M¨²sica, pedradas y las noches interminables: el bar donde naci¨® el sonido Gij¨®n resiste a todo
¡®La Plaza. Confesiones de un bar musical¡¯ es la historia novelada del local donde nacieron bandas m¨ªticas de los noventa durante una revoluci¨®n que, como suele ocurrir, solo se notaba fuera de sus paredes
Cuando abrieron el bar, en 1992, apareci¨® una anciana con pinta de bruja y les profetiz¨® un futuro muy negro, muy negro, porque all¨ª hab¨ªan pasado cosas muy malas, muy malas (nunca supieron cu¨¢les). Para colmo, la primera canci¨®n que son¨®, a modo de inauguraci¨®n, fue Sympathy for the Devil, de los Rolling Stones, donde se presenta, muy amablemente, el mism¨ªsimo Lucifer: ¡°Encantado de conocerte¡±, cantaba Mick Jagger.
Pero la cosa no fue para tanto, a pesar de las profec¨ªas aciagas: casi 30 a?os despu¨¦s, el bar La Plaza, en el cogollo de callejuelas del barrio pescador de Cimadevilla, en Gij¨®n, con su aforo de apenas 30 personas, sigue vivo. Su historia, como epicentro del Xix¨®n Sound en los a?os noventa, entre muchas otras aventuras nocturnas y musicales, se relata en el reciente libro La Plaza. Confesiones de un bar musical, de Luis Argeo y editado por Milvecesmil. ¡°Es un bar legendario que puede representar tambi¨¦n a otros bares musicales que significaron mucho para una generaci¨®n que, por edad, ahora ve que la vida le saca de los garitos¡±, explica el autor.
Una curiosidad del texto es que el narrador es el propio bar, La Plaza, esas paredes que hablan y que esperan a que acuda Nacho, su due?o, a abrir sus puertas y comenzar una nueva jornada. Nacho es Nacho ?lvarez, que fue bajista de la banda Manta Ray y ahora toca como cantautor ¡°artesano y cabr¨®n¡± acompa?ado del Quarteto Bendici¨®n. Cuando mont¨® el bar ven¨ªa de trabajar en el andamio e intentaba estudiar Psicolog¨ªa a distancia. El local hab¨ªa sido ocupado antes por una pizzer¨ªa y despu¨¦s por un bar gay. Cimadevilla todav¨ªa era un lugar oscuro y peligroso, de droga y prostituci¨®n.
¡°La Plaza, que tuvo unos or¨ªgenes tan generacionales, se sigue manteniendo con su estilo, su forma de ser, su m¨²sica y sus parroquianos¡±, recuerda hoy el propietario. De hecho, el primer cliente que entr¨®, David Guardado, miembro de Penelope Trip, todav¨ªa par¨® por all¨ª el otro d¨ªa. Seg¨²n cuenta ?lvarez, la generaci¨®n de cuarentones y cincuentones que form¨® el Xix¨®n Sound se mezcla ahora con la nueva chavaler¨ªa que frecuenta el lugar. ¡°No es un bar rollo nostalgia: los j¨®venes siguen utiliz¨¢ndolo de la misma manera que lo hicimos nosotros en nuestra ¨¦poca¡±, afirma. Una cosa nada f¨¢cil en un momento en el que, a base de crisis econ¨®micas, m¨²sicas urbanas, redes sociales, aplicaciones de ligue, videojuegos online y Spotify parece que la cultura y las formas de sociabilidad propias de los bares musicales van declinando entre la chavaler¨ªa.
La importancia de La Plaza en el Xix¨®n Sound fue fundamental. ¡°El principal atractivo que tuvo el movimiento musical de los noventa en general es que fue un fen¨®meno de bares¡±, recuerda Francisco Nixon, que fue frontman de Australian Blonde. ¡°Bares donde escuchar m¨²sica que, salvo excepciones, no pon¨ªan en la radio, ni en la tele, y donde grupos y aficionados conviv¨ªan y aprend¨ªan unos de otros¡±. Eran lugares donde tocar, compartir discos, gustos e informaciones, donde perfeccionar el oficio,y tambi¨¦n donde so?ar con el ¨¦xito. ¡°Si hoy en d¨ªa la m¨²sica sucede en las redes sociales, en los noventa sucedi¨® en los bares. Y de hecho, muri¨® en cuanto sali¨® de los bares y se fue a los festivales¡±, dice Nixon. Ahora la m¨²sica se ha metido en el smartphone.
C¨®rtate el pelo, cambia de vida
Bandas como Manta Ray, Australian Blonde, Nosotr?sh, Penelope Trip, Undershakers o Doctor Explosi¨®n convirtieron a la ciudad de Gij¨®n en uno de los epicentros m¨¢s potentes de la escena independiente de los noventa y la prensa se dedic¨® a apuntalar, e incluso inflar, aquella escena cultural que surg¨ªa del barrio de Cimadevilla. ¡°Cuando el Xix¨®n Sound sal¨ªamos en El Pa¨ªs de las Tentaciones pero no met¨ªamos m¨¢s de 600 personas en un concierto en Madrid¡±, dice Xabel Vegas, bater¨ªa de Manta Ray, en el documental Lluz d¡¯agostu en Xix¨®n, tras los pasos de Nacho Vegas, de Alejandro Nafr¨ªa y la productora Sr. Paraguas. La camiseta oficial del movimiento, financiada por las propias bandas, mostraba la leyenda: ¡°C¨®rtate el pelo, cambia de vida¡±.
¡°?ramos unos amigos que nos inventamos nuestro entretenimiento¡±, dice Tito Pintado, que fue el cantante de Penelope Trip, quien tambi¨¦n recuerda que en la propia ciudad no les hicieron mucho caso hasta que se fijaron desde el exterior y¡ entonces tampoco les hicieron demasiado. ¡°Desde fuera s¨ª que se ve¨ªa como algo m¨¢s grande, de hecho, ven¨ªa gente de Madrid y otros lugares a La Plaza en plan peregrinaci¨®n, como si fuese la Lourdes indie¡±. Nacho Vegas, que fue miembro de Manta Ray, puso copas all¨ª durante una temporada, aunque entonces no era tan conocido como ahora.
En los ¨²ltimos a?os una especie de corriente revisionista, con libros a tal efecto de Nando Cruz o V¨ªctor Lenore, han venido a criticar la escena indie de los noventa como hedonista, individualista, inofensiva, falta de conciencia social y, sobre todo, obsesionada con la m¨²sica anglosajona y el canto en ingl¨¦s defectuoso. Entonces nadie reparaba en semejantes cosas.
Gij¨®n se constru¨ªa as¨ª una imagen como Seattle del norte de Espa?a, aunando su movida musical a otros hitos culturales como la Semana Negra, el festival Euroyey¨¦ o el Festival Internacional de Cine de Gij¨®n que en aquellos a?os, de la mano de Jos¨¦ Luis Cienfuegos, viraba hacia el cine independiente. El bar tambi¨¦n se convirti¨® en el bar m¨¢s frecuentado por las gentes que organizaban y asist¨ªan al evento cin¨¦filo. Seg¨²n recoge Argeo en el libro, La Plaza tambi¨¦n fue objeto de la ira de los que reaccionaban contra el aire de modernidad y gafapastismo creciente: ¡°Muerte a las gafas de pasta¡±, rezaba una peque?a pintada que apareci¨® al lado de la puerta del bar. Ah¨ª la dejaron, porque hac¨ªa gracia. Lo que no hac¨ªa tanta gracia fueron las pedradas que algunas veces se recibieron al grito de ¡°muerte a los indies¡±.
¡°Fue una ¨¦poca muy intensa¡±, dice Alicia Alvarez, entonces miembro de Undershakers, ahora en Pauline en la Playa. ¡°Se montaban grupos, fanzines, conciertos, lo llen¨¢bamos todo de carteles¡±. ?lvarez frecuenta La Plaza desde los 14 a?os (all¨ª conoci¨® a su pareja, curiosamente David Guardado, el primer cliente), en noches interminables en las que se formaban bandas imaginarias de noche que a la ma?ana siguiente ya se hab¨ªan disuelto, porque la imaginaci¨®n era libre. El Xix¨®n Sound, como tantas otras etiquetas culturales, gener¨® sus pol¨¦micas. ¡°En aquel momento casi todos renegaban de la etiqueta, por esa cosa de la juventud de querer diferenciarse ir cada uno por su lado¡±, reflexiona Argeo.
M¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s parece que el t¨¦rmino es aceptado con mejor ¨¢nimo. Sobre el Xix¨®n Sound, como de la movida madrile?a, tambi¨¦n se ha dicho que fue un producto de la imaginaci¨®n. ¡°No lo creo¡±, argumenta Alicia ?lvarez. ¡°Hab¨ªa una escena importante, lo que no hubo fue unidad estil¨ªstica, porque cada uno era de su padre y de su madre¡±. Seg¨²n observa Argeo, el movimiento como tal, m¨¢s que inspirarse en otras corrientes musicales, lo hizo en otros que se daban en la ciudad: la emisora comunitaria Kras, la insumisi¨®n o los movimientos vecinales.
El bar La Plaza continua, pandemia mediante, con su ajetreo habitual y dice Argeo que ha pasado a la historia: ya se han visto gu¨ªas tur¨ªsticos que, mostrando el ahora algo gentrificado barrio de marineros, se paran delante del bar para glosar sus haza?as y los tiempos heroicos. ¡°Yo percibo una continuidad: muchos de los que estuvimos en los inicios continuamos yendo, involucrados todav¨ªa en proyectos musicales o de gesti¨®n cultural¡±, continua Alicia ?lvarez. ?Qu¨¦ fue del Xix¨®n Sound? Algunas de las personas que participaron siguen en el negocio, en otros proyectos, como Nacho Vegas, Elle Belga, Pauline en la Playa, Francisco Nixon, Petit Pop o el propio Nacho ?lvarez. ?C¨®mo se ve el Xix¨®n Sound en la distancia? ¡°Gracias a aquello ser joven en Gij¨®n en los noventa fue m¨¢s divertido¡±, concluye Nixon. Y luego apostilla: ¡°El juicio cr¨ªtico se lo dejo a los dem¨¢s¡±.
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