La sombra aplastante del general De Gaulle
El hombre que encabez¨® la lucha contra la ocupaci¨®n nazi y fund¨® la V Rep¨²blica sigue modelando la vida pol¨ªtica en Francia 50 a?os despu¨¦s de su muerte. Pero su herencia puede ser un lastre
Hay pocos pa¨ªses tan identificados con un l¨ªder como Francia con el general Charles de Gaulle. De Gaulle podr¨ªa compararse con George Washington o Abraham Lincoln en Estados Unidos, aunque estas son figuras remotas. Y De Gaulle no es solo un mito para los franceses, un objeto de culto. Tambi¨¦n es alguien que sigue modelando la vida pol¨ªtica y la identidad nacional medio siglo despu¨¦s de su muerte, el 9 de noviembre de 1970 en Colombey-les-Deux-?glises, un pueblo de 700 habitantes a 250 kil¨®metros de Par¨ªs. ?Churchill? La comparaci¨®n con el gigante ingl¨¦s tampoco ser¨ªa exacta, pues, aunque, como ¨¦l, encarn¨® el esp¨ªritu de lucha ante el nazismo, sigue siendo un personaje controvertido en algunos aspectos, su papel en la pol¨ªtica colonial, por ejemplo. Al contrario que el franc¨¦s, no refund¨® un pa¨ªs ni ofreci¨® una visi¨®n compartida hoy por todo el espectro ideol¨®gico, de la extrema izquierda a la extrema derecha. Quiz¨¢ habr¨ªa que buscar, para encontrar analog¨ªas, en otros continentes y en realidades incomparables con la Francia del siglo XX y XXI. ?Mao? ?Per¨®n?
En Francia todos son gaullistas. Una ¡°unanimidad extraordinaria¡±, como escribe Julian Jackson, autor de la biograf¨ªa A Certain Idea of France. The Life of Charles de Gaulle, aunque en vida fuera odiado como pocos, v¨ªctima de m¨²ltiples atentados y calificado de dictador por la izquierda y de traidor a la patria por la derecha. Los mismos que le atacaban participan ¡ªmedio siglo despu¨¦s de su desaparici¨®n y al conmemorarse, el 22 de noviembre, los 130 a?os de su nacimiento en Lille¡ª, del culto a su persona. Jean-Luc M¨¦lenchon, jefe de la izquierda populista, le elogia. En la extrema derecha, Marine Le Pen se declara m¨¢s gaullista que nadie, aunque su partido sea el heredero del Frente Nacional, fundado por los enemigos m¨¢s viscerales del general: los nost¨¢lgicos de la Francia del mariscal P¨¦tain, que colabor¨® con el ocupante durante la Segunda Guerra Mundial, y por veteranos de la OAS, el grupo terrorista que intent¨® asesinarlo por negociar la independencia de la antigua colonia.
A Jean-Luc Barr¨¦, autor de Devenir De Gaulle y coeditor de sus Memorias en la colecci¨®n de cl¨¢sicos La Pl¨¦iade, le irrita esta apropiaci¨®n de De Gaulle por quienes, en su opini¨®n, no son dignos de ¨¦l. ¡°Hay una exigencia en el mensaje gaulliano, unos principios fundamentales que deben respetarse: la idea de independencia nacional y soberan¨ªa, de justicia social, de integridad, una cierta idea de Francia¡ No se puede ser gaullista y a la vez de extrema derecha, ni se puede ser gaullista y partidario de una dependencia francesa respecto a Europa u otra potencia. No es f¨¢cil ser gaullista de verdad¡±, dice Barr¨¦. ¡°Lo comparo al teatro: si uno quiere representar el papel del Cid de Corneille, tiene que ser un gran actor. No todo el mundo puede ser el Cid. Y hoy, en Francia, todo el mundo piensa que puede ser presidente de la Rep¨²blica, todo el mundo piensa que puede ser el sucesor del general De Gaulle. ?Pues no!¡±.
El mito de De Gaulle se sostiene en tres fechas. La primera es el 18 de junio de 1940, otra efem¨¦ride redonda. Las tropas nazis acaban de entrar en Par¨ªs. P¨¦tain, h¨¦roe de la Gran Guerra, se dispone a firmar el armisticio. Un militar de 49 a?os, desconocido para el gran p¨²blico, se marcha a Londres y, desde las ondas de la BBC, llama a los franceses a unirse a ¨¦l y a resistir. Cuatro a?os m¨¢s tarde, entrar¨¢ en Par¨ªs para proclamar su liberaci¨®n. Segunda fecha: 1958. Despu¨¦s de m¨¢s de una d¨¦cada de retiro regresa para fundar la V Rep¨²blica, de la que ser¨ªa el primer presidente hasta dimitir en 1969. Un r¨¦gimen que concentra poder en el jefe del Estado y diluye la influencia de los partidos pol¨ªticos. Una monarqu¨ªa republicana a su imagen y semejanza. ?Un ¡°golpe de Estado permanente¡±, como lo llamar¨¢ Fran?ois Mitterrand antes de convertirse, una vez en el poder, en la mejor encarnaci¨®n del r¨¦gimen? ?O un invento genial que ha dado seis d¨¦cadas de estabilidad a Francia? La tercera fecha es la independencia de Argelia, en 1962: De Gaulle fue el presidente descolonizador.
Todos los presidentes de la Rep¨²blica han acabado siendo gaullistas, o han querido serlo, con la excepci¨®n, tal vez, de Fran?ois Hollande, que nunca se sinti¨® c¨®modo con los ropajes mon¨¢rquicos. Cuando irrumpi¨® en la arena pol¨ªtica, Emmanuel Macron pudo parecer otra cosa. Era joven y liberal. En sus m¨ªtines se ve¨ªan tantas o m¨¢s banderas europeas que francesas. Su genealog¨ªa ideol¨®gica era la de Michel Rocard o la de Pierre Mend¨¨s-France, l¨ªderes que desde la izquierda democr¨¢tica se opusieron al autoritarismo del general. Las dudas pronto se disiparon. En el retrato oficial que cuelga en todos los ayuntamientos del hex¨¢gono, Macron aparece con las Memorias del general. Su teor¨ªa seg¨²n la cual Francia siente nostalgia del rey desde que decapit¨® a Luis XVI en 1793 y que, por este motivo, necesita hombres fuertes en su lugar (Napole¨®n, De Gaulle¡) es puro gaullismo. Como su pol¨ªtica exterior, que De Gaulle us¨® como palanca para proyectar al pa¨ªs unos pelda?os por encima de su peso real: la ambici¨®n del actual presidente es que Francia sea una ¡°potencia de equilibrio¡±, entre EE UU y Rusia en la ¨¦poca de De Gaulle y ahora entre EE UU y China.
De Gaulle lo impregna todo, pero su herencia tambi¨¦n puede ser un lastre. El paquidermo administrativo. Las instituciones r¨ªgidas que dificultan las reformas. Un poder vertical en el que el jefe lo decide casi todo y en el que los contrapesos son d¨¦biles. Un sistema de ordeno y mando, hipercentralizado que, en el examen de la pandemia, ha salido peor parado que la Alemania del consenso y la descentralizaci¨®n. ¡°?Es bueno que un sistema pol¨ªtico repose por entero [¡] en las capacidades milagrosas de un solo hombre en el que se focalizan las esperanzas de todo un pueblo? La respuesta es evidentemente positiva si el hombre en cuesti¨®n es el general De Gaulle. Pero el veredicto es mucho menos claro cuando se trata de la clase pol¨ªtica contempor¨¢nea¡±, ha escrito el historiador Sudhir Hazareesingh, autor de In the Shadow of the General: Modern France and the Myth of De Gaulle (A la sombra del general: la Francia moderna y el mito de De Gaulle). ¡°Hay un malentendido. Se homenajea a un gigante que es aplastante, como todos los gigantes, pero son ellos quienes dejan rastro en la historia¡±, opina Barr¨¦. ¡°Si queremos volver a la peque?a historia, dejemos de reclamarnos del general De Gaulle y demolamos su herencia. Pero no creo que sea esto lo que se deba hacer. Hay que estar a su altura¡±.
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