La edad no tiene la culpa: ensanchar a partir de los 40 no es tan malo
?Son los a?os un impedimento para reducir grasa? ?Son ciertas todas las leyendas sobre el implacable metabolismo? ?Lo soluciona todo el ejercicio? Abordamos la mitolog¨ªa que se almacena en nuestras cinturas
Las redes est¨¢n llenas de recetas supuestamente infalibles para deshacerse en tiempo r¨¦cord de la grasa abdominal y reducir cintura. Casi todas parten del mismo principio: acelerar el metabolismo, una suerte de alquimia biol¨®gica que, en teor¨ªa, puede hacerse realidad recurriendo a una serie de trucos. Tomen buena nota: se trata de renunciar al alcohol (esto es la panacea, casi todos los recetarios milagrosos insisten en este punto), desarrollar h¨¢bitos de sue?o saludables, caminar a buen ritmo al menos media hora diaria, controlar los niveles de estr¨¦s, moderar el consumo de az¨²car, hacer ejercicio aer¨®bico con cierta frecuencia o, aunque parezca mentira, beber agua con lim¨®n.
Eso s¨ª, la mayor¨ªa de estas prescripciones informales vienen acompa?adas de una cl¨¢usula en letra peque?a, un disclaimer en toda regla: tengan muy en cuenta que, a partir de los 40 a?os, el metabolismo no se deja acelerar f¨¢cilmente. Llegada una cierta edad, se enfrentan ustedes a una barrera metab¨®lica, uno de esos obst¨¢culos infranqueables que conducen a la melancol¨ªa. El organismo, como un bur¨®crata adocenado y complaciente, se ralentiza sin remedio y se pasa al enemigo, permitiendo que proliferen por doquier improvisados almacenes de grasa. Las herc¨²leas sesiones de gimnasio y la austera dieta de frambuesas, guisantes y avena ya no dan el resultado apetecido. Redoblando los esfuerzos podr¨¢ usted aspirar a alguna p¨ªrrica victoria parcial. Pero la gran guerra, en esencia, est¨¢ perdida.
Los caminos del metabolismo son inescrutables
Hasta aqu¨ª, el mito de la desaceleraci¨®n metab¨®lica, una de las cat¨¢strofes, presuntas o reales, que empiezan a afligir al ser humano en cuanto se asoma a la mediana edad. La buena noticia es que al parecer se trata de eso, de un mito. Pero de uno tan persistente que hemos acabado convirti¨¦ndolo en profec¨ªa autocumplida. A la supuesta pereza del metabolismo se le atribuye la llamada middle-age spread o expansi¨®n de la mediana edad, esa tendencia a crecer hacia los costados o, como dir¨ªan Les Luthiers, a volverse ¡°oblongos¡±, que ¡°en dialecto swahili¡± significa m¨¢s anchos que altos.
Sin embargo, un estudio cuyas conclusiones se publicaron en la revista Science en agosto de 2021 y que varios medios de comunicaci¨®n han citado desde entonces demostr¨® que la velocidad metab¨®lica se mantiene sorprendentemente estable entre los 20 y los 60 a?os. Es decir, no se acelera ni se ralentiza de manera significativa durante las d¨¦cadas centrales de la vida adulta. Ni siquiera en el caso de las mujeres que alcanzan la menopausia, el grupo demogr¨¢fico al que con mayor frecuencia se le atribuye una ¡°expansi¨®n de la mediana edad¡± debida a causas metab¨®licas. Los autores del estudio, basado en una muestra de 6.400 personas procedentes de 29 pa¨ªses distintos, consideran que ¡°estos datos nos ayudar¨¢n a comprender mejor los procesos de formaci¨®n, crecimiento y envejecimiento de los seres humanos y a desarrollar estrategias de nutrici¨®n y salud eficaces y coherentes¡±. Es decir, no basadas en mitos.
James Gallagher, redactor de Salud y Ciencia de BBC News, explica que ¡°el organismo humano pasa, al parecer, por cuatro fases metab¨®licas claramente diferenciadas: una de metabolismo acelerado en la primera infancia (coincidiendo con la fase inicial del desarrollo), una desaceleraci¨®n leve que dura aproximadamente hasta el final de la adolescencia, un largo periodo de estabilidad adulta y, a partir de los 60, una nueva desaceleraci¨®n, esta vez bastante aguda, que suele ser la antesala de las enfermedades de la vejez¡±.
Tal y como destaca el doctor Tom Sanders, del King¡¯s College de Londres, el an¨¢lisis cient¨ªfico sugiere que en torno a los 40 a?os no ocurre ¡°nada especialmente significativo¡± desde el punto de vista de la velocidad metab¨®lica. Ni la ca¨ªda de estr¨®genos femenina ni el declive de la testosterona masculina determinan que nuestro organismo abandone el carril r¨¢pido y se embarque en una especie de huelga de celo que nos hace engordar sin remedio: ¡°El gasto energ¨¦tico, que es el medidor m¨¢s fiable de la velocidad metab¨®lica, apenas disminuye¡±, de manera que la middle-age spread no puede atribuirse a esta causa.
Sanders a?ade que, pese a todo, s¨ª tendemos a engordar a esas edades: ¡°La adiposidad creciente, es decir, el incremento de la tendencia a generar dep¨®sitos de grasa, es un fen¨®meno propio de la quinta d¨¦cada de la vida que est¨¢ muy bien documentado¡±. Las nuevas evidencias no lo discuten, pero apuntan a que se debe a otras causas. ?Cu¨¢les?
Otras l¨ªneas de investigaci¨®n
Seg¨²n Sara Novak, redactora de la revista New Scientist, una vez descartado el falso culpable, toca, como en Casablanca, interrogar de nuevo a los sospechosos habituales. Ese anillo de grasa en torno al vientre o al abdomen que algunos han bautizado como ¡°la otra curva de la felicidad¡± se debe ¡°a lo de (casi) siempre: malos h¨¢bitos como la falta de ejercicio y una dieta deficiente¡±.
A nuestro metabolismo no le ocurre nada anormal. Mantiene, en la mayor¨ªa de los casos, intacta la capacidad de respuesta, por lo que librarse de esos kilos de m¨¢s resulta tan sencillo en t¨¦rminos metab¨®licos a los 45 a?os como a los 25. Lo que tal vez s¨ª resulta bastante m¨¢s complicado, en opini¨®n de Novak, es ¡°adoptar un estilo de vida saludable en momentos en que tanto las inercias cotidianas como el profundo arraigo de los malos h¨¢bitos conspiran para impedirlo¡±. Es decir, que volver al gimnasio a hacer ejercicio aer¨®bico intenso resulta, por poner ejemplo, mucho m¨¢s dif¨ªcil cuando uno supera de largo los 40, est¨¢ inmerso en una rutina fren¨¦tica y siente que ha dejado de ser due?o de su tiempo, otro fen¨®meno ¡°muy propio de la mediana edad¡±.
M¨¢s que de desaceleraci¨®n del metabolismo, cabr¨ªa hablar de estilos de vida acelerados y de seres humanos cansados de tanto traj¨ªn. En palabras del doctor Sanders, se puede argumentar que la ¡°epidemia de obesidad¡± que se est¨¢ registrando entre los mayores de 40 a?os del primer mundo ¡°la impulsan el consumo excesivo de energ¨ªa alimentaria y la reducci¨®n en paralelo del gasto energ¨¦tico¡±.
Otra l¨ªnea de interpretaci¨®n sugerente, complementaria a la anterior, es la que establece una conexi¨®n entre las dos curvas de la felicidad: la an¨ªmica y la que hace que no quepamos en nuestros propios pantalones. Un estudio conducido por el economista brit¨¢nico David G. Blanchflower, de la universidad estadunidense de Dartmouth, estableci¨® que el grado de felicidad subjetiva de las personas depende, en gran medida, de la edad. Bas¨¢ndose en respuestas de una muy amplia muestra de ciudadanos de 145 pa¨ªses, 109 de ellos desarrollados, Blanchflower estableci¨® que el c¨¦nit de la felicidad se alcanza muy pronto, en la primera infancia, y empieza a perderse en cuanto arranca la pubertad.
A medida que cumplimos a?os, la felicidad percibida va menguando hasta llegar a su punto m¨¢s bajo, el nadir an¨ªmico, que se produce en torno a los 47 a?os. Luego, por poco intuitivo que esto resulte, los niveles de satisfacci¨®n vital tienden a recuperarse para acabar formando una gr¨¢fica en forma de U. Aunque parezca mentira, puede que el infierno de la infelicidad sea una de tantas enfermedades que se acaban curando con los a?os.
Al hilo del estudio de Blanchflower, la expansi¨®n de la mediana edad podr¨ªa atribuirse a causas psicol¨®gicas. Tal vez engordamos porque somos infelices. Porque se debilitan nuestro instinto de conservaci¨®n y nuestro apego emocional a la vida. Porque nos damos de bruces con la realidad, nos instalamos en una insatisfacci¨®n difusa y nos sentimos menos proclives a desarrollar un estilo de vida saludable. Novak coincide en que ¡°un cierto grado de infelicidad o insatisfacci¨®n vital¡± puede ser una de las causas que expliquen que muchos de los que entran en la mediana edad desarrollen estilos de vida comparativamente ¡°poco salubres¡±. La curva de la felicidad ser¨ªa as¨ª, m¨¢s bien, la curva del des¨¢nimo.
Mejor bajo la piel que en el p¨¢ncreas
Queda, pese a todo, examinar la cuesti¨®n desde un punto de vista m¨¢s halag¨¹e?o. La expansi¨®n de la mediana edad no tiene por qu¨¦ ser necesariamente un fen¨®meno negativo. Despu¨¦s de todo, un cuerpo m¨¢s estrecho no es preferible en todas las circunstancias. Un art¨ªculo de The Guardian aporta un punto de vista refrescante al incidir en que algunos tipos de expansi¨®n horizontal o incluso de obesidad moderada pueden ser beneficiosos para la salud.
Todo depende, en ¨²ltima instancia, de d¨®nde se almacene la grasa. Mejor bajo la piel, aunque resulte mucho m¨¢s visible, que en el h¨ªgado o en el p¨¢ncreas. El ¨ªndice de masa corporal no cuenta toda la historia. Ciertos niveles de adiposidad adecuadamente distribuida pueden resultar saludables. Por supuesto, uno no elige en qu¨¦ partes de su organismo se acumula la grasa. El doctor Hanieh Yaghootkar, autor de uno de los estudios de referencia en la materia, precisa que ese detalle crucial depende, como casi todo en esta vida, ¡°de la loter¨ªa gen¨¦tica¡±.
Ante la duda, el art¨ªculo de The Guardian concluye, con humor corrosivo: ¡°Esos kilos de m¨¢s son, en efecto, culpa tuya¡±. As¨ª, explica que no se pueden atribuir a ninguna perversa conjura del metabolismo, y que deber¨ªamos considerar seriamente la conveniencia de eliminarlos. ?C¨®mo? Pues miren, con fibra, largos paseos a velocidades de marchador ol¨ªmpico, cerveza sin alcohol, agua con lim¨®n y una cierta dosis de felicidad. Y, a ser posible, sin excusas.
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