M¨¢s all¨¢ del ¡®bakalao¡¯: la olvidada ruta de clubs de Girona que trajo el ¡®techno¡¯ a Espa?a hace 35 a?os
Eclipsada por Valencia y su Ruta Destroy, la escena de club de las comarcas de Girona fue pionera durante los a?os ochenta en la irrupci¨®n de la m¨²sica electr¨®nica en Espa?a. El documental ¡®Nou set dos¡¯ reivindica el valor de un movimiento que hizo m¨¢s m¨²sica que ruido
En un caser¨ªo del barrio del Pedret de Girona, sobre las ruinas de una antigua parroquia, se cre¨® uno de los mayores exponentes de la historia de la m¨²sica electr¨®nica de este pa¨ªs: La Sala del Cel. A mediados de los ochenta, su fundador, Josep P¨¦rez, le ech¨® el ojo a las influencias musicales que llegaban de B¨¦lgica y Francia e intuy¨® que aquello podr¨ªa convertirse en un lanzallamas que revolucionar¨ªa la noche de unos a?os a¨²n encorsetados en el sonido de las guitarras. La Sala del Cel, junto a clubes como el Blau y Le Rachdingue, introdujo la electr¨®nica en las comarcas de Girona de forma paralela a la Ruta Destroy de Valencia, llevando all¨ª a artistas de renombre mundial, como Jeff Mills, DJ Zero o ?ngel Molina. Aquella escena tecno catalana que precedi¨® al S¨®nar ha sido olvidada. Justo cuando se cumplen cuarenta a?os de cultura de club, el documental Nou set dos (nueve siete dos, el prefijo telef¨®nico de Girona), dirigido por Albert Dom¨¨nech y ?scar S¨¢nchez, y ganador del premio del p¨²blico en el festival IN-EDIT, recopila una treintena de testimonios sobre aquella historia.
La escena electr¨®nica de Girona naci¨®, como todas, a espaldas del gran p¨²blico. Luis Calder¨®n, programador de La Sala del Cel, explica en el documental c¨®mo en 1987 hab¨ªa quien se plantaba en las monta?as de Girona para intentar sintonizar una radio pirata francesa, donde un joven Fred Tassy hac¨ªa un programa sobre m¨²sica electr¨®nica. A otros les llegaban esos sonidos gracias a los casetes de los turistas que veraneaban en la Costa Brava. Poco a poco, los ritmos sint¨¦ticos del techno se iban filtrando a las discotecas y espacios m¨¢gicos como Le Rachdingue, sala surrealista inaugurada en 1968 por Salvador Dal¨ª y el escritor Henri-Fran?ois Rey que a¨²n hoy se considera un museo. A principios de los a?os noventa, mientras la electr¨®nica ganaba protagonismo en las programaciones de Girona y de Banyoles, atrayendo a p¨²blicos de diferentes pa¨ªses, especialmente Francia, las televisiones se inundaban de noticias sobre la mal llamada ruta del bakalao de Valencia, la Ruta Destroy. Un accidente aqu¨ª, otro all¨¢, la eclosi¨®n de la droga, la llegada de la m¨¢quina, y un p¨²blico que degener¨® con la entrada de skinheads en las salas, no ayudaron mucho a la imagen del techno. La idea de que se estaba produciendo un acontecimiento cultural no calaba en las mayor¨ªas y nadie ajeno a las escenas parec¨ªa mirar hacia Girona.
Seg¨²n Dom¨¨nech, ¡°la escena gironina era m¨¢s fina, estaba m¨¢s centrada en la m¨²sica, en ver aquello que no se hab¨ªa podido ver nunca en directo, y tambi¨¦n era m¨¢s respetuosa que la de Valencia¡±. Esa cultura de club, que naci¨® en el underground de Chicago, Detroit y Nueva York, lleg¨® a la pen¨ªnsula ¡°por Girona, por la carretera de El Saler y por un club de Oviedo llamado La Real¡±, se?ala Oscar Nin, cr¨ªtico musical con una d¨¦cada de experiencia en la comunicaci¨®n del S¨®nar. ¡°Aquello de coger un coche e irse a la otra punta de Espa?a a bailar era algo inconcebible en la ¨¦poca. Nunca ha interesado entender qu¨¦ pasaba en las periferias¡±, a?ade.
El clubbing fue ¡°un oasis de libertad, donde se mezclaba gente de todo tipo¡±, apunta Dom¨¨nech. ¡°Lo crearon los negros, los homosexuales, los latinos. Iban a almacenes y a f¨¢bricas a bailar la m¨²sica que les gustaba y que no se pinchaba en las discotecas, y all¨ª se produc¨ªa una experiencia curativa para ellos¡±, explica Nin. Pronto, los clubs de Girona ¡°no ten¨ªan nada que envidiar a ninguno de los grandes locales de Berl¨ªn o Estados Unidos¡±, considera el cr¨ªtico. La Sala del Cel se convirti¨® en una atracci¨®n, un club con instalaciones vanguardistas, un ciberespacio, y una pista de baile abierta al cielo. ¡°Pusimos un techo de cristal pensando que ¨ªbamos a ver el cielo de noche, pero las luces se reflejaban y no ve¨ªamos nada. A¨²n as¨ª la gente llegaba y se iba a la pista a mirar hacia arriba¡±, recuerda, sin escatimar en risas, su fundador, Josep P¨¦rez. ¡°Si vas a Girona tienes que ver la catedral cat¨®lica y la catedral electr¨®nica, que era La Sala del Cel¡±, sentencia su hijo, el dj David Fussi¨®, en el documental.
Es inevitable pensar que Nou set dos es una pieza para iniciados, para nost¨¢lgicos de esa juerga musical de poco m¨¢s de quince a?os, desde 1987 hasta que la escena entr¨® en declive a partir de 1996, e implosion¨® en los 2000. Con voces como Fred Tassy, DJ Hell, Djoseph, Front 242 o Nando Dixkontrol, el documental deja claro que lo que ocurri¨® en Girona fue un fen¨®meno musical ¨²nico. ¡°Aquella forma de pinchar, de llevar la pista, creaba una catarsis. Y esos discos no estaban en otro punto de Espa?a¡±, se?ala Nin. Dom¨¨nech lo corrobora: ¡°Yo siempre consider¨¦ que lo que hab¨ªa visto en Girona no lo hab¨ªa visto en ning¨²n otro sitio¡±.
¡°Cuando comenzamos el proyecto no hab¨ªa nada. Ten¨ªamos la referencia de los pinchadiscos y de los propietarios de los clubes, y fuimos de persona en persona. De hecho, ha habido algunas actuaciones que hemos dejado fuera porque no las hemos podido contrastar. Todo esto comienza a estar algo documentado a partir de los noventa¡±, explica el director. ¡°Lo m¨¢s curioso es que hay gente muy relevante en esta historia que yo, que he vivido toda la vida en Girona y que particip¨¦ en la escena, no conoc¨ªa¡±, remacha.
?C¨®mo acab¨® el clubbing en las comarcas de Girona? Seg¨²n Dom¨¨nech influyeron muchos factores, desde el hecho de que la polic¨ªa ¡°se puso muy seria, porque hab¨ªa mucho movimiento de coche y algunos accidentes graves¡±, hasta la diversificaci¨®n de la m¨²sica. ¡°A partir de 1996 el techno est¨¢ en todos lados, ya se ha creado el S¨®nar, y hay un cambio de tendencia del p¨²blico: la gente de Barcelona no viene tanto a Girona. Todo va cayendo, excepto Le Rachdingue, que tiene ese sello tan m¨¢gico de Dal¨ª y est¨¢ cerca de la frontera francesa¡±, apunta el director.
Probablemente no existir¨ªa el S¨®nar sin la escena de Girona. Los artistas que intervienen en el documental aseguran que su importancia no est¨¢ reconocida. Seg¨²n Nin, esa falta de reconocimiento trasciende a esta escena, aunque gran parte del turismo de Ibiza tiene su epicentro en el clubbing. ¡°La m¨²sica electr¨®nica es cultura, aunque no se exhiba en museos. Es arte contempor¨¢neo, urge reconocer que Jeff Mills es tan importante como Bob Dylan¡±, estima el cr¨ªtico musical. Para Josep P¨¦rez, el techno s¨ª que ocupa el sitio que le corresponde en la historia: ¡°Est¨¢ en la publicidad, en el cine, en las tiendas. Ya toda la m¨²sica es electr¨®nica. Adem¨¢s, hay proyectos como la escuela Eumes de Girona, que es un referente internacional¡±. Dom¨¨nech, sin embargo, manifiesta que ¡°en Alemania hay much¨ªsima literatura de la escena electr¨®nica y la ciudad de Berl¨ªn gira sobre este eje, all¨ª los dj¡¯s son totems. Aqu¨ª no se ha puesto en valor. Aqu¨ª est¨¢ mal visto que una persona haya dedicado toda su vida a pinchar¡±.
Para afianzar la memoria de la escena electr¨®nica de Girona, los autores de Nou set dos est¨¢n trabajando en una segunda versi¨®n del documental, que duplica el metraje y recupera elementos que hab¨ªan quedado en el tintero, como la importancia de los afters en la cultura de club de la provincia. Un movimiento sin el que la escena de baile de este pa¨ªs, una parte b¨¢sica de su historia musical, no se acaba de entender. ¡°La m¨²sica electr¨®nica es el futuro¡±, sentencia P¨¦rez. ¡°Lo dem¨¢s es poes¨ªa con guitarras¡±, remata el fundador de la segunda catedral de Girona.
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