n, ahora Enrique IV, que para ello volvi¨® a convertirse al catolicismo: ¡°Par¨ªs bien vale una misa¡±, fue su c¨¦lebre justificaci¨®n.
Su reinado fue pr¨®spero y relativamente pac¨ªfico, y a¨²n hoy se lo considera a menudo el mejor rey de la historia de Francia.