Thomas Piketty: ¡°Estamos en una situaci¨®n similar a la que llev¨® a la Revoluci¨®n Francesa¡±
El reconocido economista franc¨¦s augura que los privilegios que se conceden a las grandes fortunas conducir¨¢n a una gran crisis pol¨ªtica. Y recuerda el levantamiento de finales del siglo XVIII, cuando la nobleza se resist¨ªa a pagar impuestos
Thomas Piketty (Clichy, Francia, 50 a?os) ha logrado con sus tratados de m¨¢s de mil p¨¢ginas algo que solo un pu?ado de economistas ha conseguido en la historia: colocar su tema de estudio acad¨¦mico en el centro de las discusiones pol¨ªticas y las agendas internacionales. Su tema es la desigualdad. O, dicho de otra manera, la larga historia del avance hacia la igualdad. Porque el autor de El capital en el siglo XXI y...
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Thomas Piketty (Clichy, Francia, 50 a?os) ha logrado con sus tratados de m¨¢s de mil p¨¢ginas algo que solo un pu?ado de economistas ha conseguido en la historia: colocar su tema de estudio acad¨¦mico en el centro de las discusiones pol¨ªticas y las agendas internacionales. Su tema es la desigualdad. O, dicho de otra manera, la larga historia del avance hacia la igualdad. Porque el autor de El capital en el siglo XXI y Capital e ideolog¨ªa se declara optimista, aunque no lo parezca: prefiere ver el vaso medio lleno de la igualdad que el medio vac¨ªo de la desigualdad.
Ahora Piketty publica Una breve historia de la igualdad (editorial Deusto, traducci¨®n de Daniel Fuentes), una s¨ªntesis en menos de 300 p¨¢ginas de sus ideas y sus propuestas.
Piketty no pertenece al club de los apocal¨ªpticos: ¨¦l cree ¡ªy as¨ª se lo confirman los datos¡ª que, pese a los tropiezos y contratiempos, el mundo va mejor. Y dice que, aunque los partidos que defienden sus ideas son minoritarios y que en muchos pa¨ªses, como el suyo, las clases trabajadoras votan opciones nacionalistas y populistas, no cree estar predicando en el desierto. ¡°Desde la crisis de 2008 se ha acelerado la toma de conciencia sobre los excesos de la desregulaci¨®n financiera de los a?os ochenta y noventa, y la covid ha contribuido a ello¡±, resume en su diminuta oficina en la Escuela de Econom¨ªa de Par¨ªs. ¡°Las cosas evolucionan un poco en el sentido que yo describo¡±.
PREGUNTA. ?No ha sido ¨²til a fin de cuentas el capitalismo para mejorar la esperanza de vida o el nivel de vida, o para reducir las desigualdades?
RESPUESTA. Lo que ha permitido la prosperidad es haber atemperado el capitalismo del siglo XIX con una econom¨ªa de tipo socialdem¨®crata, una econom¨ªa mixta en la que toda una parte de las riquezas est¨¢ socializada. Y hay que continuar con este movimiento. El socialismo participativo, democr¨¢tico y federal que yo deseo se inscribe en la continuidad de transformaciones ya muy importantes que han tenido lugar. El sistema de econom¨ªa mixta socialdem¨®crata que hoy tenemos en los pa¨ªses de Europa Occidental no tiene mucho que ver con el capitalismo colonial, patriarcal, autoritario de 1910. Y el sistema que yo describo para el futuro no es m¨¢s diferente del sistema actual de lo que el sistema actual lo es respecto del capitalismo de 1910.
¡°Si se pide educadamente a la nobleza que renuncie a sus privilegios, la cosa no funciona. Si se pide educadamente a Suiza y Luxemburgo que dejen de ser para¨ªsos fiscales, tampoco¡±
P. ?Las guerras, revoluciones o cat¨¢strofes naturales han sido necesarias para reducir las desigualdades?
R. Las revoluciones no siempre son cat¨¢strofes. Efectivamente, en la historia hay movimientos pol¨ªticos, movilizaciones que permiten avanzar hacia una mayor igualdad. E insisto en el mensaje positivo: hay una marcha hacia la igualdad que viene de lejos, que es un fen¨®meno de largo plazo y que se nutre a veces de revoluciones, pero m¨¢s generalmente de rebeliones, de peticiones de m¨¢s igualdad. Es un movimiento que comenz¨® a finales del siglo XVIII, sobre todo con la Revoluci¨®n Francesa y tambi¨¦n con la rebeli¨®n de los esclavos en Santo Domingo. Estos dos acontecimientos marcan el principio del fin de las sociedades de privilegios, de un lado, y de las sociedades esclavistas, del otro.
P. Pero no siempre se avanza con revueltas o revoluciones.
R. Otro ejemplo es Suecia. Hasta principios del siglo XX era uno de los pa¨ªses con mayor desigualdad de Europa y una codificaci¨®n institucional de la desigualdad m¨¢s extrema que en el Antiguo R¨¦gimen franc¨¦s o en las monarqu¨ªas censitarias de Francia o Espa?a del siglo XIX. Solo el 20% de hombres m¨¢s ricos ten¨ªan derecho de voto, y dentro de este 20% se pod¨ªa tener entre 1 o 100 derechos de voto en funci¨®n de si uno era el m¨¢s rico de los ricos o si lo era menos. Incluso las sociedades an¨®nimas ten¨ªan derecho de voto en funci¨®n del capital invertido en el municipio. ?Ya les gustar¨ªa a las multinacionales hoy tener algo semejante! Lo que ocurre despu¨¦s es que hay una gran movilizaci¨®n sindical y del partido socialdem¨®crata en un pa¨ªs muy educado, y la clase obrera toma el poder. Se impone entonces de manera relativamente pac¨ªfica.
P. La de Suecia fue una revoluci¨®n pac¨ªfica.
R. ?Sabe? Este tipo de transformaciones no pueden hacerse respetando las reglas del r¨¦gimen precedente. En un momento dado habr¨¢ una ruptura institucional. Siempre es as¨ª. Cuando la Administraci¨®n de Obama anuncia a Suiza que se acab¨® el secreto bancario y que, si Suiza lo mantiene, Estados Unidos retirar¨¢ las licencias a los bancos suizos, no es algo que estuviese previsto en los tratados internacionales que organizaban la libre circulaci¨®n de los capitales. Pues bien, resulta que estos tratados no evitan que en un momento dado un pa¨ªs diga: ¡°Cambiamos las reglas¡±.
P. Estados Unidos es la primera potencia mundial. Otro pa¨ªs quiz¨¢ no podr¨ªa hacer lo mismo.
R. Pero es que el cambio hist¨®rico se nutre de relaciones de fuerza, sea en 1789 o en 2020. Si se pide educadamente a la nobleza que renuncie a sus privilegios, la cosa no funciona. Si se pide educadamente a Suiza y Luxemburgo que dejen de ser para¨ªsos fiscales, tampoco. Y estas transformaciones suelen implicar transformaciones institucionales con cambios en los tratados o las Constituciones. No quiero decir que el Estado de derecho no sea importante, pero no debe convertirse en un pretexto para mantener las posiciones adquiridas. Todas las transformaciones que describo se han realizado derribando el sistema legal precedente, pero con el fin de reemplazarlo por un Estado de derecho m¨¢s justo, emancipador e igualitario.
¡°Hay una huida adelante hacia la deuda p¨²blica que se explica porque no se logra hacer pagar a las clases privilegiadas¡±
P. ?El mundo posterior a la covid ser¨¢ m¨¢s o menos igualitario?
R. El primer efecto es de m¨¢s desigualdad. Primero, entre el norte y el sur. Es escandaloso c¨®mo los pa¨ªses del norte han rechazado transformar las vacunas en un bien p¨²blico mundial, una oportunidad perdida. Tambi¨¦n vemos que las grandes fortunas del planeta se han enriquecido. Todo el sector de las altas tecnolog¨ªas se ha enriquecido. Los m¨¢s pobres y fr¨¢giles sufren m¨¢s por la covid. Al mismo tiempo, como sucede con todas las crisis de esta naturaleza, la pandemia ha tenido efectos complejos, porque tambi¨¦n ha contribuido a rehabilitar una cierta visi¨®n del servicio p¨²blico, del hospital, del sistema sanitario, y esto permite tambi¨¦n legitimar de nuevo una pol¨ªtica de reinversiones en los servicios p¨²blicos.
P. ?Vamos por el buen camino?
R. Por ahora, se avanza despacio. El nivel de desigualdades es contraproducente. Tener a un 50% de la poblaci¨®n que no posee casi nada ¡ªen Francia o en Espa?a ese 50% posee un 5% del total del patrimonio, mientras que el 10% m¨¢s rico posee un 50%, un 55%, un 60%¡ª no solo es injusto, sino econ¨®micamente ineficaz. El 50% m¨¢s pobre y sus hijos tienen al menos tantas ideas e iniciativas como los hijos de los m¨¢s ricos. A largo plazo supone una p¨¦rdida colectiva limitar as¨ª las oportunidades econ¨®micas y las posibilidades de que se dinamice la econom¨ªa con una mayor circulaci¨®n de las riquezas, de la propiedad y del poder.
P. Pero estar¨¢ satisfecho con que la Uni¨®n Europea adoptase un acuerdo para poner la deuda en com¨²n e invertir masivamente, ?no?
R. Soy un federalista europeo. Todo lo que vaya en esta direcci¨®n es bueno. Y endeudarse conjuntamente permiti¨®, al menos, ganar tiempo y salvar la idea europea. Yo, sin embargo, habr¨ªa preferido que el plan de recuperaci¨®n lo adoptase un grupo de pa¨ªses m¨¢s peque?o y con una mayor democratizaci¨®n de las instituciones europeas, y un voto por mayor¨ªa y no por unanimidad. Imagine que en seis meses o un a?o necesitemos un nuevo endeudamiento y un nuevo plan de recuperaci¨®n. ?Har¨¢ falta de nuevo la unanimidad de los Veintisiete? La soluci¨®n es que los pa¨ªses que no quieren m¨¢s solidaridad queden fueran: no hay que forzar a Pa¨ªses Bajos, Suecia, Dinamarca a participar. Quienes quieran una Europa m¨¢s unificada, que avancen. Para m¨ª es una ocasi¨®n perdida.
P. ?Y el acuerdo para imponer una tasa m¨ªnima global a las multinacionales?
R. Plantea dos problemas. El primero es que la tasa de imposici¨®n de un 15% es rid¨ªculamente d¨¦bil. Una pyme (peque?a y mediana empresa) o un hogar de clase media o popular no puede, as¨ª como as¨ª, crear una filial en un para¨ªso fiscal para aprovecharse de la tasa del 15%. En Francia, si usted es jefe de una pyme en la restauraci¨®n o la construcci¨®n, entre el impuesto sobre los beneficios, el impuesto sobre la renta, las cotizaciones sociales paga como m¨ªnimo un 20% o un 30%, y con frecuencia m¨¢s bien un 30% o un 40%. As¨ª que el 15% para las multinacionales con capacidad para crear filiales en para¨ªsos fiscales equivale a crear un sistema derogatorio privilegiado para los actores m¨¢s poderosos. Temo que esta reforma con el 15% reporte muy poco dinero y no haga m¨¢s que perpetuar una injusticia enorme entre, de un lado, las multinacionales y los m¨¢s ricos, y del otro las pymes y las clases medias.
¡°Temo que la tasa del 15% a las multinacionales reporte muy poco dinero y perpet¨²e la injusticia frente a las pymes¡±
P. ?Y el segundo problema que menciona?
R. Es a¨²n m¨¢s grave que el primero. Y es que esta reforma se ha concebido para los pa¨ªses del norte y no los del sur. Los pa¨ªses que obtendr¨¢n ingresos suplementarios son aquellos en los que se encuentran las sedes de estas multinacionales; es decir, los m¨¢s ricos. Creemos que no nos conciernen las crisis en Mal¨ª o en Afganist¨¢n, pero desde el momento que hay riquezas para explotar, como el uranio en N¨ªger o el cobre en Congo, las compa?¨ªas occidentales acuden enseguida, o las chinas, que hacen lo mismo. Al mismo tiempo, las emisiones de CO? acumuladas de los pa¨ªses europeos y de Estados Unidos representar¨¢n un coste considerable en t¨¦rminos de subdesarrollo a los pa¨ªses del sur. Y recordemos que no hay pa¨ªses ricos sin pa¨ªses pobres: todos los enriquecimientos de la historia son resultado de un sistema de divisi¨®n internacional del trabajo y de uso y a veces explotaci¨®n de recursos naturales y humanos en el planeta, como la industrializaci¨®n durante el colonialismo y la esclavitud.
P. ?Qu¨¦ hacer?
R. La idea de que tal pa¨ªs o persona es enteramente responsable de su riqueza y deber¨ªa qued¨¢rselo todo para s¨ª mismo es una construcci¨®n intelectual nada convincente. Hay que imaginar un sistema de reparto de las riquezas con los ingresos fiscales procedentes de los actores econ¨®micos m¨¢s pr¨®speros. Si solo tom¨¢semos una peque?a fracci¨®n de los beneficios de las multinacionales y el patrimonio de los milmillonarios y se redistribuyese a todos los pa¨ªses en proporci¨®n a la poblaci¨®n de estos pa¨ªses, los recursos para invertir en educaci¨®n y en la salud ser¨ªan 10 veces m¨¢s elevados que las supuestas ayudas internacionales, que en ?frica son cuatro veces m¨¢s d¨¦biles que los beneficios de las empresas occidentales y chinas. Estamos creando un sistema que nos estallar¨¢ en la cara.
P. ?Una revoluci¨®n?
R. Estamos en una situaci¨®n que no es tan distinta de la que llev¨® a la Revoluci¨®n Francesa: hay una huida adelante hacia la deuda p¨²blica que se explica porque no se logra hacer pagar a las clases privilegiadas. Entonces era la nobleza la que no quer¨ªa pagar impuestos. ?Y c¨®mo se resolvi¨®? Con una crisis pol¨ªtica, con los Estados Generales, la Asamblea Nacional y el fin de los privilegios de la nobleza. Ahora, de una manera u otra, acabar¨¢ igual. Cuando hace un momento le hablaba de que el sistema nos estallar¨¢ en la cara, pensaba en el norte y el sur. ?Y en el norte? Lo podemos llamar revoluci¨®n. Siempre ha habido revoluciones en la historia: 1968 o 1945 lo fueron.
¡°La pregunta es si el cuestionamiento de este sistema se har¨¢ en el desorden o de manera apaciguada¡±
P. ?Y ahora?
R. La revoluci¨®n de la que hablo consiste en hacer que contribuyan las mayores fortunas. Si se crea un sistema en el que usted puede enriquecerse utilizando las infraestructuras p¨²blicas de un pa¨ªs, su sistema educativo, su sistema sanitario, y despu¨¦s, con solo apretar un bot¨®n, puede transferir sus activos a otra jurisdicci¨®n sin que haya nada previsto para controlarle, y despu¨¦s usted simplemente puede dejar la factura a las clases medias y populares que son inm¨®viles y no pueden moverse del pa¨ªs¡, es un sistema insostenible. La pregunta es si el cuestionamiento de este sistema se har¨¢ en el desorden o de manera apaciguada, como prefiero. Yo soy un intelectual: he elegido escribir libros, no ser guerrillero.
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