La calma tensa de Pensilvania, el complejo estado que podr¨ªa alargar el resultado de las elecciones hasta el viernes
En opini¨®n de la mayor¨ªa de analistas las elecciones presidenciales estadounidenses de esta madrugada se decidir¨¢n aqu¨ª, en este estado de 13 millones de habitantes que conforma un microcosmos donde se mezclan las opiniones, ideales y miedos de todo un pa¨ªs
Lo dec¨ªa hace apenas unas horas Galen Druke en el blog de an¨¢lisis pol¨ªtico FiveThirtyEigt: el mundo mira a Pensilvania y contiene el aliento. En opini¨®n de la mayor¨ªa de analistas, las elecciones presidenciales estadounidenses de esta madrugada se decidir¨¢n aqu¨ª, en este estado de 13 millones de habitantes a caballo entre las regiones geogr¨¢ficas del Atl¨¢ntico, Nueva Inglaterra, los Grandes Lagos y el Medio Oeste.
Pensilvania, ¡°el estado de la virtud, la libertad y la independencia¡±, la ¡°piedra angular¡± (Keystone) de los Estados Unidos, puede marcar la diferencia. Y puede hacerlo a?adi¨¦ndole a la carrera presidencial entre Trump y Biden una dosis insospechada de incertidumbre y dramatismo. Siete de sus 67 condados han confirmado que no empezar¨¢n a contar el voto por correo, previsiblemente muy cuantioso en a?o de pandemia, hasta el final de la jornada electoral de esta noche, hora espa?ola. Eso supone que, si Pensilvania acaba resultando decisivo, no sabremos el nombre del pr¨®ximo presidente de los Estados Unidos hasta este viernes. Y eso si no se producen impugnaciones y discrepancias que podr¨ªan alargar la pugna hasta mediados de mes, llevando las elecciones a un escenario similar al del pulso de 2000 entre George W. Bush y Al Gore, virtualmente empatados en el crucial estado de Florida hasta que los tribunales decidieron paralizar el conteo y darle la victoria a Bush.
Aunque otros escenarios resultan tambi¨¦n plausibles (Biden lidera las encuestas, y un resultado favorable en el llamado ¡®cintur¨®n del sol¡¯, en estados como Arizona, Georgia o Carolina del Norte, le pondr¨ªa a salvo de recuentos tard¨ªo y sorpresas de ¨²ltima hora), el dudoso honor de convertirse en la nueva Florida podr¨ªa recaer este a?o en Pensilvania. En un estado que supone una curiosa encrucijada geogr¨¢fica entre el norte y el sur, la costa Este y el Medio Oeste. Un territorio de transici¨®n entre distintas sensibilidades pol¨ªticas, con distritos rurales muy conservadores y una densa ¨¢rea urbana tradicionalmente progresista, que llevaba d¨¦cadas votando dem¨®crata, y cuyos 20 compromisarios fueron a parar en 2016 a la columna de Trump por un margen muy estrecho.
La mancomunidad de Pensilvania fue poblada por holandeses e ingleses en las primeras d¨¦cadas del siglo XVI. Form¨® parte de las 13 colonias que se rebelaron contra la Corona Brit¨¢nica en 1775 y fue socia fundadora de los Estados Unidos, a los que se incorpor¨® en diciembre de 1787, tras ratificar tanto la Constituci¨®n como la Declaraci¨®n de Independencia, cuyos borradores se redactaron en su territorio. El estado del ciervo y el laurel, de la polca y el chocolate es tambi¨¦n el lugar en que nacieron Grace Kelly, Sharon Stone, Will Smith, Taylor Swift o Kobe Bryant. El hogar de sectas rigoristas cristianas como los menonitas o los amish. De Rocky Balboa, de los campos de ma¨ªz, de las plantaciones de tabaco, vi?edos y manzanos, de la siderurgia y las minas de antracita.
Pensilvania tiene muy serias posibilidades de decidir el ganador porque, seg¨²n Drake, es uno de los estados que m¨¢s se parecen a los Estados Unidos en su conjunto. Un microcosmos pol¨ªtico de una extraordinaria complejidad condesado en un ¨¢rea de apenas 120.000 kil¨®metros cuadrados, menos de la cuarta parte de la superficie de Espa?a. Biden naci¨® en este estado, en la ciudad industrial de Scranton, a orillas del r¨ªo Lackawanna, pero ni siquiera ese s¨®lido arraigo local le asegura la victoria entre sus paisanos.
Lo m¨¢s probable, tal y como auguran las encuestas y explicaba hace apenas unas horas Shawn McCreesh en el New York Times, es que Biden consiga una victoria relativamente holgada en los populosos condados del sudeste, los que ocupan la ciudad de Filadelfia y sus suburbios, y en ¨¢reas de alta densidad como Pittsburgh y su entorno o los condados de Monroe y Lackawanna. Las esperanzas de Trump pasan por imponerse por un amplio margen en la otra Pensilvania, la rural, al oeste de los Apalaches, la cordillera que recorre el estado de norte a sur.
¡°Quien gane en Eerie, ganar¨¢ en Pensilvania¡±
Hace cuatro a?os, en su inesperada victoria sobre Hillary Clinton, el pol¨ªtico republicano ya roz¨® o super¨® el 70 por ciento de los sufragios en condados agr¨ªcolas con muy baja densidad de poblaci¨®n como Venango, Elk, Jefferson o Clarion, y tampoco le fue nada mal en Lancaster, hogar ancestral de los amish, inmigrantes anabaptistas de origen suizo y alem¨¢n que viven en peque?as comunidades agr¨ªcolas al estilo del siglo XVII. Sin embargo, a juzgar por la gran cantidad de simpatizantes dem¨®cratas que ya han votado por anticipado en el ¨¢rea de Filadelfia, el presidente va a necesitar esta vez un resultado incluso mejor que hace cuatro a?os en lugares como Eerie County, en el extremo septentrional del estado, en la frontera canadiense.
McCreesh explica que a orillas del majestuoso lago Eerie, que da nombre al condado, se respira estos d¨ªas una calma tensa. El dem¨®crata John Fetterman, vice-gobernador de Pensilvania, est¨¢ convencido de que ¡°quien gane en Eerie, ganar¨¢ en Pensilvania y ser¨¢, en consecuencia, el pr¨®ximo presidente de los Estados Unidos¡±. Una responsabilidad inmensa para esta ¨¢rea lacustre, un tanto aislada y de gran belleza, que apenas supera los 4.000 kil¨®metros cuadrados y donde viven poco m¨¢s de 250.000 personas. Hace cuatro a?os, Trump obtuvo aqu¨ª 1.800 votos m¨¢s que su rival, Hillary Clinton. Una escu¨¢lida ventaja, sin duda, pero que de repetirse, si resulta cierto el vaticinio de Fetterman y todo se juega en el condado de Eerie, resultar¨ªa m¨¢s que suficiente. ¡°Sobre el terreno¡±, explica McCreesh, ¡°podr¨ªa pensarse que los simpatizantes de Trump predominan en la zona, dada la abundancia de carteles de su candidatura que se aprecia conduciendo por las carreteras de las ¨¢reas rurales. Pero en la ciudad de Eerie, la principal del territorio, llama la atenci¨®n la presencia muy destacada de colectivos LGTB o relacionados con el movimiento Black Lives Matters, algo ins¨®lito hasta hace muy poco tiempo en esta parte del pa¨ªs, y que parece una estupenda se?al para los dem¨®cratas¡±.
En lugares como Eerie County es donde Joe Biden aspira a reconstruir la llamada ¡®muralla azul¡¯, ese n¨²cleo duro de estados del Medio Oeste (Minnesota, Wisconsin, Pensilvania y M¨ªchigan) que llevaba d¨¦cadas votando a candidatos dem¨®cratas en las elecciones presidenciales y que dio la espalda a Hillary Clinton hace cuatro a?os. All¨ª se gest¨® la victoria contracultural, completamente inesperada, de un Trump que fue capaz de llevar a las urnas a un ej¨¦rcito de abstencionistas cr¨®nicos, en su mayor¨ªa hombres blancos de mediana edad sin estudios superiores. El hoy presidente supo conectar con ellos con un discurso nativista, de un conservadurismo bronco, agresivo y contrarrevolucionario, pero marcado tambi¨¦n por la nostalgia de unos Estados Unidos que no hab¨ªan abdicado a¨²n de su vocaci¨®n de gran potencia industrial. Un pa¨ªs proteccionista, con f¨¢bricas pr¨®speras, sueldos altos y sindicatos fuertes, a?orado por los que un d¨ªa disfrutaron de una m¨¢s que notable calidad de vida y hoy se sienten v¨ªctimas de la globalizaci¨®n liberal.
Mientras Trump movilizaba a su tropa, a Hillary se le qued¨® en casa una parte sustancial de las bases dem¨®cratas que s¨ª votaron a Barack Obama en 2008 y 2012. En especial, en lo que a Pensilvania se refiere, le dio la espalda un muy significativo porcentaje de latinos y afroamericanos del ¨¢rea de Filadelfia, as¨ª como muchos j¨®venes desencantados de los condados perif¨¦ricos. El resto es historia. Trump derrib¨® tres de los cuatro bastiones de la muralla azul, as¨ª llamada por el color tradicional del partido dem¨®crata. Solo se le resisti¨® Minnesota. Pensilvania abraz¨® el giro reaccionario del millonario neoyorquino por un margen de solo siete d¨¦cimas porcentuales. Un total de 44.000 votos.
Una Pensilvania nost¨¢lgica que no ha perdido el entusiasmo
Hoy, las encuestas apuntan a que la tierra del ciervo y la polca podr¨ªa estar lista para volver al redil dem¨®crata. Biden lidera la media de sondeos por un margen relativamente holgado, entre un 4 y 5%, al menos dos puntos m¨¢s que la supuesta ventaja de que disfrutaba Clinton a estas alturas. Un vuelco, aunque fuese discreto, en condados como Eerie, una mayor movilizaci¨®n de latinoamericanos o una bastante probable brecha de g¨¦nero en el comportamiento electoral (las mujeres j¨®venes parecen m¨¢s proclives a votar hoy que hace cuatro a?os) podr¨ªan contribuir decisivamente a que Biden llegase a la presidencia. Seg¨²n McCreesh, ¡°la Pensilvania nost¨¢lgica y resentida que apost¨® por Trump hace cuatro a?os no ha perdido el entusiasmo¡±. Se mantiene movilizada, enardecida por el discurso beligerante de su l¨ªder, y va a acudir a las urnas. Es la otra, la que dio la espalda a Clinton, la que no parece dispuesta esta vez a permanecer al margen. De ella depende casi todo.
Han pasado casi 40 a?os, pero la mejor s¨ªntesis del actual momento pol¨ªtico por el que atraviesa Pensilvania tal vez est¨¦ en Allentown, epopeya obrera de cuatro minutos editada en 1982, una de las mejores canciones de Billy Joel. En ella se expresaba ya una terca esperanza en el futuro, pero tambi¨¦n nostalgia por la Pensilvania destruida por las crisis sist¨¦micas de mediados y finales de los 70. Joel, natural del vecino estado de Nueva Jersey, pero tan imbuido del esp¨ªritu proletario del Medio Oeste como para dedicarle una oda a Allentown, en el condado de Lehig, otro de los recodos del mapa de Pensilvania en que Trump y Biden se la juegan, asiste impotente al cierre de las f¨¢bricas que ven¨ªa dando trabajo a los lugare?os desde las primeras d¨¦cadas del siglo XX: ¡°Nuestros padres combatieron en la Segunda Guerra Mundial, trabajaron en la f¨¢brica, veraneaban en Jersey Shore y conocieron a nuestras madres en el baile del sindicato obrero¡±. La misma Pensilvania, en fin, que retrat¨® Michael Cimino en El cazador (The Deer Hunter, 1978), cr¨®nica del viaje al fin de la noche de un grupo de amigos de clase obrera, inmigrantes de origen ruso de la ciudad de Clairton, en el condado de Allegheny, que se presentan voluntarios para combatir en Vietnam. Ya saben, Robert De Niro, Christopher Walken y la ruleta rusa.
Pensilvania es tambi¨¦n un estado cargado de historia. En ¨¦l son¨® por primera vez la Campana de la Libertad, una reliquia de tiempos heroicos que fue forjada en la vieja Inglaterra en 1752 y los Padres Fundadores llevaron al Nuevo Mundo. Un cuarto de siglo despu¨¦s sirvi¨® para proclamar la independencia de las 13 colonias y en a?os posteriores ha saludado acontecimientos como la abolici¨®n de la esclavitud, en 1865.
Hoy, la campana de bronce se conserva en el Parque Nacional de la Independencia, en Filadelfia, junto a reliquias como el escritorio en que George Washington escribi¨® uno de los primeros borradores de la Constituci¨®n de los Estados Unidos. El mismo general Washington que, en el peor momento del invierno de 1776, tras la ca¨ªda de la colonia de Nueva York, cruz¨® el r¨ªo Delaware y se refugi¨® en el ¨¢rea de Filadelfia, lugar en que resisti¨® la ofensiva del que por entonces era uno de los ej¨¦rcitos m¨¢s poderosos del mundo, el brit¨¢nico. Casi 90 a?os despu¨¦s de este cap¨ªtulo heroico de la guerra de Independencia, a muy pocos kil¨®metros de all¨ª, junto a la peque?a localidad de Gettysburg, tuvo lugar otra batalla decisiva, la que permiti¨® al ej¨¦rcito federal repelar la invasi¨®n confederada del Norte que lideraba el general Robert E. Lee, evitando as¨ª el colapso de la Uni¨®n en el tercer a?o de la guerra civil estadounidense. Entrado ya el siglo XX, Pensilvania, coherente con su tradici¨®n de aguda esquizofrenia pol¨ªtica, fue el feudo del muy combativo sindicalismo minero de los primeros 50, pero tambi¨¦n el gran reducto norte?o en que ech¨® ra¨ªces el Ku Kux Klan 30 a?os antes, en la d¨¦cada de 1920.
En el estado de la virtud jug¨® su mejor baloncesto durante una d¨¦cada un tal Julius Erving, poeta y acr¨®bata. Aqu¨ª tienen su sede franquicias deportivas con tanta tradici¨®n como (adem¨¢s de los 76rs de Erving, Charles Barkley o Moses Malone) los Phillies de Filadelfia o los Steelers y los Penguins de Pittsburgh. En Filadelfia boxe¨® esa otra gloria local (de ficci¨®n) que fue Rocky Balboa, el semental italiano, objeto ahora mismo de una ruta tur¨ªstica por la ciudad que conduce a las escalinatas del ayuntamiento local, a la estatua de bronce dedicada al p¨²gil en incluso a la falsa tumba de su esposa, Adrian. M¨¢s all¨¢ de la cinta de Sylvester Stallone y John G. Avildsen, ganadora de tres Oscars en 1976, Pensilvania es un estado muy cinematogr¨¢fico, escenario de cl¨¢sicos del celuloide como Atrapado en el tiempo, ?nico testigo, Flashdance, Philadelphia, El sexto sentido, La noche de los muertos vivientes, The Wonders, El casta?azo o Historia de Filadelfia.
Es decir, hablamos del entorno f¨ªsico en que se desarrollan historias tan inolvidables como la de Bill Murray informando una y otra vez sobre el desarrollo del d¨ªa de la marmota (una tradici¨®n de Punxsutawney, en el muy conservador condado de Jefferson), la incursi¨®n de Harrison Ford en territorio amish, la madre de todos los apocalipsis zombis, los ¨²ltimos partidos de hockey hielo de un c¨ªnico y descre¨ªdo Paul Newman o la puesta de largo definitiva de una tal Katharine Hepburn Aqu¨ª, en fin, construy¨® el arquitecto Frank Lloyd Wright una de sus obras maestras, la Casa de la Cascada (Fallingwater) e inaugur¨® Milton Hershey su legendaria f¨¢brica de chocolate.
Pensilvania cuenta tambi¨¦n con un imponente Capitolio en la Ciudad de Harrisburg, un edificio Art d¨¦co inaugurado en 1906 e inspirado en la Gran ?pera de Par¨ªs. Tiene parques naturales tan sugerentes como el de Forge Valley, pintoresco lugar de peregrinaci¨®n para nost¨¢lgicos de la era colonial. Cuenta con una ciudad llamada Intercourse (eufemismo que se utiliza, en ingl¨¦s, para hacer referencia al coito en determinados contextos), una peque?a comunidad rural del condado de Lancaster frecuentada por menonitas, huteritas y amish, con sus vistosos trajes de ¨¦poca, que suelen acudir a ella para vender piezas de artesan¨ªa o cobrar propinas por dejarse fotografiar. Cuenta con un red casi inveros¨ªmil de casinos clandestinos. Tiene un museo del ferrocarril y otro dedicado a la vida y la obra de Andy Warhol, as¨ª como la prisi¨®n estatal, hoy abandonada, en que Al Capone sald¨® una parte m¨ªnima de su deuda con la sociedad. Ofrece atracciones tan sugerentes como las cavernas indias de Derry, el Jard¨ªn bot¨¢nico de Phipps, en Pittsburg, los jardines de Longwood, en Filadelfia, la reserva natural del Delaware a su paso por la cordillera de los Apalaches o las monta?as Pocono, con su c¨¦lebre catarata de Bushkill. Y es el lugar, sobre todo, en que muy probablemente va a decidirse esta madrugada el destino de una naci¨®n y qui¨¦n sabe si de todo un planeta.
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