Un gran momento para los fantasmas
Hay una cierta incapacidad de decir algo significativo tomando la realidad tal y como es, de forma adulta. Deben exagerarla porque no les basta, como en pel¨ªculas y series de zombis o superh¨¦roes
Este revuelo sobre la libertad o el comunismo me ha pillado leyendo un libro estremecedor que te quita la tonter¨ªa r¨¢pido porque, al rev¨¦s que lo otro, est¨¢ basado en hechos reales. En 1973, tres chicos gallegos que viven en Ir¨²n y van a Francia a ver El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, pero se cruzan con unos etarras que creen que son polic¨ªas de paisano. Desaparecieron, y hasta hoy. Tambi¨¦n el GAL mat¨® personas que confundi¨® con etarras. Lo poco que se sabe apunta a que los torturaron, los asesinaron y los enterraron en alg¨²n lugar. Hemos dejado atr¨¢s la dictadura de Franco, que ten¨ªas que irte a otro pa¨ªs a ver una pel¨ªcula, y la de ETA, cuando cosas como esa casa que estall¨® en Madrid pasaban cada semana, y no era el gas. Y aqu¨ª andamos discutiendo si somos libres o no o si estamos ante el advenimiento del fascismo. Cuando oyes a algunos pol¨ªticos hablar de libertad, comunismo y derecha criminal te preguntas si saben de qu¨¦ demonios est¨¢n hablando o es solo por hablar. Bueno, ya se lo digo: es solo por hablar. Hay una cierta incapacidad de decir algo significativo tomando la realidad tal y como es, de forma adulta. Deben exagerarla porque no les basta, es un problema de pobreza de talento personal. Pasa igual en muchas pel¨ªculas y series de zombis o superh¨¦roes, donde solo en situaciones de fantas¨ªa se acierta a manejar grandes palabras. Hacerlo en serio es m¨¢s dif¨ªcil.
El libro se llama Una tumba en el aire (Galaxia Gutenberg), de Adolfo Garc¨ªa Ortega, y la historia justo transcurre en una semana como esta, hace 48 a?os. Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge Garc¨ªa, de entre 23 y 29 a?os, desaparecieron el 24 de marzo de 1973. Hay quien sabe d¨®nde est¨¢n sus cuerpos, pero no lo dice. Sus familias viven con su recuerdo como una compa?¨ªa sobrenatural, como todas las v¨ªctimas de algo terrible. Pero a diferencia de los agitadores oportunistas de batallas trascendentales, normalmente estas personas no gritan y hablan con calma. Dejaron la rabia o el odio atr¨¢s hace mucho tiempo. Lo mismo pas¨® en la Transici¨®n, comunistas y franquistas que hasta el d¨ªa antes se insultaban, se reun¨ªan para hablar y se ofrec¨ªan tabaco.
En cambio ahora la ¨¦pica es un juego. A estos pol¨ªticos que tenemos les cuesta ubicarse, algunos es que ni se conocen bien entre ellos, mira Ciudadanos en Murcia, o incluso creen que son otra persona, como la portavoz de EH-Bildu en Vitoria, que suplant¨® la identidad de una compa?era y abri¨® una cuenta a su nombre. En Oviedo han vuelto a poner el nombre franquista de varias calles y la calle Charles Darwin ahora es Alf¨¦rez Provisional, que digo yo que al menos pod¨ªa ser Alf¨¦rez Fijo, si bien es m¨¢s acorde a la teor¨ªa de la evoluci¨®n de las especies. Qu¨¦ confusi¨®n con todo. Un amigo italiano llam¨® el otro d¨ªa desde Canarias:
¨DQu¨¦ suerte, nosotros no podemos ir.
¨DYa, y yo no puedo ir a Toscana.
As¨ª en esta pandemia nos cruzamos sin encontrarnos, lejos de todo y de todos. El otro d¨ªa me qued¨¦ impresionado con una mujer que, con la mascarilla, de nariz para arriba, era igual a una amiga, pero una amiga que ya falleci¨®. No pod¨ªa dejar de mirarla, casi le dirijo la palabra, y el caso es que ella tambi¨¦n me miraba fijamente, no s¨¦ a qui¨¦n ver¨ªa en m¨ª, o quiz¨¢ han dado permiso, solo por esta vez, para que se paseen entre nosotros ¨¢ngeles y fantasmas sin miedo a ser reconocidos. Y ya nos parecemos en ese aire distante y silencioso, y pasan inadvertidos, y pueden vernos de lejos. Como adem¨¢s no te puedes tocar pues no hay manera de descubrirlos. Es un gran momento para los fantasmas.
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