Art¨ªculos comestibles
Esas humildes part¨ªculas deben de provocar alguna aversi¨®n en muchos periodistas de ahora
Algunos fil¨®logos dicen que en realidad seguimos hablando lat¨ªn. Vale, se acepta la met¨¢fora; pero hablamos un lat¨ªn con art¨ªculos. Porque estas part¨ªculas constituyeron una de las adiciones del espa?ol en su evoluci¨®n desde la lengua de los romanos.
Los art¨ªculos nos sirven hoy para distinguir entre lo definido y lo indefinido, para acercar o alejar, para precisar o insinuar.
La oraci¨®n ¡°Un consejero se vacun¨® antes de tiempo¡± ser¨ªa parecida a aquel ¡°alguien ha matado a alguien¡± con el que el humorista Miguel Gila cre¨ªa torturar a un asesino cada vez que se cruzaba con ¨¦l. Por el contrario, ¡°El consejero se vacun¨® antes de tiempo¡± concreta, acerca y precisa, gracias al art¨ªculo.
Los romanos ya vieron esa necesidad de delimitar el papel de los sustantivos; y como no dispon¨ªan a¨²n de art¨ªculos, acudieron a los demostrativos para los definidos (illa regina, esa reina) y a un numeral para los indefinidos (unus rex, un rey). A partir de ah¨ª, el castellano fue conformando su propio sistema mediante un complejo y lent¨ªsimo proceso del que hoy disfrutamos (el, la; un, una; los las¡).
Gracias a ese juego sutil de ausencias y presencias, comunicamos sentidos diferentes: ¡°Necesito caf¨¦¡± (he de comprarlo), ¡°necesito un caf¨¦¡± (he de tomarlo), ¡°necesito el caf¨¦¡± (no me lo proh¨ªba, doctor). Pero no por eso decimos ¡°me gusta caf¨¦¡±.
Valgan estos ejemplos para ahorrarnos aquellos prolijos detalles t¨¦cnicos que los explican con precisi¨®n.
Sin embargo, los humildes art¨ªculos del espa?ol deben de provocar la gula en muchos periodistas de ahora, que se los comen sin importarles su historia y su funci¨®n.
Empez¨® el proceso hace a?os con el periodismo deportivo: ¡°Sube Chendo por banda derecha¡±, ¡°golpea Stoichkov con pierda izquierda¡±, ¡°juega Molina bajo palos¡±. (Por cierto, ser¨ªa mejor ¡°entre palos¡±; perd¨®n: ¡°entre los palos¡±, pues el guardameta no tiene las tres piezas sobre su cabeza, sino solamente una).
A esta profusi¨®n de art¨ªculos comestibles en el f¨²tbol se uni¨® despu¨¦s el periodismo pol¨ªtico: ¡°¡seg¨²n informan en Delegaci¨®n del Gobierno¡±, ¡°fuentes de Moncloa se?alan¡¡±, ¡°se reunieron ayer en Zarzuela¡±. El fen¨®meno ocurre principalmente ante nombres propios de lugar, como los citados; o como estos otros: ¡°Se prev¨¦ mal tiempo en Pirineos¡±, ¡°aumenta el paro en Reino Unido¡±.
Puede ocurrir que estas supresiones se deban a un cierto cansancio por el uso continuo, d¨ªa a d¨ªa, hora a hora (partido a partido), de todos esos sintagmas. Tantas veces hay que decir ¡°por la banda derecha¡±, que alg¨²n cambio vendr¨¢ bien: ?Quitemos el art¨ªculo!
Y lo mismo sucede en el periodismo de informaci¨®n general con los lugares de gran frecuentaci¨®n informativa. Pero s¨®lo con ellos. Porque ¡°mucha gente se fue a esquiar a Pirineos¡± no se copia en ¡°se fueron a Alpes¡±; y ¡°nos encontramos en Moncloa¡± no ha ocasionado ¡°el seminario se celebrar¨¢ en Magdalena¡± (palacio de la Magdalena, en Santander).
Y as¨ª como a menudo se escribe y se dice ¡°en Reino Unido¡±, la liga de los sin art¨ªculo no ha propuesto otras construcciones an¨¢logas en singular como ¡°se ha extendido en Uni¨®n Europea¡±, ¡°va a llover en Pa¨ªs Vasco¡± o ¡°Putin trabaj¨® como esp¨ªa de Uni¨®n Sovi¨¦tica¡±. Si lleg¨¢ramos a eso, ya s¨ª ser¨ªa como para que algunos se tirasen de pelos.
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