Escuchar a Mozart o a Beethoven nos ayuda a ser mejores personas
La m¨²sica es una fuerza humanizadora, escribe la fil¨®sofa belga Alicja Gescinska, que reclama las teor¨ªas de Max Scheler, el m¨¢s desconocido de los grandes pensadores del siglo XX
La convicci¨®n de que el mundo est¨¢ sujeto a continuos cambios y de que todo se encuentra en un permanente proceso de evoluci¨®n tiene ra¨ªces profundas en la historia del pensamiento. Es una idea que se remonta a Her¨¢clito y aparece en un amplio abanico de corrientes filos¨®ficas, tanto occidentales como orientales. Hay muchos argumentos para afirmar que la transformaci¨®n permanente es la caracter¨ªstica m¨¢s esencial del mundo y, por tanto, del ser humano. El hombre se encuentra en un movimiento constante entre lo que es y lo que puede llegar a ser; su desarrollo como persona es la distancia que recorre entre un punto y otro, sin alcanzar nunca un estado definitivo. En esta vida lo determinante no es lo que somos, sino el proceso de continua transformaci¨®n en el que estamos inmersos. El equivalente de esa sentencia, desde el punto de vista de la ¨¦tica, es que el destino del hombre no es la conservaci¨®n de un estado, sino el desarrollo personal. Es decir, el menschwerdung, por emplear el t¨¦rmino del fil¨®sofo alem¨¢n Max Scheler. Scheler es tal vez el m¨¢s desconocido de los grandes fil¨®sofos del siglo XX, y el m¨¢s grande de los fil¨®sofos desconocidos. Su nombre suena poco, y menos a¨²n sus ideas. El olvido al que ha ido a parar Scheler no hace justicia a la calidad de su trabajo y contrasta de forma muy llamativa con la influencia que tuvo en fil¨®sofos de diversas escuelas durante la primera mitad del siglo XX. Cuando muri¨®, a causa de un fallo cardiaco, en 1928, Martin Heidegger se refiri¨® a ¨¦l como la mayor fuerza intelectual de la Europa de aquel momento. Edith Stein ¡ªfil¨®sofa jud¨ªa y pupila de Edmund Husserl que se convirti¨® al catolicismo y acab¨® en una c¨¢mara de gas de Auschwitz¡ª lo consideraba un genio y profundiz¨® en el significado de la empat¨ªa, influida en parte por ¨¦l. Jean-Paul Sartre dej¨® escrito que no comprendi¨® lo que son los valores morales hasta que ley¨® el trabajo de Scheler. Y Karol Wojty?a, m¨¢s tarde conocido como el papa Juan Pablo II, mantuvo con Scheler una pol¨¦mica interna que influy¨® de forma notable en la formaci¨®n de su esp¨ªritu. En los a?os previos a su papado, Wojty?a estuvo muy activo en el terreno de la filosof¨ªa. Fue docente de ?tica Filos¨®fica y escribi¨® infinidad de ensayos, libros y art¨ªculos, entre otras cosas sobre el pensamiento de Max Scheler.
Se puede afirmar, sin miedo a exagerar, que Scheler no solo dej¨® huella en la filosof¨ªa del siglo XX, sino en el siglo XX en general. La obra magna de Scheler, El formalismo en la ¨¦tica y la ¨¦tica material de los valores, apareci¨® en varias entregas durante la d¨¦cada de 1910. Se trata de un intento de establecer los cimientos fenomenol¨®gicos de una ¨¦tica personalista, campo en el que desempe?a un papel esencial el concepto de desarrollo personal. En el trabajo posterior de Scheler tambi¨¦n ocupar¨ªa un lugar fundamental ese concepto, el cual fluye como un r¨ªo subterr¨¢neo a lo largo de toda su obra, pues est¨¢ presente como esencia de la moral humana incluso en aquellos momentos en que Scheler no habla de manera expl¨ªcita de desarrollo personal. En un ensayo que complet¨® pocos meses antes de su muerte, El puesto del hombre en el cosmos, Scheler se refiere a dicho concepto (lo que aqu¨ª estamos llamando ¡°desarrollo personal¡±) con el t¨¦rmino alem¨¢n menschwerdung. El hombre que desarrolla todo su potencial, agudizando su ingenio y perfeccionando sus aptitudes, hace con ello el bien y alcanza la condici¨®n de mensch. Es decir, se transforma en un hombre que no se deja dominar por el odio y el resentimiento, y alumbra su entorno con la luz del amor a trav¨¦s de sus actos.
Con sus seis ¡®suites¡¯ para chelo, Bach realiz¨® no solo un valor positivo, sino tambi¨¦n un acto bueno desde el punto de vista moral
En la segunda parte de El formalismo en la ¨¦tica ¡ªtras exponer de forma pormenorizada su cr¨ªtica de Kant, el utilitarismo y otras teor¨ªas de la ¨¦tica en la primera parte¡ª, Scheler se sumerge en la esencia de su discurso y desarrolla su teor¨ªa del ser humano, estableciendo para ello una jerarqu¨ªa de valores con la que, adem¨¢s de definir el concepto ¡°valor¡±, trata de explicar por qu¨¦ el hombre es un ser moral. Los valores morales ¡ªel bien y el mal¡ª surgen, seg¨²n ¨¦l, ¡°a lomos¡± de los valores no morales, y estos ¨²ltimos se pueden ordenar de forma jer¨¢rquica. En el pelda?o inferior est¨¢n el placer y la utilidad; a continuaci¨®n aparecen los valores vitales (por ejemplo, el coraje), los valores espirituales (entre otros, la verdad o la belleza) y, por ¨²ltimo, los valores religiosos (como la abnegaci¨®n en beneficio de otro). El hombre hace el bien cuando pone en pr¨¢ctica valores no morales elevados o positivos. Un ingeniero que levanta diques y construye presas para proteger a la poblaci¨®n contra posibles inundaciones pone con ello en pr¨¢ctica un valor positivo de utilidad y realiza un bien moral. Un jefe de Estado que no cede en momentos de crisis y se mantiene firme en medio del caos ¡ªla actuaci¨®n de Alberto I de B¨¦lgica durante la I Guerra Mundial es un ejemplo de ello¡ª no solo ejecuta un valor vital, sino tambi¨¦n moral. Con sus seis suites para chelo, Bach no se limit¨® a realizar un valor positivo meramente est¨¦tico, sino que tambi¨¦n realiz¨® con ello un acto bueno desde el punto de vista de la moral.
Pero la teor¨ªa de Scheler tampoco est¨¢ exenta de cr¨ªtica. Algunos pensadores consideran su jerarqu¨ªa de valores demasiado r¨ªgida. Adem¨¢s, Scheler no siempre desarroll¨® sus ideas con la debida precisi¨®n, lo cual podr¨ªa ser uno de los motivos por los que nunca hizo buenas migas con Edmund Husserl, fundador de la fenomenolog¨ªa, que era en extremo meticuloso en su trabajo. La mente de Husserl era una corriente de agua que flu¨ªa de forma sosegada y continua por cauces trazados con gran cuidado. La mente de Scheler, por el contrario, era un r¨ªo embravecido con tendencia a desbordarse. En relativamente poco tiempo ¡ªentre 1911 y 1928, Scheler escribi¨® una obra de un volumen impresionante, como si un demon lo hubiera obligado a poner sus pensamientos por escrito. Uno de los puntos fuertes de su axiolog¨ªa, o teor¨ªa de los valores, es su validez para demostrar el hecho de que todos los actos del ser humano tienen una carga moral. En todo lo que hacemos, incluso en nuestros actos no morales ¡ªy sobre todo en ellos¡ª, aparece la moralidad humana. Ning¨²n acto se puede entender por completo desvinculado del bien y el mal, y, por tanto, tampoco el arte y la m¨²sica. La elecci¨®n entre belleza y fealdad no es una opci¨®n meramente est¨¦tica. ?tica y est¨¦tica est¨¢n unidas de manera indisoluble. El bien va ¡°a lomos¡± de la belleza. Otro aspecto interesante de la teor¨ªa de los valores de Scheler es que, en paralelo a ella, establece una jerarqu¨ªa de figuras mod¨¦licas. Con ello, Scheler no solo se manifiesta como un fil¨®sofo original, sino tambi¨¦n como un excelente psic¨®logo con una visi¨®n muy aguda de la psicolog¨ªa humana y los motivos que ocultan nuestros actos. A cada nivel de su jerarqu¨ªa de valores ¡ªa cada tipo de valor no moral¡ª le corresponde un tipo de figura mod¨¦lica, como el h¨¦roe, el genio o el santo. Seg¨²n Scheler, estas figuras mod¨¦licas son determinantes en el desarrollo moral del hombre, pues nos proporcionan conocimiento sobre lo placentero y lo doloroso, lo ¨²til y lo superfluo, lo valeroso y lo cobarde, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo est¨¦ticamente desagradable. Y todo eso es, en ¨²ltima instancia, conocimiento sobre el bien y el mal.
Pero las figuras mod¨¦licas no solo son una fuente de conocimiento, sino tambi¨¦n de inspiraci¨®n. Nos motivan a abrazar valores positivos y, debido a ello, son una pieza importante de nuestra motivaci¨®n moral como seres humanos. Siguiendo el razonamiento de Scheler podemos afirmar, por tanto, que Beethoven nos ayuda a ser mejores personas, y que escuchando a Mozart tambi¨¦n somos un poco m¨¢s mensch, en el sentido scheleriano y yidis del t¨¦rmino, es decir: m¨¢s ¨ªntegros, m¨¢s dignos y m¨¢s bondadosos.
Alicja Gescinska (Varsovia, 1980) es una fil¨®sofa belga de origen polaco. Este es un extracto de su libro ¡®La m¨²sica como hogar¡¯, que la editorial Siruela public¨® ayer s¨¢bado en su versi¨®n eBook y ofrecer¨¢ el 29 de abril en papel.
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