5.000 personas buscan tesoros en tu jard¨ªn: la tradici¨®n de los ¡®detectoristas¡¯ de Dinamarca llega al museo
Miles de personas se dedican a buscar objetos en su tiempo libre en los pa¨ªses bajos. A veces hallan chatarra y, en ocasiones, tesoros hist¨®ricos. El Museo Nacional de Copenhague les rinde homenaje con una exposici¨®n
En Dinamarca, mientras se viaja en coche o en tren, es habitual encontrarse con la estampa de personas hurgando en el campo con un detector de metales. Todos buscan artefactos art¨ªsticos, objetos del pasado tragados por la tierra y que a lo largo de los a?os han contribuido en gran medida a enriquecer el patrimonio hist¨®rico del pa¨ªs. Por primera vez, el Museo Nacional de Copenhague acoge una exposici¨®n enteramente dedicada a los detectoristas, sus descubrimientos y la historia de esta extendida afici¨®n. Se llama The hunt for the Denmarks past (La caza por el pasado de Dinamarca) y se podr¨¢ visitar hasta febrero de 2024. ¡°Los daneses est¨¢n creando sus museos, todo el mundo puede participar. Esta exposici¨®n es una forma de rendirles homenaje¡±, afirma Line Bjerg, comisaria de la exposici¨®n y jefa del equipo que analiza cada objeto encontrado.
La historia de los hallazgos es en realidad mucho m¨¢s antigua y comienza con una ley de 1241. En ella se estipulaba que todo objeto de oro y plata sin due?o perteneciera al rey. Durante mucho tiempo, la estrategia fue fundirlo todo. Luego, a partir del siglo XVII, la Corona empez¨® a coleccionar objetos para mostrarlos a otras familias reales, siguiendo la moda europea. Hoy nada de esto pertenece ya a la Corona, sino al Museo Nacional, que recibe los hallazgos de los museos locales, donde los detectoristas los entregan. La norma es que todos los objetos anteriores a 1536 deben entregarse al museo m¨¢s cercano. Despu¨¦s de esa fecha, solo se aplica lo mismo a los objetos de oro y a los grandes hallazgos de plata.
Dos descubrimientos fueron realizados por gente com¨²n y quedaron para la historia antes de la llegada de los detectores de metales. En 1639, la encajera Kirsten Svendsdatter casi tropez¨® con uno de los cuernos de oro de Gallehus (400 d.C.). En 1802, los cuernos fueron robados del Museo Nacional, donde se conservan dos r¨¦plicas. Exactamente 100 a?os despu¨¦s, Frederik Willumsen encontr¨® una reliquia de la Edad de Bronce (1400 a.C.), un carro solar con motivos n¨®rdicos, basado en la idea de que el sol era atra¨ªdo al cielo por un caballo.
La llegada de los detectores de metales en los a?os ochenta marc¨® un punto de inflexi¨®n en el sector, gracias a la previsi¨®n de los responsables de los museos de la ¨¦poca. ¡°Establecieron una conexi¨®n con la gente a trav¨¦s de los museos locales y la estrategia tuvo mucho ¨¦xito. Esto cre¨® un terreno f¨¦rtil para generar confianza entre aficionados y profesionales¡±, afirma Bjerg. Mientras que en muchos pa¨ªses esta pr¨¢ctica estaba prohibida, en Dinamarca los detectoristas se transformaron en un recurso y empezaron a aportar sus objetos a exposiciones, convirtiendo la investigaci¨®n en un acto social que se pod¨ªa compartir con otros aficionados. Hoy se calcula que son m¨¢s de 5.000 en un pa¨ªs de casi 6 millones de habitantes, con asociaciones repartidas por todo su territorio.
¡°Todos los a?os hacemos lo que llamamos la caravana. Vamos a los museos locales y recogemos los distintos hallazgos. Para m¨ª es como Navidad, porque no s¨¦ lo que hay en las cajas¡±, explica Bjerg. El a?o pasado llegaron a su mesa 18.000 objetos. En 2021 fueron 30.000, en parte debido a la recuperaci¨®n posterior a la primera fase de la pandemia, cuando la gente acudi¨® en masa a los campos para ponerse al d¨ªa. La afluencia sigue siendo enorme y el equipo de Bjerg, formado por diez conservadores y secretarios, se esfuerza por catalogar cada hallazgo. Suelen asignarle un n¨²mero, analizarlo y averiguar si est¨¢ destinado a ser expuesto o almacenado.
C¨®mo buscar los objetos
Hjalte Wadskj?r M?lgaard tiene 23 a?os y estudia Arqueolog¨ªa en la universidad. Desde muy joven le ha apasionado la historia, primero las guerras mundiales y luego la antig¨¹edad, especialmente la ¨¦poca vikinga. A los 14 a?os hizo su primer descubrimiento, una espuela de un zapato de la Edad Media. ¡°Ah¨ª empez¨® todo¡±, cuenta. A los dos meses compr¨® su primer detector de metales y perfeccion¨® su t¨¦cnica a?o tras a?o. Detr¨¢s de la fase de investigaci¨®n en el campo hay, de hecho, un cuidadoso estudio de los mapas, especialmente los del siglo XIX, donde M?lgaard intenta comprender la existencia de antiguos asentamientos a trav¨¦s de nombres y caminos. Google Maps tambi¨¦n puede ayudar: una visi¨®n desde arriba permite identificar la presencia de antiguos n¨²cleos urbanos por el color de los cultivos, en un ejemplo de arqueolog¨ªa a¨¦rea.
Una vez identificado el terreno favorable, el siguiente paso es pedir permiso al due?o, que casi siempre lo concede. Pero puede pasar que los detectoristas se encuentren con una negativa. Seg¨²n M?lgaard, esto ocurre por un problema de desinformaci¨®n de los propietarios, que creen que un hallazgo podr¨ªa dar pie a una excavaci¨®n arqueol¨®gica. Los detectores de metales, sin embargo, son muy precisos: se?alan la presencia de objetos a una distancia de 30 cent¨ªmetros y por cada se?al se cava un agujero muy peque?o, que luego se vuelve a cerrar intentando dejar la tierra intacta.
Durante la fase de b¨²squeda, las se?ales de un detector de metales pueden ser muchas: ¡°Puede pitar 100 o 200 veces y en el 98% de los casos lo que encuentras es chatarra. Por eso, cuando hallas algo interesante, siempre es una sorpresa¡±, dice M?lgaard. Los detectores saben que, una vez encontrado un artefacto, no hay que limpiarlo para no da?arlo. Basta con meterlo en una bolsa de pl¨¢stico y llevarlo al museo local m¨¢s cercano, que lo trasladar¨¢ a la sede nacional. Antes de entregar sus objetos, M?lgaard recoge una docena de ellos y toma unas cuantas fotos de cada uno para guardarlos como recuerdo.
A los verdaderos detectoristas como ¨¦l nunca se les ha pasado por la cabeza la idea de quedarse las piezas en lugar de entregarlas: ¡°Quien hace eso no es bienvenido en la comunidad. Hay una dimensi¨®n social que te hace respetar las normas. Por eso, apenas hay ejemplos de personas que guarden los objetos para ellas¡±, afirma. En menor medida, tambi¨¦n contribuye la recompensa por los objetos que el Museo Nacional otorga por cada pieza que pasa a integrar la colecci¨®n. Tanto Bjerg como M?lgaard prefieren no dar detalles al respecto, pero en el ¨²ltimo a?o Dinamarca ha pagado a los detectoristas alrededor de 6 millones de coronas (unos 800.000 euros), lo que deja un promedio de 50 euros por objeto. Estas cifras son ¡°lo suficientemente dignas como para no empujar a la gente a vender los objetos en el mercado negro¡±, explica M?lgaard.
Los hallazgos de la exposici¨®n
La exposici¨®n La caza por el pasado de Dinamarca muestra uno de los objetos encontrados por M?lgaard. Se trata de un anillo de oro de la ¨¦poca medieval que representa el rostro de Cristo. Junto a ¨¦l hab¨ªa tambi¨¦n una especie de sello utilizado por el noble Nils Krabbe, seg¨²n confirma un documento de 1408. ¡°Me gusta pensar que ese anillo era suyo¡±, declara el detectorista. Cuando el Museo Nacional se puso en contacto con ¨¦l para comunicarle que uno de sus hallazgos se utilizar¨ªa para la exposici¨®n, ya no lo sent¨ªa suyo: ¡°Solo soy el que lo encontr¨®. No creo que tenga ning¨²n derecho sobre ¨¦l¡±.
El tesoro m¨¢s importante de la exposici¨®n es el descubierto en el pueblo de Vindelev, cerca de Jelling, en su d¨ªa capital vikinga de Dinamarca. Se trata de 22 objetos de oro del siglo VI hallados por una pareja de amigos, Ole Ginnerup Schytz y J?rgen Antonsen, que descubrieron la existencia de un protorreino y, gracias a una moneda, una menci¨®n a Od¨ªn que data de 150 a?os antes de que se le describiese como un Dios.
Sin embargo, lo que hace diferente a esta exposici¨®n es precisamente la parte dedicada a los detectoristas, sus h¨¢bitos, rituales y estrategias de b¨²squeda. Hay quien lleva tatuajes con sus hallazgos. Otro ha cubierto su coche con fotos de los objetos encontrados. La comunidad tambi¨¦n ha comenzado a hacer uso de las redes sociales como herramienta de difusi¨®n, contribuyendo a fortalecer una afici¨®n ya muy extendida. ¡°Solo aconsejar¨ªa a una persona que se comprara un detector de metales si le gusta la historia¡±, afirma M?lgaard. ¡°No por el dinero, porque eso ser¨ªa una estupidez. Adem¨¢s, tambi¨¦n es sano y m¨¢s divertido que correr o pasear por el bosque¡±.
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