Nina Bahinskaya, la bisabuela bielorrusa que desaf¨ªa a Lukashenko
La activista se convierte en inesperada hero¨ªna de las protestas contra el l¨ªder autoritario
Fr¨¢gil pero irreductible, la bielorrusa Nina Bahinskaya se ha convertido en uno de los rostros de las hist¨®ricas protestas contra Alek?sandr Lukashenko. Activista y opositora desde los tiempos de la perestroika, la bisabuela de 73 a?os tiene embargada la mitad de la pensi¨®n en multas por participar durante d¨¦cadas en protestas contra el l¨ªder autoritario, que gobierna con pu?o de hierro el pa¨ªs europeo desde hace 26 a?os. Pero las im¨¢genes de este turbulento verano, que muestran c¨®mo planta cara, indomable, a los antidisturbios que tratan de sofocar violentamente las movilizaciones por la democracia en Bielorrusia, la han convertido en una inesperada hero¨ªna. Los v¨ªdeos en los que espeta, con sorna, a un polic¨ªa enmascarado que trata de impedirle el paso que est¨¢ ¡°paseando¡±, o aquel en el que trata, casi a patadas, de recuperar una bandera requisada, se han vuelto virales. La diminuta pensionista, siempre erguida frente a las feroces fuerzas de seguridad bielorrusas, sigue en primera l¨ªnea de las protestas, aferrada a la vetada bandera tradicional (blanca-roja-blanca) que la perseguida oposici¨®n ha adoptado como s¨ªmbolo.
La prominente activista, ge¨®loga jubilada, viuda, con dos hijos, dos nietos y un bisnieto, no se pierde una manifestaci¨®n. No tiene m¨®vil ni Internet; solo tel¨¦fono fijo en casa, que suena sin parar: amigos y conocidos avisando de cu¨¢ndo y d¨®nde ser¨¢ la pr¨®xima acci¨®n de protesta, que se coordina en la Red. Bahinskaya lo apunta en notas que tiene en una c¨®moda, sembrada de dibujos e ilustraciones que le han ido enviando como obsequio.
All¨¢ donde va la animan, se hacen fotos con ella, la vitorean como a una aut¨¦ntica estrella. En tiempos no tan lejanos eran cuatro gatos en las protestas, y Bahinskaya recuerda la oscuridad de la represi¨®n, las desapariciones de algunos compa?eros opositores, el exilio de otros. Este verano tiene otro color, aunque la principal l¨ªder opositora y candidata a la presidencia, ?Svetlana Tijan¨®vskaya, se encuentra exiliada en Lituania y hay numerosos casos documentados de torturas a detenidos durante las protestas.
La diferencia es que ahora se respira uni¨®n. Bahinskaya cree que a la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa bielorrusa le impact¨® la violencia con la que se han tratado las protestas, y esta ha impulsado a muchos a salir. ¡°Cuantos m¨¢s est¨¢n en la calle y m¨¢s unidos frente a estos fascistas tiranos, menos vulnerables somos. Las manifestaciones pac¨ªficas pueden ganar si son multitudinarias¡±, remarca en su atestado apartamento cerca del barrio universitario de Minsk, en el que comparte una habitaci¨®n-sal¨®n con uno de sus hijos. Durante los primeros d¨ªas de protestas contra el fraude en las elecciones presidenciales ¡ªen las que Aleksandr Lukashenko reclama su sexto mandato con un 80% de los votos, seg¨²n datos oficiales, con serias evidencias de manipulaci¨®n¡ª hubo unos 7.000 detenidos, cientos de heridos y al menos cuatro manifestantes muertos. ¡°Lu?kashenko es una pobre marioneta al servicio de Mosc¨², pero una marioneta sanguinaria¡±, asegura Bahinskaya.
En 1989 particip¨® en su primera protesta, una acci¨®n para conmemorar el ¡°camino de la muerte de Kurapaty¡±, uno de los principales lugares de exterminio de prisioneros pol¨ªticos sovi¨¦ticos a manos del temido Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) en la d¨¦cada de 1930. La activista y sus compa?eros fueron duramente reprimidos. En aquella ¨¦poca se hab¨ªa unido al movimiento clandestino Frente Popular Bielorruso, que termin¨® siendo un partido en el que militaron conocidas figuras de la inteligentsia bielorrusa. Bahinskaya siempre prefiri¨® el activismo a la pol¨ªtica.
En casa muestra sus retratos familiares en blanco y negro, las tallas de madera de su bisabuelo ebanista, los iconos ortodoxos y la m¨¢quina de coser sovi¨¦tica con la que elabora banderas para amigos. Aunque habitualmente la polic¨ªa hace la vista gorda ¡ªy m¨¢s ahora, cuando son incontables¡ª, a Bahinskaya le han requisado ya cinco este a?o, comenta. As¨ª que sigue cosiendo la que fue bandera de la ef¨ªmera Rep¨²blica Nacional Bielorrusia, de 1918, y volvi¨® a representar al pa¨ªs cuando se independiz¨® de la URSS, en 1991. En 1994, por refer¨¦ndum, se volvi¨® a la que hab¨ªa sido la bandera sovi¨¦tica ¡ªroja y verde con un bordado tradicional a un lado¡ª, pero sin la hoz ni el martillo. Bahinskaya se indigna cuando Lukashenko identifica la ense?a con el nazismo; remarcando solo la ¨¦poca en la que la usaron colaboracionistas nazis bielorrusos. ¡°Me llaman nacionalista, quiz¨¢ lo soy, pero solo en el sentido de que amo mi naci¨®n, mis tradiciones, mi cultura; la identidad bielorrusa. No tiene nada que ver con el nazismo y cualquiera que no est¨¦ infectado de la propaganda del r¨¦gimen lo sabe¡±, se?ala. Habla una mezcla de ruso y bielorruso, lengua considerada ¡°de campesinos¡± durante a?os, que ella se puso a estudiar a fondo en 1991.
No lleva la cuenta de las veces que ha sido arrestada. Tampoco de las multas que afronta. Cuando llegaron al equivalente de unos 15.000 d¨®lares dej¨® de contar, dice. Se opone a que familia o amigos abonen lo que considera injusto e ilegal. Asegura que no tiene miedo: ¡°Cuanta m¨¢s represi¨®n y m¨¢s golpes, m¨¢s ganas tengo de ayudar y lograr una Bielorrusia libre. Yo me digo a m¨ª misma que soy una mujer que ya tiene una edad. No temo a esos sinverg¨¹enzas¡±.
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