Nada viste a un hombre como sus cicatrices
(Aunque hay una invisible que llevamos casi todos)
Nada viste a un hombre como sus cicatrices. Nihil vestit hominem sicut cicatrices suas. Me gustar¨ªa decir que la frase es de un cl¨¢sico, Salustio, por ejemplo, pero es m¨ªa (y la traducci¨®n latina la he hecho con Google, porque yo lat¨ªn, Alea jacta est y Nemo saltat sobrius, lo justo vamos). Lo del lat¨ªn viene a que los romanos sol¨ªan descubrirse el cuerpo para mostrar las cicatrices, que probaban lo que hab¨ªan hecho por Roma m¨¢s que un discurso de Cat¨®n. Se abr¨ªan la toga y se quedaban en silencio en medio del Senado, exhibi¨¦ndose con viril impudor, como diciendo ¡°mirad, mirad, por aqu¨ª una espada parta, por ah¨ª una lanza germana, y eso, un hacha gala; ?lo de la pierna?, nada, de la carrera de cuadrigas con Ben-Hur¡±.
Seg¨²n Salustio, ya que estamos, Mario, gran general, siete veces c¨®nsul y t¨ªo de Julio C¨¦sar, era un especialista en mostrar sus honestae cicatrices, revestido de costurones. Otros famosos exhibidores eran el tribuno de la plebe Sicinium Dentatum, Coriolano y M. Manlius Capitolinus, que mostraba hasta 23 cicatrices, todas en la parte frontal del cuerpo, lo que significaba, efectivamente, que lo hab¨ªan herido honorablemente y no d¨¢ndose a la huida. Otros casos notables son los de M. Sergius, bisabuelo de Catilina, que ten¨ªa tambi¨¦n 23 cicatrices, pero adem¨¢s hab¨ªa perdido la mano derecha en la Segunda Guerra P¨²nica, lo que deb¨ªa ser un plus.
C¨¦sar ten¨ªa bastantes, sobre todo despu¨¦s de los idus de marzo, jajaja. En cambio, Marco Antonio, y mira que era soldadote, seg¨²n Cicer¨®n solo ten¨ªa una cicatriz, y ¡°no era honorable¡±, pues result¨® de un infamante combate gladiatorio en el que por cierto hab¨ªa degollado a un amigo. Las legiones de Panonia amotinadas, cuenta T¨¢cito, se desnudaron en masa para mostrar sus cicatrices delante (por combate) y detr¨¢s (por los golpes de sus oficiales). Abrirte la toga y mostrar el serrano cuerpo acribillado no siempre era una f¨®rmula efectiva para hacerte valer: Pulex Geminus movi¨® a la risa al desvelar adem¨¢s de las cicatrices una notable hernia escrotal, resultado de tantas horas a caballo. El emperador C¨®modo sufr¨ªa de algo parecido, aunque Hollywood prefiri¨® dejarlo en la cicatriz labial de Joaquin Phoenix.
Yo como romano servir¨ªa de poco porque carezco casi de cicatrices (toco madera), y mira que he hecho tonter¨ªas. Apenas una bajo el ojo izquierdo, otra en la rodilla y otra m¨¢s en el dedo ¨ªndice de la mano zurda. Frusler¨ªas. Se iban a re¨ªr de m¨ª m¨¢s que del pobre Geminus. Envidio esas cicatrices que dan tanto empaque y personalidad, la de Harrison Ford en la barbilla, la de Keanu Reeves en el abdomen, la de Ed Sheeran en la mejilla, la de Al Capone... Hay que ver el aplomo que le proporcionaban las de sable en la cara al SS Otto Skorzeny. En el cine son notables las cicatrices de quemaduras en la espalda de Brad Pitt en Fury, las de Clint Eastwood cosido a balazos en El jinete p¨¢lido o las del t¨ªo de Simba. Yo, como Matt Hooper (Richard Dreyfuss) en la famosa escena de la competici¨®n de costurones en Tibur¨®n, abro mi camisa para mostrar, al igual que ¨¦l, la peor de todas: la invisible pero tan terrible cicatriz de cuando te rompieron el coraz¨®n.
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