La Edad Media en los pies: los zapatos obscenos de Fulco de Anjou
Se invent¨® los pigaches, zapatos con la punta afilada y hacia arriba, un calzado que lleg¨® a ser considerado diab¨®lico sin que podamos determinar si el zapato hizo al personaje o el personaje al zapato
Despu¨¦s de haber abordado el tema de la vida ¨ªntima del Medioevo en uno de los art¨ªculos m¨¢s le¨ªdos de mi carrera bajo el t¨ªtulo Sin sexo oral en la Edad Media (haga usted cinco a?os de Periodismo en la universidad, incluida la asignatura de semi¨®tica, para eso), tratar el asunto de la moda parecer¨ªa poner el list¨®n m¨¢s bajo (y valga la met¨¢fora). Pero eso es si no conoces la historia de Fulco IV de Anjou el Pendenciero, probablemente el mayor influencer medieval y acusado de obscenidad diab¨®lica ?por su calzado!
Puestos a vestir en la Edad Media, yo me inclino por hacerlo del Pr¨ªncipe Negro (no confundir con el de Beaukelauer, ni siquiera con el de chocolate negro), el valeroso primog¨¦nito de Eduardo III de Inglaterra. Eduardo de Woodstock (nada que ver con el festival, creo) fue un pr¨ªncipe desafortunado, pues muri¨® antes de ser rey, eso sin contar con que se cas¨® con Juana de Kent, alias La bella doncella de Kent, notable b¨ªgama al haber estado casada antes a la vez con Thomas Holland de Upholland (Lancanshire) y Guillermo de Montaigu y haberse montado un considerable pollo al volver el primero inesperadamente de las Cruzadas.
En fin, para lo que nos ocupa, no se sabe a ciencia cierta porqu¨¦ llamaban negro al pr¨ªncipe negro (como no se sabe tampoco porque denominaban gris a Jacques Le Gris); algunos creen que por su car¨¢cter y por haber devastado lugares como Burdeos, Co?ac o Armagnac, probablemente con el ¨¢nimo de beb¨¦rselo todo. Pero yo me inclino por la teor¨ªa de que llevaba una magn¨ªfica armadura negra que r¨ªete t¨² de la de Darth Vader. Otro que vest¨ªa como un pr¨ªncipe era otro pr¨ªncipe ingl¨¦s, Enrique V, al que han interpretado magn¨ªficamente ataviado para arengar a las tropas Laurence Olivier, Kenneth Branagh y, ya en la gama baja, Timoth¨¦e Chalamet, que parec¨ªa m¨¢s Juana de Arco.
Si no se puede aspirar a la realeza, mis modelos de indumentaria medieval son, tras Lanzarote del Lago (el de Chr¨¦tien de Troyes y no el de Monty Python), Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n, los templarios, el Capit¨¢n Trueno y Orlando Bloom como Balian de Ibelin, preferiblemente en brazos de la Sybilla de Eva Green d¨¦shabill¨¦ ¨¤ la mahometana. Galahad es demasiado casto para mi gusto. Es cierto que seguramente, por estad¨ªstica, de vivir en la Edad Media nos tocar¨ªa m¨¢s vestir como juglares, campesinos, mendigos, frailes, brujas, leprosos o v¨ªctimas de la Peste Negra (not dead yet!), todo lo cual es muy poco cool.
Volviendo al origen de estas l¨ªneas, Fulco IV le R¨¦chin (1043-1109), el Pendenciero o el Hosco, conde de Anjou, era hijo de Ermegarda de Anjou, hija a su vez de Fulco el Negro (sin relaci¨®n con el Pr¨ªncipe Negro). Fue criticado por el cronista Ordericus Vitalis por ser ¡°hombre de muchos reprensibles e incluso escandalosos h¨¢bitos¡±. Podr¨ªa parecer que el bueno de Orderico se refer¨ªa a su proverbial promiscuidad que incluy¨® casarse cinco veces: Hildegarda de Beaugency, Ermengarda de Borb¨®n, Orengarda de Ch?telaillon, una hija del conde de Brienne cuyo nombre no se ha conservado pero que sin duda acababa en garda (con lo f¨¢cil que es llamarse, no s¨¦, Mari Carmen), y Bertrada de Monfort, de la que tuvo a Fulco V, rey jure uxoris (por matrimonio, con Melisenda) del reino cruzado de Jerusal¨¦n.
Bertrada, por cierto, tambi¨¦n fue b¨ªgama, pues, abducida por el rey Felipe I, se cas¨® con el monarca cuando su marido Fulco a¨²n estaba vivo y se convirti¨® en reina de Francia en 1092. De ella dijo Juan de Marmoutier que ¡°ning¨²n hombre bueno la elogi¨® a excepci¨®n de su belleza¡± aunque consigui¨® que Fulco IV se hiciera amigo de Felipe I, lo que tiene m¨¦rito.
Bien, pero lo que m¨¢s se le critic¨® a Fulco fue, y de aqu¨ª su importancia para ICON y esta columna, su invenci¨®n de los pigaches, zapatos con la punta afilada y hacia arriba tambi¨¦n conocidos como cracovianas o poulaines, un calzado que lleg¨® a ser considerado vano y obsceno y hasta tenido por diab¨®lico sin que podamos determinar si el zapato hizo al personaje o el personaje al zapato. Para estudiosos como Havelock Ellis, acreditado formulador de la urolagnia (lluvia dorada) y John Carl Fl¨¹gel, autor de Psicolog¨ªa del vestido (Melusina, 2015), que ha explicado como nadie la manera en que la ropa simboliza los genitales (no se pierdan el cap¨ªtulo sobre la evoluci¨®n de la bragueta), los pigaches son una clara representaci¨®n f¨¢lica, lo que explicar¨ªa que San Anselmo prohibiera su uso a los cl¨¦rigos ingleses en el S¨ªnodo de Westminster, el legado papal Robert de Courson que se llevaran en la Universidad de Par¨ªs y el Cuarto Concilio Laterano que los calzara cualquier cl¨¦rigo cat¨®lico.
Pese a las cr¨ªticas, o quiz¨¢ por ellas, los puntiagudos zapatos de Fulco se convirtieron en la ¨²ltima moda en Francia e Inglaterra y hasta se adaptaron a las armaduras. Llegaron a hacerse exageradamente largos y se los rellenaba para mantener la punta erecta. El profesor australiano especialista en calzado Cameron Kippen se?ala en su imprescindible texto The curious history of long toed shoes que los pigaches pod¨ªan utilizarse para meterlos bajo las faldas de las mujeres como prolongaci¨®n del sexo masculino y con similar finalidad.
Lo que da de s¨ª un zapato medieval, ?v¨¢lgame Ivanhoe!
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