Omar Sy: ¡°Los a?os pasan, pero el racismo, por incre¨ªble que parezca, permanece¡±
El actor franc¨¦s, que ha batido r¨¦cords de audiencia con la serie ¡®Lupin¡¯, recoge ahora los logros de una carrera que solo despeg¨® tras el ¨¦xito de ¡®Intocable¡¯
La primera vez que intent¨® instalarse en Hollywood, all¨¢ por 2006, Omar Sy (Trappes, Francia, 43 a?os), solo consigui¨® un par de cameos como actor de doblaje, uno en un videojuego de la saga Tomb Raider y otro en la versi¨®n en franc¨¦s de Hermano oso. Magro bot¨ªn para un comediante de cierto recorrido en su Francia natal pero que segu¨ªa viendo el salto al estrellato internacional como una quimera. Criado en un suburbio parisino, hijo de senegal¨¦s y mauritana, Sy formaba parte por entonces del d¨²o c¨®mico Omar et Fred, unos Cruz y Raya de humor an¨¢rquico y delirante con notable repercusi¨®n en las ma?anas de Virgin Radio y las tardes de Canal +. Cinco a?os despu¨¦s, el hombre que se hab¨ªa acostumbrado a hacer re¨ªr a Francia se mud¨® al piso de los jefes gracias a Intocable (2011), esa comedia bendecida por 22 millones de espectadores. En ella, seg¨²n los que presumen de conocerle, el actor se mostraba tal cual es: alegre, emp¨¢tico, con la picard¨ªa del superviviente y eterna sonrisa de seductor.
Gan¨® un C¨¦sar, se convirti¨® en actor de moda y volvi¨® a cruzar el charco, para participar esta vez en superproducciones del calibre de la saga X-Men, Transformers o la puesta al d¨ªa de Parque Jur¨¢sico. Hoy, en la presentaci¨®n de la segunda tanda de cap¨ªtulos de Lupin, la serie de Netflix, Sy lleva ya unas horas encadenando entrevistas en ingl¨¦s y franc¨¦s, pero en absoluto da muestras de cansancio o impaciencia. Al contrario, se mantiene fiel a su imagen de tipo cordial al que el ¨¦xito no ha desconectado de la realidad. Tal vez porque ese presunto disfraz no ha dejado nunca de ser piel.
Lo ¨²nico que le hace fruncir el ce?o y aparcar por un instante su sonrisa de dientes blanqu¨ªsimos es un problema de memoria: no tiene el m¨®vil a mano y no consigue recordar el nombre del actor que interpretaba a Ars¨¨ne Lupin en la serie original de los primeros setenta. ¡°Echadme una mano, que tengo a un periodista esperando, ?c¨®mo se llamaba ese tipo, el del bomb¨ªn y el mon¨®culo?¡±, pregunta a los cuatro o cinco profesionales de Netflix que se han conectado con las c¨¢maras apagadas para ejercer de testigos mudos de nuestra charla por Zoom. Uno de ellos irrumpe para decirle que era Georges Descri¨¨res.
¡°?Exacto!, el gran George Descri¨¨res¡±, confirma Sy recuperando esa sonrisa de la que ya no volver¨¢ a bajarse. ¡°De ¨¦l aprend¨ª lo esencial del personaje que compartimos. Ars¨¨ne Lupin es un delincuente, pero tiene alma de artista y, sobre todo, es un tipo que se lo pasa en grande siendo quien es. Ese aire fr¨ªvolo y juguet¨®n que encontr¨¦ en Descri¨¨res es la clave de mi propia aproximaci¨®n al personaje¡±. Lupin trae al siglo XXI al ladr¨®n de guante blanco creado para la literatura folletinesca por Maurice Leblanc y ya interpretado en el cine por Jean-Claude Brialy, Robert Lamoureux o Romain Duris, actores todos con los que Sy se siente ¡°en deuda¡±, porque de lo que se trataba era de ¡°dar continuidad a una tradici¨®n y, a ser posible, estar a la altura de ella¡±. Claro que el personaje de Omar no es exactamente Ars¨¨ne Lupin, sino un disc¨ªpulo contempor¨¢neo, Assane Diop, empujado a la delincuencia por el profundo trauma que le caus¨® el suicidio de su padre, v¨ªctima de las intrigas de un millonario sin escr¨²pulos.
¡°?Qu¨¦ tengo en com¨²n con Assane, m¨¢s all¨¢ de lo obvio?¡±, se pregunta Sy se?al¨¢ndose la piel. ¡°Pues espero que no gran cosa, porque ¨¦l es un ladr¨®n y yo un hombre honrado. Pero s¨ª, ambos somos franceses de origen senegal¨¦s, crecidos en los suburbios parisinos, y es probable que compartamos tambi¨¦n el amor por nuestra profesi¨®n y un cierto grado de perfeccionismo, que no siempre es algo positivo¡±.
Lupin, como tantas otras ficciones que nos muestran a profesionales entregados y minuciosos, los mejores en lo suyo, apunta hacia una conclusi¨®n descorazonadora: si te consagras a tu trabajo, es m¨¢s que probable que tu vida sentimental acabe siendo un desastre. Sy, que lleva desde 1997 con la misma pareja, madre de sus tres hijos, compra la idea sin pesta?ear: ¡°Cierto, necesitar¨ªamos jornadas de 72 horas para hacer verdaderamente compatible nuestra vida privada con una profesi¨®n creativa, de las que exigen dedicaci¨®n plena. Yo tambi¨¦n, como Assane, he comprobado lo dif¨ªcil que es centrarte en tu carrera y ser, a la vez, un buen marido, un buen padre, un buen hijo y un buen amigo¡±.
Reconoce que convertirse en la ¨²ltima encarnaci¨®n de todo un icono de la cultura francesa lleg¨® a quitarle el sue?o: ¡°Estuve involucrado en el proyecto desde el principio, me entusiasmaba la idea de darle un giro radical al personaje y convertirlo en algo distinto sin por ello perder su esencia. Pero el verdadero instante de v¨¦rtigo lleg¨® cuando recibimos la luz verde definitiva y yo me di cuenta de que iba a ser el pr¨®ximo Ars¨¨ne Lupin en una producci¨®n internacional. Fue entonces cuando me le¨ª todos los libros y recuper¨¦ todas las series y pel¨ªculas. Incluso Lupin III, manga japon¨¦s, que fue mi contacto m¨¢s s¨®lido con el personaje cuando yo era un ni?o al que aburr¨ªan profundamente las lecturas recomendadas del instituto y hac¨ªa todo lo posible por evitarlas¡±.
La aldea global tiene esto: un ni?o parisino de origen africano descubre a todo un emblema de la cultura popular francesa en la versi¨®n bastarda del mito que ofrece un tebeo japon¨¦s. Y a?os despu¨¦s, convertido ya en actor de ¨¦xito, lleva a la pantalla una especie de s¨ªntesis contempor¨¢nea y cosmopolita de todos los Lupin posibles. ¡°Es parad¨®jico, sin duda¡±, concede Sy, ¡°y creo que da una idea de la riqueza y universalidad del personaje. Desde luego, el nuestro no es un Lupin del todo apto para puristas ni mit¨®manos y tampoco pensado exclusivamente para la audiencia francesa¡±.
S¨ª es, sin ninguna duda, un hombre que ha sufrido desde la infancia la discriminaci¨®n y los prejuicios racistas. Como el propio Sy, como casi cualquier ciudadano europeo crecido con un color de piel distinto al normativo: ¡°Apenas nos hizo falta incidir en ese aspecto de la historia. La discriminaci¨®n est¨¢ ah¨ª, integrada con naturalidad, porque los a?os pasan, pero el racismo, por incre¨ªble que parezca, permanece¡±. Tiene m¨¦rito dejar caer una frase as¨ª sin perder la sonrisa.
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