Decir ¡°negro¡± no es racismo
¡°Afroamericano¡± es un eufemismo absurdo: intenta ocultar algo que no hay por qu¨¦ esconder
Algunas expresiones inocentes que contienen la palabra ¡°negro¡± se est¨¢n volviendo sospechosas en pa¨ªses hispanohablantes con riqueza de razas: ¡°lo veo muy negro¡±, ¡°dinero negro¡±, ¡°bestia negra¡±, ¡°tener la negra¡±, ¡°leyenda negra¡±¡ Hay quien las considera ofensivas para los negros.
Pero las ofensas no residen en las palabras, sino en la intenci¨®n con que se pronuncian: los espa?oles sabemos bien que ciertos insultos se dicen a veces como expresi¨®n de cari?o.
En castellano podemos afirmar tambi¨¦n que alguien es ¡°muy diestro¡± en alguna materia, y no por eso se ofenden los zurdos.
Tampoco implican intenciones aviesas algunos viejos dichos como ¡°no se queda manco¡± (para expresar que una persona no se rezaga en algo) o ¡°no es manco¡± (usado para elogiar a alguien que no se arredra); porque un manco puede no quedarse manco y adem¨¢s no ser manco en algo. Y el nuevo h¨¢bito de ¡°lavarse las manos¡± a cada rato no discrimina a quien s¨®lo tenga una.
Del mismo modo, la palabra ¡°negro¡± no comunica nada ofensivo en las referidas locuciones, sino que forma una met¨¢fora sobre la ausencia de luz.
Esa relaci¨®n entre la negrura y la falta de alumbrado se estableci¨® hace miles de a?os, en el indoeuropeo (nuestra lengua abuela), de cuya ra¨ªz *nekw-t- derivan las distintas formas de llamar a la oscuridad en los idiomas que luego se desgajaron de aqu¨¦l (y que suelen conservar el sonido n inicial). Por ejemplo, n?chta en griego o noctis en lat¨ªn (nuestra lengua madre), t¨¦rmino del que nacer¨¢ ¡°noche¡±; y que coincide con nigrum en designar lo ¡°oscuro¡±.
El Diccionario nos refuerza esa pista en la primera acepci¨®n de ¡°negro¡±: ¡°Dicho de un color, semejante al del carb¨®n o a la oscuridad total¡±. De nuevo la oscuridad, que nos hace verlo todo negro. Y esta asociaci¨®n de ideas es la que ha dado hist¨®ricamente al vocablo ese valor: el dinero negro tiene una oscura procedencia; y quien se las ve negras debe afrontar graves dificultades, como quien se desenvuelva en la oscuridad. Por el contrario, afirmamos ¡°me queda claro¡± o ¡°lo veo claro¡± (frente a ¡°lo veo oscuro¡± o ¡°lo tengo negro¡±), pero no decimos ¡°me queda blanco¡± o ¡°lo veo blanco¡± porque la oposici¨®n no es de colores, sino de iluminaciones.
Por tanto, ninguna de esas expresiones negativas que incluyen la palabra ¡°negro¡± tiene nada contra una de las razas humanas, sino contra la ausencia de luz.
Y conviene aclarar, de paso, que la palabra ¡°necrol¨®gica¡± no se basa tampoco en un color, sino en el griego nekr¨®s (muerto), que procede del indoeuropeo *nek, muerte.
As¨ª que, se mire por donde se mire, nada hay de malo en la palabra ¡°negro¡±. Y por eso el t¨¦rmino estadounidense ¡°afroamericano¡± es un eufemismo absurdo: oculta algo que no debe esconderse ni producir verg¨¹enza; y adem¨¢s discrimina a los negros por su origen. Viene a decir ¡°son africanos, llegaron de fuera¡±; una distinci¨®n que no se aplica a los blancos, todos ellos de lejana procedencia tambi¨¦n.
En Estados Unidos intentan olvidar con estos giros su trayectoria de racismo legal, organizado y masivo, un trauma del que nosotros carecemos. Pero nos sentimos siempre tan acomplejados ante todo lo que viene de all¨¢, que hasta sus propios complejos copiamos.
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