El placer y la libertad son bienes supremos. Ya lo dec¨ªa Epicuro hacer 2.300 a?os
En ¡®C¨®mo ser un epic¨²reo¡¯, la fil¨®sofa brit¨¢nica Catherine Wilson explica que a esta corriente de pensamiento le fascinaba la vida de los seres humanos antes de la civilizaci¨®n
Aunque pertenecieron a civilizaciones altamente desarrolladas como las antiguas Grecia y Roma, a los primeros epic¨²reos les fascinaba darse cuenta de que los seres humanos no siempre hab¨ªan vivido en ciudades ni practicado la agricultura, la industria y el comercio. Sab¨ªan que sus ancestros hab¨ªan vivido en familias y tribus con escasa organizaci¨®n pol¨ªtica. Comprend¨ªan que tan solo despu¨¦s hab¨ªan formado federaciones, hab¨ªan dado el poder a reyes y magistrados y creado leyes y sistemas de castigo para contravenciones y delitos. Basado en los manuscritos de Epicuro, as¨ª como en el conocimiento de sus contempor¨¢neos acerca del pasado lejano, Lucrecio pens¨® detenidamente en los or¨ªgenes de la civilizaci¨®n, y en el quinto libro de De la naturaleza de las cosas narr¨® la historia de la humanidad y extrajo importantes conclusiones acerca del progreso tecnol¨®gico, la felicidad humana y la opresi¨®n pol¨ªtica que merecen nuestra continuada atenci¨®n.
Lucrecio retrata una primera fase de la vida humana peligrosa pero, por varias razones, atractiva. Los adultos viv¨ªan como animales solitarios buscando comida (se supone que transportando a sus hijos, o seguidos por ellos). Muchos de ellos, ¡°cogidos / y desgarrados con feroces dientes / un pasto vivo daban a las fieras¡±, mientras que otros mor¨ªan ¡°sin saber qu¨¦ aplicar a sus heridas¡±. Pero, se?ala Lucrecio con agudeza, ¡°no daba un solo d¨ªa / a la muerte millares de guerreros / que segu¨ªan banderas diferentes, / ni estrellaban los mares borrascosos / los hombres y nav¨ªos en escollos¡±. La gente mor¨ªa de hambre, pero no por exceso; se envenenaban accidentalmente al comer algo equivocado, mientras que ¡°a otros con m¨¢s arte ahora envenenan¡±.
Luchaban pero hab¨ªa equidad
El fuego no fue algo que robaran a los dioses, como en el mito griego de Prometeo, ni fue un regalo divino. M¨¢s bien, explica Lucrecio, los incendios forestales eran habituales en aquellos d¨ªas, a causa de rel¨¢mpagos o de la fricci¨®n entre ramas de ¨¢rboles. La gente ide¨® modos de capturar, controlar y conservar el fuego, y esto fue un punto de inflexi¨®n. Se acostumbraron al calor y eso los llev¨® a vivir como familias en chozas. Aprendieron a cocinar su comida, y vivir con mujeres y ni?os hizo a los hombres menos bruscos y m¨¢s complacientes. Se invent¨® el idioma humano (que Lucrecio ve¨ªa como cualquier otra forma de lenguaje animal) y tambi¨¦n artes como el trenzado y el tejido. Aunque luchaban con palos y piedras, los primeros humanos no pod¨ªan hacerse demasiado da?o entre ellos. Hab¨ªa una relativa equidad y una relativa libertad sin sacerdotes y jueces que establecieran leyes y amenazaran con castigos.
Los arque¨®logos y los estudiosos de las escasas sociedades de cazadores-recolectores que quedan han validado en gran medida esta reconstrucci¨®n de Lucrecio. Los antrop¨®logos han se?alado la ¡°preferencia por la equidad¡± en sociedades peque?as y sencillas, y el resentimiento contra cualquiera que comience a actuar de un modo agresivo. En sociedades triba?les m¨¢s grandes puede haber un l¨ªder, pero su funci¨®n prin?cipal es negociar con extranjeros, no crear normas para los de la tribu, y normalmente no suele distinguirse de los dem¨¢s por su indumentaria o su morada. ?C¨®mo, pues, pasaron los seres humanos de vivir en sociedades peque?as e igualitarias a oligarqu¨ªas y burocracias imperiales? En estas estructuras po?l¨ªticas, la riqueza y el poder se concentran en un reducido n¨²?mero de manos, y muy escasos gobernantes toman decisiones que afectan a las experiencias e incluso a la supervivencia de millones de s¨²bditos. Pues, como Lucrecio subraya, aunque quiz¨¢ exagera la armon¨ªa ininterrumpida de la vida arcaica, la guerra era algo desconocido. Carec¨ªan de toda motivaci¨®n para atacar al vecino, as¨ª como de armas eficaces para hacerlo.
Lucrecio es vago acerca de c¨®mo sucedi¨® todo esto. Su?pone que ¡°aquellos que ten¨ªan m¨¢s ingenio, / y mucho m¨¢s su esp¨ªritu alcanzaba¡± inventaban nuevas y admirables pr¨¢cticas, y que aparec¨ªan as¨ª reyes que recompensaban a sus favoritos y levantaban ciudades. La invenci¨®n del dinero trajo consigo una nueva ¨¦poca. ¡°Por fin, se introdujeron las riquezas, / y descubriose el oro, que al momento / envileci¨® la fuerza y hermosura: / por lo com¨²n [¡] / hacen crecer la corte del m¨¢s rico¡±.
En la narraci¨®n de Lucrecio, la sociedad arcaica lleg¨® a su fin debido a un descubrimiento por azar, el de los metales: cobre, oro, hierro, plata y plomo. La gente observ¨® c¨®mo, tras un incendio forestal, los metales manaban, l¨ªquidos, de algu?nas rocas, y se solidificaban adquiriendo nuevas formas. He aqu¨ª un material mucho m¨¢s duro y duradero que la madera y que, a diferencia de la piedra, pod¨ªa moldearse a voluntad. El ingenio humano se hizo cargo del resto, y con la tecno?log¨ªa del metal lleg¨® la esclavitud agr¨ªcola, las divisiones de clase y la conquista brutal. ¡°Se labraba la tierra con el cobre, / y con cobre se daban los combates, / se sembraba la muerte y se robaban / los campos y ganados; pues desnudos / e inermes se rend¨ªan f¨¢cilmente / a gente armada¡±.
La revoluci¨®n metal¨²rgica
La arqueolog¨ªa contempor¨¢nea corrobora la opini¨®n de Lucrecio de que las ciudades, el comercio y la guerra evolucionaron r¨¢pidamente con la introducci¨®n de la tecnolog¨ªa metal¨²rgica. Ahora, con el arado y los animales de tiro, los humanos pod¨ªan labrar vastos campos y cultivar, almacenar y comerciar con cereales, el nuevo alimento b¨¢sico en la dieta de los pobres. Con sierras y martillos pod¨ªan construir casas, muros y vallas para mantener a la gente dentro y al ganado, separado. Se pod¨ªa equipar con ruedas a las carretas para viajar y comerciar, y hacer que las tiraran animales domesticados. Las herramientas, aplicadas a la miner¨ªa, extra¨ªan metales preciosos y gemas. Con la nueva abundancia de alimento extra¨ªdo del suelo, las poblaciones crecieron y los mercados se expandieron. El arte de la construcci¨®n naviera hizo posible el viaje a larga distancia. Comenz¨® a abrirse una gran brecha entre ricos y pobres. Los ricos eran aquellos que convenc¨ªan u obligaban a otros a trabajar por ellos en los campos, a fabricar herramientas y adornos, a construirles edificios y a luchar en sus batallas. Los pobres eran quienes no ten¨ªan m¨¢s opci¨®n que esclavizarse a los ricos.
Este proceso implic¨® ganancias y p¨¦rdidas. La vida, en ciertos aspectos, se volvi¨® m¨¢s segura, y las campi?as se embellecieron, ¡°doquiera divididas / o guarnecidas de ¨¢rboles frutales¡±. La vida en las aldeas segu¨ªa siendo id¨ªlica, pensaba Lucrecio. La gente se tend¨ªa en el c¨¦sped en amistosa compa?¨ªa y ¡°entonces era el tiempo de las danzas, / entonces de las pl¨¢ticas, entonces / de las dulces risadas¡±. Tocados con guirnaldas de flores, se divert¨ªan mutuamente con danzas sencillas, si no torpes. Cantar es un buen remedio contra el insomnio.
Catherine Wilson (Reino Unido, 1951) es fil¨®sofa y profesora en la Universidad de York. Este extracto pertenece a su libro ¡®C¨®mo es un epic¨²reo¡¯, que la editorial Ariel public¨® el pasado 10 de marzo.
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