C¨®mo vestir para ganar al ajedrez
Mi teori?a es que Spassky perdio? ante Fischer por ir vestido como de seccio?n de caballeros del GUM de Moscu?
Parecera? un poco tarde para hablar de ajedrez cuando ya se ha visto Gambito de dama hasta en Gambia, pero estaba pensando la jugada, jajaja. Del ajedrez opino como Woody Allen, que es un juego que desarrolla la inteligencia para jugar al ajedrez. Sin embargo, eso no significa que no me haya visto atrai?do por la mi?stica del tablero, y seducido por su glamur. Una vez incluso trate? de aprender a jugar en serio, con la notacio?n esta?ndar y todo: fue durante ¡°la partida del siglo¡±, entre el aspirante Bobby Fischer y el campeo?n del mundo Boris Spassky del 11 de julio al 31 de agosto de 1972, que acabo? con la victoria del primero (12 puntos y medio contra 8 y medio) y dio carpetazo a un cuarto de siglo de reinado sovie?tico. Aquel verano me baje? de mi moto Montesa, deje? de lado la raqueta de tenis Dunlop Maxply y adopte? la pose (y el atuendo) de un ensimismado jugador de ajedrez. Era lo que tocaba: si no estabas al di?a en ajedrez y no teni?as una opinio?n o una frase oportuna sobre la partida no eras nadie y, lo que era peor, no ligabas. Que? importante es darte cuenta de por do?nde sopla el viento y no confundir el escaque con el escaqueo ni la defensa Petroff con la ternera Strogonoff.
En el Club Viladrau, el casino de veraneantes de toda la vida y un templo de la bebida que ri?ete tu? de Cuernavaca, se colgo? un tablero y se reproduci?an los movimientos de Fischer y Spassky con ceremoniosa trascendencia. Los cuatro replegados que sabi?an de verdad de ajedrez y que siempre habi?an sido unos frikis a los que todo el mundo evitaba se convirtieron de un di?a para otro en la gente a tener en cuenta. Todos les escucha?bamos cantar los movimientos con tono sacramental como grandes maestros, poni?amos cara de Akiba Rubinstein enfrascado y asenti?amos (¡°hum, claro, claro, eso es, diablos¡±) cuando el alfil de blancas imprimi?a presio?n sobre el peo?n de negras o algo asi?. De manera no premeditada, empezamos a vestir distinto. No puedes parecer un experto en ajedrez calzando botas de trial, llevando pantalones de piel de melocoto?n o camiseta del Pacha? de Sitges. Y es que pese a que en Gambito de Dama Beth Harmon vesti?a como le daba la gana -por no decir lo que se met¨ªa, la t¨ªa, ?c¨¢spita Kasparov!-,, el ajedrez requiere pensar lo que te pones, como todo lo dema?s, ya que estamos.
Se ha escrito poco sobre la importancia de la indumentaria en el ajedrez, excepto para mencionar el triste caso del let¨®n Aron Nimzowitsch, que se volvi¨® turulato de tanta variante siciliana y acud¨ªa a los torneos en pijama. Mi teori?a, que aqui? ofrezco gratis, es que Fischer gano? a Spassky por la ropa. Es verdad que no podri?a sostener alguna otra dado que apenas distingo un gambito de un gambo?n y me hago un li?o con el enroque. Pero era imposible que ganara vestido de esa manera como de seccio?n de caballeros (sovie?ticos) del GUM de Moscu?: se le vei?a inco?modo, por no hablar del tupe?. No es que haya que vestir de Capablanca, de hecho, mi recomendaci¨®n es vestir de capa negra. Y con pasamonta?as negro. Efectivamente: como hace la Muerte (Bengt Ekerot) en El se?ptimo sello, esa peli?cula que ya no puedes ver sin pensar en Para acabar con Ingmar Bergman y Para acabar con el ajedrez, dos de los capi?tulos ma?s desternillantes de Co?mo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen. Si te presentas ataviado de Muerte y con una mano en la Dama y la otra en la guadan?a es difi?cil que tu rival mantenga la concentracio?n; y en cuanto se despiste, tu? ?chas!, jaque mate.
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