Tronos, anillos y galaxias: el secreto de la vida eterna de las grandes sagas de la pantalla
La continuaci¨®n que se prepara de ¡®Juego de tronos¡¯, unida al ¨¦xito del reestreno de ¡®El se?or de los anillos¡¯ y la f¨®rmula inagotable de ¡®Star Wars¡¯, demuestran que son productos culturales de oro, ?pero por qu¨¦?
Hoy podemos decirlo sin que nos duela: Juego de tronos acabo? de manera tan pobre, tan calamitosa, que su enorme impacto cultural empezo? a disolverse en el instante en que conclui?a su u?ltimo capi?tulo. Tuvo una muerte indigna, pero es difi?cil discutirle su importancia objetiva, el artefacto pop mayu?sculo en que se convirtio? en vida. Su impacto econo?mico se resume en una cifra apabullante: los 3.100 millones de do?lares (2.600 millones de euros) que recaudo? solo en suscripciones a HBO. An?adan a la ecuacio?n una media de 11 millones de espectadores legales por episodio (los ilegales son poco menos que incalculables) y 59 premios Emmy.
El caso es que el primero de los 73 capi?tulos de la serie se emitio? en abril 2011, hace ahora poco m¨¢s de diez an?os. Descrita en su di?a como El Sen?or de los Anillos de la generacio?n iPad, la serie triunfo? muy por encima de cualquier expectativa. Lo hizo por mu?lti-ples razones, pero tal vez una de ellas fuese que se trataba de una ficcio?n muy coral, con un amplio surtido de personajes con los que era posible identificarse o identificar a personas de nuestro entorno. Como Star Wars.
A muchos de los que seguimos con fruicio?n la saga de George Lucas nos fascinaba Darth Vader, el villano perfecto, suprema encarnacio?n del atractivo del mal. Un tipo capaz de estrangular con la mente y destruir planetas con el dedo men?ique. Sin embargo, el resto del reparto era una barra libre de personajes en los que sentirse reflejado, del ci?nico y narcisista Han Solo a la intre?pida y empoderada Leia Organa pasando por el silvestre Chewbacca, el blando y apoli?neo Luke, el mi?stico Yoda, el redicho C3PO, el sarca?stico y eficaz R2D2. Algo similar ocurri?a con Juego de tronos.
Solo la familia Stark ya permiti?a elegir entre el heroi?smo sin atributos de Jon Snow y el instinto de supervivencia de la sufridora Sansa, pasan- do por la rectitud a lo John Wayne del patriarca Eddard. Los Lannister, con su arrogancia capitalina, ofreci?an a una Cruella deVil promiscua y tronada como Cersei, la sensatez descrei?da de Tyrion o el encanto amoral de Jaime. Era posible sentir entusiasmo incluso por personajes muy en los ma?rgenes del relato, como el mercenario Gusano Gris, la errante Brienne de Barth o Sam Tarly, fra?gil intelectual en un universo de machos alfa.
En Espan?a, en el contexto del 8-M y la irrupcio?n de la nueva poli?tica, la serie se presto? tambie?n a lecturas en clave ideolo?gica un tanto sesgadas y delirantes. Es el caso de los que quisieron ver en Daenerys Targaryen a una li?der popular enfrentada a la casta. Capi?tulo a capi?tulo, la emancipadora de esclavos se abri?a paso hacia Occidente liderando una versio?n primitiva del Eje?rcito Rojo ante el entusiasmo de la izquierda nacional ma?s serie?fila. Al llegar a su destino, se rebelo? como una tirana de pacotilla, capaz de perpetrar una masacre tan atroz como innecesaria en el penu?ltimo (e infausto) capi?tulo de la octava temporada, Las campanas.
En eso si? estuvo Juego de tronos a la altura de su reputacio?n inmisericorde con el espectador y, por tanto, fiel a la vida. Porque Daenerys vino a ser como esa pareja que te sube al se?ptimo cielo hasta que descubres que lleva meses acosta?ndose con tus colegas. Las ficciones que dejan huella son las que nos recuerdan hasta que? punto la vida es un valle de la?grimas.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aqu¨ª a la Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.